¿Vamos a llevarnos
bien?
-¿Pero que te
has creído? ¡Has tomado esta casa por un hotel! ¿Donde has estado la noche
pasada? ¿Y el día anterior?- Le dije un tanto enfadada. Y seguí...
-Carolina, tu y
yo tenemos que hablar seriamente. Esto no puede seguir así. Sé que tu libertad
es lo más importante para tí, pero ¿y yo? No puedo estar continuamente
preocupada por no saber donde andas y por qué en ocasiones no vienes a dormir.
La convivencia tiene unas mínimas reglas de conducta y hay que respetarlas.-
Ella me ignoraba por completo y yo
continué hablando sola...
-Escucha,
acepto que salgas los fines de semana y que hasta algún día de diario regreses
tarde ¡pero tanto!...Sabes la cantidad de accidentes de tráfico que de viernes
a domingo llenan de muertos nuestras
calles. La gente se emborracha casi por sistema esos días. Además están la cantidad de gamberros que salen a la
calle a fastidiar sin ton ni son y algunos
hacen barbaridades solo por gusto. No me cuentes que estás protegida con
tus amigos, para mi que esos van a lo suyo y a saber… Tú eres un bocado
delicioso para cualquiera y debes cuidarte.
Mientras yo
hablo Carolina me mira un poco distraída, indiferente, sus grandes ojos no
pestañean, no expresan ningún tipo de arrepentimiento, parece que ni me
escucha. El sonido de la radio está muy
alto y en el debate de turno están comenzando a subir el tono de lo que empieza
a ser una pelea verbal y tengo que
apagarla para seguir con mi rosario de palabras enojadas sin tener que elevar
la voz.
Naturalmente
entiendo que cuando se decide tener en acogida a alguien, ya adulto, con
un modo de vida y comportamiento
diferente, es muy difícil tratar de reeducar y menos que se acople a tu estilo
de vida. Tampoco hay que olvidar que
ella ya no es tan inocente, solo hace
un año que fue madre primeriza…No
obstante creo que va demasiado a su rollo, es terriblemente independiente y a
veces egoísta. No se que qué debo
hacer... ¿Devolverla?
Ella sigue
estática, ensimismada, mientras yo me harto de hablar, está mas interesada en
mirar fijamente las faldas de la camilla que atender a mi persona.
¿Qué hay ahí?.
Con cautela subo las susodichas faldas y en un instante un mar de plumas vuelan
por toda la cocina, cuando consigo rescatar de las garras de Carolina lo que
queda del tordo, este está muerto.
Ya entiendo,
esto es lo que la ha tenido en vela toda la noche despreciando el calor del
hogar.
Recuerdo que
no hace mucho tiempo, solo cazaba de día, ahora también practica este deporte
en la noche. Eso sí, siempre tiene el detalle de transportar a casa sus
víctimas. Dicen que esto lo hacen para traer un regalo a la dueña de la casa, quizás para mostrar sus habilidades…No sé, yo prefiero que no me traiga tantos pájaros, ratones y culebras, nunca quise tener un mini -zoo.
Estoy
empezando a pensar que el ver juntas
los documentales de naturaleza no es buena idea, está enseñándole muchas cosas que antes no sabía. Esto unido a
los otros programas llenos de violencia y sangre de la tele, están convirtiendo
a mi dulce gatita en un cruel depredador que mata no por hambre y si por deporte.
“Exactamente
como los seres humanos”- parece decirme en su mudo lenguaje,- “ Los animales
domésticos llegamos a ser tan domésticos que
imitamos al hombre en todos sus hábitos y a la hora de cazar, también
matamos solo por el placer de matar”.
Irritada
conmigo, por no dejar que siga
desplumando al pobre pájaro, majestuosa, sin siquiera dirigirme una sola
mirada, pausadamente se dirige a la
puerta de la cocina y se cuela por la gatera, dejándome con la palabra en la
boca.
¡Qué divertido! Los animales domésticos son así.
ResponderEliminarAbrazos, H.