30 nov 2010

Perfil de Leyendas


Hola, Zarigüeyos, os escribo esta recomendación de una obra que me estoy leyendo, escogido de la Biblioteca. La obra, que es una Trilogía, de los autores norteamericanos, Margaret Weiss y Tracy Hickman (sic, lo del otro día fue lapsus digitalitum tecladus in manus), la Leyendas Anotadas de la Dragonlance. Para aquellos que les apasione lo fantástico, por si acaso, que será que no; pero bueno, es sólo una recomendación. La Trilogía que se divide en: El Templo de Istar (2 libros), La Guerra de los Enanos (3 libros) y El Umbral del Poder (3 libros, les encanta escribir), con un Epílogo y diversos Apéndices, que explican como se construyo tal monumento en honor de Tolkien (más claramente escrito, este mundo de Krynn), y en donde seguimos los avatares y aventuras de Caramon, Raistlin, Crysania, Tas y un millar de personajes que no dejan de entrar y salir de la narración, en donde en notas sucintas, se nos revela el mundo de Krynn, y acontecimientos del Pasado, del Presente, y un incierto Futuro que hará las delicias de más de un narrador. Y los temas de que se hablan no son precisamente para críos (que los hay, los temas no los críos), y los autores se afanan con dar lecciones para escribir una narración, según transcurre la obra, y nos muestran su quehacer. En fin, es un tesoro. Pero a ver quien se lee las mil y pico de páginas que contiene. Yo, por lo menos. ¿Algún guerrero o guerrera por ahí? Os invito a descubrir muchos mundos. Este es uno de ellos.

29 nov 2010

INDIA


En su retina seguía clavada aquella mirada. Habían pasado los años, pero aún estaba escondida en algún lugar de su cerebro. Ojos negros de aceituna, pelo liso muy corto, negro también. Las manos moviéndose rápidamente por el telar intercambiando lanas de colores vivos, siguiendo un patrón mental repetido tantas veces a lo largo de su corta vida. Aparentaba unos nueve años, pero teniendo en cuenta el desfase nutricional que hay con nuestros niños, aquel tendría unos doce años. Estaba sentado en el suelo sobre una raída alfombra y era uno de los chiquillos que hacían hermosas alfombras para ricos, por un mísero salario en aquella humilde habitación. El pequeño grupo de turistas que irrumpió entre risas en aquel lugar apenas les distrajo de su trabajo diario, eran impermeables a las risas. Las gentes que los guías traían de diario, era algo que no tenía nada que ver con ellos. Habían levantado un muro invisible que les separaba de aquellas visitas de gentes tan limpias, con olor a colonia de marca, a desodorante, ridículamente vestidos con pantalones cortos, enormes zapatillas de deporte y estúpidos gorritos colocados de atrás para adelante; todos iguales, todos divertidos y bien alimentados. Muchos en exceso, como aquel hombretón que casi no podía pasar por la pequeña puerta de acceso y alguien tuvo que ayudarle a desatascar el enorme montón de carne...
María se quedó rezagada a propósito, siempre lo hacía, le fastidiaba tremendamente encontrarse con el rebaño de turistas que, hiciera lo que fuere, siempre coincidía con ella en algún lugar. Miró interesada el trabajo de los chicos y solo uno le devolvió la mirada, rebuscó en su bolso y alargó al
muchacho el ultimo bolígrafo Bic que le quedaba de los muchos que trajo a India. Y el niño le sonrío y corto un trocito de lana que anudó a la muñeca de María.
Él no sabía que con ese simple gesto, también estaba anudando para siempre el corazón de ella...

(Aquello fue el germen que más tarde se convirtió en compromiso para ayudar a los niños de India a través de la Fundación Vicente Ferrer)

27 nov 2010

Truman Capote


Hola, Zarigüeyos, os vengo a recomendar una obra que nos han mandado leer en el Club de Lectura de Carlos Huerga. Se trata de los Cuentos Completos de Truman Capote. En ellos muestra un talento inusual desde su juventud. De hecho, muestra sus preferencias homosexuales e intelectuales, y como fue aislado por una madre que nunca comprendió al escritor. Por cierto, que Capote es alta literatura, pues, los Cuentos Completos le sirvieron de práctica para su gran novela-reportaje A sangre fría. Capote, en Cuentos Completos define la América profunda, hasta el punto que, en una entrevista a Carson McCullers, esta negó como Pedro a Jesús, que el propio Capote fuera su Maestro. Traiciones así, solventaron una relación de colegas que nunca llegó a reproducirse; quizás, por la vanidad de la propia McCullers. En los Cuentos Completos, no sólo Capote demuestra su maestría, sino también su inteligencia como escritor y artista. En uno de los cuentos, una chica que es reflejo del propio Capote dice:"como artista me debo a mi obra, el resto es secundario". No hallo vanidad, sino pasión por la escritura, que no le salvó de los excesos del alcohol y la droga. Lo recomiendo, porque enseña como se pueden escribir cuentos desde los mismos recuerdos. ¡Ah, sí! Y hace unos cinco o seis años leí A sangre fría. Excepcional.

Hyeronymus

26 nov 2010

Mi primer soneto

Papá pidió que escribiese un soneto
A mí que no leo ni poesía
Primero saber cómo componerlo
Tratar que no salga una porquería

Buscar cuartetos con cierto recelo
Y los serventesios que ni sabía
O no recordaba desde tercero
¡Cuánto trabajo con la poesía!

Mejor empiezo leyendo a Quevedo
“Érase un hombre a una nariz pegada...”
Qué fácil parece escribir un verso

Si escribo algo así, me quedo pasmada
Lope de Vega tiene otros muy buenos
Difícil no salir avergonzada

Bichos

Recuerda a papá que baje la tapa, no quiero que nos vuelva a pasar lo del lunes pasado. Pobre chica, ¿Os acordáis de su cara de pánico?, la culpa es mía por no haberla informado, sólo me preocupé de enseñarle la casa, insistir en que las camisas de papá necesitan almidón y que no me gusta el olor a lejía. De todos modos, estos bichos están creciendo mucho y aunque son inofensivos, no es agradable encontrártelos corriendo por el pasillo.
Me voy, acordaros de encerrarlos después de limpiar la jaula. Y esperemos que la chica vuelva mañana.

DE PELICULA











Guardaba muchas historias en su cabeza. Solo una pequeña insinuación y, surgían solas.

Un programa de radio quiere que los oyentes cuenten cosas raras que hayan transportado.

Algunas veces ha llamado, pero nunca ha conseguido contactar. Hoy parece que sí.

Deme su nombre por favor. Dijo una voz femenina al otro lado del aparato.

Ah, vaya suerte. Buenos días guapa, he llamado tantas veces que no pensé…

Le ruego que me dé su nombre y por favor ¿puede anticiparme lo que va a contar?

Úrsula, me llamo Úrsula y voy a contar una historia real. Soy una mujer de mundo.

Perdóneme, solo quiero que me anticipe de qué va a hablar y le voy a pedir que sea breve.

Esto… pues en concreto de cuando nos pillaron transportando moldes de kalashnikovs.

Fenomenal, no se retire. Es la cuarta en línea. Me ha dicho que se llamaba Úrsula ¿no?

Efectivamente, soy Úrsula, Úrsula Andrés y debo decirle que estoy súper nerviosa.

Relájese. Voy a ponerle en espera y cuando oiga su nombre, empieza a hablar.

No sé si me va a salir la voz. ¿Voy a poder hablar con don Carlos? ¡Qué ilusión Dios mío!

A ver señora. Vaya haciendo una recopilación de lo que va a contar. ¿Vale?

Nos arrestaron en plena calle. Dos días antes habíamos vuelto de Berlín Oriental…

Disculpe. A mí no me lo tiene que contar. Lo contará en antena. Ahora aguarde callada.

El presentador dio paso a Úrsula. La voz, sonaba distorsionada y finalmente cortaron.

Zafios. Me han dejado con la palabra en la boca. Estos no saben quién soy yo.

HAMBURGUESA HYERONYMUS FEAT. 45


Bueno, aquí estoy otra vez. Por si lo de las patatas eran irlandesas..., no sé, no les pregunté su nacionalidad. La nota no especificaba nada, y no soy un cronista como Herodoto. De manera que os paso la receta de mi Hamburguesa Hyeronymus feat. 45.


INGREDIENTES:

1 o más hamburguesas, compradas en carniceria.

pan de hamburguesa (al gusto)

tiras de bacon

mayonesa

cebolla

tomate

ketchup o mostaza al gusto

aceite

queso


ELABORACIÓN:

Freír las hamburguesas en la sartén. Da igual si se trata sólo de una o más.

Después, freír el bacon en la misma sartén o en una freidora durante el tiempo necesario.

Preparar el pan de hamburguesa.

Cortar la cebolla, en forma de anillos o discos de un grosor de 3 mm. Freír a continuación. También se puede hacer lo mismo con la cebolla roja o dulce (da más sabor).

Incorporar el queso a la hamburguesa, hasta que se derrita, y depositarla en la base del pan.

Poner mayonesa ( es posible que sea light, no pasa nada), y añadir la cebolla frita, y el bacon.

Incorporar el tomate. Añadir ketchup o mostaza y taparla.

Servir rápidamente y consumir.


Os estáreis preguntando cuantas calorías nos metemos en el cuerpo. De 800 no pasa; pero si la carne es sabrosa y sana, disminuye.

No os fiéis de la foto: no es nuestra hamburguesa, sólo es indicativa.

Esta hamburguesa la ideamos mi hermano menor y yo. Freír la cebolla fue iniciativa de ambos. Se le puede añadir lechuga; pero, a lo mejor, la hamburguesa no os cabe en la mandíbula.

La carne de la hamburguesa es española, y se compra en Berlinchón, en Barajas. Es artesanal.

Bon apétit.

SE BUSCA


Perdido Dragón Plateado. Se llama Ironside y es una mascota muy valiosa. Todos los días hablo con él. Su cuerpo es delgado pero fuerte, y mide unos sesenta metros, sus alas extendidas alcanzan una envergadura de doscientos metros. Es cariñoso y trabajador. Lo sé de muy buena tinta porque lo he criado desde que nació de un huevo (ninguno de los míos, malpensados); hasta ahora hemos sido socios, pues años antes, comprobamos que, con sus heces, se podría fabricar abono de buena calidad (el buen ganado lo alimenta); pero, en las últimas semanas, lo he hallado taciturno y poco desprendido. Incluso se pasaba el día durmiendo, como en la ilustración. A lo mejor no lo he tratado bien. Olvidé que es un buen amigo. No te olvides, si lo encuentras de fijarte en sus profundos ojos azules, en un ser de sus caracteríscticas. Se gratificará con un saco de monedas de oro de gran calidad, para los tiempos de crisis. Falta hace. Preguntar por Eric Etruria.

25 nov 2010

Lo prometido es deuda (Patatas picantes de Otik)


Leyendo un volúmen de la serie fantástica de la Dragonlance, he descubierto en sus notas una receta que me ha llamado la atención. He aquí los ingredientes:

1/2 kilo de patatas (de cualquier tipo)

3 cucharadas de mantequilla

1/2 cebolla finamente picada

1 o 2 pizcas de cayena

Y se prepara así.

Raspar las patatas y quitarles todos los ojos. Cortarlas en daditos de 1 centímetro de lado con piel y todo. Derretir la mantequilla en una sartén (lo tradicional es una sartén de hierro, autora dixit) y calentarla hasta que empiece a borbotar. Incorporar la cayena a la mantequilla. Echar las patatas en la mantequilla y freír hasta que queden crujientes removiéndolas de vez en cuando. Incorporar la cebolla y freír un minuto más. Servirlas calientes tras haberlas salado a su gusto. Receta para 2 o 4 personas.

He consultado a Ferrán Adriá, y me ha sugerido que es posible que sea una variante de nuestras patatas bravas (?). Para que luego digan que la Literatura no alimenta. Los autores de la receta son Margaret Weiss y Tracy Hitman, de su obra Las recetas de la Taberna El Último Hogar de la serie Dragonlance.

Buen provecho.

23 nov 2010

SONRISAS Y LÁGRIMAS

(Recuerdos agridulces de hace mucho tiempo.)


Aquella risa la tengo grabada en mi mente, era la más cantarina y alegre que jamás había escuchado y superior a todas las risas de todos los niños del mundo juntos. Su dueña era apenas una mujercita de 12 o 13 años que acarreaba un bebé: su hermanito, o tal vez su hijo. Lo llevaba sujeto a la espalda con una especie de manta multicolor que ataba a la altura de su incipiente pecho. Ella se fue acercando poco a poco hacia mi mesa de trabajo, la curiosidad era más grande que su timidez. Yo la sonreí para animarla, ella juntó las palmas de las manos e inclinó la cabeza al tiempo que murmuraba unas palabras en tailandés que naturalmente no entendí. Le contesté en inglés sabiendo que ella tampoco me entendería, pero al menos le hice saber que no era muda. Me miró sorprendida y siguió hablándome con suaves sonidos que cambiaban de tono como las notas musicales. De vez en cuando se paraba esperando que le contestara, yo invariablemente lo hacía en inglés, y esto le dejaba perpleja pues no sabía de la existencia de otras lenguas que no fuera la suya. Tampoco sabía de gentes con otro color de piel, ni de la existencia de otros países aparte de su jungla en aquel lugar perdido de Tailandia. Le ofrecí una coca-cola, la miró recelosa, comprendí que no tenía idea de que era, abrí otro bote, lo bebí para que me imitara, lo cual hizo enseguida y cuando terminó, su cara expresaba una felicidad que pocas veces vemos en nuestros niños occidentales. Soltó un sonoro eructo y se echó a reír, yo reí con ella y a partir de ese momento siguió parloteando incansable esperando de algún milagro que me hiciera hablar su lengua. Pero como esto no sucedía, de tanto en cuanto se quedaba pensativa, tratando de entender el porqué de esta situación y así pasó el tiempo y mientras yo trabajaba ella fué tomando confianza. Acomodó al niño en el suelo sobre su manta y pronto empezó a alargarme los materiales que estaban extendidos encima de mi mesa y que iba utilizando de vez en cuando. Yo estaba fabricando lanzas retráctiles que necesitábamos para rodar una secuencia de la película que nos había llevado a aquel lugar. Cuado anocheció me dijo algo y recogió al bebé, no sin antes de poner al alcance de mi mano parte de los materiales. Se inclinó y después de saludarme se perdió entre los árboles.
Al día siguiente, hacia las cinco de la tarde, oí pisadas que venían del bosque, era mi amiga y su bebé, pero esta vez venían acompañados de otros dos chiquillos de unos 8 o 9 años. De nuevo el respetuoso saludo tailandés. Luego, la niña, dominando la situación, acomodó a sus amigos en sendas sillas alrededor de mi mesa, la cháchara incansable de los críos y la mirada hacia el cajón donde guardábamos las bebidas me recordó que era la hora de la coca-cola. Les dí un bote a cada uno y ¡ como festejaron aquel lujo! Aquello si que era una gran fiesta. Uno de los chicos cortó en trozos un coco que llevaba en su bolsa y nos ofreció a todos. Estaba recién cortado, jugoso y fresco simplementen delicioso.
Mientras, el trabajo seguía en marcha y yo tenía tres ayudantes. Les señalaba dónde y cómo tenían que cortar las cañas de bambú y ellos, disciplinados, las iban acumulando a mi lado. También les enseñé a anudar los preservativos alrededor de la parte de la lanza que debía retraerse y al poco rato lo tenían controlado perfectamente.
Y pasó un día, y otro, y otro... Durante el tiempo que estuve en aquel improvisado taller, en medio de la selva tailandesa, no faltaron nunca a su cita a las cinco de la tarde. Ellos ponían los cocos y los anacardos, yo, las coca-colas y todos éramos los más felices del mundo compartiendo nuestros pequeños tesoros. Hasta llegaron a acostumbrarse a nuestro pequeño problema con el idioma, por señas nos entendíamos perfectamente.
Pero todo termina y a los siete u ocho días de estar en aquella localización nos marchábamos a rodar a otro lugar. El día anterior a nuestra partida me las arreglé para requisar las coca-colas y las chocolatinas que quedaban en el campamento y esperé.
Mis amigos vinieron a su hora de siempre. Se organizó la merienda, ellos prepararon los cocos y los anacardos, yo las bebidas y alguna que otra golosina que había substraído del catering. Nos dimos nuestro pequeño festín, riendo como siempre a cada sonoro eructo de los niños. Estos, de vez en cuando, miraban inquietos la mesa de trabajo que estaba limpia de materiales y, la vista del campamento casi totalmente desmantelado, sin duda les preocupaba y empezaron a preguntarme cosas que no tenían respuesta...
Cuando terminamos la merienda me levanté, abracé uno a uno a los chiquillos, que ya eran cinco más el bebé y tragándome las lágrimas les despedí. Repartí todos los botes de coca-cola que podían cargar entre todos y les hice señas para que se fueran. Antes de perderse entre los árboles del bosque me miraron por última vez. Nunca supe sus nombres...



22 nov 2010

Visitas nocturnas

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada y la nevera entreabierta.
Ya sé, ya sé que son inofensivos, pero no puedo evitar sentir cierto temor cuando, algunas noches, les oigo merodear por la casa.
Hasta ahora, el único rastro de su presencia eran sus pequeñas huellas sobre la mesa y por el suelo de la cocina, pero últimamente están avanzando posiciones y he notado que se pasean por otras habitaciones.
Lo del baño me ha desconcertado. Mi marido y los niños no se han movido en toda la noche.
Pero por esto no paso. Esta noche caen.

Equívoco fatal

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada y no he podido refrenar mi impulso. He cogido las tijeras, he abierto la puerta del armario y me he puesto a cortar las mangas de sus camisas, comenzando por las azules de gemelos.
Cuando ha salido de la ducha, me ha encontrado enfrascada con las blancas, y un caos de perchas y camisas hechas jirones esparcidas por el suelo.
Sin perturbarse, en tono condescendiente, me ha soltado: “Cielo, lo siento, no sé cómo te has enterado, pero te juro que ha sido algo puntual”.
Entonces, calmada, he seguido cortando, como en éxtasis, pero esta vez comenzando por el principio.

21 nov 2010

TERCERA VISITA: 45 y la confesión de Don Camilo (José Cela)


45 recogió unas hojas impresas de sus últimos informes. Ojeó los documentos, hasta que un viento frío, demasiado semejante a una ventosidad desagradable, le arrebató los papeles. Una voz prepotente se escuchó en el despacho. Etérea, nada espiritual, y con muy mal humor. 45 formuló la pregunta:

-¿Qué se le ofrece?

-En primer lugar, señor carpetovetónico, una silla donde reposar mis posaderas, para que el viajero fatigado descanse. Y luego, a esa moza pedorra, meona y cagona que tiene como secretaria, para llevar a cabo trabajos manuales de índole íntima. Ya comprende.

-Eso es imposible, señor...

-Don Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura, adalid del Gobierno, y figura de la Literatura, en profunda crisis, claro está. ¿Me ofrece a la moza?

La figura de Don Camilo de una nitidez que se iba materializando, le mostró con su oronda panza de Sancho, y una mirada más verde de lo habitual.

-Ah, Don Camilo. No le había reconocido.

-Y la moza. Menuda jaca. Será un placer montarla.

-Pues va a ser que no-replicó 45, por cierto, bastante molesto por la insistencia de Don Camilo en montarla como una yegua, sin educación, ni objeto de respetarla. No lo pensaba permitir.

-Si quiere le hago el número de absorber diez litros de agua por el ano. Tengo los intestinos muy flexibles. ¿Lo quiere ver, señor 45? 45, que nombre más ridículo. Seguro que se lo inventado algun escritor mediocre y deficiente mental.

-¡Basta, no le permito ningún insulto ni desprecio hacia mi nombre u origen! No se lo permito. Venga su caso, o larguese, que no estoy para tontadas ni idioteces.

-Un respeto, joven, que soy Don Camilo (José Cela), Premio Nobel...

-¿Cómo que un respeto..., ¿ a que le sacó a patadas del despacho, cenutrio, zafio, guarro, marrano?

-Eso son palabras mayores y defecaciones menores. Soy un fantasma y merezco respeto.

-Claro, como no debe nada a nadie...

-Pues Madera de Boj fue mi mejor y más compleja novela. Puse en ella todo mi talento y mi cultura.

-En realidad fue una cagada-volvió a llevarle la contraria a Don Camilo.

-No es cierto.

-Lo es, Don Camilo. Ese mamotreto inútil demostró que lo perdió cuando gano los cincuenta millones del Premio. Ah, y a mi secretaria ni tocarla.

-Pero si es una meona, está sucia...

-¡Chist! Exponga su caso.

-Bueno, sí-se tranquilizó el escritor-es que plagié. Pero que no lo sepa nadie. Lo hice por una crisis creativa (pero no lo diga); creo que, incluso, mejoré la obra plagiada. Fue un renacimiento; pero, olvídelo...

-¿Y en qué lo puedo ayudar?

Don Camilo se lo pensó.

-¿La secretaria?

-¡Y dale! Que no. No insista.

-Pero es que en donde estoy hace frío, y no hay distracciones. No me dejan escribir esos pajilleros demonios..., es imposible. Un poquito. Además, ya ha escuchado mi confesión, un poco.

-¡Fuera de aquí, Don Camilo, fuera!

-¡Hay que joderse, qué mal folla la juventud de ahora!

Y el fantasma de Don Camilo (José Cela) se desvaneció con el viento que había venido, con el desagradable ruido de la ventosidad más irreverente. 45 abrió el ventano, y tomó aire. Casi no podía respirar. ¡Qué experiencia más horrible!, pensó. Un viento más fuerte volteó en el espacio, los documentos impresos de 45.

-Hasta los muertos se vengan-comentó-,y no somos nada.

18 nov 2010

ANA

El pantalón se le cae debido a la extrema delgadez y los rotos aislados dejan entrever las carnes que, no hace tanto, fueron recias. Las mangas de la camisa, o las del jersey, siempre bajadas. Algunas veces le están tan largas que le tapan las manos.
Del frío se protege con una chupa de cuero que solo le cubre hasta la cintura.
La melena teñida de rubio platino, por la que asoma una raíz negra de varios centímetros, la lleva permanentemente desaliñada.
Le han salido escamas por toda la cara y por todo el cuerpo y sus pupilas están casi siempre dilatadas, lo que impide que se vea el verdadero color de sus ojos.
Balbucea al hablar y por la calle pasea de abajo arriba y de arriba abajo, como si en el tránsito fuese a encontrar una salida.
Algunos babosos sin escrúpulos merodean por su territorio. Hoy ha tenido suerte, diez euritos por una mamada y veinte por un polvo rápido. Suficiente para subirse en la próxima cunda.
En el poblado compra la mierda que la mantiene viva…
 

A VER SI CAMBIAMOS DE AIRES

A mí me empiezan a entrar dudas.

Al principio, cuando llegué, nunca discutían.

Anteponían nuestra relación a cualquier otra cosa.

Al poco tiempo, me convertí en el rey de la casa.

Al regresar del trabajo les gustaba dormitar un rato y yo me acurrucaba entre ellos.

Ahora pasan días enteros sin mirarse a los ojos y el sofá es solo para mí.

Ayer, ni aparecí por la cocina mientras se chillaban.

A lo lejos les oí hablar de un lugar llamado El Refugio.

Al parecer se trata de un hotelito con encanto.

A ver si cambiando de aires todo vuelve a ser como antes.

13 nov 2010

Berlanga In Memoriam

Il Silenzio from Brandon Noonan on Vimeo.

Se nos ha muerto el mejor director de cine español. Este es mi pequeño homenaje y se lo dedico a Grumpy

¿La última noche?. Last smoke, last drink...



Ella estaba sentada en su lugar favorito. El humo de su cigarrillo subía incansable hacia el infinito envolviendo su cara en otros tiempos atractiva. Desde lo alto de sus tacones interminables y del taburete donde se sentaba, me hizo una seña para que me acercara. “Johnny, tómate una copa conmigo, hoy invito yo”. Dijo al tiempo que pedía mi whisky favorito. “Sabes, esta noche no voy a trabajar, quiero pasarla con mis amigos...Tú eres mi amigo, ¿no?”. Me preguntó suplicante. “Por supuesto Marilyn, y siempre lo seré...” Ella medio me sonrió a través del humo compasivo que diluía su rostro ajado por los años, por los cigarros de unos y otros y por tantas otras cosas. “Sí, quizás tú eres el único que nunca intentó ponerme la mano encima y eso a veces es de agradecer, además te garantiza la amistad sin intereses a corto o largo plazo ¿no crees?”. Me quedé mirándola durante unos segundos antes de contestar. “Puede que tengas razón Marilyn, pero debes saber que si nunca intenté tener algo contigo fué porque siempre tenías la luz roja encendida, ni siquiera los domingos descansabas.” Me pareció ver una fugaz sonrisa en sus ojos. “Tómate otra copa, sigo invitando yo. ¿Sabes? los domingos por la mañana si me los he tomado siempre libres, mi madre era de Irlanda y me enseñó a ir a la iglesia. Pasara lo que pasara, yo siempre he estado en San Patricio el domingo, en misa de once. Hasta cuando mi primer marido me rompió el brazo, con la escayola recién puesta, desde el hospital me fui a misa, para agradecer que no me hubiera roto también la cabeza.” Volvió a pedir otra ronda de copas, añadiendo un tercer whisky para Susi, la camarera que hacía rato nos escuchaba en silencio desde el otro lado de la barra.
“No sabía...” Intenté retomar la conversación, pero Susi me interrumpió. “Los hombres nunca sabéis nada, sois ciegos mentales, siempre necesitaréis una mujer que os dirija para que no tropecéis con todas las farolas que la vida os pone delante, a veces será vuestra madre la que os guié otras vuestra mujer, o la amante de turno... Sois seres desvalidos y desorientados, pero no lo sabéis.” El local se había ido llenando de humo y de gente a partes iguales. Mi cabeza daba vueltas y más vueltas a las frases más serias que jamás había escuchado en un lugar como aquel y en unas mujeres fáciles de desnudar por fuera, que no por dentro. Por fin tuve el valor de preguntar: “ ¿A que viene todo esto?” Marilyn, con un gesto reflejo, pasó su mano por los largos y estrambóticos pendientes que solía llevar antes de contestar: “Johnny, posiblemente esta sea la última noche que nos veamos. ¿Recuerdas el hombre que suele venir a verme los quince de cada mes? Dice que quiere tener algo más serio conmigo. Que no es solo atracción sexual, que está dispuesto hasta, si es necesario, firmar los papeles de su divorcio...”
Entonces exploté..."¿Pero tú te lo has pensado bien? ¿Te gusta como hombre? ¿Serás capaz de atarte a alguien a estas alturas de tu vida?
Me miró melancólica y dijo:
“De eso se trata precisamente. ¡A estas alturas de mi vida! Para nada me lo he pensado. Yo no pienso las cosas serias, me dan miedo. Ya sabes que lo único que pienso es en cuando me compraré ese bolso que me gusta tanto y cosas así... Que quieres que te diga, tampoco sé si me gusta o no. Solo sé que no me disgusta. Solo sé que este local dejará de ser el mismo cuando a primeros de año se deje de fumar en él, que ya no habrá rincón de confidencias al calor de una copa en la mano y un cigarrillo en la otra. Nada será igual, quizás porque ya hace tiempo que somos otros. Y hasta el trompetista, Tonmy, ese que no alcanzamos a ver por el humo, al que escuchamos una y otra vez, desgranar su música dulzona, algún día terminará su balada y el silencio nos aplastará. Quizás para entonces, será bueno que no estemos aquí...
Hizo una pausa y extendió una mano cuajada de estrafalarias sortijas para acariciarme. Dejó un pequeño raspón en mi mejilla y prosiguió.
“¿Sabes Johonny lo que más me jode? Que tendré que aprender a ser otra y que me he dado cuenta de que mi trasero ya vale menos que mi cabeza...”

12 nov 2010

Segunda Visita Fantasmal: Vicente Blasco Ibáñez y el cuento sin escribir

45 se dedicó a dar paseos por el despacho. Sin esperarlo ecuchó unos golpes en la puerta, con un ritmo lento, pero continuado. Un toc, toc, toc insistente. En un principio creyó 45 que se trataba de un vampiro o algo parecido. Escuchó otra vez el toc, toc, toc de nuevo. De manera que se dispuso a abrir.
Se encontró con un tipo que gastaba bigote decimonónico, y moreno de escaso cabello y alopecia incipiente. Vestía traje de buen corte, y se caracterizaba por su modo de hablar, con un ¡sis plau! levantino.
-¡Sis plau, detective! Soy Visente Blasco Ibáñes. Venía a fablar con usted. Verá, es que tengo un pequeño problema que no he resuelto desde que morí. Escribir un cuento, por lo menos.
45 escuchó, pero se temía que un lío se acercaba.
-A la Biblioteca Nacional no voy. Su colega Quevedo me gastó una broma que no he olvidado.
-Vamos, que se ha picardeado. ¡Este Quevedo, cómo es!-comentó Blasco Ibáñez.
-Está bien, acepto su caso. Pero a la Biblioteca Nacional, no voy. ¿Qué desea escribir?
-¿Tiene una Woods?
-¿Una qué?
-Una máquina de escribir, cap de faba.
-Ordenador, sí. Esas antiguallas están pasadas de moda.
-Me servirá, sis plau, qué remedio.
-Todo suyo-lo invitó 45.
Y 45 se puso a observar como evolucionaba el fantasma de Blasco Ibáñez. Es decir, la forma espectral y casi sólida del escritor valenciano, que era un fantasma de forma, de hecho, pero no para faltarle el respeto, y llamarlo "fantasma", con eso de ser, en todo caso, un fantasma auténtico o alguna proyección de su persona en el plano etérico.
Don Vicente se dedicó a escribir sin pausa, mientras se quejaba de la lentitud del programa de Word que, en todo caso, y dependiendo del PC, modificaba su velocidad según su memoria.
-¿Cómo va todo, Don Vicente?-preguntó 45.
-No me desconcentre, pardal, que la escritura necesita tiempo. Recuerde que cuando yo vivía llegué a ser el primer español levantino que vendía obras como bestsellers. Dejaba a Don Benito fuera de onda.
-¿Y qué piensa de Vázquez-Figueroa?
-No me hable, por favor. Este, mi sucesor canario, es un principiante. Escribir escribe, pero no alcanza el Parnaso de las Letras. Demasiado comercial.
-¡Pero, Don Vicente!-replicó 45- Soy seguidor de Vázquez-Figueroa.
-Perdón, pardal. No lo sabía.-se disculpó Blasco Ibáñez.
-Bueno, no le moslesto más. Necesitará estar solo. El Arte es el Arte.
-No, pardal, ya he finalizado. Mi primer relato de realidad-ficción, de tema casi periodístico, pero pura literatura...
En esto, 45 se preguntó sin Don Vicente no estaría lanzándose flores, porque había caído en que el autor valenciano era demasiado fatuo, o demasiado pagado de sí mismo.
-¿Puedo imprimirlo?
-Adelante-invitó el detective.
Tras un bisbiseo de la impresora, un folio y medio salió de la máquina. Blasco Ibáñez recogió los dos folios, los examinó, y dijo:
-Para usted, pardal. Se llevará una sorpresa.
Y, en cuanto Blasco Ibáñez se esfumó, literalmente, como hacen los fantasmas, que se diluyen como el humo, demostrando así, que transgreden las leyes de la física, incluso lo estipulado por la física cuántica y las matemáticas que, como tales, no creen en supersticiosas fantasmagorías. ¡Cómo está el mundo! Y sí se llevó una sorpresa, porque el cuento, empezaba así:
"45 se dedicó a dar paseos por su despacho..."

Festival Eñe

Hola compañeros:
Este viernes 12 y sábado 13 se celebra la 2ª edición del Festival Eñe en Madrid. Es en el Círculo de Bellas Artes y allí van a estar presentes varios de los mejores escritores del momento, con conferencias, mesas redondas, talleres.
Un ambiente "cultureta" y literario interesante; se puede pasar un rato entretenido viendo gente, oyendo a algún escritor, hojeando libros, etc. Y luego, pues a tomar unos vinos por los alrededores, que es el cierre perfecto.
Eso sí, cuesta 15 euritos.
Os dejo info por siaca:
http://www.circulobellasartes.com/ag_humanidades.php?ele=159
http://www.revistaparaleer.com/festival-ene-madrid-2010. Esta web es interesante. La revista Eñe es trimestral y recoge relatos cortos sobre un determinado tema. Está muy bien editada y es una lectura agradable para saber cómo está el patio literario. Os la recomiendo.

Un saludo
Jose

Una historia terminable




Esta historia es la de una princesa que vivía sola en un palacio.
El palacio estaba lleno de cosas que había recopilado viajando por todo el mundo.
Era, verdaderamente, un lugar extravagante, fiel reflejo del carácter de la princesa.
Ella era una mujer con un estilo muy personal, alegre y bastante instruida.
En su palacio cada rincón tenía un significado y ella disfrutaba mimándolo todo.
Era también consciente de que a ella no la mimaba nadie. Hasta que un buen día…
El cochero que la llevaba y la traía de la villa cruzó con la princesa una mirada.
Ella le sonrió y le devolvió la mirada.
En otra ocasión y tras varios meses de miradas cruzadas, él se atrevió a tocarla.
En un tropiezo, al subir al coche, la princesa se caía y él la sujetó por la espalda.
Ella le increpó con elegancia principesca diciéndole…
Enrique, por favor, quite sus manos de mis senos que ya estoy erguida. Gracias.
Él se disculpó, pero a continuación puso las manos en su cintura y le ayudo a subir.
En lo alto del carruaje ella se le quedó mirando y le dijo…
Esta tarde le espero en mi casa. A las cinco. Quiero agradecerle sus servicios.
El cochero acudió a la cita y ella le recibió ataviada con sus mejores galas.
En la sala se sentaron uno frente al otro y la princesa se interesó por su vida.
Él también estaba solo. Viudo desde hacía unos años, se vino a vivir a la villa.
Entablaron conversación hasta bien entrada la tarde y la princesa le invitó a cenar.
Él aceptó. Aunque de distinta clase social, se le veía refinado. A ella le gustaba.
Estas reuniones se fueron haciendo más frecuentes, pero siempre a escondidas.
Ella no quería perder su estatus social y estaba mal visto mezclarse con la plebe.
Él, con el tiempo, se cansó. Lo quería todo. La quería a ella. La quería para él.
Ella lloró su marcha, pero su reputación quedó intacta para con sus amistades.
El tiempo la volvió arisca y bastante insoportable, siempre encerrada en su palacio.
El pasado llenaba su estancia de cosas, pero no supo hacerle un hueco al futuro.
FIN (de momento)

11 nov 2010

El oficio del poeta


Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,

medirlas, sopesar

su cuerpo en el conjunto

del poema, y después,

igual que un artesano,

separarse a mirar

cómo la luz emerge

de la sutil textura.

Así es el viejo oficio

del poeta, que comienza

en la idea, en el soplo

sobre el polvo infinito

de la memoria, sobre

la experiencia vivida,

la historia, los deseos,

las pasiones del hombre.


La materia del canto

nos lo ha ofrecido el pueblo

con su voz. Devolvamos

las palabras reunidas

a su auténtico dueño.

J.A. Goytisolo

8 nov 2010

Contentos de no ser quien son

“Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas”. Así pasa, que después de los primeros encuentros y los primeros disfrutes, ni Dios quiere devolver sus pulseras para deshacer el entuerto.

7 nov 2010

ADN

“Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas.” Me contó Juan en un acto de sinceridad absoluta y vendiéndome el privilegio de su secreto.

Yo no tuve más remedio que dar parte.

A él, después de tomarle declaración y tras hacerle un exhaustivo estudio, le ingresaron en el psiquiátrico municipal.

Su locura supuso realizar miles de pruebas de ADN y la destitución de la consejera de sanidad.

Las madres estaban seguras de recuperar a la sangre de su sangre. Pero, para algunos padres, la sorpresa fue mucho mayor. Sus cromosomas no encontraron coincidencia con ningún otro.

Identidad uniforme

Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas y cualquier objeto que, de algún modo, permita a sus madres reconocerlos individualmente.
Mi misión, cruel en apariencia, es fundamental para el futuro Bienestar de nuestra Sociedad. Los Protectores así lo han manifestado y ellos nunca se equivocan.
Gracias al experimento —del que modestamente formo parte— se demostrará que los lazos familiares no son sino un invento de sociedades atrasadas, y, consecuentemente, que es más racional mantener el cordón umbilical de los sentimientos con el Estado, que vela por el Bien Común.
Incomprensiblemente, he flaqueado al prometer a mi madre que conocerá a su verdadera nieta. Y voy a cumplirlo.

6 nov 2010

Mürrisch

La conocí en Sevilla en el otoño de 2038. Por entonces yo impartía clases de Econometría Aplicada en la Universidad Hispalense y disfrutaba por las tardes dirigiendo varios talleres de poesía que organizaba el Ayuntamiento en su red de bibliotecas.
En una de ellas, casi esquina con la calle Betis y desde cuyas ventanas se podía ver como las aguas del Guadalquivir discurrían con perezosa melancolía —alumno del Taller, dixit—, se presentó ella como Felisa Robles. Inmediatamente, me vino a la cabeza el nombre de la premiada guionista de una de mis series favoritas de televisión. No recuerdo ahora el título, pero si la trama a grandes rasgos: un variopinto grupo de pequeños monstruos cibernéticos (algunos, los menos, bastante grandes), hechos de látex y otros materiales primitivos,  moviéndose por escenarios que recordaban vagamente a los olvidados cuentos de hadas pero instalados en un futuro bastante próximo (el 2050 si no recuerdo mal), se encargaban de impartir justicia —a su peculiar modo— y desenmascarar inmisericordemente  todas las ñoñas estupideces que llevaban a la sociedad descrita a un abismo político y moral irreversible.
—Por supuesto que soy yo— me dijo, como si hubiera leído mi pensamiento. Me dejó un beso en cada mejilla y unos pequeños cortes, hechos por unos estrafalarios pendientes, grandes y de llamativos colores, que a su vez hacían juego con innumerables abalorios que llevaba en las muñecas, dedos y cuello.
—Encantado, es para mí un honor tenerla en mi clase— le contesté cortésmente inclinando levemente la cabeza; mientras, no podía dejar de admirar su floreado vestido verde y rosa, y los zapatos color esmeralda de puntas redondeadas dobladas hacia el empeine. ¡Insuperable contrapunto al gris ceniza metalizado que imperaba en la clase y por extensión en la homogénea diversidad de la sociedad en su conjunto!
Tampoco le iba a la zaga el hombre que, desde el primer día, se sentó — ¡¿interpuso?!— entre ella y yo. Vestía todo de blanco, camisa, traje de lino —arrugado y sucio—, zapatos y sombrero. No era ni alto ni bajo; de cabellos largos —blanco ceniza— no presentaba rasgos significativos en su rostro, salvo su mirada, como sin vida, que yo achaqué a su avanzada edad. Tomado en conjunto, parecía un personaje extraído de una novela norteamericana de principios del siglo XX, y por su lenguaje corporal, no tuve dudas que Martin Joyce, ese era su nombre (o al menos, como firmó el soneto que más tarde reproduciré), era pareja de Felisa Robles.
Desde el comienzo de clase algo insólito sucedió. Cuando yo me dirigía a Martin el resto de los alumnos —salvo Felisa Robles— se miraban entre sí, extrañados primero, y, más tarde, divertidos como si les estuviera gastando una broma, o como me confesaron dos días después (tomando unas cañas y unas tortillitas de camarones en el bar Estrella de Metal), como si estuviera interpretando al Comendador en el Tenorio de Zorrilla, y les pusiera así  algún tipo, raro, de prueba. Más chocante aún fue lo que ese mismo día me contó Felisa Robles, una vez se marcharon todos sus compañeros, a excepción, por supuesto, de Martin.
—Verás— me dijo, tuteándome con natural desparpajo. Poco después de divorciarme, una inédita vena escritora se apoderó de mí. Cuentos, sátiras, guiones de cine y televisión, novela negra…, prácticamente toqué todos los géneros literarios en prosa, y no sin éxito, como supongo conoces.  Me creé un heterónimo, Mürrisch, que encarnaba los más hipócritas valores conservadores de la sociedad. Le hice protagonista de varios de mis relatos, especialmente de la serie negra “El infierno en la otra esquina”. Le daba réplica en algún título un personaje —Marcos Juárez—, separado de facto de la mujer con la que llevaba casado más de 40 años que, a la sazón, era íntima amiga de Mürrisch. En un momento dado, fruto de un repentino amor o de un acaloramiento pasajero, Marcos pasa de la insinuación sutil a la torpe acción más propia de un jovencito. Ella, sin duda, se siente halagada, pero al mismo tiempo, se ve obligada a pararle los pies, en parte porque se siente desconcertada y, en mayor medida, porque sabe que las personas de su círculo más próximo iban a tildar esa relación, cuando menos,  de escabrosa y, desde luego, desaconsejable.
—Bien, te preguntarás por qué te suelto este rollo—  con la voz quebrada Felisa se echó en mis brazos sin poder contener el llanto. ¡Es horrible! Necesito que me creas… y que me ayudes.
—Lo siento, pero no comprendo nada— le contesté, mientras sacaba un pañuelo de mi chaqueta.
— ¡Por favor, ayúdame!— insistió. Hizo un leve gesto con su mano y Martin, solicito, se acercó presuroso.
— ¡Mira! —me gritó, mientras me pasaba el papel que le había traído Martin.
Lo miré y leí el soneto manuscrito que aquí transcribo:

            Abrasado como una negra hoguera
            por el brillo sonriente de tus ojos
            ¡amada! ante ti, caigo de hinojos
            peno y mi corazón espera,

            Perdón por mi falta de prudencia
            mano sin pulso ya, lúbrica tea.
            Preso sin sueño, sueño tu presencia
y el peso de la pasión que me golpea.

Deseo encender la sutil madeja
del te quiero me quieres, vivida
en soleado otoño y perla vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la poesía, que no deja
huellas de los besos sin despedida.

— ¡Sigues sin entenderlo, verdad! Lee esto. Y me pasó un libro de poesía editado en 2010 en el que ella figuraba como autora y contenía un soneto precioso en el que, sin duda, se inspiraba el que acababa de leer en el papel.
—Felisa si esto es una broma, de verdad que no le encuentro la gracia— le dije, sin poder ocultar mi desagrado por una situación que cada vez comprendía menos.
—¡¡Pero no te das cuenta que sólo tú y yo podemos ver a Martin!!— exclamó, al tiempo que le empujaba, y al caer al suelo, me pareció que tropezaba con varias personas sin que estas se inmutaran.
— ¿No lo ves? No es real— siguió histérica. Tienes que ayudarme a deshacerme de él. Tú eres el único que puede. Por alguna extraña circunstancia, tú adviertes su presencia.
—Bien. ¡Vale, vale!— le dije, al tiempo que hacía una seña al camarero para que me trajera la nota. ¿Qué quieres de mí?, perdona pero es que se me ha hecho un poco tarde, continué con la máxima amabilidad que pude, pero sin disimular mi impaciencia.
—Échame una mano para acabar este cuento y devolver a Martin, o a Marcos, a quien coño sea, al lugar del que nunca debería haber salido. Yo sola no puedo, de algún modo se ha apoderado parcialmente de mí y escribo a su dictado— me dijo, poniendo unos papeles encima de la mesa.
Finalmente, me convenció o, más bien, me conmovió su mirada suplicante y un tanto extraviada. Acabamos con el pobre Martin en pocas líneas y con un estilo melodramático ya en desuso: se suicidó colgándose con una cuerda en la modesta pensión sevillana que ocupaba; no pudo soportar los desaires amorosos que su amada le infligía una y otra vez.
Fue la última vez que la vi… hasta anteayer. Era viernes por la noche y estaba tomando unas cervezas con unos amigos en una tasca madrileña de la cava baja. Llevaba ya casi dos años en Madrid donde me había trasladado al poco tiempo de lo acaecido en Sevilla. Felisa seguía igual, era el colorido centro de atracción del local; junto a ella, me pareció ver a un tipo de similares características a Martin. Me marché sin saludarla, e incluso me llegué a convencer que en realidad todo había sido fruto de mi imaginación ayudada por el exceso de alcohol que llevaba.
Hoy, leyendo el periódico, dos noticias menores, sin aparente relación, iluminaron como por ensalmo mi cerebro: la reseña bibliográfica del nuevo éxito de una escritora y el suicidio por ahorcamiento de un individuo del que se mostraba una fotografía reciente.
Salí de casa precipitadamente a comprar el último libro de Felisa Robles.