27 ene 2012

TEMEROSO DON JUAN


Luis y Oliva se conocieron bailando un tango.
Una noche de verano, cansados de estudiar, salieron a despejar su mente al parque cercano a su domicilio. No se conocían aunque vivían cerca el uno del otro.
Oliva era una joven dulce y muy guapa que soñaba con amar a un hombre con quien formar una familia.
Luis, de aspecto atlético y muy atractivo, sólo pensaba en conquistar al mayor número de mujeres, era la forma de sentirse hombre y presumir delante de sus amigos; estudiaba porque sus padres le obligaban para hacerse cargo de la empresa que fundara su padre.
Aquella noche, se sentaron en el mismo banco, Oliva recelosa por compartir el banco con un hombre, él, arrogante, y viendo una posible presa. El pequeño hombre que les miraba con nostalgia, empezó a tocar su bandoneón, ninguno de los dos sabe por qué se levantaron y se pusieron a bailar, “P’a que bailen los muchachos”. Los dos soñaron, pero no de la misma manera. No hablaron y solo cruzaron furtivas miradas.
Era luna llena. Después de bailar se fueron a su casa pensando el uno en el otro.
Oliva soñaba. Luis, enfadado porque había dejado escapar una presa, “¿¡qué me ha pasado para dejarla ir!? ¿¡por qué no he hablado!?” pensaba, “esto no puedo contarlo, una mujer deseable para cualquier hombre, la he tenido entre mis brazos y ni siquiera la he mirado, no recuerdo su cara, sólo el calor de su tierno cuerpo”
Pasaron meses yendo al parque cuando la luna estaba plena, en todo su esplendor, ambos se buscaban, pero no se reconocían o no se encontraban.
Pero un día, cuando la luna parecía descender a la tierra, vieron a ese pequeño hombre con su bandoneón, le siguieron, caminaban juntos pero no se conocieron. Se sentaron en el mismo banco, se miraron, Luis pensaba, “es guapa, quedaría muy bien en mi lista de conquistas”.
Sonaron las notas de ese tango que un día bailaron.
Luis se levantó, emocionado por la música, la invitó a bailar pensando que muy pronto sería suya, no como la primera vez que oyó este tango.
Cuando la tuvo entre sus brazos, reconoció las formas de ese cuerpo con el que había soñado tantas veces, ese calor, la suavidad de las manos, su perfume. Todo su cuerpo temblaba, sudaba y el aire parecía no entrar en los pulmones. “¿Qué me pasa?” pensó, “quiero mirarla y no puedo, quiero hablar y tengo la garganta seca. No puedo despegarme de su calor. La deseo, pero me siento extraño, diferente. Quiero irme. ¡Que termine pronto este tango!”

4 comentarios:

  1. Me he decidido a dar de comer un poquito Zarigüeya.
    Besitos

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  2. Hola, Maribel,
    he de decirte que el relato me lo he leído de un tirón, y con las correcciones que has hecho ha mejorado bastante. Sigue así.
    Abrazos, H.

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  3. Me acabo de dar cuenta que este blog sigue vivo , pero debemos darle vitaminas. Tú ya lo has hecho, espero que se vayan sumando...El relato creo que lo conocía, eso no quita para que sea un placer releerlo. GRACIAS
    MARISA

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    Respuestas
    1. Gracias Marisa, este relato es una variante del que tu conoces (¡qué memoria tienes!).
      Aproveché los personajes para hacer lo que nos pedía el profe, un D. Juan bloqueado cuando se enamora.

      Besos Maribel

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