13 ene 2011

MADRID - DALLAS (Cuento antinavideño)

¡Perfecto, el segundo también había sido perfecto! A pesar de la tensión, de los nervios, de que nunca había hecho nada igual, mantenía una calma demoledora, un pulso tranquilo.
Soy un fenómeno, se dijo, donde pongo el ojo pongo la bala.
A pesar del frio sudaba, y algunas gotas resbalaban desde la frente hacia la nariz desde donde, después de un breve balanceo en la punta, caían empapando el serrín esparcido por el suelo que amortiguaba el ruido de sus movimientos. Ya que contaba con un segundo lo aprovechó para relajarse y, aún en cuclillas, se volvió y dejó caer su espalda contra la pared.
Pero la relajación le sacó del trance y le metió en el remordimiento. Sí, sabía que Ellos realmente no eran los culpables, al contrario, eran los únicos que se podían salvar de toda aquella mentira. Además, los quería, y eran algo tradicional de verdad, ¡de toda la vida!, ¡y se los estaba cargando!
¡¡Dios mío, qué estoy haciendo!! se reprochó.
Pero, ¡qué coño!, ellos también forman parte del engaño. Siempre con esas sonrisas forzadas, en sus anuncios de televisión llenos de niños felices, que si ellos y sus pajes suben hasta las ventanas de las casas… ¡y una mierda!
Siempre lo sospeché, de niño me mantenía despierto todo lo que podía y nunca fui capaz de verlos. Y qué me dices de que si luego quieres cambiar el regalo, los del Corte Inglés tienen un acuerdo con Ellos para hacer los cambios y tal… ¡pero qué patraña! ¿qué podía tener, cinco, seis años? y ya lo sospechaba todo. Mi padre tenía razón cuando decía que no eran magos, que eran malos, peores que yo incluso, y que por eso nunca me traían nada.
Una gota de sudor mal encaminada le provocó un pestañeo inesperado, lo que le hizo volver a la realidad.
¡Maldita sea, me he despistado, ya se ha jodido todo!
Pero no, lo que en un principio consideró como un lapsus demasiado largo no había ocupado más que unas décimas de segundo, suficientes para que la capacidad infinita de su mente recapitulara como si fueran pura realidad aquellas imágenes que a menudo en aquellas fechas le aturdían y volvían loco. Un chasquido interno lo sacó de aquello y lo entonó. Levantó la vista, respiró profundamente y sin dudarlo se dio la vuelta, apoyó el codo en el poyete de la ventana repitiendo la posición de las dos veces anteriores y colocó fijamente el rifle sobre su hombro.
Se percató de que alguien gritaba, la gente se había empezado a dar cuenta, intuyó que el pánico ya estaba presente en la escena, pero no lo suficiente como para romper la estructura de la Cabalgata, que no había abandonado todavía la Plaza de Emilio Castelar. Enfocó con la mira telescópica y, efectivamente, allí estaba él, el tercero, el negro.
¡Jódete! Y disparó con precisión.
Inmediatamente fue consciente de que por fin lo había hecho, había que hacerlo y lo había hecho. Se sentía inmerso en un indefinible sentimiento placentero, en un arrebato extático que le mantenía cerrados los ojos, hasta que notó que algo ocurría tras la puerta. Mientras se giraba hacia ella sonó un golpe terrible, alguien la estaba aporreando, y de repente se vino abajo con un gran estruendo. Se produjo una violenta corriente de aire al caer la puerta y todo el serrín desperdigado por el suelo formó una nube espesa que lo llenaba todo, incluso se le metió en la boca, empastando su saliva y bloqueando su faringe para que dejara de respirar, como un castigo divino por todo aquello que acababa de hacer. Pero daba igual, no respiraba, ni siquiera se atragantó, había llegado a lo que hacía mucho tiempo había soñado, era Dios, estaba por encima de todo aquello.

6 comentarios:

  1. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Sólo se trata de un cuento antinavideño; sí ya, muy antinavideño.

    ResponderEliminar
  2. Mira que eres bestia...Tanto Bukovski te está maleando ja, ja.
    Si llegas a ponerlo como anónimo dos palabras muy tuyas te hubiesen delatado, están al principio: "demoledora" y "fenomeno".

    ResponderEliminar
  3. Una cosa, lo del serrin al caer la puerta no lo entiendo,¿de donde viene o donde estaba? ¿sería polvo de escayola o que? El titulo creo que sobra lo de Dallas, a mí me despistó al principio, no hace falta recordar aquello ,pues hoy día cualquier pirado hace lo mismo sin irse a U.S.A. (como en este caso)El cuento a pesar de ser anti, me gustó. Gracias a Dios que esto no lo leera mucha gente...¡podrían coger ideas!

    ResponderEliminar
  4. Sobra lo de "pura realidad", con decir realidad es suficiente. Podría haberse cargado a los dos Reyes Magos que quedaban. ¿Y por qué ha disparado a Baltasar? Debería haber enfilado a los tres y estaría más que justificado. Por lo demás, el cuento está bien, pero el tema es muy espinoso. Prefiero El Grinch, por lo menos, su robo es insignificante, comparado con el magnicidio de Baltasar.

    ResponderEliminar
  5. Grumpy: lo del serrín es puro atrezo; efectívamente, podría haber sido polvo de escayola, pero me salió lo del serrín, algo así como lo que queda después de la mudanza de los muebles de una casa. Pero es un detalle menor. La poli entra y lo pilla, como a L.H. Oswald. Nunca se aclarará si actuó solo o formaba parte de una conspiración calvinista.
    Anónimo: Claro que se carga a los otros dos RRMM, ya lo ha hecho antes, Baltasar es el último. La acción ocurre entre el 2º disparo (a Gaspar) y el 3º. Puesto a cargarse la Navidad, mejor a lo grande.

    ResponderEliminar
  6. Anónimo debería presentarse antes de criticar y volver a leer el relato, puesto que al leer entre líneas se saltó los dos primeros disparos

    ResponderEliminar