6 nov 2011

Un Joyce gigante

¡Hola, Zarigüeyos! Por lo visto, veo que habéis abandonado el blog temporalmente, porque está más desierto que unn oasis en una isla tropical, que ya es decir. Esta vez, os recomiendo una biografía sobre James Joyce, Joyce, de Edna O'Brien. Por cierto, que, buscando imágenes del libro, también había de la autora, que ha envejecido regular, y ya es casi una anciana con el cabello plateado. Pero regresemos a la publicación. La vida de Joyce estuvo basada en su genialidad, pero apenas tuvo suerte en la edición de sus libros. Dublineses no pudo publicarlo, porque, según los editores, sus relatos eran obscenos. También con Stephen el Héroe, futura novela de El Artista Adolescente. Y no digamos del Ulises, en donde Joyce introdujo sus pulsiones sexuales, su frustración como genio no aceptado por la sociedad inglesa e irlandesa (más adelante, se lo pensaron mejor) y su obra maestra sufrió muchos cambios, y fue de editor en editor. En EE. UU. la obra ni se publicó, porque, según los puritanos de allí, además de "obscena" era "pornográfica y atacaba a la Iglesia". Ahí es nada. Incluso recibió una crítica poco favorable desde las estancias papales, asunto que a Joyce le hizo reír. Como todo genio, fue un incomprendido, calavera, bebedor y con el sexo desatado, lo incorporó a la historia de Leopold Bloom, y se basó en la realidad. Inventó un nuevo lenguaje, si tenemos en cuenta que creaba palabras nuevas de ambiguos significados (si alguien no comprende ambigüedad, que la desambigue en Wikipedia..., ¡es broma!). La incomprensión llegó porque los capítulos no se entendían. Lo novedoso nunca se comprende, de manera que le compadezco al autor irlandés, porque siempre ocurre lo mismo. La vida de Joyce fue un completo desbarajuste. Con el tiempo perdió la vista y, mientras escribía el Ulises perdía, también, la capacidad de escribir alguna línea. Utilizaba lápices negros y tintas de diferentes colores para poder distinguir los párrafos y oraciones y frases. Y la obra maestra, su obra maestra que nos legó, le llevó veinte mil horas de creación que, creo, son algo así como cinco o seis años, desde el primer borrador, y me faltan años, seguro. Edna O'Brien nos muestra la humanidad del escritor, y si Joyce era un gigante, las obras que nos legó, siendo universales, nos engrandecen a nosotros. Lástima que muriera sin haber visto un céntimo, o haberlo gastado a la primera oportunidad. Ser genio es lo que tiene.
Sign: B JOY