“El jardín de los recuerdos”
En “El jardín del Capricho” te topas con todo tipo de plantas, árboles, arbustos. Habitantes peludos de cola larga, pájaros, e insectos y los festivos también con los HUMANOS.
Me dirijo al muro que da a la carretera. Estoy segura de encontrarlas allí.
Esta parte del jardín no es muy conocida, o quizás no es tan apetecida como las zonas de paseo. Esta hay que buscarla, hay que desearla. Yo cada primavera vengo a ella, y rastreo en mis recuerdos mezclados con el perfume de entonces.
Los rosales trepadores cubren la tapia, al otro lado, los coches, las motos, el otro parque.
Los capullos están a punto de abrirse, a punto, pero no lo han hecho. Aspiro el aire, deseosa de que su perfume penetre en mis pulmones. Intento vano, lo sé, pero yo sigo en mi empeño de que las rosas de té, me indiquen con su fragancia, que están aquí de nuevo como cada año. Ansío el aroma de mi niñez.
Entonces teníamos tres o cuatro rosales de los llamados de té. Igualmente trepaban por la tapia (en este caso divisoria con el chalet de al lado) Eran unas rosas más bien escuálidas, con muy pocos pétalos. Realmente no eran muy bonitas. En otro lugar del jardín, papá cultivaba otro tipo de rosas, mucho más apretadas, coloridas, magnificas. Pero no olían igual. El perfume exquisito era el de los rosales amarillos.
Y aquí estoy de nuevo, con la estación recién estrenada, reviviendo aquellos años de niña, de adolescente. Y oigo a mi padre “Corta unas cuantas a mamá, ya sabes que son sus preferidas” Yo apartaba las telas de araña que las defendían bravamente de su más que posible amputación, y siempre me pinchaba al cortar cada tallo, e invariablemente chupaba la gota de sangre de mi dedo, con ese raro sabor a no se qué.
En un recodo de la tapia descubro las primeras rosas abiertas, son pequeñitas casi raquíticas, me acerco y casi tengo que ponerme de puntillas para llegar a ellas, también hay telas de araña, pero no las destruyo, pongo mi nariz entre sus pétalos, el perfume es muy tenue, nada que ver con el de antaño, aun así, aviva mis recuerdos, las acaricio con disimulo, miro a un lado y a otro, no hay nadie por allí. Saco mis pequeñas tijeras y corto tres rosas amarillas, las escondo en mi bolso y escapo con mi pequeño botín. Por el camino tengo que chupar la sangre que resbala de uno de mis dedos.
Hace un día estupendo para ir al otro jardín en el que descansa mamá...
M. Luisa Pino
Marzo 2014
Bonita descripción, Marisa, ¿han empezado los talleres?
ResponderEliminarAbrazos, H.
Hola Felipe. ¿Como estás?. No, no han empezado. ¡Seguiremos esperando!
ResponderEliminarUn abrazo
Marisa Grumpy.
Gracias, Marisa!
ResponderEliminarEstá bien darle vidilla al blog. El último relato de 45 tendrá que esperar. Estoy escribiendo el borrador.
Abrazos, H.