Una semilla en esta tierra desolada. Eso resultó finalmente.
Pero reconozco que no fue mi primer pensamiento al verles llegar.
Eran tan insultantemente jóvenes…
Se instalaron a las afueras del pueblo, en el viejo molino.
Paseábamos por los alrededores para observarlos.
Cuando nos veían, saludaban amablemente. Siempre sonreían.
Durante algún tiempo fueron nuestra comidilla.
La rubia tonteaba con el más fuerte y el de la coleta con la gordita.
Pero otras veces era al revés… Nos tenían desconcertados.
Han pasado unos años y las risas de los niños han vuelto a nuestras calles.
Ahora somos un pueblo con encanto.
¡Que lindo! Todo queda dicho en pocas palabras...
ResponderEliminarEstá muy bien, te has hecho una experta en relatos de frases cortas.
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