“El taller”
La sala era
grande destartalada, un buen ejemplo de caos organizado. Atestada con una especie de muestrario de extraños
elementos y materiales esparcidos aquí
y allá.
Las estanterías
cubiertas de moldes de escayola apenas
se sostenían en pie. Cabezas, brazos y cuerpos olvidados, cubiertos de polvo,
aparentemente abandonados antes de su terminación y ahora, agrietados, mostraban parte de su estructura
interior entre el barro resquebrajado.
El techo
acristalado dejaba pasar la luz del incipiente día. Un rayo de sol se reflejó
en el metal que el hombre sostenía en su mano y le hizo volver a la realidad,
parpadeó y lentamente dejó caer el
punzón.
Cerró los ojos
tratando de visualizar aquel día ya tan lejano en el que todo comenzó. Se vio a
sí mismo conduciendo deprisa para atravesar la Casa de Campo en el menor tiempo
posible. Hacía tiempo que no le interesaba aquel parque tan deteriorado en los
últimos años, para nada le recordaba
al de su niñez, cuando las familias aún podían disfrutarlo sin peligro con
encuentros no deseados. Entonces los árboles parecían más majestuosos y bellos.
La carretera
que tomaba para llegar a Somosaguas se había convertido en una especie de ¨take
away¨ donde una fila interminable de coches compraba cualquier tipo de
mercancía; drogas, mujeres o chicos. El espectáculo era el habitual, pero aquel
atardecer algo le llamó la atención y le hizo frenar. La chica destacaba entre
todas, su cuerpo adolescente de
proporciones perfectas, estaba semi vestido con una falda que era más bien un
cinturón, piernas largas enfundadas en unas medias blancas que resaltaban sobre
su piel oscura, sujetas con un minúsculo liguero, zapatos rojos con tacones
inverosímiles y ojos todavía brillantes
y vivos...
No tardaron en
ponerse de acuerdo, él no quiso discutir el precio y ya dentro del coche trató
de hacerle entender que solo la necesitaba como modelo y que trabajaría para él
tres días por semana posando para una escultura, cosa que le reportaría un buen
sueldo que no debería rehusar. Y
Bhagani no rehusó y así comenzó la inesperada relación entre ambos.
Ella llegaba
puntualmente al estudio, se desnudaba y enseguida estaba lista para la sesión.
En el primer día que comenzó a trabajar
sobre la estructura que sería el cuerpo de la chica, aquello fue tomando forma,
el barro húmedo y viscoso se fue adhiriendo al alambre de gallina empujado con
fuerza y rapidez de mano experta y la figura enseguida adquirió vida,
sensualidad...
Entre el
escultor y su modelo se desarrolló una comunicación que iba más allá del
lenguaje. Ella apenas hablaba español pero se hacía entender lo suficiente para
sobrevivir en la calle y ahora, con un trabajo asegurado por algún tiempo, la
chica había iniciado el aprendizaje de palabras nuevas con un
librito que él le había regalado. También comenzó a preparar el té al estilo de
su país y él se acostumbró a tomarlo con montañas de azúcar y sin saber muy
bien como, se hizo goloso.
Las semanas
pasaban y ella aún se preguntaba por
qué posaba desnuda y con los
zapatos puestos tumbada en aquella
cheslón. Y por qué él la vestía antes de hacer el amor.
Un día el
escultor, comenzó a preocuparse por el futuro de Bhagani, no podía permitir que
volviera a su oscuro destino, no quería
aceptar que su obra de arte cayera en brazos de otros, pero era consciente de
los muchos años que les separaban y peor aún, del abismo cultural. Ninguno de
los dos encajaba en el puzzle de la vida del otro y empezó a obsesionarse
buscando una solución imposible.
Noche tras noche trataba de huir de sus pensamientos y no
pudiendo dormir, regresaba al taller.
Con rabia y desesperación añadía o quitaba trozos de arcilla de la escultura, sus dedos recorrían palmo a palmo las
incipientes caderas, los senos redondos,
deteniéndose en los pequeños pezones apenas terminados, y los rehacía de
nuevo mientras mentalmente le hacía el amor.
Cada día se iba angustiando más y más. Empezó a tomar medicamentos
para relajarse, y a pesar de estos, trabajando, creando, era del único modo que
podía olvidar su preocupación, y modelaba horas y horas, abstrayendo así su
mente. Solo cuando descansaba, volvía a tomar conciencia del problema y le daba
vueltas y vueltas, así, cuando llegó el momento de finalizar el contrato con la
chica, ya había encontrado la única salida.
Aquel viernes
ella había llegado como siempre feliz, despreocupada, cuando vio la figura casi
conclusa, palmoteó alegre ¨Bonito, mucho guapa” dijo, y comenzó a desnudarse...
Cinceles, palos
de modelar y herramientas varias se entremezclaban en la mesa de trabajo, entre ellas una raramente limpia y reluciente
con mango de madera torneado a mano y desgastado por el uso. La mano grande y fuerte del escultor, la agarró.
Bhagani de
espaldas no pudo ver como aquel rayo penetraba en sus costillas una y otra vez
y apenas pudo esbozar un grito de sorpresa. Un hilillo de sangre manchó sus
labios, ahora más rojos que nunca, hasta convertirse en vómito imparable.
El sonido del
metal cayendo al suelo le volvió a la realidad. En un instante habían desfilado
semanas por su cabeza, se miró la mano culpable aún crispada, se agachó, y
sentado en el suelo acunó con mimo el cuerpo sin vida de la chica.
Más tarde se
puso en movimiento. Lentamente esparció un saco de escayola sobre el suelo
manchado, una nube de polvo le hizo toser, en segundos el yeso absorbió el reguero de sangre quedando coloreado de
rojo. A su espalda, la escultura de
Bhagani le observaba desde la cuenca de sus ojos vacíos, su mirada le perseguía
más viva que nunca, y para neutralizar su presencia, tapó con un plástico su
obra.
En un anexo del taller ajustó la temperatura del inmenso horno
de fundición, lo dejó abierto y regresó. Recogió del suelo a la chica y con
ella en brazos volvió sobre sus pasos.
Cerró el horno y programó el tiempo de encendido en ocho horas. Con pasos vacilantes se dirigió
al servicio, del armario sacó la medicación a la que se había hecho adicto, ya
en el taller tomó un buen puñado de pastillas
y ayudado por una botella de coñac las tragó de una vez.
Luego se tumbó en la destartalada cheslón y apuró hasta la
ultima gota de licor.
Hola, Marisa,
ResponderEliminar¡Excelente relato! Falta la coma en destartalado, al principio de la palabra. Un artista obsesionado con su Musa, hasta que la mata, porque no puede salvarla ni salvarse. Me ha gustado la idea del relato. Esta vez es muy claro, y se nota que está muy bien trabajado.
Gracias, Grumpy!!
Abrazos, H.
¡Pues que bien! Algo se rectificó en clase, poco, tb. les gustó
ResponderEliminarGracias por seguir ahí.
Marisa