La frase completa
era la siguiente : El día que murió se supo que había estado profanando las
tumbas de su familia, de su mujer y en la de ella , descansaba desde hacía treinta años”.
El maestro, impertérrito, dio por terminada la clase después de lo dicho. Los alumnos quedaron alucinados, sin poder de reacción, y pensando como resolver el problema que se les planteaba, se fueron despidiendo y salieron de la clase en silencio.
En general pensaban que la frase a utilizar sí o sí en su próximo relato o cuento, era cuando menos original, pero un poquito complicada.
El maestro, impertérrito, dio por terminada la clase después de lo dicho. Los alumnos quedaron alucinados, sin poder de reacción, y pensando como resolver el problema que se les planteaba, se fueron despidiendo y salieron de la clase en silencio.
En general pensaban que la frase a utilizar sí o sí en su próximo relato o cuento, era cuando menos original, pero un poquito complicada.
En la calle se despidieron del profesor. Ni siquiera fueron a
tomar la cerveza de turno, seguro que más de uno le maldijo en silencio. Ella,
obsesionada y no sabiendo muy bien que hacer con la tarea, se fue apesadumbrada
a su casa.
Aquella noche tuvo pesadillas, una tras otra. Vio como el
profesor entraba en un recinto lleno de tumbas. Iba vestido con ropajes
oscuros, se desnudaba y se metía en un enorme sepulcro. Por alguna razón el
sueño se interrumpía y cuando se reanudaba, el docente estaba intentando
tumbarse dentro de un nicho, ahora llevaba un extraño pijama de cuadros
claramente escoceses, y un gorrito navideño calado hasta las orejas,. Como no conseguía su propósito de acostarse,
enfurecido la emprendía a hachazos con el mármol. Y otra vez la pesadilla se cortaba y cuando de nuevo el sueño profundo volvía, la alucinación seguía a
lo suyo, disparate tras disparate. Ahora
el hombre está sentado en el suelo, rodeado de trozos de mármol y de un
montón de velas encendidas. Entonces saca algo de debajo de la capa y lo coloca en el
suelo. Es un envoltorio plateado, lo abre y de este emerge una enorme tortilla
de patatas rodeada de pimientos verdes fritos.
El olor de la tortilla
despierta a la durmiente. “¡Solo es una pesadilla!” Se dice a si misma. Ahora se
le ha abierto el apetito, recuerda que no ha cenado, la preocupación por no
saber que escribir, el miedo al casi seguro castigo corporal del profesor, le
quitaron las ganas de comer.
Se levanta de la cama y va a la cocina. Allí arrasa con todas
las sobras del frigorífico, pero no hay tortilla.
Está amaneciendo una luz tenue se cuela por la ventana,
suficiente para que se pueda ver el montón de patatas peladas y cortadas. Ella
bate los huevos, mezcla las patatas, la media cebolla cortadita y pone todo en la sartén. Unos minutos más
tarde, ya saborea la tortilla.
Ahora está mucho mejor, ve la vida de otro modo y toma una
decisión que repite como un mantra una vez y otra. “No me voy a acojo...con lo
del relato. ¡A la mier...! Este jueves no pienso leer ningún escrito”.
Y se va a la cama...
Tu si que eres brillante. Y no pierdas el sentido del humor.
ResponderEliminarMe ha encantado y no me extraña que le pareciese genial al profe.
He flipado al imaginarle vestido con pijama escocés y gorrito navideño.
Suscribo lo mismo que Lupe. Es uno de los cuentos más divertidos y ágiles que he leído, y con una coherencia impresionante, excepto que hay una regla que has roto: el sueño.
ResponderEliminarAbrazos a las dos, H.
¡Gracias chicos! Lo cierto es q. no se cabreo el profe, y yo salí del apuro.
ResponderEliminar¿Que regla he roto?????????
Marisa
El sueño, Marisa. No empezar con un relato onírico, o incorporarlo al cuento.
ResponderEliminarAbrazos, H.