La guerra civil que ha asolado España no hace tanto tiempo ha marcado su temperamento y su sensibilidad, que como la de tantos artistas, ha quedado dañada con los horrores vividos. Por eso, en aquella recopilación de cuadros elige los más amables, los más líricos, en un intento de borrar la tristeza que todos desean ignorar.
En el cartel que anuncia la exposición, hay una gran fotografía de uno de los cuadros preferidos del pintor Gómez Bosch y que él mismo ha elegido expresamente, se llama “El vendedor de periódicos”. Allí está el niño al que sorprendió con su cámara fotográfica voceando el fin de la guerra hace más de dos años. El pintor lo ha inmortalizado con su pincel. El chico está corriendo de espaldas con un periódico en su mano derecha que enarbola por encima de la cabeza, mientras en el brazo izquierdo acarrea un montón de periódicos. Se puede leer el titular del ABC “La guerra ha terminado.” El niño tiene la cabeza vuelta hacia nosotros como si alguien le hubiera llamado en ese momento. Así, en medio de su carrera, ha quedado congelado para siempre.
Estamos en, Abril y la primavera se hace visible por todas partes. Ha empezado a anochecer y en Las Palmas de Gran Canaria, la exposición de pintura de Gómez Bosch acaba de ser inaugurada. Los amigos, los críticos e invitados ya han empezado a llenar el recinto de la exposición, se sirve una copa de vino y poco más, no son tiempos de lujos ni despilfarro, aún así el pintor ha querido tener ese pequeño detalle con su gente. En esa misma tarde se venden algunos cuadros, más de uno se interesa por el del vendedor de periódicos, pero en el último momento el pintor decide guardarlo para sí mismo. Se venden otras pinturas, quizás el más importante en cuanto a tamaño y precio se lo lleva el conde de Mayalde: “Degollada de yeguas” es su nombre. Varias personas siguen interesándose por “El chico vendedor de periódicos” pero definitivamente no está a la venta, un punto rojo así lo indica.
Ya pasan de las diez de la noche cuando el último de sus invitados se ha marchado y el pintor eufórico repasa con su marchante los innumerables puntos rojos que señalan las ventas.
—Tomás— Dice el marchante ofreciendo un cigarrillo al pintor. —Esto ha ido mejor de lo que yo esperaba, enhorabuena, te has metido a todo el mundo en el bolsillo y lo mejor es que a los críticos también, por lo menos eso es lo que me han dicho aquellos con los que estuve hablando. Por cierto, ¿Por qué no quieres vender el cuadro del chico de los periódicos?
─Pues no sabría decirte, ha sido un impulso, de pronto pensé que no quería olvidar aquel día, aunque seguramente ninguno de nosotros lo hará. En cualquier caso... No sé, el niño parecía tan feliz, tan lleno de vida, un símbolo de lo bueno que vendrá, las nuevas generaciones que levantarán este país. ¿Sabes? Me hubiera gustado conocerle, pero tenía tanta prisa... Vamos, te invito a una copa en casa y charlamos. ¿Te parece?