14 jul 2011

Saga Tusitala. Castillos en el Aire. (En busca de Tusitala, 5) Dedicado a Lupita

45 tomó confianza, durante los dos últimos meses, con los compañeros del Taller, quedando en amigos, y tras salir, después de la clase, a tomar algo. Gracias a eso, empezó a preguntar y reunir información sobre Tusitala.
En primer lugar, al tipo excéntrico, del bigote y perilla quijotesca, se le antojó a 45 sospechoso. Había días que no se quedaba, y sus ausencias repentinas quizás tuvieran algo que ver con la desaparición de Tusitala.
45 no dejaba de formarse o imaginarse castillos en el aire; pero el enigma carecía, en cierta manera, de solución. Aún se encontraba muy lejos de la meta. Pero la meta no era lo importante.
Algunos amigos del Taller, le daban pistas un tanto vagas. Suponían que se había ido de viaje. Tratar de esclarecer la repentina desaparición de una persona sin rostro, era el mayor de los misterios. 45 no podía trabajar así, porque, a partir de unas pistas demasiado básicas, no conseguía atar cabos. Y si lo lograba, estos cabos se desataban debido a que la teoría analítica carecía de peso, y se había vuelto liviana e imposible de retornar a unir.
Pero 45 no se daba por vencido. Sabía como buen sabueso, que hay pistas que llevan a la verdad, e indicios que, por escasos que parezcan, se pueden resolver con facilidad. Incluso decidió, desde ese momento, utilizar todas las líneas de investigación, hasta agotar los recursos. O, mejor dicho, agotar todos los recursos.
45 abordó a Jose. Jose era un tipo culto y leído. Y, en el momento de hacerle la pregunta, añadió, el propio Jose, que Tusitala escribía su propio blog Pensamiento Libre. Y añadió un dato más: que Hyeronymus había acoplado el blog a su propio blog.
Esto se le antojó a 45 más sospechoso. ¿Es posible que Hyeronymus hubiese utilizado algún arte para borrar a Tusitala del mapa? Como esta pregunta le pareció capciosa, malintencionada, y fuera de lugar, 45 decidió que su actitud sólo se trataba de un prejuicio más. Le bastaba observar y examinar los ojos de Jose, tras las gafas, para saber que había juzgado a la ligera a ese tal Hyeronymus.
Pero se trataba de una pista valiosa (otra más) con la que resolver el rompecabezas de la repentina desaparición de Tusitala. En cierto modo, todos podían ser sospechosos pero, ¿hasta qué punto?
Decidió consultar el blog de Zarigüeya, y encontró una novedad. Un internauta se presentaba como: “Aquel que algún día, en algún mes, escribirá algo…” ¿Es posible que fuera Tusitala? De momento era un pista muy valiosa, y era una especie de prueba de vida. Lo más seguro es que Tusitala se hallara en algún lugar; pero los castillos en el aire no se sostenían solos. De hecho, al detective, se le antojó una prueba sólida: Tusitala estaba vivo, y con eso le bastaba.
Una de las reglas de un sabueso buscando pesquisas, es no darse por rendido. Quizás las pistas no fueran sólidas, pero el camino a seguir consiste en reunir todas las pruebas, y explorar todas las opciones. 45 no pensaba darse por rendido. Incluso esperaba que, por lo menos, la gloria lo sonriese. Hablando en plata, que quería ser tan reconocido como su amigo Espada que, desde luego, no era tan brillante como él, pero pelillos a la mar.
45 se levantó de la mesa, y se puso a saltar en su despacho con el ordenador encendido. Se sentía contento y alegre. Una pista. No estaba mal. Por lo menos, aunque se demorara una eternidad; y no olvidaba que, con este caso, que no podía resolverlo en horas, esperaba superar al mismísimo Samuel Espada. Y, también, por otra parte, que había subestimado a su amigo y colega; y que el mundo, por mucho que fuera redondo, otros se convencían de que era, desde luego, plano.

3 jul 2011

Larry Brown, filósofo de la América Profunda

¡¡Hola, Zarigüeyos!! La obra que os presento a continuación me llamó el pasado jueves, 30 del mes pasado. Después de un mes leyendo los libros que había sacado de préstamo de la Biblioteca, regresaba al hogar, como si hubiera regresado de la guerra o de alguna expedición a tierras exóticas.
Larry Brown es un autor que apenas se conoce en la Península. Su manera de escribir es semejante a Hemingway, Faulkner o Carson McCullers. De hecho, me hice con el libro de cuentos, porque Julio, uno de los bibliotecarios, me dijo:
-Han llegado fondos nuevos.
Entonces, giré el cuerpo, después de dejar mi bolsa roja y negra, y me dirigí al estante de las novedades. Y encontré el libro de cuentos de Larry Brown: “Amor Malo y Feroz”. El título me llamó la atención; pero yo siempre he huido de las novelas románticas, y más de las baratas que no me hacen gracia. De todas maneras, decidí arriesgarme, y consulté el traductor, Luis Ingelmo. Me sonaba, pero de otras novelas. Por cierto, que su traducción no fue por obligación, si no por oficio y desprendimiento. Ingelmo llegó a USA, y se dio de bruces con el autor tras ver una película del mismo título, y se trajo varias obras de Larry Brown a España, de contrabando. Tradujo ésta, y las dos obritas que la componen (el resto son relatos sobre la desmesura del amor, como se pierde, o como la hermosa mujer de un marido obsesionado con un exhibicionista pervertido, le pone la cornamenta con su jefe-el de ella, no el del marido-y lo busca el desgraciado jubilado, y se da cuenta de que su vida es un desastre); su manera de escribir es directa, precisa y pulida. Y no se anda con digresiones absurdas. Los cuentos narran lo que narran, y no es posible cambiarles una coma. Son perfectos, y autobiográficos.
No me arrepiento haberlo sacado de la Biblioteca. Me he llevado una sorpresa, porque, quienes describen su vida, la de los personajes, los mismos protagonistas, son unos perdedores, con traumas, con el amor que, a última hora, se derrumba, o no llega a consumarse. De hecho, Larry Brown se dedica a ser autobiográfico. Incluso habla de sí mismo, en “92 días”, sobre sus comienzos de escritor o la creación literaria y la escritura. El cuento de “La Aprendiza” es semejante, pero bastante duro para el protagonista, que es testigo y lo cuenta. Su mujer se aficiona a escribir, y el esposo describe sus pesares, o como la relación casi se rompe (le sucedió a Brown, que su mujer le pidió el divorcio varias veces, porque no se ocupaba de sus hijos, ni de ella. Vamos, el llamado “gusanillo” de la escritura); cuando lo leáis, estaréis enganchados. Brown no acudió a ningún taller literario, ni a cursillo alguno en la Universidad. Asistió a la Gran Guerra, y cuando llegó, se puso a escribir. Al principio, rechazaron sus escritos. No lo comprendían. Pero, ya en la madurez, aún era joven, logró triunfar, pero un cáncer se lo llevó. Un hecho es verídico. Sus cuentos están narrados desde la realidad profunda de muchos americanos que no han tenido oportunidades en la vida, viéndose encerrados en un pueblo, o en una vida gris y dura.
Todos estos relatos merecen la pena. No sólo para aprender a narrar. Más bien, como Larry Brown logró pulir su estilo de escritura, con picos diamantinos, tan afilado como el dolor, o ver como la vida se mueve, en ocasiones, por circunstancias provocadas por los otros.
En fin, que no os lo perdáis.
Sig: N BRO amo