27 sept 2010

RECOMPENSA


Y dio otro bocado al sándwich y otro trago a la cerveza. Agradeció que le hubiese llevado el almuerzo y me dijo que hacía semanas que no comía nada caliente. Últimamente no se pasaba por el albergue. Allí le obligaban a lavarse y a cambiarse de ropa y estaba arto de recibir órdenes.

Me preguntaba como un tipo así podía verse de esa guisa.

Otro día, mi vena solidaria me impulsó a invitarle a comer un plato de sopa caliente en casa. Y aceptó.

Cuándo mamá abrió, sus ojos se clavaron en los de él.

_ ¿Has vuelto?

Le miré y dije:

_ ¿Papá?

24 sept 2010

23 sept 2010

HAIKU

HOJAS DORADAS
OTOÑO INCIPIENTE
¡TODOS A CLASE!

21 sept 2010

El tiempo y los libros

Este verano, tan bueno y tan malo, me he dejado llevar por ese deseo propio de esta época de romper los hábitos de nuestra vida cotidiana, supongo que porque asignamos un carácter opresivo a la rutina doméstica del resto del año, cuando en muchos casos no podemos negar que nos encanta volver a engancharnos al “calorcito” de nuestras costumbres de siempre (“como en la casa de uno…”).

Pues bien, acudiendo a un viejo rito playero, este verano he vuelto a leer la prensa diaria, en papel me refiero. Y me alegro, porque he topado con algo que fortalece mi pasión lectora y escritora, ésta más débil y con mayor necesidad de refuerzos. Y aquí me encuentro.

Llevaba meses negándome a enfrentarme al muro de las lamentaciones de las noticias diarias del mundo, me valía con un leve asomo a Internet por la mañana o la radio durante el yogurt de la cena. Sé que dentro del perfil del hombre/mujer moderno y culto está el requisito de “lector habitual de prensa generalista”, y el hecho de negarme a ello me ha prejuzgado ante algunos como el clásico tío que leer leerá, pero el As o el Marca. Pero me daba igual.

Porque ni de coña es así. Se trata de un mecanismo de autodefensa al que me obligo ante una coyuntura complicada que me viene encima. Por mucho que sea importante estar al día, a veces para resolver lo tuyo tienes que abstraerte del resto, sobre todo si ese resto es un cúmulo insufrible de malas noticias y estupideces sórdidas, alimentadas por políticos inmerecidos, periodistas-opinadores de perfil bajo y tarados mononeuronales encumbrados al Olimpo mediático. Espero que Dios o quien sea les haga pagar sus guerras infundadas, promesas incumplidas, mentiras calculadas, tertulias chachorras y otros espectáculos sonrojantes.

Pero bueno, a lo que iba. En verano airean las primeras páginas de los periódicos pequeños editoriales de gente de mente despierta y plácida que permiten lecturas sin enjundia agradables en tiempos de asueto. No, no aplica a los tochos que suelta Pedro J. Ramírez en su periódico, como el de hace unos dias con su discurso ante no sé qué universidad sureña al recibir el principal reconocimiento de allí como adalid de la verdad informativa; lo sé, lo sé, el mundo está patas arriba, pero es lo que hay.

Entre otras muchas cosas, me he encontrado con dos artículos que me han parecido magníficos, referidos a lo que nos gusta a los que estamos aquí, las Letras. Son dos maneras de acercarse a la misma verdad con argumentos muy distintos, pero preclaros con la realidad y que suscribo totalmente. Los títulos los definen muy bien: “Olvido y negación del presente” y “No estar al día”. Ambos son del periódico El Mundo.

El primero es de Pedro G. Cuartango (ni idea de quién era este tío, pero ahora con Google esto está resuelto). Pedro clarivé (de clarividencia. Palabra que me acabo de inventar; licencia de escritor) que casi nadie escribe sobre el presente; aunque, a priori, debería ser apasionante, nadie se atreve a contar historias sobre lo difícil que es sobrevivir en todos los sentidos en esta “sociedad esclerotizada por el materialismo económico y la trivialidad del discurso político” (sic). Como prueba de ello, la proliferación de géneros como la novela negra e histórica, que representan escenarios manidos muy lejanos de los nuestros. Atina a decir Pedro que igual que J. Steinbeck y sus uvas de la ira a lo mejor hay alguien escribiendo ahora sobre las contradicciones de las crisis actuales. Quizá lo leamos los próximos años.

Y es que es cierto. En España, todos los libros que te rodean son que si el Medievo, la guerra santa, los espadachines del siglo de oro, la guerra civil. Temas contemporáneos o son libros de autoayuda, que siempre afloran en tiempos duros, o adolescentes hiperliberados pasados de rosca. Y si se aplica el filtro de la calidad, sin relación con las ventas que es cosa del marketing, me temo que la criba es bestial.

Por sacar algo bueno, esta circunstancia ha excitado mi ego para intentar ser yo ese alguien que escribe sobre la realidad de hoy con calidad. Ya veremos, y dicho con toda la modestia del mundo.

El segundo artículo, “No estar al día”, es del Javier Gomá Lanzón (gracias Google, de nuevo). Este, en mi opinión, es para enmarcar.

Este santo varón plantea que la sociedad de masas ha hecho que se banalice el concepto de genio, que muchos se crean con cosas interesantes que decir, que se ponga a escribir sus cositas porque, además, es muy moderno. Algo así en el Renacimiento creó centros del saber, ciudades, monasterios, donde se congregaban sabios y desde donde se dispersaba el saber por esos caminos de Dios. Pero ahora la tecnología, al servicio del “Capitalismo mágico” (sic) ha puesto todo este material a disposición de todos de manera inmediata, a tomar por saco los límites. Y los gurús modernos no ponen supuesta cultura a mansalva en la calle para regenerar el mundo, sino para venderla, sea buena o mala. De modo que se ha creado una “economía de la cultura”, no sé por qué asociada a una supuesta progresía en mi opinión buenista y trasnochada, que se ha manchado de los usos de otros mercados, en los que lo que vale es lo nuevo, lo que vende es lo que suplanta a lo anterior, sin más. De ahí la avalancha editorial de cosas que nadie lee, lamentablemente en algunos casos.

Esto tiene cierto sentido para el mercado de los ordenadores por ejemplo, donde un nuevo procesador siempre es mejor que el anterior, pero no con la Literatura, donde su esencia, el Hombre y la condición humana, ya se inventó y es inmutable. Viene a cuento ahora la sabia frase del maestro Antonio Mairena a sus alumnos: “En la política, como en el arte, los novedosos apedrean a los originales”.

Cuenta el autor algunas cosas más en este sentido, pero lo reduzco a dos frases brillantes que coronan el artículo. Son geniales:

- “¡Basta! Comencemos por extirpar esa pasión mórbida por lo nuevo”

- “Está en su mano pasearse por la mesa de novedades y, suspendiendo la racionalidad del mercado, decirse: ¡qué grande es el número de libros que no necesito!”

Sin falsa modestia, los que me conocen saben que yo me decía esto hace ya tiempo, pero además me lo decía con cierto placer íntimo de pertenecer a una élite, sin afán peyorativo hacia nadie, que tiene la inmensa suerte de valorar lo bueno de algo tan sagrado como es juntar palabras de la manera más adecuada posible. Lo malo es que no tengo tanta suerte en otros ámbitos de la vida, qué le vamos a hacer.

A LA PUERTA DEL HOTEL

A LA PUERTA DEL HOTEL

Bueno, por una vez parece que vamos a ser puntuales, ¿Quién falta?..Mientras baja, cruzo a comprar un helado....Yo también quiero uno, te acompaño....¿Dónde van? A comprar un helado....Voy a ver de qué hay, igual me tomo uno yo también....¿De qué es el tuyo?¿Está rico?, pues pídeme uno a mí también....Qué buena pinta, pedidme uno a mí...¿De qué lo quieres?...¿De qué es el tuyo?...Déjame probarlo...Muy dulce, mejor pídeme uno de chocolate...Hala, cómo os estáis poniendo, pídeme uno a mí también ya que te pones...¿De qué lo quieres?...¿De qué sabores hay?...¿Tú de que lo has pedido?¿Y está bueno?..Pues pídeme uno como el tuyo....¿Habéis pagado ya?...No, todavía están pidiendo...Mira a ver si te ponen también otro como el de ella para mí, está buenísimo...Bueno, ¿Ya estamos todas?...Todas tenemos helado, sí...Me refiero a si ya estamos todas abajo....una, dos, tres, cuatro, cinco y esas dos que no han cruzado, siete...Faltan dos...¿Quién falta?...¿Vamos a dar una vuelta por el pueblo?...Pero no estamos todas....Mira ahí baja la que faltaba...¿Todas con helado?¿Dónde lo habéis comprado?¿Están buenos?...Esperadme que cruzo a comprarme uno, me han entrado ganas viéndoos...Date prisa que a este paso no hacemos nada...¿Y dónde vamos?...Yo creo que hacia el río, al pasar con el coche se veía ambiente...¿Hay ambiente donde el río? En mi guía no pone nada de eso...Sólo he dicho que he visto gente al llegar, cuando pasamos en coche...Pues venga, vamos hacia allí...¿Por la derecha?...No, tiene que ser a la izquierda que es por donde llegamos en coche...Espera que entro y pido un plano en reopción...Si no hace falta el pueblo es pequeño...¿Quién falta?...Falta Marta...Y Ana...No, Ana está pidiendo un plano...Ah, ¿Y Marta?¿Dónde está?...Ha subido a la habitación, creo que subió a dejar el bolso...Pues igual lo dejo yo también que creo que no necesito nada de lo que llevo ahora...No, por favor, no subas que si no, no acabamos nunca....¿Hará frío?...No creo, hace muchísimo calor...Hemos tenido suerte con el tiempo...Buf, demasiado calor, creo que voy a dejar esta chaqueta en la habitación....¿Tú crees?, igual por la noche baja mucho la temperatura...¿Qué va a hacer frío? Esperad un segundo que voy a coger una cazadora...Pero si estaremos por aquí, si hace falta ya subes luego...¿A quien esperamos?...Creo que a nadie, venga vamos...Estaban buenos los helados, ¿Verdad?...¿Qué helados?...Ah, es verdad, cruzamos a comprarnos uno allí enfrente mientras bajabas...¿Y estaban buenos?...El mío sí....¿De qué era?...¿Me esperáis un momento mientras cruzo a por uno?...Por fin ¿Qué hacemos?...Dar una vuelta por el pueblo...Hacia el río...No, mi guía pone que la zona más bonita es subiendo por ahí....Mi guía ponía algo, ¿Dónde la tengo? ¡En el bolso!, lo acabo de dejar arriba...¿Voy en un segundo a por ella y decidimos?

16 sept 2010

“ El apagón”

La ciudad se quedó congelada, agazapada en el silencio mas absoluto, ese que permite oír el aleteo de una mariposa o las pisadas de un gato...Y el miedo se hizo dueño de la mente de las gentes, nerviosas ante un silencio desconocido. En las inmensas colmenas de edificios altos y bajos, la vida parecía que se había detenido. Pero la noche del apagón ocurrieron muchas, muchas cosas.
En el sexto, el microondas no pudo calentar la sopa y él se quedó sin cenar. La vecina del cuarto trató de calmar a su bebé que insistía en pedir el biberón y ella maldijo la hora en que decidió que sus electrodomésticos funcionaran solo con electricidad y más que nunca recordó a su madre advirtiéndola de las ventajas de dar el pecho a los bebés. En el tercero, él no pudo ver el famoso gol que dio la gloria a su querido equipo después de tantos años...Y ella se quedó frustrada frente al otro televisor justo cuando el presentador decía quien era la super-famosa que se había quedado embarazada. La pareja se encontró en el pasillo, decidieron encender una vela y después de muchos años de vida en paralelo se preguntaron uno a otro ¿Qué hacemos?.
Las calles sin luces, solo alumbradas por los faros de los coches que enseguida hicieron sonar sus bocinas porque los semáforos muertos habían comenzado a instalar el caos. Desde la terraza del quinto alguien observaba el desastre. Un puntinto rojo se detenía unos segundos arriba, varios más abajo, el hombre se deleitaba apurando el cigarrillo y en la última calada antes de que el punto rojo desapareciera en el vacío, aspiró el olor del tabaco mezclado con el de la incipiente primavera y esto le hizo sentirse bien. Luego miró el cielo estrellado, azul oscuro, pero visible como nunca y se alegró de poder verlo con tanta nitidez. Mientras, desde algún lugar cercano las notas de un piano acariciaban el aire con una melodía casi olvidada. El matrimonio del segundo también había encendido una vela y se miraron a los ojos como si no se hubieran visto antes. Ella recordó los tiempos casi olvidados en que cenaban a la luz de las velas y que tanto les gustaba ¿Dónde había quedado todo aquello? ¿Cuándo dejaron de hacer el ritual y por que?. Y se dio cuenta de la incomunicación de tantos años perdidos, corriendo sin sentido y persiguiendo solamente cosas ...Y ella buscó la mano de él y a él le gustó y se la puso en la mejilla, su roce cálido le trajo recuerdos que creía perdidos. Se inclino sobre ella besándola en los labios y su mente recuperó el olor de ella que tenía olvidado. El niño de enfrente se quedó colgado en medio de un violento juego en el ordenador y enfadado pateó el suelo gritando ¡Que pasa con la luz!...Su madre no le hizo caso, estaba mirando el interior del frigorífico contabilizando los congelados que se echarían a perder y se preguntaba si el seguro respondería. El padre tampoco le hizo ningún caso, hacia tiempo que vivía en otra casa y el niño contrariado buscó al gato para vengarse. La central eléctrica estaba colapsada con las llamadas de las gentes enfurecidas...Otros que ya sabían que el apagón iba para largo gracias a la radio de pilas, tomaron la decisión mas sensata, se fueron a la cama.
Muchas, muchas parejas fueron papás nueve meses mas tarde y a esto se le llamó “El baby boom”.

2 sept 2010

EL SALERO MÁGICO

Hacía frío en Annuick. Según el calendario, la primavera ya estaba allí, pero llegar a aquel escondido pueblo escocés le llevaba más tiempo de lo que sus habitantes quisieran y siempre, parecía que se retrasaba más de lo debido.
Era noche cerrada cuando Kevan, repitiendo el ritual diario, se dirigió al lugar donde su padre guardaba la turba que les calentaba durante los largos meses de invierno.
El cobertizo tenía las maderas muy desgastadas por los años, pero entre tabla y tabla había holgura suficiente para que penetrara un poco de luz de luna, aun así apenas se podía ver en el interior, pero como el crío sabía perfectamente dónde estaba almacenado el montón de combustible, se dirigió casi a tientas hacia el sitio para recoger unos cuantos ladrillos. Un sonido extraño le obligó a detenerse, estaba tan oscuro que era difícil ver otra cosa que no fueran sombras, pero indudablemente había algo allí escondido. Kevan no era miedica así que resuelto, se dirigió al rincón de donde salió el ruido esperando toparse con un zorro o cualquier otro animalillo refugiado de la fina lluvia del exterior. Algo se movió entonces y una pequeña sombra se deslizó por un agujero, el niño se agachó y curioso miró a través del hueco, con sorpresa pudo ver como unos diminutos pies cubiertos de pelo se dirigían dando saltitos hacia el cercano bosque. El muchacho salió corriendo del cobertizo, allí, en las lindes de su jardín tres extraños seres, vestidos con ridículos trajes de corteza de árbol, acarreaban trozos de turba entre sus brazos y a toda prisa se perdían en la oscuridad.
Sin pensarlo dos veces decidió seguir a los ladrones y la noche, hambrienta, devoró a unos y luego al otro en un santiamén.
El bosque, húmedo y silencioso, habitado por largas y curiosas sombras hubiera atemorizado a cualquier otro niño, pero no al nuestro. Kevan era ya todo un hombrecito o al menos eso era lo que él creía ser con sus recién cumplidos nueve años . Con gran sigilo y guiado por el sonido de las hojas y raíces que los diminutos seres aplastaban en su frenética huida, fué siguiéndoles por entre los árboles durante unos 10 minutos o más. Al poco llegaron a un claro, los ladrones depositaron su carga en medio del lugar, allí dónde la luna lo iluminaba abiertamente y entonces pudo verlos. Sus cabezas eran enormes comparadas con el resto del cuerpo y esto les hacía perder el equilibrio en cuanto se descuidaban. Pero esto en lugar de enfadarles les producía risa, pues aprovechaban cuando estaban patas arriba para hacerse cosquillas en los pies unos a otros...
Kevan, agazapado entre unos arbustos, no daba crédito a lo que veía. No les encontraba parecido a ningún otro ser, nunca había visto orejas tan grandes ni nariz tan enorme... ¿o era un pico? No sabría decirlo, pero eso sí, de lo que no cabía duda era de que se mostraban como seres divertidos y felices. El que parecía de más edad, con un agudo silbido, paró el juego. Las criaturas, ayudándose mutuamente a ponerse de pie, se alejaron hacia un lado y mientras cuchicheaban entre sí, no dejaban de mirar hacia los árboles como si esperaran a que algo sucediera. Enseguida otros seres llegaron al lugar, algunos se descolgaban de los árboles, otros caminaban, pero los últimos llegaban más retrasados porque se caían, por lo de las cabezas... Todos vestían graciosos pantaloncitos hechos de hojas secas y se tocaban con gorros que no eran otra cosa que tulipanes puestos del revés, ninguno levantaba más de cuatro pies del suelo y si no hubiera sido por sus orejas puntiagudas y su raro pico, hubiéra pensado que eran pequeños hombrecillos, sin contar, claro está, que sus manos no eran muy humanas, pues se parecían bastante a las aletas de pescado, con dedos unidos entre sí por una especie de piel transparente...
Kevan asombrado no dejaba de observarlos y hasta había olvidado que su familia le esperaba para encender el fuego.
Aquellos seres empezaron a recolectar hojas y trocitos de leña que fueron añadiendo a la turba y cuado tuvieron un gran montón, uno de ellos sacó algo parecido a un salero y lo agitó sobre todo aquello. Una inmensa luz seguida de pequeñas chispas de colores se elevó hacia el cielo y al momento, una lluvia de luciérnagas plateadas, azules y doradas iluminaron la noche y todos, sin excepción, se pusieron a bailar alegremente.
Atraídas sin duda por el resplandor, un montón de mariposas hicieron su aparición y comenzaron a revolotear alrededor del fuego. Su tamaño no era más grande que el de un colibrí y con el mismo frenesí de estos, movían sus delicadas alas produciendo un bellísimo arco iris. Pero lo más asombroso era que... sus cuerpecillos no tenían nada en común con los de los pájaros, ni con los de los insectos... sencillamente parecían diminutas niñitas aladas.
El muchacho extasiado, no sentía el frío, ni la humedad que le penetraba hasta los huesos y se tuvo que pellizcar para asegurarse de que no estaba soñando. Entonces un cosquilleo le subió por la nariz y un estornudo imposible de parar salió semi estrangulado de su boca. Al instante, igual que un inmenso globo cuando con demasiado aire estalla y desaparece volando, toda la escena que contemplaba se esfumó, parecía que alguien con una gran goma de borrar la hubiera eliminado. Solo quedaban a unos pocos pasos de donde se escondía, los restos de una fogata todavía humeante, probaba que todo aquello había ocurrido. Mientras, el bosque impasible, dormitaba ajeno a todo.
El chico esperó unos minutos para salir de su escondite. El lugar estaba lleno de huellas de pies por todas partes, ramas rotas y algún resto de turba. Una especie de frasquito semi- escondido entre las hojas llamó su atención, lo recogió y contempló admirado el material finísimo del que estaba hecho, era desconocido para él. Curioso, extendió su mano y espolvoreó parte del contenido sobre esta. Al instante, un sinfín de coloridas chispas le envolvió y una especie de remolino le elevó en el aire, transportándole por encima de las copas de los milenarios árboles. En pocos segundos aterrizaba en el jardín de su casa. La puerta del cobertizo seguía tal como la dejó, abierta de par en par, nadie parecía haberle echado en falta. Se aseguró de que tenía el frasquito mágico en un bolsillo de su pantalón y entró corriendo en la casa.
_ Madre, madre ¡No se lo va a creer! Había una criatura en el cobertizo y...
_ ¿Ya estamos a vueltas con tus fantasías? ¿Has traído la turba?

Primera Visita: El Manuscrito Perdido de Quevedo

45 camino de una pared a otra de su pequeño despacho. Un humo neblinoso, seguido de un frío helador e incómodo, se colaba por la hoja de la puerta, al tiempo que ocupaba toda la estancia, y el viejo 45 empezó a toser, con lágrimas en los ojos.
-¡¡Qué poco respeto por la salud pública!!
Gradualmente, el humo fue tomando forma. Un tipo con quevedos, rechoncho, paticojo, y con una mirada humorística en los ojos. 45 pensó que era uno de los extras de una película del siglo XVII.
-No yerre vuetra merced. Soy don Francisco de Quevedo y Villegas, el mejor de los escritores, que aún vive...
-Será que ya muere-comentó 45.
A Quevedo no le gustó que su conceptualidad se pusiera en su contra.
-Vivo, pero en otro lugar donde no paso frío-respondió el Maestro- Y le llamo para que venga conmigo a la Biblioteca Nacional, y recuperar mi Manuscrito Perdido. No lo ha leído nadie. ¿Lo concede vuestra merced?
-¿Y cómo entramos?-preguntó 45- Yo no soy ningún fantasma.
-Ni yo un personaje de ficción. Platicáis de materia. Pero, como fantasma, os puedo llevar directamente. Con un poco de brujería tonta y efectista-explicó Quevedo.
- Y en dos segundos, ya estaban allí. En la Biblioteca Nacionaql, nadie había detectado sun presencia.
-Transporte Astral-aclaró Quevedo.
-Ya lo veo-dijo 45-Para uno que ve do-ble, no está mal.
Entre los anaqueles de incunables, buscaron el Manuscrito. Detective y Maestro lo encontraron en una obra que se deshacía sólo con tocarla. 45 encontró los pliegos, y Quevedo se esfumó. Sonaron las alarmas, y pillatron a 445, sin identificar, y en la consigna. Le hicieron un montón de preguntas molestas. Y a todas respondió que no sabía. Por el momento, lo dejaron libre.
El Manuscrito Perdido, recién encontrado, salió en las Noticias, y Quevedo esperó 45, en el despacho.
-Disculpe vuetra merced. tenía que hacerlo. Estaba en juego mi memoria.
-Su memoria consiste en fastidiar a quienes lo ayudan.
-¡Con Dios!- y Don Franxisco desapareció.
-Será...