Y regresó De su particular infierno, al que nunca había ido y al que nadie le había llevado.
Y sintió de nuevo que quizás sí merecía la pena.
Las palabras se conjuraban para formar, no frases o narraciones, sino ilusiones.
Ilusiones de personas a las que estimaba y con las que merecía la pena compartir retazos de felicidad ( o de presunta felicidad, tanto da).
¡ Y además habían mantenido con vida a su criatura !
No pudo evitar, a pesar de no ser original, la tentación de pensar: "cuando regresé Zarigüeya todavía estaba ahí".
Por mucho tiempo. Gracias.
Bienvenido a tu casa.
ResponderEliminar¡Ufffffff!
ResponderEliminarMe parece mentira que una especie de rata rara , tenga el poder de atarnos con hilos tan invisibles como fuertes.
Marisa
Bienvenido, Antonio, ¡ya era hora! Es hora, también, de que cojas los remos de este blog, que te pertenece. Te paso la Excalibur, es tuya.
ResponderEliminarAbrazos, H.
¡Qué alegría saber de ti!
ResponderEliminarEl relato corto, pero esencial. Me ha gustado.
Un abrazo
Juana
Hola Antonio. Qué bien que regreses. Echábamos en falta al timonel.
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