45 se despertó sobresaltado. El teléfono no dejaba de sonar, con esa musiquita que se repetía monótonamente. De lo que se enteró, no le gustó. ¿Cómo es eso? ¿Qué habían secuestrado a Don Estilo Indirecto Libre? Absurdo, no se lo creía, que lo hubieran secuestrado era una cosa, que desapareciera, otra, ¿acaso ignoraban que Don Estilo sabía defenderse muy bien, que no necesitaba guardaespaldas? Poco podía hacer, pero lo intrigó y se preguntó el porqué, ¿quién era el retorcido que había decidido secuestrarlo? Y qué razón tenía para hacerlo, pues, que se supiera, Don Estilo nunca se metía en líos, se mentía, sí que se metía en líos, el entrometido, y lo hacía de manera gratuita. Estaba, o no estaba, lo veía, allá, con su traje de pachuco de los años cincuenta, e impresionaba a las mujeres, sobre todo, a las exuberantes, recordó que Don Estilo, ¡es cierto, caramba!, siempre se introducía en los líos de faldas, y más de un sobrino, como el Estilo Directo, lo sacaba más de una vez del peligro. Pero el detective dedujo que Don Estilo Indirecto, no era tan libre. ¿Por dónde empezaría a buscarlo?
En ocasiones, no hacía falta. Se le encontraba con tranquilidad, y saludaba y sonreía, con ese gesto de picardía que decía algo así, como, he salido del lío. Pero no, rezongó 45, imposible, de los líos de Don Estilo no se salvaba ni el propio Don Estilo. Y no bastaba la teoría, sino agarrar la herramienta literaria, y bailar un tango. Recordaba que Don Estilo bailaba muy bien, en esos garitos de la ciudad, los de mala muerte, y 45 se lo había recordado más de una vez, que ni se le ocurriera bailar o presentarse y tocar las nalgas de alguna chica, que el lío ya estaba, gritos, y los gorilas de la sala dispuestos a romper huesos. Pero Don Estilo se las apañaba bien, sonreía, frenaba con palabras de fina educación y hablaba con galantería.
Siempre era su recurso. Platicó y pudo, o podía, en todo caso, disculparse que no pasaba nada, que había sido una broma. Pero, cuando llegó su sobrino Estilo Directo, se formó una trifulca de cuidado, ¡qué dices, bobo!, casi parecía que un cadáver iba a aparecer de un momento a otro.
Siempre era su recurso. Platicó y pudo, o podía, en todo caso, disculparse que no pasaba nada, que había sido una broma. Pero, cuando llegó su sobrino Estilo Directo, se formó una trifulca de cuidado, ¡qué dices, bobo!, casi parecía que un cadáver iba a aparecer de un momento a otro.
Y 45 se perdió en sus pensamientos sobre Don Estilo Indirecto Libre. Hasta que recibió una nueva llamada en donde se le comunicó que lo habían hallado maltrecho y lanzando maldiciones, y propinando insultos en el Retiro, roto y demacrado, Que lo dejaran en paz, que la pesadilla, para él, no había terminado, y acusó al autor de 45 del delito, por utilizarlo indiscriminadamente y con alevosía, ¡qué sabían ellos! y ¡majadero! y ¡ladrón!
Supo entonces que para Don Estilo los viejos tiempos se habían renovado, y que su explotación era completamente legal. 45 volvió a sumergirse en sus informes, hasta que el crepúsculo llegó a sus ojos de acero, y el día moría en sus elucubraciones, como saber el paradero de Don Estilo Indirecto Libre, que siempre sabía que nunca abandonaría la batalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario