Capítulo 1 “Té a las cinco... o´clock”
“En Inglaterra el pueblo les atribuye a los elfos, las flechitas de sílex, que la ansiedad de los antropólogos prefiere adjudicar al hombre de las cavernas, ente que muy pocas personas han visto: cosa que no sucede con los elfos, que hasta los borrachos conocen por haber frecuentado”.
-Eh mujer, ¿que te ha parecido lo que dice el “Elfebus Times”? Lo firma un tal Jorge Luis Borges ¡Que sabrá este! A estas alturas de la vida y todavía hay gentes que bromean sobre nuestra existencia...Espera ,espera, que todavía hay más. "Por el contrario hay humanos que creen que las deformidades como cojeras y jorobas, las producen los elfos, Shakespeare apoyaba esta creencia y así lo dijo en su obra Ricardo III “Tú, marcado por los elfos, cerdo devastador y deforme”.
-¿No es esto indignante?, dime mujer ¿que piensas?
Güenik dobló el periódico cuidadosamente y lo dejó en el trozo de árbol que le servía de mesita, miró hacia su esposa que estaba preparando el té de las cinco en su diminuta cocina y esperó respuesta.
-Pues yo diría que son tonterías pero que cuanto menos se sepa o hable de nosotros entre los humanos tanto mejor- contestó Anüik- No quiero ni pensar en la de domingueros que tendríamos que aguantar si todos creyeran que podían vernos. Ya sabes el destrozo que hacen los críos cuando vienen de acampada y los grandes, peor que peor, ahora que les ha dado por lo del ecoturismo. Si es que ya casi no podemos salir de nuestras cuevas...¿Una nubecita cariño?
Güenik asintió con la cabeza, tantos años juntos y siempre la misma pregunta al servir la leche y siempre la misma esperada respuesta.
-Sí mujer, el té solo manchadito, como a mi me gusta...¿qué pastas son esas?
-Oh, es una receta de la abuela de la madre de mi madre y va muy bien para muchas cosas, encontré unas cuantas escritas por ella en elfico antiguo, me costó un poco entenderlo, pero estos dulces son el resultado, eso sí, ha sido difícil encontrar las plantas, cada día hay menos en el bosque ¡como para que vengan los humanos a destrozar mas de lo que ya destruyen! Deja ,deja, que se queden en sus estúpidas ciudades...
-Sí, tienes razón, el que haya gentes que no crean en nosotros nos puede beneficiar, pero por otro lado a mí me parece que es muy insultante que esos antropólogos o como quieran llamarse digan que nuestras pequeñas saetas de pedernal son obra del hombre de la edad de piedra. Sí, eso es insultante.
-Bueno, viejo, ¿y qué?. Allá ellos, antropólogo...¿Qué es un antropólogo? Igual no existen y es un invento del “Elfebus Times” para vender mas; sensacionalista, este periódico se esta volviendo cada vez mas sensacionalista.¿Otra pasta?
-Sí, mujer dame otra, que están muy buenas, pero que sepas que los antropólogos existen yo los he visto más de una vez revolviendo en la tierra buscando muestras y huesos y lo guardan todo y se lo llevan y lo estudian.¿Cómo puedes ser tan ignorante? Nó, esto no puede quedar así, cuanto más lo pienso más me indigno, me reuniré con los mas viejos elfos de nuestro pueblo, tenemos que hacer algo para que quede claro quién hace las flechas de sílex. El hombre de las cavernas, ¡Tonterías...! Oye, parece que me da vueltas la cabeza, me siento ligero como una pluma pero algo mareado ...
-Será la marihuana, la receta lleva una pizca de marihuana mezclada con las cabezas de los famosos hongos que tú descubriste, y alguna otra cosilla más que no puedo decirte por ser una receta secreta ¿Te tomas otra pasta?
---Sí, Anüik, me voy a comer otra, si es que eres una estupenda cocinera. Ven, acércate ¡que bien te sienta ese mandil tejido con amapolas! A ver, a ver...¿Que hay debajo de ese mandil tan requetebonito?...
-Tonto ,mas que tonto...
-¡Que bien hueles Anüik!
-¡Mejor sabré!¡Pillin....Ah, Ah, Ya era hora...Ah...aaaaah, aaaaah!
--¡Uh, uuuuh,uuuuuh!
-¡Ah, Uh, Ah Uh Ah Uh Ahhhhhhhhhh Uhhhhhhhhh!
-Cariño, ¿otra pastita?
-----------------------------------------------------
capítulo 2 “La reunión”
La luna iluminaba el claro del bosque tímidamente, por diversos caminos unas pequeñas sombras se acercaban dando saltitos y se iban acomodando haciendo una especie de círculo alrededor de una fogata que chispeaba en el centro del lugar. Las sombras cuchicheaban entre sí y se saludaban con un respetuoso frote de nariz con nariz, mientras el bosque dormía en un aparente silencio, solo se percibía el fru-fru de las hojas secas que los exagerados pies de los elfos rezagados aplastaban en su carrera por llegar a tiempo.
Enseguida el lugar estuvo lleno de sombras que la luz del fuego aumentaba considerablemente de tamaño, serían unos veinte y tenían un aspecto de hombrecillos defectuosos, sus pies eran especialmente grandes, pero lo mas desproporcionado era sin duda la cabeza, se diría que su tamaño enorme estaba hecho para desafiar la ley de la gravedad. A primera vista aquello parecía una reunión de árboles parlantes con movimiento, sus cuerpos estaban cubiertos con cortezas y lianas y algunos se tapaban la cabeza con enormes hojas a modo de sombrero, todos sin excepción se mimetizaban absolutamente con el entorno y solo unos ojos muy agudos hubieran podido descubrir su presencia en el bosque.
Alguien hizo una seña para callar a los mas parlanchines y poco a poco el silencio se impuso entre las sombras, Güenick se dirigió al centro de la reunión donde alguien había colocado un gran trozo de árbol, se subió en el tronco, desde allí echó una ojeada alrededor y después de una ligera tosecilla comenzó a hablar.
-Amigos, gracias por haber venido, la mayoría de vosotros ya sabe por qué estamos reunidos aquí, de cualquier modo para los que nada sepan paso a informarles rápidamente. En los últimos tiempos, nuestro periódico el “Elfebus Times”, viene diciendo que a los humanos les ha dado por hablar de nosotros, por discutir sobre nuestra existencia, muchos piensan que solo somos un invento de la literatura escocesa para asustar a los niños, otros creen que somos seres reales, pero ninguno ha dado con la clave de lo que en realidad somos; cruce entre gnomo y arbusto. Esto realmente no nos importa en absoluto, que piensen lo que quieran, pero hay algo que si nos debe molestar y de hecho es indignante que crean. Vereís, los humanos que estudian a los seres de otras especies, dicen que nuestras famosas flechas de sílex fueron hechas por hombres de la edad de piedra y que para nada son obra nuestra porque ni tan siquiera existimos...
Un clamor de ¡ohhhs! y ¡ahhhs! llenó la noche. Güenick mira hacia un lado y otro, todos los elfos comentan la tremenda ofensa que se les hace a su capacidad creadora, algunos levantan sus pequeños puños y dicen estar dispuestos a cualquier cosa por restablecer su dignidad ...
-Callar amigos, dejarme un momento. Sí, algo tenemos que hacer, pero será de un modo discreto, sin llamar mucho la atención, no es cosa de que se nos llene el bosque de gente buscándonos, eso interferiría mucho en nuestra pacífica vida y no nos conviene. Yo propongo que fabriquemos una docena de nuestras famosas flechas, las mejores que jamás hallamos hecho, seis de ellas serán de sílex, las otras seis las haremos en plata, como sabéis, el metal no se conocía en la edad de piedra, esto demostrará que las hemos hecho nosotros actualmente; las doce serán exactamente iguales con excepción de la materia prima. Cuando estén terminadas, yo, y alguno de los mas aguerridos de entre vosotros las haremos llegar a los antropólogos que las estudian, no nos dejaremos ver pues no nos conviene, pero nos haremos notar.
Uno de los elfos mas ancianos levanta la mano pidiendo la palabra
-A mí me parece bien lo que propones Güenick ,¿pero cómo encontraremos a esa gente y como vamos a estar seguros de que van a rectificar en sus ideas?
-Yo los encontraré, hay una zona cerca de la montaña Pinkrock donde he visto a más de uno de estos investigadores buscar muestras de todo tipo, solo tendremos que vigilar el lugar hasta que demos con alguno de ellos, les dejaremos las flechas y un escrito que acredite nuestra obra, en élfico naturalmente, somos los únicos que hablamos y escribimos esta lengua, pues que la estudien, eso les afianzará en la idea de que solo nosotros les hacemos el regalo. ¿Alguna pregunta?
Los Elfos se miran unos a otros, ninguno parece que tenga nada mejor que proponer y de nuevo el anciano toma la palabra
-Creo entender que estamos todos de acuerdo en lo que has propuesto, yo quisiera hacer las seis flechas de sílex a la antigua usanza - Antiuck tose un poquito para dar mas énfasis a su propuesta - será un placer, y uno de mis mejores aprendices hará las de plata bajo mi dirección ¿Qué os parece?
Todos aplauden al viejo Antiuck, no en vano es el mejor artesano de todos ellos.
-Gracias Antiuck, nadie mejor que tú para este trabajo y ahora...un poco de música y ¡A bailar todos!
Al momento alguien improvisó una melodía con una flauta de bambú y todos se pusieron a bailar alegres y felices de tener el problema resuelto. Las elfas hacían cosquillas en los enormes pies de sus maridos que se desternillaban de risa hasta que no podían más y se tiraban al suelo patas arriba, cosa que aprovechaban las mujeres para tumbarse encima de ellos y seguir con las cosquillas. Algunas, las mas previsoras, llevaban unas extrañas pastas de té que repartieron entre los suyos y claro, pasó lo que pasó...Se hicieron nuevas parejas y se consolidaron las antiguas y habrá que dar por seguro, que en unos meses, nuevos elfitos habitarán el bosque..
---------------------------------------------------------
capítulo 3 “Los antropólogos”
Patrick había tenido un día duro, todavía le quedaba montar la tienda de campaña y la oscuridad se le estaba viniendo encima . Con las últimas luces del día clavó las cuerdas de la tienda en el suelo y ya con la linterna en la cabeza terminó de poner todo aquello en pie. Preparó un pequeño refrigerio que calentó en el hornillo de gas; una sopa de bote, unos arenques ahumados y una manzana, puso el recipiente del agua a hervir y cuando el primer silbido indicó que estaba cociendo se hizo una hermosa taza de té. La noche había caído por completo cuando sentado en su hamaca cerró los ojos para escuchar el silencio del cercano bosque. Era un placer saborear el té en medio de la naturaleza, el día había sido fructífero, las piezas que encontró parecían interesantes y aunque muy deterioradas por el tiempo, estaba seguro que aclararían muchas cosas sobre los antiguos pobladores de aquella zona de Escocia. No esperaba a sus colegas hasta el día siguiente y estaba deseoso de compartir sus hallazgos con el resto de antropólogos del equipo, especialmente con Mary...si es que por fin venía. Ella había dado por terminado su trabajo en aquel lugar solo hacía unos días, y ya la echaba de menos. No sabía cómo ni cuándo Mary se había instalado en sus pensamientos y lo peor, cada vez iba ocupando más y más lugar en su cabeza sin que él pudiera hacer nada para contrarrestar la invasión no deseada. Se preguntaba porqué le ocurría aquello ahora que tenía su vida completa, ocupado plenamente en sus investigaciones y sin tiempo para otra cosa que no fueran sus estudios. ¿Por qué quería que viniera? ¿no era mejor dejar las cosas como estaban?. Por suerte nadie estaba al tanto de este repentino interés que tenía por ella y que él mismo descubría por momentos...Mejor dejarlo pasar...Nó, no podía enamorarse ahora, mas tarde quizás... Sería mejor que no viniera, sí sería mejor...
---------------------------------------------
Mientras, en un lugar del cercano bosque, Güenick y dos elfos de su confianza, habían emprendido su andadura hacia Pinkrock.
-------------------------------------------
No faltaba mucho para que amaneciera cuando Patrick se despertó sobresaltado con el convencimiento de que algo o alguien había entrado en su tienda, encendió la linterna, dirigió el haz de luz hacia la cremallera, esta seguía cerrada, todo parecía estar en orden ¿Habría estado soñando?. Ya se disponía a dormir de nuevo cuando se dió cuenta del fuerte olor a té que llegaba desde fuera, se levantó, descorrió la cremallera de la puerta y se asomó al exterior, en la entrada de la tienda alguien había preparado té y lo había servido en su taza de aluminio aún humeante, al lado unas curiosas pastas y un extraño envoltorio atado con una liana.
-Mary, seguro que ha llegado Mary- murmuró entre dientes.
Dirigió la luz de la linterna hacia el frente, un poco mas allá estaba la tienda de Mary y a la izquierda una mas grande la de Stephen y Charlie.
El detalle de Mary con el té le había tocado su fibra mas sensible y todos los propósitos de olvidarla cuanto antes se vinieron abajo. Se sentó, tomó una pasta y empezó a pensar en la conveniencia de ir a darle las gracias en el momento o esperar al amanecer.
El envoltorio lo abriría delante de ella, seguro que sería algún fósil y a ella le gustaba ver su cara cuando se hacían este tipo de regalos entre el grupo. Patrick mordió la segunda pasta y apuró el té mientras seguía pensando qué hacer, Mary seguro no se había dormido todavía pues el té estaba recién hecho, ¿Era cosa de caballeros el llamar a la puerta de su tienda?. ¿Y si le echaba a patadas de allí?
Según iba comiendo empezó a sentirse más y más desinhibido y cuando estaba en la tercera pasta había tomado una decisión
-Al cuerno con los buenos modales, quiero verla ya, pase lo que pase.- se dijo así mismo en alta voz. Y dicho y hecho. Patrick se dirigió con paso no muy firme hacia la tienda de ella.
-Mary, Mary, soy yo, quería darte las gracias por el desayuno...¿puedo pasar?
-Sí, Patrick... pasa .
Mary encendió una pequeña luz de gas, estaba dentro del saco de dormir, alargó los brazos para saludar a Patrick, lo abrazó y se sentó haciendo sitio para él.
-¿De que desayuno hablas? Yo no he hecho ningún desayuno...
-¿Y las pastas y el regalo?...
-No se de que me habl....
Mary no pudo terminar la frase, los labios de él se lo impedían, asombrada sintió como su tímido amigo le impedía continuar hablando, unos brazos fuertes la rodearon, luego los dedos largos y bellos de Patrick abrieron la cremallera del saco de dormir y Mary, no pudo o no quiso evitar el tsurami que se le venía encima y al que se abandonó sin reservas. Este en segundos, la alcanzó por completo sumergiéndola en un caos de placer y abandono.
------------------------------
Dicen, cuentan, que últimamente hay una nueva corriente de investigación llevada por un grupo de antropólogos y que sostiene que las flechas de sílex atribuidas a los hombres de la edad de piedra, en realidad están hechas por unos peculiares hombrecillos con aspecto de árbol que habitaban o habitan algún lugar perdido de Escocia y que según las creencias populares son llamados elfos. También se dice que parte de los componentes de un potente afrodisíaco que actualmente hace furor en el mundo y que empieza a venderse en herbolarios y farmacias, están sacados de una extraña receta que a partir de unas desconocidas plantas del bosque, estos hombrecillos tenían o tienen por costumbre comer especialmente a la hora del té. Esto naturalmente parece una fábula, pero también lo es el monstruo del lago Ness...
O...¿Quizás, nó?
30 jun 2011
Un encuentro sobrenatural, por el primo del Guardián de la Cripta, en la Parada del Autobús
Bienvenidos, seres de la noche, os tengo preparada un historia sin igual. Se titula:
En la Parada del Autobús
Aquella tarde, Aniceto Cebolla abandonaba la Biblioteca Municipal, para esperar el autobús, ¿en dónde si no?, en la parada del autobús. Por suerte era una tarde de comienzo estival, de manera que, a poco que oscureciera, el Sol no se iría a acostar, ni con Aniceto, ni con nadie, porque su ardor no era sexual, desde luego.
En la misma parada coincidió con una mujer pequeñita, que le recordaba a su madre, muerta hace un par de años; pero, aclaramos, no era su madre. Su madre había sido un poco más gruesa, y casi de la misma estatura (nos ahorramos las medidas y las proporciones). Mas esta mujer se daba un aire, en el rostro, aún ligeramente demacrado, y la piel pegada al hueso.
En ese mismo instante, Aniceto extraía un libro de su bolsa, y una libreta, y anotaba los nombres o títulos en una lista numerada, de las obras que llevaba leídas o en préstamo hasta ahora. En eso estaba, hasta que un campanilleo lo empujó fuera de sí, y lo distanció de su sopor. Sentía Aniceto la tensión del peligro en el aire, y provenía, su excitación y fiebre, del móvil de la mujer pequeñita, de la piel pegada al cráneo.
“¡Qué susto, Dioh mío!”, pensó, y se agarró el cuello, porque otro órgano no era el momento.
Y la mujer pequeñita empezó a hablar. De su tétrica voz, salió un:
-¡Es del Carrefur! ¡Te hacen descuentoh del veinte por cientoh en teleh, lavadorah y electrodométicoh! ¡Me oyeh! ¡Qué sí me oyeh!
Aniceto, con el vello como escarpias, y la piel más fría que una nevera en el Polo Norte, no daba crédito a la aparición a la que se dirigía a una mujer de cabellos plateados, y en traje sastre, de la parada de enfrente. Aniceto vio un fantasma, o una visión, o lo estaba viendo, o quizás, imaginando.
Pero la mujer pequeñita, continuó:
-¡Qué si te traeh un televisóh te regalan un regalo, con el veinteh por cientoh de decuentoh!
Y Aniceto, mudada la color (¡toma arcaísmo quevedesco!) empezaba a pensar que se hallaba en el inframundo. Se preguntó para qué rayos querían las almas desencarnadas electrodomésticos, y también, ¿por qué no?, si se podían comprar ordenadores con descuento. Y si había elegido una mala tarde para regresar a casa.
Entonces, llegó el autobús ¡a la parada del autobús! Poco después de introducir el cupón en la máquina, observó como el fantasma compulsivo de ofertas de la mujer pequeñita, entraba en el transporte público, y se esfumaba entre los asientos. Al mirar a la parada contraria, observó atónito y angustiado, como el espectro de la mujer plateada había desaparecido, o evaporado sobrenaturalmente.
Desde esa tarde, Aniceto Cebolla, ya no era él mismo. Ya no era, ni Aniceto, ni Cebolla. Era, sencillamente, un ser indefinido que había tenido un encuentro sobrenatural en una diabólica parada de autobús.
Así que, seres de la noche, cuidadín con las paradas de autobús. Hay que tenerlas en cuenta.
En la Parada del Autobús
Aquella tarde, Aniceto Cebolla abandonaba la Biblioteca Municipal, para esperar el autobús, ¿en dónde si no?, en la parada del autobús. Por suerte era una tarde de comienzo estival, de manera que, a poco que oscureciera, el Sol no se iría a acostar, ni con Aniceto, ni con nadie, porque su ardor no era sexual, desde luego.
En la misma parada coincidió con una mujer pequeñita, que le recordaba a su madre, muerta hace un par de años; pero, aclaramos, no era su madre. Su madre había sido un poco más gruesa, y casi de la misma estatura (nos ahorramos las medidas y las proporciones). Mas esta mujer se daba un aire, en el rostro, aún ligeramente demacrado, y la piel pegada al hueso.
En ese mismo instante, Aniceto extraía un libro de su bolsa, y una libreta, y anotaba los nombres o títulos en una lista numerada, de las obras que llevaba leídas o en préstamo hasta ahora. En eso estaba, hasta que un campanilleo lo empujó fuera de sí, y lo distanció de su sopor. Sentía Aniceto la tensión del peligro en el aire, y provenía, su excitación y fiebre, del móvil de la mujer pequeñita, de la piel pegada al cráneo.
“¡Qué susto, Dioh mío!”, pensó, y se agarró el cuello, porque otro órgano no era el momento.
Y la mujer pequeñita empezó a hablar. De su tétrica voz, salió un:
-¡Es del Carrefur! ¡Te hacen descuentoh del veinte por cientoh en teleh, lavadorah y electrodométicoh! ¡Me oyeh! ¡Qué sí me oyeh!
Aniceto, con el vello como escarpias, y la piel más fría que una nevera en el Polo Norte, no daba crédito a la aparición a la que se dirigía a una mujer de cabellos plateados, y en traje sastre, de la parada de enfrente. Aniceto vio un fantasma, o una visión, o lo estaba viendo, o quizás, imaginando.
Pero la mujer pequeñita, continuó:
-¡Qué si te traeh un televisóh te regalan un regalo, con el veinteh por cientoh de decuentoh!
Y Aniceto, mudada la color (¡toma arcaísmo quevedesco!) empezaba a pensar que se hallaba en el inframundo. Se preguntó para qué rayos querían las almas desencarnadas electrodomésticos, y también, ¿por qué no?, si se podían comprar ordenadores con descuento. Y si había elegido una mala tarde para regresar a casa.
Entonces, llegó el autobús ¡a la parada del autobús! Poco después de introducir el cupón en la máquina, observó como el fantasma compulsivo de ofertas de la mujer pequeñita, entraba en el transporte público, y se esfumaba entre los asientos. Al mirar a la parada contraria, observó atónito y angustiado, como el espectro de la mujer plateada había desaparecido, o evaporado sobrenaturalmente.
Desde esa tarde, Aniceto Cebolla, ya no era él mismo. Ya no era, ni Aniceto, ni Cebolla. Era, sencillamente, un ser indefinido que había tenido un encuentro sobrenatural en una diabólica parada de autobús.
Así que, seres de la noche, cuidadín con las paradas de autobús. Hay que tenerlas en cuenta.
Etiquetas:
Relatos
Reading inspires children (Leer inspira a los niños)
Hola a todos, especialmente a tí, Ingrid. ¿Cómo va todo por ahí?, por lo menos fresquito, fijo.
Aunque no tan frío como este blog, que ya comenté hace unas semanas por qué se está quedando frío.
Pero bueno, voy a colgar algo, que no se diga. Como yo no suelo hacer relatos "tiernos", voy a poneros algo "tierno", pero bonito. Echad un vistazo a esto:
Traducción de lo que lee la profe:
How tired I am of this unbearable distance between us. How I long for the toll of the recess bell. Have you forgotten me? Grown mindless of me? Tell me I am not writing into an abyss. Or that is what will become of my heart.
Qué cansado estoy de esta insoportable distancia entre nosotros. Cómo anhelo el sonido de la campana del recreo. ¿Te has olvidado de mí? ¿ya no te importo? Dime que no estoy escribiendo en un abismo.O en eso se convertirá mi corazón.
Yo tengo un par de temas para sendos relatos NUEVOS. Creo que voy a ir por ahí más que tirar de los antiguos para lo del best-seller, al fin y al cabo soy escritor, qué coño.
Nos veremos las caras para ello después del verano; alguno habrá que si he estado muy liado/a, que si mi abuela fuma...
Pero, sobre todo, pasadlo bien.
Aunque no tan frío como este blog, que ya comenté hace unas semanas por qué se está quedando frío.
Pero bueno, voy a colgar algo, que no se diga. Como yo no suelo hacer relatos "tiernos", voy a poneros algo "tierno", pero bonito. Echad un vistazo a esto:
Traducción de lo que lee la profe:
How tired I am of this unbearable distance between us. How I long for the toll of the recess bell. Have you forgotten me? Grown mindless of me? Tell me I am not writing into an abyss. Or that is what will become of my heart.
Qué cansado estoy de esta insoportable distancia entre nosotros. Cómo anhelo el sonido de la campana del recreo. ¿Te has olvidado de mí? ¿ya no te importo? Dime que no estoy escribiendo en un abismo.O en eso se convertirá mi corazón.
Yo tengo un par de temas para sendos relatos NUEVOS. Creo que voy a ir por ahí más que tirar de los antiguos para lo del best-seller, al fin y al cabo soy escritor, qué coño.
Nos veremos las caras para ello después del verano; alguno habrá que si he estado muy liado/a, que si mi abuela fuma...
Pero, sobre todo, pasadlo bien.
17 jun 2011
Los magos españoles de la escenografía
Si no me confundo, en esta noticia de El Cultural se habla de nuestra compañera Marisa. Ved las fotos. Yo diría que la que aparece en la foto 4 y 5 podría ser ella.
MARISA, DINOS ALGO.
http://www.elcultural.es/galerias/galeria_de_imagenes/318/ARTE/La_cara_oculta_de_la_escena
MARISA, DINOS ALGO.
http://www.elcultural.es/galerias/galeria_de_imagenes/318/ARTE/La_cara_oculta_de_la_escena
14 jun 2011
La venganza
“La venganza”
Ni siquiera pestañea. Su cuerpo, su alma, toda en ella hace tiempo que esta congelado. Pero presta atención a la televisión, y le vé allí, saliendo de la prisión a toda prisa, saludando a alguien que le mete en un taxi, y desapareciendo en segundos de la pantalla. El locutor hace un pequeño comentario sobre los años que le han perdonado por una u otra cosa y rápidamente pasa a otra noticia. Ella se sienta en la única silla que tiene en la cocina, hace unos ejercicios de respiración para no ahogarse en el odio que ha ido acumulado día a día, y cuando consigue que su respiración se acompase, y que su corazón vuelva a su sitio, en unos minutos ya tiene tomada una decisión. ¿De qué otra forma podría sobrevivir?
Se apunta a clases de conducir, no se lo dice a nadie, ni a su marido, no quiere involucrarlo. Está unos tres semanas en aquella auto escuela. No, no se presentaría a los exámenes, ¿para qué?. Si no pensaba seguir conduciendo en absoluto...
Coger el coche de su marido, es pan comido. Cada mañana él lo aparca en la estación de cercanías del pueblo donde sube al tren que le lleva a Madrid y hasta la noche no regresa de su trabajo. Ella tiene todo el día para si misma y lo puede dedicar a su fin.
Empieza por buscar al monstruo en su entorno, no es difícil, lo localiza en el barrio de siempre, donde seguía viviendo su madre, ha vuelto con ella. Lo vé mas de una vez intentando robar algún coche, ella no se inmuta, le deja hacer mientras apunta en un block sus horarios. Al cabo de dos semanas esta segura de encontrarlo cuando ella lo decida.
Aquella mañana se levanta mas pronto de lo habitual, grandes ojeras marcan sus ojos enrojecidos por la falta de sueño. Tiene que tomar algo, su estómago le avisa con arcadas secas. No, no puede salir en esas condiciones a la calle y menos conducir. Se toma un té. En segundos lo vomita entre grandes espasmos. Hay que tomar otro, quizás con una galleta...Sí, esta vez le sentó mejor. Antes de salir de la casa entra en la habitación de la niña, allí todo sigue igual, los peluches, la cama recién hecha, la pequeña mesa con los libros de estudio, la ultima foto de Sandra sonriendo, mandando un beso al fotógrafo o a quien la contempla.
La madre le devuelve el beso y cierra la puerta suavemente.
En la estación recoge el coche del marido, lo saca del aparcamiento y conduce, lenta, segura. Ya en el barrio marginal aparca lo mas cerca que puede del semáforo y espera. Tiene tiempo, hasta las doce o así la alimaña no sale de su cubil para desayunar en el bar de enfrente, y sigue esperando serena y fría, a pesar del calor incipiente del mes de junio.
Allí está, el asesino, el violador, acaba de salir a la calle. Ella pone el coche en marcha , y suavemente le sigue, se detiene en el semáforo, en rojo para ella. El depredador sale a la calzada, la mujer saca la cabeza por la ventanilla
- ¡Eh tú asesino!, ¿Me conoces?
Es un instante, el vuelve la cabeza. Ella aprieta el acelerador a fondo.
M-L-Pino (
Ni siquiera pestañea. Su cuerpo, su alma, toda en ella hace tiempo que esta congelado. Pero presta atención a la televisión, y le vé allí, saliendo de la prisión a toda prisa, saludando a alguien que le mete en un taxi, y desapareciendo en segundos de la pantalla. El locutor hace un pequeño comentario sobre los años que le han perdonado por una u otra cosa y rápidamente pasa a otra noticia. Ella se sienta en la única silla que tiene en la cocina, hace unos ejercicios de respiración para no ahogarse en el odio que ha ido acumulado día a día, y cuando consigue que su respiración se acompase, y que su corazón vuelva a su sitio, en unos minutos ya tiene tomada una decisión. ¿De qué otra forma podría sobrevivir?
Se apunta a clases de conducir, no se lo dice a nadie, ni a su marido, no quiere involucrarlo. Está unos tres semanas en aquella auto escuela. No, no se presentaría a los exámenes, ¿para qué?. Si no pensaba seguir conduciendo en absoluto...
Coger el coche de su marido, es pan comido. Cada mañana él lo aparca en la estación de cercanías del pueblo donde sube al tren que le lleva a Madrid y hasta la noche no regresa de su trabajo. Ella tiene todo el día para si misma y lo puede dedicar a su fin.
Empieza por buscar al monstruo en su entorno, no es difícil, lo localiza en el barrio de siempre, donde seguía viviendo su madre, ha vuelto con ella. Lo vé mas de una vez intentando robar algún coche, ella no se inmuta, le deja hacer mientras apunta en un block sus horarios. Al cabo de dos semanas esta segura de encontrarlo cuando ella lo decida.
Aquella mañana se levanta mas pronto de lo habitual, grandes ojeras marcan sus ojos enrojecidos por la falta de sueño. Tiene que tomar algo, su estómago le avisa con arcadas secas. No, no puede salir en esas condiciones a la calle y menos conducir. Se toma un té. En segundos lo vomita entre grandes espasmos. Hay que tomar otro, quizás con una galleta...Sí, esta vez le sentó mejor. Antes de salir de la casa entra en la habitación de la niña, allí todo sigue igual, los peluches, la cama recién hecha, la pequeña mesa con los libros de estudio, la ultima foto de Sandra sonriendo, mandando un beso al fotógrafo o a quien la contempla.
La madre le devuelve el beso y cierra la puerta suavemente.
En la estación recoge el coche del marido, lo saca del aparcamiento y conduce, lenta, segura. Ya en el barrio marginal aparca lo mas cerca que puede del semáforo y espera. Tiene tiempo, hasta las doce o así la alimaña no sale de su cubil para desayunar en el bar de enfrente, y sigue esperando serena y fría, a pesar del calor incipiente del mes de junio.
Allí está, el asesino, el violador, acaba de salir a la calle. Ella pone el coche en marcha , y suavemente le sigue, se detiene en el semáforo, en rojo para ella. El depredador sale a la calzada, la mujer saca la cabeza por la ventanilla
- ¡Eh tú asesino!, ¿Me conoces?
Es un instante, el vuelve la cabeza. Ella aprieta el acelerador a fondo.
M-L-Pino (
Etiquetas:
Grumpy-Relatos
11 jun 2011
29 maneras de ser creativo
¿Has caído en un agujero, oscuro y profundo, con paredes frias y resbalosas, al que ni por su propio peso llegan los susurros de la creatividad?. Échale un vistazo a esta breve animación que nos propone algunos trucos para aliviar esa difícil situación. Quizá no todos te convezcan, también es posible que eches en falta alguno, pero no podrás negar que aquí hay unos cuantos, que ya es un comienzo.
2 jun 2011
45 y el billete de 500 euros marcado
No había duda de que se trataba de un atraco. Los autores del mismo abandonaron el local, dejando las huellas de su felonía, lo cual dio que pensar a 45, de que no eran precisamente, sutiles. Una boca se había abierto en la ventana de la puerta de entrada, con un peculiar boquete de una potente arma. Una 45 o una 90, pensó 45, o es probable que usaran una recortada, modificada para hacer daño.
Las huellas se extendían por todas partes de la sucursal, y la Científica las enumeraba, paso a paso.
-Han sido más de uno. Unos tres-confirmó 45.
Quién confirma, pontifica. Pero 45 no deseaba pontificar. Ya uno de los empleados había presionado el botón de alarma, para llamar a la Policía. Pero al detective no le interesaba como habían entrado, sino que buscaba pistas, para saber como habían huido. Y eso era lo que le impedía ocuparse de otros aspectos de la investigación.
De todas maneras, al Inspector no le gustaba que un investigador privado metiera las narices donde no le convenía. 45 procuraba ignorar a los que le tenían inquina. Para evitarlo, sólo exponía sus conclusiones cuando obtenía la seguridad de ser escuchado, y no juzgado.
Al Inspector le sacaba de quicio que 45 permaneciera en silencio, sin soltar prenda. Examinando el boquete, observó un papel morado, o rojizo.
-¡Caramba!, un billete de 500 euros-y pidió un guante para no contaminar la prueba. Examinó el billete, y comprobó que una esvástica lo atravesaba-. Esto es para despistar.
-¿Qué me está contando, 45?-tronó el Inspector- No estamos para sus estúpidas corazonadas.
-Pues, a mi abuelo Sherlock, las corazonadas siempre lo llevaron a la verdad.
-La verdad es un plato que, al servirse muy caliente, produce asepsia-gritó el Inspector.
45 trató de poner las cosas en su sitio:
-Pero esta señal no es de los neonazis, creo que procede de un herbolario.
-Un herbolario.
-Claro, está dibujada del lado contrario, como una tontería.
-¿Y a qué herbolario nos referimos, lumbrera?
-Uno de aquí. Lo de los 500 euros dicen, “ a ver si me pilláis”. Y pillado está.
-Esto es absurdo.
El Inspector llamó al Comisario, y se creó un dispositivo policial de control. Se Descubrió un herbolario que servía de tapadera para todo tipo de delitos. Entre ellos, robo con intimidación, y varios asaltos a joyerías. Se encontraron cantidades por valor de millones de euros, incluso los famosos billetes de 500 euros marcados.
45 demostró que consistía en una manera de llamar la atención; pero el criminal había confiado demasiado en su ego, y que eso le había provocado tal pérdida.
El Inspector tuvo que disculparse de su ceguera, y vio al detective con otros ojos.
-No es todo. Hay unos cinco herbolarios más, una cadena.
El Inspector no sabía si desmayarse o dar las gracias.
-¿Porqué no lo dijo antes?-preguntó, sorprendido.
-No quería provocarle una nueva asepsia.
Esta vez, sí. El Inspector decidió desmayarse. El dolor de tripa llegaría un par de días después.
-Animalico-pensó en alto 45, mientras ocultaba el billete de 500 euros, sin marcar.
Las huellas se extendían por todas partes de la sucursal, y la Científica las enumeraba, paso a paso.
-Han sido más de uno. Unos tres-confirmó 45.
Quién confirma, pontifica. Pero 45 no deseaba pontificar. Ya uno de los empleados había presionado el botón de alarma, para llamar a la Policía. Pero al detective no le interesaba como habían entrado, sino que buscaba pistas, para saber como habían huido. Y eso era lo que le impedía ocuparse de otros aspectos de la investigación.
De todas maneras, al Inspector no le gustaba que un investigador privado metiera las narices donde no le convenía. 45 procuraba ignorar a los que le tenían inquina. Para evitarlo, sólo exponía sus conclusiones cuando obtenía la seguridad de ser escuchado, y no juzgado.
Al Inspector le sacaba de quicio que 45 permaneciera en silencio, sin soltar prenda. Examinando el boquete, observó un papel morado, o rojizo.
-¡Caramba!, un billete de 500 euros-y pidió un guante para no contaminar la prueba. Examinó el billete, y comprobó que una esvástica lo atravesaba-. Esto es para despistar.
-¿Qué me está contando, 45?-tronó el Inspector- No estamos para sus estúpidas corazonadas.
-Pues, a mi abuelo Sherlock, las corazonadas siempre lo llevaron a la verdad.
-La verdad es un plato que, al servirse muy caliente, produce asepsia-gritó el Inspector.
45 trató de poner las cosas en su sitio:
-Pero esta señal no es de los neonazis, creo que procede de un herbolario.
-Un herbolario.
-Claro, está dibujada del lado contrario, como una tontería.
-¿Y a qué herbolario nos referimos, lumbrera?
-Uno de aquí. Lo de los 500 euros dicen, “ a ver si me pilláis”. Y pillado está.
-Esto es absurdo.
El Inspector llamó al Comisario, y se creó un dispositivo policial de control. Se Descubrió un herbolario que servía de tapadera para todo tipo de delitos. Entre ellos, robo con intimidación, y varios asaltos a joyerías. Se encontraron cantidades por valor de millones de euros, incluso los famosos billetes de 500 euros marcados.
45 demostró que consistía en una manera de llamar la atención; pero el criminal había confiado demasiado en su ego, y que eso le había provocado tal pérdida.
El Inspector tuvo que disculparse de su ceguera, y vio al detective con otros ojos.
-No es todo. Hay unos cinco herbolarios más, una cadena.
El Inspector no sabía si desmayarse o dar las gracias.
-¿Porqué no lo dijo antes?-preguntó, sorprendido.
-No quería provocarle una nueva asepsia.
Esta vez, sí. El Inspector decidió desmayarse. El dolor de tripa llegaría un par de días después.
-Animalico-pensó en alto 45, mientras ocultaba el billete de 500 euros, sin marcar.
Etiquetas:
45Relatos
Suscribirse a:
Entradas (Atom)