8 dic 2010

VISITAS FANTASMALES: EPILOGO


45 disfrutaba de una pequeña siesta en el sillón de cuero negro de su despacho, que no era muy grande; pero, tampoco, pequeño. Sus pies, desprovistos de los zapatos, estaban apoyados en la mesa, con el ordenador apagado. El detective no esperaba ninguna interrupción. Siendo viernes, era fin de semana y. además de haber resuelto una decena de casos durante la semana (la crisis no daba para más), incluyendo los casos de los espectros, esperaba que nadie le turbase su bien merecido descanso. Además, el sombrero de fieltro lo había aprovechado para taparse la cara, y había atenuado la luz del despacho. Incluso pidió a su secretaria que se largase a casa:

-Ya hemos acabado por ahí. Váyase a descansar.

Naturalemente, la secretaria accedió. De manera que 45 se había quedado solo, y lo necesitaba. 45 pensó que, lo mejor de la siesta reparadora no le haría daño un buen pedido de comida china; gusto común que compartía con un colega suyo, un tal Samuel Espada, demasiado poco brillante, en comparación con él, 45. Pero nunca le confesaría que su talento era superior. No se encontraba obligado. Cada maestrillo tiene su librillo. Eso sí, le tenía a Espada cierta envidia porque su inicio era modesto y con casos de poca monta. En cambio, Espada, era propietario de varias sucursales por el mundo. En eso sí era superior a él.

Mas en el sueño no pensaba en eso. Sin sospecharlo, una bruma en forma de humo se coló por debajo de la puerta. 45 sintió que el termostato no funcionaba. Se frotó las manos, inútilmente, hasta que al respirar el vaho se le escapaba de la boca como un reo inocente. Continuó durmiendo, hasta que, unas falanges huesudas y afiladas le acariciaron el rostro, y el detective se sintió petrificado. Se despertó, presenció la visión, y se cayó del sillón, al suelo, aturdido, y restregándose los ojos, sacudiendo las legañas y la telilla del sueño.

-¡Caray, ya ni uno puede descansar en paz!

-Te quedan años para eso, detective.

No cabía duda, era la Muerte, pero con la forma de una mujer, apenas vestida, que ocultaba su voluptuosidad con una suerte de túnica negra.

-No deseaba asustarte, 45.

-Bueno...-replicó 45, con el aturdimiento rondado su mente.-Tampoco necesitabas tocarme, que, cada vez que lo haces, se me hiela el cuerpo.

-¡Oh, disculpe la bella durmiente, he interrumpido su visita al reino de la fantasía!

-Cuánta crueldad, por Dios-comentó el detective-Claro, como tienes tantos amantes.

-Tú eres el único reacio.

-Gracias. Morir no es mi estilo. Y se puede saber, si no es indiscreto, a qué has venido. Si se trata de más casos fantasmales, he cerrado. Además, los fines de semana, descanso.

-Oh, no. Eso ya pasó. Hiciste lo correcto en todo momento.

-Excepto con Cela, seguro.

Muerte estalló en carcajadas que rebotaron en todas las paredes.

-Don Camilo necesitaba un correctivo, 45. Te lo agradeció, aunque espera su premio en donde está, en los Círculos Inferiores de Dante.

-¿Ahora se llaman así, Muerte?

-Así los bautizó Dante.

-Pues no quiero saber nada de él, ni de los otros. Bueno, di, ¿a qué has venido?

-A liberarte de tu misión. Ya ha terminado. Eres libre.

-No me fío.

-Haces bien-y Muerte extendió las manos y desgarró la realidad, separando las paredes como un vestido de seda. Y sonrió:

-Pero, si te necesitamos en el futuro, cuando venga a recogerte, está visión no la olvidarás nunca.

Y Muerte le mostró lo que fue, es y será su peor pesadilla. En un pasillo infinito esperaban pacientes una cantidad de almas conocidas, entre escritores y artistas. Distinguió a Cela, que lo observaba con ojos encendidos en ascuas, rojos y brillantes, y con una mirada hostil y sarcástica su sonrisa. A Quevedo, departiendo con Blasco Ibáñez, y a millones de escritores reconocibles, incluyendo a su hacedor o creador. Mas este estuvo dos segundos, pues desapareció con un destello.

-No había llegado su hora-se disculpó Muerte.

-¿Y qué quieres decirme?

-Digamos que el Ente Supremo te ha contratado para que consueles estas almas-y añadió-en un futuro.

A 45, lo del Ente Supremo no le gustaba ni el apelativo. Ente Supremo, Arquitecto Universal, Cosmos, Universo, Primer Motor..., era lo mismo. No dejaba de ser un Tipo que contenía todos los Poderes, y él, 45, una reminiscencia. Una hormiga. Nada. Y, encima, con los servicios contratados.

-¿Y el contrato?-preguntó, ingenuo, el detective.

-Lo firmarás cuando llegue el momento. Sólo te pide escuchar. Nada más.

-Apalabrado; pero no es del todo legal. Es posible romperlo.

-Está blindado.

-¿Cómo los americanos?

-Exacto.

-¡Tramposo!

Y Muerte se desvaneció, mientras el tejido de la realidad (si es posible llamarla así, puesto que, en cierta manera, 45 ha visto una parte más inmensa, más compacta, o demasiado literaria, a elegir, que es un buffet libre) retornaba a su despacho. La temperatura retornaba a su gradación, y permaneció sumido en la siesta.

Pulsaron el timbre del portero electrónico.

Insistieron, tres veces.

45 abrió los ojos. Se acercó al intercomunicador.

-¿Sí?

-Comida china-respondió una voz asiática con acento español, muy malogrado.

-Yo no he pedido nada.

-Se equivoca. Llamó una mujer.

-Bueno, vale. Suba.

Poco después intentó pagar al repartidor; pero este dijo que ya estaba pagada. Se sorprendió del tamaño del pedido (tres bolsas hasta arriba), y aceptó la comida.

Se despidió del repartidor.

-Menuda estrategia de Ares. Muy aguda.

Consultó el recibo y, en el dorso estaba escrito, entre la grasa: "Te quedan millares de casos. Muerte".

Ya, ni a uno lo dejan descansar en su propia serie.

Y 45 se dispuso a cenar.


2 comentarios:

  1. Seguramente los rollitos de primavera estaban envenenados y 45 las palmó... ¿No?

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  2. Menudo coñazo. Creo que en el blog se deberían colgar relatos menos extensos.
    Y opino también q es desproporcionado colgar un nuevo escrito para responder a una crítica.

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