“La venganza”
Ni siquiera pestañea. Su cuerpo, su alma, toda en ella hace tiempo que esta congelado. Pero presta atención a la televisión, y le vé allí, saliendo de la prisión a toda prisa, saludando a alguien que le mete en un taxi, y desapareciendo en segundos de la pantalla. El locutor hace un pequeño comentario sobre los años que le han perdonado por una u otra cosa y rápidamente pasa a otra noticia. Ella se sienta en la única silla que tiene en la cocina, hace unos ejercicios de respiración para no ahogarse en el odio que ha ido acumulado día a día, y cuando consigue que su respiración se acompase, y que su corazón vuelva a su sitio, en unos minutos ya tiene tomada una decisión. ¿De qué otra forma podría sobrevivir?
Se apunta a clases de conducir, no se lo dice a nadie, ni a su marido, no quiere involucrarlo. Está unos tres semanas en aquella auto escuela. No, no se presentaría a los exámenes, ¿para qué?. Si no pensaba seguir conduciendo en absoluto...
Coger el coche de su marido, es pan comido. Cada mañana él lo aparca en la estación de cercanías del pueblo donde sube al tren que le lleva a Madrid y hasta la noche no regresa de su trabajo. Ella tiene todo el día para si misma y lo puede dedicar a su fin.
Empieza por buscar al monstruo en su entorno, no es difícil, lo localiza en el barrio de siempre, donde seguía viviendo su madre, ha vuelto con ella. Lo vé mas de una vez intentando robar algún coche, ella no se inmuta, le deja hacer mientras apunta en un block sus horarios. Al cabo de dos semanas esta segura de encontrarlo cuando ella lo decida.
Aquella mañana se levanta mas pronto de lo habitual, grandes ojeras marcan sus ojos enrojecidos por la falta de sueño. Tiene que tomar algo, su estómago le avisa con arcadas secas. No, no puede salir en esas condiciones a la calle y menos conducir. Se toma un té. En segundos lo vomita entre grandes espasmos. Hay que tomar otro, quizás con una galleta...Sí, esta vez le sentó mejor. Antes de salir de la casa entra en la habitación de la niña, allí todo sigue igual, los peluches, la cama recién hecha, la pequeña mesa con los libros de estudio, la ultima foto de Sandra sonriendo, mandando un beso al fotógrafo o a quien la contempla.
La madre le devuelve el beso y cierra la puerta suavemente.
En la estación recoge el coche del marido, lo saca del aparcamiento y conduce, lenta, segura. Ya en el barrio marginal aparca lo mas cerca que puede del semáforo y espera. Tiene tiempo, hasta las doce o así la alimaña no sale de su cubil para desayunar en el bar de enfrente, y sigue esperando serena y fría, a pesar del calor incipiente del mes de junio.
Allí está, el asesino, el violador, acaba de salir a la calle. Ella pone el coche en marcha , y suavemente le sigue, se detiene en el semáforo, en rojo para ella. El depredador sale a la calzada, la mujer saca la cabeza por la ventanilla
- ¡Eh tú asesino!, ¿Me conoces?
Es un instante, el vuelve la cabeza. Ella aprieta el acelerador a fondo.
M-L-Pino (
Este es mi trabajo para el jueves. Ya vereís que he vuelto a desatar mis mas bajos instintossssss. Me puse en la piel de alguna madre destrozada y que seguro se pregunta ¿Porque somos tan buenos en este país con los malos?
ResponderEliminarDisparar comentarios.
Me ha gustado, pero la verdad es que me ha parecido muy duro!!!!!
ResponderEliminarUf, sí q es duro.
ResponderEliminarTe voy a hacer una pequeña crítica: creo q no hace falta q des tantos detalles, algunos con las acciones de los personajes se sobreentienden y haria el relato mas agil.
Pero me ha gustado y, sobretodo y como siempre, me has sorprendido.
Un beso
Ingrid