24 ago 2010

La gorda


Abarrotado, el lugar está lleno a tope, mesas cubiertas de bandejas, vasos enormes de plástico y pequeñas cajitas de estico. Gentes; niños y jóvenes especialmente, comiendo o más bien devorando el interior de las cajitas, de vez en cuando algún voluptuoso eructo que viene del interior de unos estómagos repletos de comida y bebida basura...
Filas interminables que se mueven poco a poco hacia las cajas de pedido, donde jóvenes con ridículos gorritos atienden como autómatas a la exquisita clientela del domingo.
_ Un Bigger- Mac doble, pepsi doble, y patatas grandes... y también un brownie...
La chica del gorrito mira sin ver a la mujer X X L.
_ Son seis con treinta euros... siguiente.
La mujer paga y se hace a un lado. Mientras espera el pedido recolecta una ingente cantidad de sobrecitos de ketchup, mostaza y pajitas, tantos como si fuera a venderlos a la salida.
Con su bandeja ya llena, cual enorme barco en medio de una cruenta tempestad, se dirige bamboleándose hacia una mesa donde hay un sitio libre. Al pasar tiene que escurrir sus michelines entre asiento y mesa, lo cual consigue a duras penas, no sin antes llevarse por delante algunos restos de comida que se adhieren a su chirriante jersey amarillo limón.
Nadie le presta atención, no hay un “buenas tardes”, ni un carraspeo... tampoco un gruñido, cada cual a lo suyo, en aquella mesa alargada unos seres humanos en completa involución se hayan inmersos en la edad del plástico.
La paja se clava con saña en el vaso, la mujer sorbe ruidosamente el preciado liquido y después de soltar el aire por la boca... prepara minuciosamente el festín.
Desparrama las patatas sobre la bandeja, las divide en dos partes, una de ellas a tope con ketchup, la otra llena de mostaza. Picotea con glotonería, dos de un lado, tres de otro. Unos dedos gordezuelos se deciden a abrir la cajita amarilla, allí dentro... el tesoro. Redondo, cubierto de semillas de sésamo y saliendo de entre sus entrañas una salsa de color indefinido, la sola vista de aquello la lleva al éxtasis, y siente un subidón, parecido a un orgasmo. Separa una de las mitades del pan y enchufa el bote de salsa roja encima de algo marrón, también redondo, especie de conglomerado de carne, el liquido cae suave, voluptuosamente...
_ ¡AHHHHHHH...! - un grito traspasa la barrera del sonido e inunda el local...
_ ¡Tiene cebolla... dije que no quería cebolla y ¡me han llenado la hamburguesa de cebolla!. Y lo avisé, claro que lo avisé, pero no, no se enteran, mucho gorrito, mucha sonrisa pintada y tanta identificación, pero no dan ni chispa... Puri, se llama Puri la que me atendió, se va a enterar...
La gorda se levanta como un huracán arrasando a su paso lo que encuentra y bandeja en mano dando codazos llega a la barra...
_ ¡La señorita Puri!- grita.
Una sonriente señorita Pepi la mira asustada...
_ Terminó su turno... ¿En que puedo ayudarle?
_ Cebolla, le dije que no quería cebolla y no hizo caso, lo hizo a mala idea porque yo se lo dije bien claro ¡No quiero cebolla! y ella nada... como si le hubiera dicho que pusieran un kilo de la maldita cebolla... ¡Me van a oír!
_ Señora... cálmese. Yo le pongo otra hamburguesa sin cebolla por cuenta de la casa y problema solucionado, pero deje de gritar.
_ ¡Eso es que se lo a creído usted!, para nada de solucionado, porque a mí se me han quitado las ganas de comer, la vista de la cebolla me pone enferma y ahora no me entran ni las patatas ¡Me han estropeado el domingo! ¡Libro de reclamaciones y quiero hablar con el encargado!
Un hombre bajito con bigote fino se acerca rápidamente. J. Martínez “Encargado”dice su identificación debajo de una sonriente foto.
_ Señora estoy a su disposición, pero venga conmigo al despacho y sobre todo cálmese, allí me cuenta lo que le pasa y lo arreglamos.
El hombrecillo consigue llevarse a la gorda con él, la empuja a través de un estrecho pasillo donde casi se queda atascada y por fin consiguen llegar al despacho donde la mujer resollando improperios se desploma en el sofá.
De nuevo un rosario de quejas salen de su boca como caballos desbocados...
Martínez le habla bajito, trata de que no grite, que no se la oiga...
_ ¡El libro de reclamaciones, voy armar la de Cristo!– brama...
_ Señora, yo me comprometo a que nunca le vuelvan a poner cebolla en esta casa, pero no grite más y olvide lo del libro de reclamaciones, a partir de hoy, no tendrá nunca más una queja en este establecimiento, es más usted está invitada cada domingo y festivo a comer lo que se le antoje completamente gratis y toda la colección de muñecos del mes se los regalo ya mismo, pero baje la voz... por favor.
Martínez abre un cajón y saca del mismo un montón de muñecos de plástico...
_ ¡Ooohhh! el diablo de Tasmania y Piolin y ¿no están un poco pasados de moda?
Aún así la mujer abraza enternecida los muñecos basura...
_ ¡Durante un año! ¡Quiero todos los que salgan durante un año!
Y con un dedo gordo, (el gordo) le señala amenazadora...
_ Y los sábados, también... Vendré a comer los sábados y ¡quiero un contrato con todo lo prometido!
Todo se hace como exige, Martínez la acompaña hasta la calle y cuando la ve perderse entre la gente suspira aliviado...
_ ¡Taxi, taxi...! Al “Pizza Hat” de Princesa – dice la mujer al taxista, con una sonrisa indefinida...
El local también está abarrotado de gente. La gorda se abre paso entre la multitud, un encargado se acerca....
_ Doña Visi... Lo de siempre ¿no?Ya le van quedando menos días del bono... La vamos a echar de menos...
_ Sí ,yo también...

19 ago 2010

AVANCE INFORMATIVO

El retraso se debe a que el Netbook no será posible. De todass maneras, un día de estos, aparecerá el primer microrrelato de "45 y las Visitas Fantasmales". La primera visita: "45 y el Manuscrito perdido de Quevedo.
Hyeronymus

16 ago 2010

¡Jo! ¡Que noche la de anoche!


Yo había salido al descansillo para dejar la basura fuera del apartamento con la idea de bajarla al día siguiente, cuando un golpe de viento cerró la puerta. No tenía llaves y me encontraba completamente desnudo. Estaba maldiciendo mi estupidez supina cuando oí que se abría el portal, espantado pensé donde podría esconderme de quien fuere, pero no había mucho donde elegir y decidí aplastarme contra la pared. Cerré los ojos con esa ridícula sensación de que no viendo yo mismo, nadie me podría ver tampoco, y esperando que quizás con algo de suerte quien fuere se quedara en el primer piso. Click, la luz, tenue pero suficiente se encendió en todo el edificio, se me ocurrió romper la bombilla mas cercana, pero no había tiempo. Unas risas subían las escaleras acercándose más y más...
_ Quita tío, espera un poco... enseguida llegamos...
Mierda, era la voz de mi vecina de arriba, como siempre con alguien colgado del brazo y para colmo medio sopa. Pasarían por mi lado irremisiblemente. Maldije con todas mis fuerzas el día que se me ocurrió mudarme a aquella casa, más barata sí, pero sin ascensor, de paso maldije mi manía de andar por el piso en cueros y deseé con todas mis fuerzas que todo fuera un mal sueño, pero no lo era...
_ -Ya solo queda un poco- decía la mujer en tono alegre.
El sudor me caía por todas partes, no me moví, seguía incrustado de cara a la pared, como una calcomanía. Los pasos se acercaron...
_ ¿Y eso? ¨ -dijo el hombre- que desprendía un fuerte olor a alcohol.
Y de pronto... sentí una palmada en el culo.
_ “You can leave your hat on”. Tarareó la mujer al pasar por mi lado y se perdieron canturreando escaleras arriba al tiempo que reían ridículamente.
Recordé la película, “Full Monty” pero yo a diferencia de los protagonistas ni siquiera tenía sombrero para taparme... Y seguí allí solo... hundido en la miseria.
Me senté en el suelo e intenté pensar como solucionar el problema, la casa no tenía portero, ningún vecino tenía llave de mi piso, eran las dos de la madrugada, empezaba a hacer fresco y a todas luces estaba jodido.
Lo único que se me ocurría era pedir ayuda a la pareja, pero después de la palmadita y la absoluta falta de curiosidad, se me antojaba tremendamente humillante decirles nada, además con las prisas que llevaban, seguro que ya estarían en plena faena... Decidí esperar a que se marchara aquel tío. Después... ya veríamos.
La casa estaba silenciosa y oscura, me quedé semidormido, una puerta se cerró y alguien pasó rozándome escaleras abajo, tuve el tiempo justo de encoger las piernas para que no tropezara conmigo, por fortuna no encendió la luz y ello me libro de su choteo. Oí como se cerraba el portal y de nuevo el silencio se hizo presente. Era el momento de hacer algo. Subí sin mucho ánimo al tercero, su piso quedaba justo encima del mío. Llamé al timbre...
Una bata de seda verde llena de flores abrió la puerta...
_ Vaya... es la primera vez que me viene un cliente ya desnudo. ¿Tanta prisa tienes cariño?
Yo no apartaba los ojos de la bata, no me atrevía a mirarle a la cara...
_ No, no... es que yo... bueno soy el de abajo... me vieron hace un rato “Full Monty...” ¿Recuerda? _ ¡Ah...ya!... Y ¿qué pasa? ¿Te ha dado por ir en cueros de un lado a otro?...
Le expliqué lo de la basura... la maldita puerta. Ella comenzó a reír y yo cabreado hasta el infinito, tratando de taparme con las manos mientras mis ojos seguían fijos en las malditas flores...
_ Pasa, pasa hombre, veremos que se puede hacer. Toma, cúbrete si quieres, aunque a mi me da igual.
Y me largó un enorme sombrero de paja que colgaba del perchero y que tenía un gran lazo azul...
_ Ahí tienes. ¿No era un sombrero lo que te faltaba?
Le di las gracias y pasando por alto la ironía lo sujeté a la altura adecuada. Ya más calmado le dije:
_ Mire, lo que quisiera, es que desde su balcón, tratar de acceder al mío que se encuentra justo debajo, si me prestara un par de sábanas, me descuelgo y todo arreglado. Creo...
_ Vale hombre, por sábanas que no quede, precisamente estaba cambiando la cama.
Enseguida vino con ellas, me ayudó a anudarlas y salimos al balcón. Até a la barandilla un extremo y descolgué el resto, quedaban un poco cortas pero servirían. Le di las gracias y su estúpido sombrero. Ella mantenía una media sonrisa de cachondeo que me tenía histérico, con lo cual mi pobre pene no pudiendo soportar por más tiempo tanta tensión había decidido desaparecer escondiéndose Dios sabe donde. Por ello y para librarme cuanto antes de su presencia sin pensarlo dos veces me lancé al vacío. Ya nada importaba, ni siquiera el aspecto absurdo que seguro tenía. Solo quería huir.
Ella desde arriba intentaba sostener el artilugio para que no me balanceara, eso sí, sin perder la risita... Cuando gritó :“¡Cuidado!”. Ya era tarde, un nudo se había aflojado y desde una altura de dos metros caí a mi balcón estrepitosamente.
Como pude me levanté y furioso, de una patada, abrí el balcón de mi apartamento, dentro corrí hacia la puerta principal y la pateé hasta quedar sin fuerzas, cuando no pude más me tumbé extenuado en el suelo. Al rato me arrastré hasta mi cama, allí sin poder conciliar el sueño repase mis dos años de emancipado y sin saber porqué recordé el aroma de las sabanas recién planchadas de mi madre ¿cuánto tiempo llevaba sin lavar las mías? Y luego me vino a la memoria el olor de las croquetas recién hechas, crujientes...
Era hora de regresar a casa.

12 ago 2010

EL REGRESO

¿Por qué Mario no es capaz de avanzar?

Se ha quedado paralizado sintiendo el calor de la tarde, oyendo el canto de las chicharras, percibiendo los aromas del campo seco y contemplando lo que queda de aquella finca que un día abandonó.

Sólo son recuerdos de un pasado, al que nunca podrá volver, como quizá le gustaría para poder escribirlo de otra manera.

Ve salir de la casa a su querida pastor alemán, Zenobia, ya casi no puede andar, se ha hecho vieja, pero le ha reconocido y sale a su encuentro, "quizá sea sólo ella quien me reciba", se dice, al llegar hasta él quiere dar saltos de alegría, pero ya no puede, Mario se agacha, la acaricia y abraza mientras una lágrima moja su mejilla, se llena de recuerdos, los hay tristes, alegres y también de vergüenza. Se avergüenza de amar a quien no debería haber amado; se alegra al recordar los momentos vividos a escondidas con su amada Celia, y se entristece recordando el daño que hizo a su hermano Salvador, Celia era su prometida.

Aquel día que Salvador los descubrió, decidió huir; ¿cobardía? ¿miedo? Aún no ha logrado descubrir por qué tomó esa decisión impensada y espontánea.

Han pasado quince años. Salvador ha muerto y Celia, hoy viuda, está postrada en una cama. ¿Se acordará de él? ¿Le seguirá amando? Él nunca ha dejado de quererla.


8 ago 2010

La reina de corazones

De que caprichoso engranaje deben estar hechos los recuerdos. Estoy delante de la casa en la que nací y en la que viví durante casi 20 años, y lo primero que me viene a la memoria es el momento en que mis padres me prohibieron ver la peli de Disney Alicia en el País de las Maravillas. La había visto millones de veces y me fascinaba el ejército de naipes, y, en especial, su reina de corazones.
No sé muy bien lo que aquella película cambió en mí, pero lo cierto es que me convirtió en otra persona. Tendría unos doce años y sin motivo aparente dejé de jugar con Ana, mi queridísima hermana gemela. No más reuniones en la casa del árbol para planear nuestras fantásticas aventuras, a pesar del limitado escenario (el seto se convertía en cualquier lugar que nuestra joven imaginación permitía); no más saltos, escondites imposibles, grillos atrapados. Todo se acabó y mis torpes excusas no hicieron sino afligirla más.
No sé por qué he vuelto. Ni para qué he vuelto. Quizá arrastrado por las partes más felices de mi pasado. Pero, mírenlo, si ya no está la casita, y el árbol es casi tan gigantesco como mi ruina; y el seto… Es el muro de Berlín del lado de la República Oriental de Chiapas, no más.
La Hacienda, sin embargo, no parece haber cambiado lo más mínimo. ¿Llamo? ¿Me dejarán pasar? Van a pensar que soy un huele moles. Me la juego a cara o cruz, ya ven, no puedo emerger del mar de mierda del juego. Cara. Iba a entrar al lugar del que salí poco honrosamente diez años atrás, al poco de cumplir la mayoría de edad. Mi padre me había pillado robándole dinero. No era la primera vez. En esta ocasión  la lacrimógena intercesión de mi madre y mi hermana fue insuficiente.
Toco la puerta con fuerza. ¡Híjole! no parece haber nadie aquí. Ábranme, por favor, soy Carlos Contreras el hijo de los anteriores dueños, grité.
Se me agolpan los recuerdos y todos los detalles parecen tejidos en el sutil material del olvido. Aun así, estoy tan convencido de que mi infancia y adolescencia fueron felices en esta Hacienda como que me relamía con los huevos con cebolla, chile y tomate.
Mis padres me educaron lo mejor que pudieron y supieron, siempre mostrándome un amor fuera de toda medida, incluso en los momentos malos, ahora lo aprecio. –No debieron hipotecar la casa para cubrir mis deudas de juego-. Y Ana, un ángel, los mejores momentos de mi puñetera vida los he pasado con ella jugando por estos, ahora, desolados parajes. Hubiera preferido morir mil veces antes de hacerte todo el daño que te he hecho, si hubiera sido consciente…
La puerta no está cerrada con llave. Puedo entrar. Entro. Holaaaaaaa…!
Después de un par de golpes provechosos se puede decir que dejé de ser un miserable espalda mojada. Multipliqué los ahorros conseguidos de forma tan diligente. Por un tiempo, reiné en las mesas de Black Jack y Póker de los mejores casinos de Las Vegas. Mujeres, coches, coca, remesas para los viejos (¿o no les mandé nunca dinero?), todo cuanto quería estaba en mis manos gracias a mi ejército de naipes.
Hasta que la Fortuna me volvió la cara, bueno más bien, me abofeteó, con más violencia que las tormentas de polvo y arena que numerosas veces asolaban la Hacienda de mis padres. Lo perdí todo y la dignidad no fue precisamente lo último. Evité el traje de madera que para mí había encargado Joe Brody, un grasiento capo de la Mafia local con el que había contraído una deuda de 100.000 dólares dos meses atrás, gracias a los 150.000 que mi familia vino a entregarme al Royal Casino, habitación 313, mi última residencia conocida. Apenas dos horas les dediqué de los dos días que estuvieron … ¡Qué miserable! Tampoco les pude acompañar al aeropuerto. Para entonces, le había entregado 50.000 dólares a Joe  Brody y el resto lo había perdido en mi mesa preferida de póker. Tenía que poner a salvo mi moroso pellejo y huí como una rata desnortada. Un mes después, por casualidad, ¿estaba en Ohio?, me enteré de que se había estrellado el avión en que mi familia regresó a México. No hubo supervivientes.
Han pasado casi cuatro años desde entonces. Holaaaaaa. ¿Cómo es posible que no haya nadie? No observo ningún cambio: los muebles, el sofá, la tele, la alfombra, todo está como yo lo recuerdo, quizá con más polvo, muy sucio como deshabitado hace tiempo… y la cocina está llena de… Hijas de la gran chingada, pero qué es esto? … y este olor?
En el despacho de mi padre, rodeados por centenares de polvorientos libros, yacen, junto a la mesa, lo que parecen tres cadáveres en avanzado estado de descomposición y sobre cada uno de ellos un naipe. Sólo alcancé a ver la reina de corazones antes de salir huyendo.


6 ago 2010

Según como lo mire

Si ponemos todo al revés, todo pierde su peso: el suelo en el techo; el techo en el suelo; el muro y el árbol colgando; lluvia de arena, piedras y césped; y él, a quién desde fuera yo miro, está en suspenso.


Él está flotando entre nubes, sólo su imaginación es capaz de recrear este instante. A su derecha, un árbol se pellizca para poder explicar esto, porque en este mundo imaginario no sabe que la derecha está de ese lado.
Él está sólo. Me gustaría hablar con usted —le digo— pero como esto es un cuento, no podré; no hay remedio. Entonces el hombre se afianza al árbol de un abrazo, y el árbol le dice: soy un árbol que sueña; le dice, también, que está creciendo hacia el suelo, que sus hojas no caen; y se lo explica sin misterio.
Al lado contrario del pellizco, el hombre escucha el chirriar desencajado del aparejo de piedras de un muro liberado de tensión. Y se acerca esperando escuchar, también del muro, su sueño. El hombre se queja de su silencio: ¿qué pasa, acaso es que se ha muerto? —le grita—
Súbitamente, el estruendo de un ridículo tejado que se desprende y, acolchonado entre las nubes, sale rebotando. Y ya no es casa, sin techo. Se han liberado de la gravedad que les aplasta —les dice, el hombre—
Inesperadamente, él se da media vuelta y me sorprende narrando su cuento; y, sin importarle mi gramática, me dice: ¿Usted me cree estar observando? ¿Cómo sólo existo yo, dónde está usted? ¿Desde dónde me está mirando? ¿Desde dentro de mí, acaso?
Me gritó: lo grave de esta gravedad depende de cómo lo vea yo; mejor arrugue mi paisaje de papel impreso, haga una bola y láncela lejos. O deje que a la hoja se la lleve el viento y sígala corriendo; para detenerla, una pisada contra el suelo, como a cara y cruz, o cara y sello. También puede agarrarla delicadamente al vuelo, tratando de mirarle el mejor lado, donde en un principio yo estaba sentado en el campo, debajo del árbol; al fondo el muro y mi casa.
Quedé confundido y dejé inconcluso el cuento.

5 ago 2010

Haikus

COMER Y BEBER

LEER , DISCUTIR Y REÍR

NOCHE PERFECTA

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PLAYAS ARDIENTES

BOCAS QUE SE ENCUENTRAN

CON SABOR A SAL

NO ESTAMOS TODOS ...




NO ESTAMOS TODOS,

LAS CIGARRAS CANTANDO

FRENTE AL CASTILLO.

El ojo vigilante


(Para Lecroquant agradeciendo su fidelidad)

Rogelio desparramó su enorme humanidad en el sillón del pequeño recinto y esperó.
_ Roge; Que te queremos, aguanta ,tu puedes. Y ya sabes la falta que nos hace el dinerito. Los niños y yo no nos perdemos un programa y mi madre no para de poner velas a San Pancracio, dice que es muy milagroso... Llevas dos semanas sin fumar, seguro que llegas a la final, piensa que ya han caído tres de tus compañeros... Los niños te quieren decir algo, espera. “A la bim, a la bam, a la bim bom bam, mi papa, mi papa y nadie más”.
Rogelio se enjugó los llorosos ojos, el estar alejado de los suyos era tan doloroso o más que la tortura de no poder fumar. Cuando el televisor se quedó en blanco, él se sonó la nariz estrepitosamente, luego dobló el pañuelo y salió del confesionario.
Fuera Andrés esperaba su turno.
_ Qué Rogelio, ¿Estás llorando?
_ No, que va, tengo un buen trancazo, cuando no fumo me cojo de todo y además ¿a ti que cojones te importa?
_ Que te den, imbécil -le contestó Andrés bastante cabreado-.
Desde que no fumaban el malhumor de todos iba en aumento y la mala leche salía a relucir constantemente. Rogelio miró directamente a la cámara del pasillo y al pasar le hizo un corte de manga. Todavía les quedaban trece días de tortura y se preguntaba si los 18000 euros del premio merecían la pena.
“Coño, claro que lo merecen... Y la caja de puros habanos edición para millonarios también -decía tratando de convencerse.- De momento ya están eliminados tres de los que concursamos, los mas capullos, desde luego ¡Cogidos fumando dentro de un armario! ¡ Había que joderse! La que se armó con el detector de humos y cayendo agua por todas partes... No, yo sigo aunque salga con 10 kilos de más por comer caramelos. ¡Joder , pero que asco estoy tomando a los putos caramelos!”
Miró alrededor. Había cajetillas de tabaco en todos los lugares posibles de la casa, de una cuidada decoración minimalista, con lo que la vista iba continuamente hacia las atractivas “cajitas” estratégicamente colocadas para que los fumadores cayeran en la tentación de fumar. Lo peor es que no había nada que hacer, nada en que entretenerse, ni siquiera tenían que hacer las comidas, que hubiera sido un alivio pues a Rogelio le encantaba cocinar. Pero no, todos los días les llegaban a través del pequeño ascensor instalado en la cocina, unas bandejas como las que sirven en los aviones, llenas de comidas plastificadas e incomibles. Eso sí, en ninguna faltaba el paquete de cigarros al lado del postre, para joder. Luego estaba lo de la convivencia, con todos los concursantes cabreados por el síndrome de abstinencia, con los nervios a flor de piel y para colmo lo de la publicidad. Cada vez que ponían la televisión, tenían que tragarse todos los anuncios y documentales que sobre cigarrillos ha habido y habrá en el mundo mundial. Horroroso para aquellos fumadores empedernidos escogidos para aquel estúpido programa de televisión.
Era la hora de ver la segunda película del día. Rogelio se dirigió al salón, allí estaban sentados los otros concursantes, y también los tres que habían sido eliminados. La dirección del concurso los dejaba dentro de la casa, pero ya podían fumar todo lo que quisieran, es más, debían hacerlo, era parte del juego.
Rogelio se sentó lo más lejos posible de los eliminados, no podía aguantar verlos fumar y menos que le llegara el humo de los habanos que se estaban fumando...
_Qué, Roge, ¿te apetece una caladita?
Era el cabrón de Paco y no merecía la pena contestar. La película estaba empezando y como siempre era una de cine negro, de esas que se pasan la hora y media fumando; los gángsteres, los policías y todo dios. Esta era una del Bogart ese... que no paraba de encender cigarros en toda la jodía película y la rubia maciza también, y el marido de la rubia y el poli y...y...y...
Cuando terminó la sesión el humo de los habanos llenaba la sala y el deseo de rubias macizas y tabaco rubio le estallaba en la cabeza. Decidió acostarse, le ponía de mala
leche ver a Andrés y a la estúpida de Pepa haciéndose arrumacos y metiéndose mano constantemente, pero por otro lado, más valía que siguieran a lo suyo en el sofá a que se les ocurriera meterse en la habitación que todos compartían para darse allí el lote, porque esto si que no estaba dispuesto a consentir con la doble abstinencia que arrastraba...
_ Hala, chicos, que os aproveche, no hagáis mucho ruido, que los demás queremos dormir si es posible -resopló Rogelio- Ya que estamos aquí para concursar y no para joder al prójimo. Así que poner el silenciador ¿vale?
Andrés le dedicó un “eres un gilipollas” y siguió metiendo mano a Pepa que reía estúpidamente.
Rogelio se acostó, no podía dormir, la cabeza le daba vueltas, tenía serias dudas de resistir aquella tortura y se puso a contar ovejas tal y como le habían enseñado de pequeño. Ricardo entró en la habitación y empezó a desnudarse, Rogelio se dió la vuelta para no verle pero enseguida supo que se había quitado los calcetines y estalló:
_ Cerdo, eres un cerdo, no te aguanto. ¿Es que no puedes lavar los putos calcetines o cambiarlos y tomar una ducha de vez en cuando?
_ Déjame en paz gilipollas, que ya soy mayorcito para que un tío como tú me diga lo que tengo que hacer -contestó un agriado Ricardo al tiempo que su dedo índice hacía una señal inequívoca hacia Rogelio-.
Éste decidió no contestar, estaba cansado, deprimido y pensó que le gustaría saber rezar para que aquella tortura terminara cuanto antes. En su duerme velas, las ovejitas se le habían ido amontonado en el cerebro y algunas parecían haberse instalado en su tripa, pues sentía una opresión enorme en ella. Entonces, recordó que por la falta del tabaco llevaba máas de cuatro días sin evacuar. “El médico, mañana diré que venga a verme, estoy fatal...¡Joder! me ha dado un calambre en la pierna. No, si yo no lo resisto, esto es demasiado para mí... San Pancracio... o como coño te llames ¡haz algo!...”
Y cuando consiguió dormirse una pesadilla tras otra le asaltaron y se despertó gritando angustiado en el momento que Fidel Castro, en plan colegui, le ofrecía un habano largo, larguísimo, inmenso, a cambio de oír uno de sus discursos...
A las ocho en punto las odiosas bandejitas del desayuno estaban esperando a los concursantes, Rogelio fue uno de los primeros en llegar a la cocina. Según pasaban los días notaba como las piernas le temblaban y tenía la necesidad imperiosa de estar sentado, con lo que se desplomó en la silla que encontró más a mano. Empezaba a retirar la hoja de plástico que cubría la bandeja cuando llegaron Martín y Lucía...
_ ¿Te has enterado de lo de anoche Rogelio? -le espetó un soñoliento Martín-.
_ Pues no sé... ¿de qué?
_ Andrés, que ha fumado... ya está fuera del programa.
_ ¿Y eso?
_ Pues que el cretino se folló a Pepa anoche en el sofá y luego tan relajado como estaba no se le ocurrió otra cosa que fumarse un purito. Y se quedó tan a gusto el tío...
_ Pues sabes lo que te digo, que mejor, uno menos. Me voy al confesionario, hasta luego.
En el confesionario se despachó a gusto poniendo a parir a sus compañeros, luego pidió un médico pues se sentía francamente mal y se dispuso a ver el mensaje de su familia.
_ Rogelio, aguanta -decía su mujer-. Seguro que ganas el concurso y con suerte dejas de fumar para siempre que ya es hora, Oye, mi madre te va a saludar. Ven, ven mamá que Roge nos está viendo... Hola hijo, que suerte -ahora era Doña Patro llena de ricitos y a todas luces recién salida de la peluquería- que por fin vas a dejar de apestar la casa con el estúpido vicio que tenías. Porque... ¿No pensarás volver a fumar después del concurso? ¿Verdad? Cuando vuelvas a casa te voy a hacer unas croquetitas para celebrarlo y... ¿Sabes que hemos decidido Anita y yo?. Que me vengo a vivir con vosotros, puesto que ya no fumarás el médico me ha dicho que puedo trasladarme aquí cuando quiera ,¡Que alegría verdad! Anita ven, sigue tú con tu marido... Roge los niños te mandan besos. Oye, dice tu hermano que tienes que cambiar las ruedas delanteras del camión... que no pasas la ITV. Cuestan una pasta... así que... ni se te ocurra caer en la tentación, ya ves lo que les ha pasado a los otros concursantes. ¡Tienes que ganar! Que bien lo de mamá ¿no? La pobre, lo que sufría con el asma, que casi no podía visitarnos. Estamos haciendo una limpieza a fondo en la casa para eliminar el olor a tabaco.¡Ah!... Que nos ayudará con su jubilación... Aguanta Roge ¡te queremos!
Rogelio salió del confesionario como un toro de miura, arrolló al siguiente concursante
que esperaba su turno y corriendo llegó al salón.
_ Paco, ¿donde están los habanos?
Paco le señaló la caja encima del aparador, Rogelio, sin pensarlo dos veces encendió un puro se dirigió a la cámara ubicada sobre el televisor y soltando una enorme voluta de humo dijo:
_ ¡Eh ,tú, cámara, ahí va eso, a la salud de mi suegra!