10 feb 2013

La caceria

“La cacería”




La oscuridad de la noche se retira, las formas de las lejanas montañas se van dibujando poco a poco. Multitud de sonidos despiertan a la vida. Los olores de otras especies camino de la gran charca indican que es la hora de beber y por consiguiente de cazar .

La leona mira a su alrededor, las compañeras aun están dormitando, varias fueron madres unas lunas atrás y cobijan a sus cachorros entre las patas. Kubak parió dos machos y una hembra, ahora los está despertando con su lengua áspera y dulce lavándolos con cariño, está muy orgullosa de todos ellos y lo demuestra continuamente ante el resto de la manada. Los cachorrillos están buscando los gruesos pezones de su madre y alguno protesta cuando descubre que su hermano está mamando del que considera el suyo particular, lo empuja hacia otra zona, y enseguida todo vuelve a la normalidad. Kana se muere de envidia mientras observa a las leonas, a su único cachorro solo lo disfrutó tres semanas.

La vida parecía fácil hasta que un atardecer lo dejó al cuidado de Baj, la vieja leona que custodia de los bebés mientras todas cazan, Baj oye mal y su olfato tampoco lo tiene en buenas condiciones, pero aún así es una buena niñera. No sabe que pudo ocurrir, pero cuando regresaron arrastrando un par de ñus, el cachorro había desaparecido, Kana lo buscó desesperadamente, solo encontró el rastro maloliente que dejaron una familia de hienas y que se perdía entre la maleza .No le ha olvidado y todavía lo busca en cada forma que se mueve entre las altas hierbas, pero ya sin esperanza, sabe que no volverá y nó consigue hacerse a la idea.

Amanece, hay que ponerse en marcha, son un grupo de siete leonas cazando juntas, su rey y señor se quedara esperando que le traigan la comida, el no se molesta en perseguir impalas como no sea absolutamente necesario. Baj se queda cuidando los cachorros de la manada, se siente culpable de la desaparición de la cría acaecida días atrás... y sus ojos huyen desde entonces a los de la madre. Su olfato ya es débil, y su oído también, pero es la única que puede cuidar a las bestezuelas, ella ahora no caza.

Todas se dirigen en silencio hacia el agua, siempre en contra del aire para que no se delate su presencia, unos metros mas y verán los rebaños de kudus y ñus abrevando en la charca. Según van llegando forman un semi circulo y se esconden en diferentes lugares. Kana, se coloca en una zona desde donde domina perfectamente la situación. Abajo hay muchas crías entre los otros animales que fueron padres últimamente, los cervatos no se separan de sus madres y estas, nerviosas, olfatean el aire presintiendo el peligro. Kana sabe que tendrán comida asegurada.

Allí, un cervatillo se está alejando del rebaño y se acerca hacia su escondite.

El terror se apodera del cerebro de su madre cuando pierde el olor del hijo ¿Donde, donde estas? .Se pregunta. Y lo busca entre las otras crías.

- Aléjate, vete. No quiero hacerte daño...

Pero él sigue avanzando, sus patas aun torpes tropiezan con un tronco y cae.... no acierta a levantarse, sus vagidos inútiles ni siquiera llegan a su madre.

Mi bebé seguramente estuvo igual de asustado-piensa Kana- y toma una decisión

Las otras leonas están ocupadas acechando las piezas grandes, mientras ella se acerca sigilosamente al cervatillo y en un instante lo atrapa entre sus fauces.

En un abrir y cerrar de ojos desaparecen de la zona. La cría se deja llevar, no tiene conciencia de lo ocurrido. El lugar donde parió al cachorro, es un sitio seguro, allí lo oculta entre la maleza, y lame su pelo ralo para darle confianza. Cuando su olor sea el de un león, Kana volverá con el resto de la manada. Y tendrán que aceptarles Sí, o Sí.







5 comentarios:

  1. Marisa, me ha gustado el relato; pero fallas en la puntuación: más, con acento, no sin él: semicírculo, todo junto. Por lo menos, esta historia tiene conflicto, la pérdida de un cachorro por parte de la leona, y la aceptación por parte de la manada. Pero dudo que un cachorro de león sea tan torpe como para perderse por su cuenta. Los cachorros ya nacen sabiendo, y nunca se apartan de sus madres: National Geographic.
    Abrazos, H.

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  2. ¡Gracias por lo de los fallos!
    Referente a los leoncitos, en este caso, lo robaron las hienas ¡No se marchó por su cuenta!
    M.

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  3. A mí me ha gustado tu evocación de Africa, Marisa.
    Y desde luego que hay conflicto y bien resuelto.
    Besos

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  4. A mí tb me gusta, un cuento tierno y bonito.

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