Oscura, destartalada, llena de cachivaches cubiertos de polvo, objetos varios que amontonados unos con otros han llegado a integrarse entre sí, formando extrañas piezas escultóricas, inverosímiles. Caótica y solitaria es esta tienda de segunda mano donde el tiempo parece haberse congelado sin remedio. Solo de cuando en cuanto alguien entra buscando cosas ya en desuso; un candil, un fuelle, algún artilugio para ahumar abejas... tal vez una condecoración de alguna guerra olvidada, las menos veces un libro... Hay ediciones antiguas, alguna valiosa, otras baratas, muchos libros sin tapas, pero todos con el contenido intacto. Allí Phileas Fog sigue dando la vuelta al mundo una y otra vez llegando siempre a tiempo a Londres donde le esperan los socios del club. Margarita Gautier muere tantas veces como alguien lee su historia y multitud de personajes variopintos cuentan sus vidas en unas hojas de papel ya desgastadas por el tiempo Aventuras, cuentos, tratados de urbanidad, algún catecismo... casi de todo y por unas pocas pesetas
Isaac, el chamarilero, no se ha incorporado al euro.
_ ¿Para qué?- se dice una y otra vez- Siempre habrá alguien que encuentre pesetas en algún abrigo viejo, en una hucha, Total yo ya estoy jubilado y cualquier día cierro definitivamente. No, no pienso entrar en esa estupidez del euro y si no vendo... mejor, así me dejan en paz.
Y claro, le dejaban en paz, nadie entraba en la tienda o casi nadie. Solo había algunas gentes que sabedoras de la existencia de este lugar hacían grandes recorridos para gastar las monedas o billetes antiguos que habían encontrado en algún rincón de casa. Venían unas veces por curiosidad, otras buscando cosas raras, pero lo que tenía mas salida eran los libros que se alquilaban o vendían más que antes.
Aquella mañana Isaac estaba pasando el plumero a las inservibles maquinas de escribir a las que mimaba por ser su tesoro mas preciado y por tanto lo único que mantenía limpio de polvo y arañas, cuando la campanilla de la puerta sonó advirtiendo de la entrada de alguien. El plumero quedo suspendido en el aire mientras Isaac se bajó las gafas a la punta de la nariz con un gesto de disgusto para ver quien era el intruso. ¡Dios, como le fastidiaba que le molestaran cuando estaba dedicado a la limpieza! y sobre todo porque ahora tenía que bajar de la escalera y sus piernas ya no le respondían como antes...
_ Que demonios querrá esa vieja bruja- murmuró para sí-¡Eh ya voy...ahora bajo!
_ ¡Oh!. Perdone le he interrumpido, lo siento, lo siento mucho...
_ Si, ya ...bueno venga, ya estoy aquí. ¿Que es lo que quiere?
_ Yo...Verá, venía buscando un libro agradable, optimista... la verdad, me gustan las historias de amor...
_ ¿Con que de amor, eh? No te digo, a estas alturas... - rezongó el chamarilero- Pues aquí poco va a encontrar de eso, nadie pide esas ridiculeces hoy día. Mire en ese cajón de la izquierda, y si encuentra algo, ya sabe, son cien pesetas la pieza si lo devuelve en una semana y si lo compra ya veremos y deprisa que no tengo todo el día...
_ Gracias, gracias, no se preocupe enseguida terminaré...
La mujer empezó a bucear entre un montón de novelas baratas, las iba sacando del cajón y limpiaba el polvo de cada una con la bocamanga de su abrigo para así poder leer mejor de que trataban. Isaac la miraba entre curioso e impaciente, algo se removió dentro de su coraza y le alargó el plumero.
_ Eh, oiga, ya que está puesta... Limpie con esto. Total, yo no puedo seguir hasta que usted termine...
Ella le sonrío y siguió su búsqueda hasta que en un rincón hizo el descubrimiento.
_ ¡Corin Tellado, justo esto es lo que necesito!- dijo sonriente la mujer. Y poniendo tres novelas encima del mostrador, preguntó.
_ ¿Cuánto por las tres?
_ Pues ya sabe....trescientas pesetas en préstamo, seiscientas vendidas...
_ ¿Y en euros? ¿Cuánto es en euros?
_ Señora... ya le he dicho lo que valen en pesetas, aquí se paga en pesetas , yo le he dicho el precio en pesetas... ¿Me ha oído en algún momento hablar de euros?
_ No, si tiene usted razón, pero como todavía se habla de los precios en pesetas y luego pagamos en euros...
_ Si, pero yo no digo una cosa por otra. Aquí le vuelvo a repetir que solo acepto pesetas... PE-SE-TAS ¿Se entera? Y si no, no hay trato.
Isaac había comenzado a alzar la voz, sus ojos, cada vez mas grandes se le salían de las orbitas y a duras penas contenía su enfado.
_ Así que... decida, pesetas o se va por donde ha venido.
_ Por favor no se ponga así, yo es que no sabía nada... Siento tanto el tiempo que le estoy haciendo perder... me gustaría comprarle estos libros y no sé cómo... pero usted seguro que encuentra el modo. ¡Por favor!
_ Pues sin dinero, ya me explicará, de no ser que tenga algo que me interese y lo cambie por las malditas novelas.
_ La mujer le miró a los ojos. Isaac apenas pudo sostener aquella mirada fuerte y limpia y desvió la suya... Abrió el cajón del mostrador y se entretuvo buscando algo que no buscaba.
_ Señor ya sé, mire quédese con esto.
Le estaba ofreciendo una caja de lata antigua, parecía de café, pero las letras estaban desgastadas y solo a duras penas se leía Cuba... La abrió y desparramó el contenido en el mostrador, unas fichas de hueso amarillentas con palabras grabadas en cada una de ellas cubrieron el cristal
_ Y eso...¿qué demonios es?
_ Es un regalo que me hizo mi niñera cuando yo era muy chiquita, ella era una mulata cubana ¿Sabe? Es un juego antiguo: Cada ficha tiene una palabra y según el estado de ánimo se escoge una o dos... a veces son necesarias tres: Hay palabras que dan paz, otras ternura, también las hay de amor y de esperanza... Algunas dan alegría y otras serenidad, también las hay que huelen a mar, a bosques y con otras hasta puedes escuchar sonidos perdidos como la risa de un niño... Quédeselas, son más valiosas que sus libros, que todos los libros del mundo, en ellas está la base de todo... Yo no las necesito, las conozco tan bien que solo cerrando los ojos las veo, las siento y me dan lo que quiero. Isaac son suyas hace tiempo que debí traerlas, no sabía que las necesitara tanto...
El sonido de la campanilla al cerrarse la puerta sacó a Isaac de su ensimismamiento, los libros seguían allí, pero la mujer no. Cogió una ficha, decía: “ROMA”. Pero había más... en letras apenas visibles se podía leer “Decir al revés”.
Isaac, el chamarilero, no se ha incorporado al euro.
_ ¿Para qué?- se dice una y otra vez- Siempre habrá alguien que encuentre pesetas en algún abrigo viejo, en una hucha, Total yo ya estoy jubilado y cualquier día cierro definitivamente. No, no pienso entrar en esa estupidez del euro y si no vendo... mejor, así me dejan en paz.
Y claro, le dejaban en paz, nadie entraba en la tienda o casi nadie. Solo había algunas gentes que sabedoras de la existencia de este lugar hacían grandes recorridos para gastar las monedas o billetes antiguos que habían encontrado en algún rincón de casa. Venían unas veces por curiosidad, otras buscando cosas raras, pero lo que tenía mas salida eran los libros que se alquilaban o vendían más que antes.
Aquella mañana Isaac estaba pasando el plumero a las inservibles maquinas de escribir a las que mimaba por ser su tesoro mas preciado y por tanto lo único que mantenía limpio de polvo y arañas, cuando la campanilla de la puerta sonó advirtiendo de la entrada de alguien. El plumero quedo suspendido en el aire mientras Isaac se bajó las gafas a la punta de la nariz con un gesto de disgusto para ver quien era el intruso. ¡Dios, como le fastidiaba que le molestaran cuando estaba dedicado a la limpieza! y sobre todo porque ahora tenía que bajar de la escalera y sus piernas ya no le respondían como antes...
_ Que demonios querrá esa vieja bruja- murmuró para sí-¡Eh ya voy...ahora bajo!
_ ¡Oh!. Perdone le he interrumpido, lo siento, lo siento mucho...
_ Si, ya ...bueno venga, ya estoy aquí. ¿Que es lo que quiere?
_ Yo...Verá, venía buscando un libro agradable, optimista... la verdad, me gustan las historias de amor...
_ ¿Con que de amor, eh? No te digo, a estas alturas... - rezongó el chamarilero- Pues aquí poco va a encontrar de eso, nadie pide esas ridiculeces hoy día. Mire en ese cajón de la izquierda, y si encuentra algo, ya sabe, son cien pesetas la pieza si lo devuelve en una semana y si lo compra ya veremos y deprisa que no tengo todo el día...
_ Gracias, gracias, no se preocupe enseguida terminaré...
La mujer empezó a bucear entre un montón de novelas baratas, las iba sacando del cajón y limpiaba el polvo de cada una con la bocamanga de su abrigo para así poder leer mejor de que trataban. Isaac la miraba entre curioso e impaciente, algo se removió dentro de su coraza y le alargó el plumero.
_ Eh, oiga, ya que está puesta... Limpie con esto. Total, yo no puedo seguir hasta que usted termine...
Ella le sonrío y siguió su búsqueda hasta que en un rincón hizo el descubrimiento.
_ ¡Corin Tellado, justo esto es lo que necesito!- dijo sonriente la mujer. Y poniendo tres novelas encima del mostrador, preguntó.
_ ¿Cuánto por las tres?
_ Pues ya sabe....trescientas pesetas en préstamo, seiscientas vendidas...
_ ¿Y en euros? ¿Cuánto es en euros?
_ Señora... ya le he dicho lo que valen en pesetas, aquí se paga en pesetas , yo le he dicho el precio en pesetas... ¿Me ha oído en algún momento hablar de euros?
_ No, si tiene usted razón, pero como todavía se habla de los precios en pesetas y luego pagamos en euros...
_ Si, pero yo no digo una cosa por otra. Aquí le vuelvo a repetir que solo acepto pesetas... PE-SE-TAS ¿Se entera? Y si no, no hay trato.
Isaac había comenzado a alzar la voz, sus ojos, cada vez mas grandes se le salían de las orbitas y a duras penas contenía su enfado.
_ Así que... decida, pesetas o se va por donde ha venido.
_ Por favor no se ponga así, yo es que no sabía nada... Siento tanto el tiempo que le estoy haciendo perder... me gustaría comprarle estos libros y no sé cómo... pero usted seguro que encuentra el modo. ¡Por favor!
_ Pues sin dinero, ya me explicará, de no ser que tenga algo que me interese y lo cambie por las malditas novelas.
_ La mujer le miró a los ojos. Isaac apenas pudo sostener aquella mirada fuerte y limpia y desvió la suya... Abrió el cajón del mostrador y se entretuvo buscando algo que no buscaba.
_ Señor ya sé, mire quédese con esto.
Le estaba ofreciendo una caja de lata antigua, parecía de café, pero las letras estaban desgastadas y solo a duras penas se leía Cuba... La abrió y desparramó el contenido en el mostrador, unas fichas de hueso amarillentas con palabras grabadas en cada una de ellas cubrieron el cristal
_ Y eso...¿qué demonios es?
_ Es un regalo que me hizo mi niñera cuando yo era muy chiquita, ella era una mulata cubana ¿Sabe? Es un juego antiguo: Cada ficha tiene una palabra y según el estado de ánimo se escoge una o dos... a veces son necesarias tres: Hay palabras que dan paz, otras ternura, también las hay de amor y de esperanza... Algunas dan alegría y otras serenidad, también las hay que huelen a mar, a bosques y con otras hasta puedes escuchar sonidos perdidos como la risa de un niño... Quédeselas, son más valiosas que sus libros, que todos los libros del mundo, en ellas está la base de todo... Yo no las necesito, las conozco tan bien que solo cerrando los ojos las veo, las siento y me dan lo que quiero. Isaac son suyas hace tiempo que debí traerlas, no sabía que las necesitara tanto...
El sonido de la campanilla al cerrarse la puerta sacó a Isaac de su ensimismamiento, los libros seguían allí, pero la mujer no. Cogió una ficha, decía: “ROMA”. Pero había más... en letras apenas visibles se podía leer “Decir al revés”.
He dejado los asesinatos de momento. Este es en pago del que no llevé ayer.
ResponderEliminarMe admira la cantidad de registros que tienes y cómo sabes elaborar las historias.
ResponderEliminarMe ha gustado
También me gusta, es curioso.
ResponderEliminarEsa tienda, esa caja, esas fichas, esa ternura. Da nostalgia de cosas desconocidas como si no fuesen ajenas.
ResponderEliminarGracias.