Era una mujer
fuerte, grande y gorda, sobre todo gorda. Por alguna razón recordaba a las
gloriosas gorditas de Botero, aunque sin el encanto de las pinturas y
esculturas del artista...Esta era simple y llanamente una mujer exuberante. Su
pelo artísticamente recogido en una especie de moño muy historiado, caía en
profunda cascada sobre su redondeada espalda, parte de sus rizos delanteros
descansaban sobre sus voluminosos pechos y medio los escondían, medio los
realzaban. Sus vestidos de campesina adinerada, amplios y exagerados le
llegaban al suelo y esto por una razón u otra condicionaban sus movimientos por
lo que se limitaba a dar vueltas sobre si misma de tanto en cuanto. Tenía la
boca pintada de rojo pasión y de ella dejaba escapar increíbles gorgoritos, a
veces suaves, otras profundos y desgarrados, siempre acorde con el momento que
su delirio lo indicara.
Estaba subida en algo parecido a un escenario en la plaza de
un pueblo, con casas a ambos lados y al
fondo unas calles estrechas que llevaban a ninguna parte.
En medio del
gorgojeo, entraban por una de las calles un montón de campesinos que
contestaban a coro a la mujer a medida que el canto lo iba marcando, ella,
infaliblemente respondía con nuevos gorgoritos
gesticulando aparatosamente al
tiempo que giraba en su continuo movimiento. Más tarde los coros desaparecían
por el otro lado de la plaza cantando de nuevo antes de hacer el mutis. Yo
nunca asistí al final de esta actuación.
Doña Rosita era
la amiga más cursi de mi abuela, la recuerdo muy bien. Pequeña y delgada, con
pelo gris recogido en un moño bajo, vestida de negro y con unos lentes que se
abrían con un clic antes de ubicarlos sobre su prominente nariz, y que llevaba
colgando de un largo collar negro de azabache, que por cierto, me gustaba
bastante.
A mi siempre
me fastidió que me besaran, sobre todo la gente pesada, pero aquel día.
_ Para que vayas
haciendo amistad con la música clásica. Per antes tienes que darme un
recordatorio, ese del angelito con las ovejitas. Y también un beso.
Y yo, venciendo mi
animadversión y por el jodido interés, la besé, aun a sabiendas que me
pincharía su bigote, a sabiendas que me dejaría tufo a pachulí.
Ella me entregó
aquel paquete, envuelto en papel de manila color rojo, con olor a Doña
Rosita. Lo atrapé y salí corriendo.¿Qué por que lo
recuerdo? Pues porque mis futuros suegros, me han invitado a la primera opera
de este año en el Real y quieren saber si estoy interesada en que nos saquen un
abono (a su hijo y a mí) para la temporada. Ellos son grandes aficionados y se
desplazan por Europa para ver representaciones en las grandes capitales. Sé que
irán a Milán próximamente, ya le preguntaron a su hijo si nos gustaría ir...Y
claro, no puedo sacarme a Doña Rosita y su olor a pachulí de la cabeza.
El regalo
resultó ser una caja de música cursi y estúpida, con la cual yo jugaba de
tarde en tarde. No lo hacía para recrearme en la puesta en escena de la opera, ni para escuchar la
música, sí para poner a prueba mi rapidez en cortar la representación. Esto
ocurría justo en el momento que la soprano entonaba un canto a todas luces
triste y melancólico. En ese instante con un sincronismo digno de mejor empresa
y con un toque morboso difícil de explicar, de un golpe seco cerraba la
tapa y todos, campesinos gorda y
decorado quedaban encerrados en la estúpida caja que los albergaba. Por alguna
razón, esto me producía placer, era mi venganza contra Doña Rosita. Nunca les
permitía terminar su pobre actuación.
Contrariamente
al loable propósito que tuvo la amiga de mi abuela al intentar acercarme a la
opera en mi niñez, yo, que sin duda esperaba otro tipo de regalo, a día de hoy todavía no me he reconciliado
con las operas, es más, diría que las odio.
Esta noche
tendré que afrontar la situación de una vez por todas. Me juego mucho.
Querida Marisa,
ResponderEliminarpacholí no, pachuli; por lo demás, el relato es muy bueno. Me gusta. Espero recuperarme esta semana del catarro, que llevo unos días. Muy bien introducido el elemento de la caja de música, y como lo resuelves al final. Este cuento es costumbrista, y está muy bien narrado.
Abrazos, H.
¡Pues gracias! Mejorate del costipado, son cosas de la estación.
ResponderEliminarPacholí está escrito bien. ¡Miralo de nuevo!
Es cierto. ¡Upps! Me equivoqué
EliminarAbrazos, H.