Las huellas, manchadas por un rastro de tinta negra, con rasgos de verdor, se habían endurecido en la nieve. Tras seis o siete pasos, el cadáver, endurecido por la presión del frío y la humedad de la nieve, permanecía tumbado boca abajo. Los de la Científica aislaron el cadáver para evitar contaminaciones. Una pluma permanecía en las manos de la víctima, apretada; pero los nudillos, púrpura, se tornaron blanquecinos.
Un agente se dirigió a 45:
-¿Qué ha sucedido, exactamente?
45 meditó un momento, mientras observaba las huellas mancilladas en la blancura de la nieve. Lo cierto es que las huellas, observó, estaban marcadas por otras encima de las primeras.
-Alguien se ha tomado muchas molestias para trasladar el cadáver.-dijo 45.
-Eso es muy obvio-replicó el agente-¿y la tinta?
-Sí, es tinta. Pero con un compuesto alcalino verde.
-¿Y es?
-Posiblemente, veneno.
-¿Y lo ha deducido sin examinarlo?-preguntó el agente.
-Cada maestrillo tiene su librillo... Por otra parte, me gustaría saber a quién pertenece la pluma estilógrafica. Es una Montblanc, edición limitada. Muy rara y muy cara.
Uno de la Científica agarró la pluma y la examinó. Costó arrancarla de la apretada mano.
-¡Sí, es cierto! Es una Montblanc-exclamó.
-Ahora, sólo queda averiguar quien es el asesino-comentó el agente.
-No hace falta. Sé quién es-replicó 45. El agente de policía no dio crédito a sus palabras-Y es posible que lo confiese todo.
45 se dirigió a la Universidad, y entró en el despacho del Decano. Este se hallaba sentado en el sillón de piel, dando la espalda, con un vaso de whisky en la mano derecha, y esta se balanceaba rítmicamente, sin perder la armonía del movimiento.
-Ha tardado muy poco en dar conmigo, 45. Es digno de su nombre.
-Olvidemos las zarandajas y felicitaciones.
-Concedido-dijo el Decano.
-Trasladó el cadáver y pisó las mismas huellas, pero con distinto calzado. Eso es comprensible. Lo menos comprensible es la estilográfica. Un regalo letal. Contiene un veneno alcalino. Una pequeña cantidad que puede matar a una persona...
-Penetra en la piel-corrigió el Decano-El efecto es fulminante. Tras atravesar los capilares circula por la sangre, y la víctima muere en el acto.
-Nunca me jor dicho, y de paso, me ahorra el trabajo. ¿Qué relación tenía con la víctima?
-Enemigos desde el parvulario-explicó el Decano-Acoso, opresión, maltrato, humillaciones. Un poco de todo. En realidad, el fiambre, y disculpe mi vulgaridad, 45, es dueño de varias empresas, o lo era. Vino a la Universidad a dar unas conferencias. La invitación fue a propósito. Le regalé la pluma, y preparé el veneno. Soy Catedrático en Químicas, de manera que no me costó mucho esfuerzo fabricarlo. De la estilográfica sólo modifique la punta, más afilada. Lo suficiente para que el impresentable se pinchase por accidente.
-Un trabajo loable y genial-comentó 45.
-Sí, teniendo en cuenta que la víctima, muy en el fondo, era idiota.
-También hay idiotas entre los vivos, y nadie va asesinándolos por ahí, con plumas estilográficas-atajó 45.
-Cierto. ¿Qué hará conmigo, 45?-preguntó el Decano.
-Eso no es asunto mío. Es competencia del tribunal. No le queda más remedio que entregarse.
-A los dos días estaré en la calle. No hay pruebas concluyentes-y el Decano se carcajeó sonoramente, como cuando la risa sale de una cueva demasiado oscura y tétrica.
-Lo sé. Correré el riesgo.
Y 45 abandonó el despacho.
Días después, 45 recibió un pequeño paquete por correo, firmado por el Decano. Lo abrió, y era el estuche azul de una pluma estilográfica Montblanc. No abrió el estuche, pero lo movió, por sí había lo que sospechaba. Luego, lo abrió. La estilográfica descansaba con un brillo marmóreo. Lo cerró, y tiró el estuche a la basura.
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