11 abr 2014

“Un huevo de Pascua con sorpresa”



Los niños salieron corriendo de la casa. Aunque el día era lluvioso y triste, ellos, ni lo notaron. Tuve que perseguirles con las botas de goma en una mano y los impermeables en la otra. Su padre ya había puesto el 4X4 en marcha y apenas tuve tiempo de meter todo en el maletero, cuando el coche abandonaba el jardín para dirigirse al bosque cercano.

El día anterior, habíamos estado ocultando huevos y golosinas en la zona que considerábamos “nuestra”. Un trozo de bosque que nadie visitaba, quizás por lo difícil de llegar allí, o por lo que fuere. El caso es que estábamos seguros de que todo lo escondido estaría en su sitio para que los chicos lo encontraran.

La mañana la pasé organizando la comida de Pascua, adornando la casa y preparando la chimenea para asar las castañas. El asado estaba hecho del día anterior y solo quedaba preparar unos sándwiches de pepino para el aperitivo. Los padres de Henry no tardarían en llegar y yo no quería dar pie a mi suegra para que pudiera ironizar sobre el desmadre que según “ella” era nuestra casa.

Llegaron puntuales, tanto, que estoy convencida de que estuvieron esperando en el camino antes de llegar a casa para entrar a la hora acordada. Las doce en punto.

Dorothy trajo su famosa tarta de frutas del bosque, y Malcom no había olvidado su botella de “sherry” para el aperitivo.

Enseguida mi suegro se ocupó en extender la mesa del comedor y me ayudó a poner platos, cubiertos etc. Entretanto mi suegra desgranaba todo un muestrario de quejas, dolores y achaques sin fin, mientras miraba de reojo el reloj de la chimenea, en un mudo reproche a los absurdos horarios de comer, que en mi familia teníamos. Afortunadamente la bocina del coche de Martin, nos avisó de que estaban ya entrando en el jardín de casa. Solo eran las doce y media, tardísimo para mi suegra, normal para nosotros.

Martin júnior, había recolectado montón de coloridos huevos y chuches. Su cesta estaba a rebosar. Denis no había tenido tanta suerte. Solo unas cuantas chocolatinas, tres de los huevos decorados por mí y un cuarto huevo sin decorar, este, bastante más grande de lo habitual estaba cubierto de barro y ramas secas. Yo no lo había escondido, no era nuestro, en todo caso del año anterior...Le dije a Denis que lo tirara al fuego o a la basura.

La comida trascurrió placida y agradable. A la hora del coñac, nos trasladamos todos alrededor de la chimenea. Más tarde, después del té, asaríamos las castañas.



Y de pronto...El grito de Dorothy fue terrible, se había levantado del sillón y señalaba la chimenea con un dedo sin poder articular palabra. No sabíamos que pasaba, pero intentamos calmarla, ella, siguió haciendo grandes aspavientos, y empezó a retroceder tratando de escapar. En su torpe huida se enredó con la alfombra, y su cabeza fue a dar contra el cubre fuegos de bronce de la chimenea. Allí mismo dejó todos sus achaques para siempre.



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La extraña criatura, nacida al calor de la lumbre, está siendo estudiada por científicos especialistas de la N.A.S.A. Estos aun no han determinado a que especie pertenece.

Denis insiste que es su “Gremlin” y quiere recuperarlo a toda costa. Mientras tanto, le hemos comprado una iguana para que se consuele. La llama Dorothy.



M.L. Pino Abril 2014