Esta novela me sorprendió, después de buscarla por la Biblioteca. El club de los optimistas incorregibles, del sesentón Jean-Michel Guenassia, que ha conseguido el Premio Goncourt de las Artes, que es como el Planeta, pero más honesto. Guenassia nos habla de la posguerra en Francia, de los exiliados, de los inmigrantes que buscan refugio en un país, huyendo de la persecución, pero, también huyendo de sí mismos y de su pasado. Esta extensa novela (unas seiscientas y pico de páginas) no es un bestseller. Ha tenido éxito, pero no es comercial. Es pura literatura, y hoy, que es Domingo, terminé su lectura. El protagonista es Michel Marini, un crío que va creciendo, y que es testigo de las historias dentro de la novela, de una cincuentena de personajes, entre redondos personajes y planos o anecdóticos. Michel se da cuenta de que las personas huyen de las dictaduras, porque, además de no poder respirar, carecen de todo apoyo y libertad. Eso sí, la novela es como un "masaje en el cerebro", como dejó subrayado Jose, cuando comentaba otra, en el Club de Lectura. Y es cierto, te engancha, porque hay intriga, misterio, aventura, en la narración de un crío que madura en la adolescencia a golpe de equivocarse siempre, pero siempre, tratando de arreglar lo que estropea (que, llegado el caso, no ha estropeado nada, sólo hace amigos); el mundo de Michel Marini, se derrumba cuando su hermano Franck se enrola en el ejército francés, y luego deserta. Esto provoca que su familia se desestabilice, dando lugar a un divorcio, por un préstamo de unos Bonos del Tesoro, al hijo desertor. Su padre le dice: "-las cosas son así, y no pueden ser de otra manera", resume el tema de la novela. Pero Michel sabe que hay otras soluciones, y nadie cuenta con él. Tropieza con el Club, que es de ajedrez, cuando empieza a relacionarse con Leonid, Ígor, Victor, Gregorios, Lognon (agente infiltrado de la Policía francesa, durante el gobierno gaullista) y un sinfin de historias, vistas desde el prisma del joven Michel, que se busca a sí mismo, y encuentra en Sacha, a un verdadero amigo. No os cuento el final, porque, lo mejor, es leerlo. Es un empezar y no parar.
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