El verano no tiene que ser sinónimo de tedio literario... Al contrario, aprovechemos el tiempo libre y demos rienda suelta a nuestra imaginación.
Ingrid hace esta propuesta:
El pasado jueves 24 de Junio, un pequeño grupo de alumnos de los talleres de poesía y de creación literaria que dirige Óscar Curieses, fuimos a pasar el día a Segovia. La idea era visitar la casa-museo de Antonio Machado, pero en realidad, la excusa era salir huyendo de esta maldita ciudad y volver a reencontrarnos con una urbe, que no por ser mucho más pequeña, tiene menos que contarnos. Segovia rebosa cultura por todas partes, desde el imperio romano a nuestros días, pasando por todas las etapas más representativas de la historia de España.
El viaje lo hicimos en tren. "IMPRESIONANTE" treinta minutos desde Chamartín a la estación del AVE que está a las afueras de Segovia. Tardamos más en el autobús que nos llevó al centro de la ciudad que en el recorrido desde Madrid. ¿Por qué fuimos en tren? Por evocar las excursiones de antaño y por homenajear a Don Antonio, que fue el creador de esta preciosa frase "Estos días azules y este sol de la infancia"
La casa es una antigua pensión en la que vivió los años que estuvo en Segovia. Se conserva prácticamente intacta. Contiene fotos y recuerdos del poeta su habitación intacta y algunos enseres personales. Una visita entrañable. Después, homenaje culinario. No podía faltar un buen cochinillo asado, para chuparse los dedos. Al caer la tarde y bajo una amenazante tormenta, que no llegó a pillarnos de pleno, vuelta a la gran ciudad. Último vistazo a la cadena montañosa que dibuja la silueta de la mujer muertay que se distingue perfecta desde la estación.
Por tanto y para quien, como yo, no supiera de la existencia de esta casa y del vínculo del poeta con Segovia,visita muy pero que muyrecomendable. Un bonito reencuentro con Segovia, con su historia, su cultura, su arquitectura…
_ Que bonito el funeral padre. Quería darle las gracias por sus palabras realmente emocionantes. Sé que gustó mucho a todo el mundo, incluso a Agustín. Si le hubiera podido oír, le habría encantado. _ Pobrecito.¡Descanse en paz! _ Sabe padre, estaba muy cansado y raro desde hacía un tiempo y creo que se merecía un buen descanso, porque con lo trabajador que era. Hasta ¡había dejado de colaborar en la casa! No se lo va a creer, pero últimamente ni recogía la cocina, ni pasaba la aspiradora y cuando ponía la lavadora no le prestaba ninguna atención y claro, el horror estaba asegurado. Ropas de colores cambiantes llenaron nuestros armarios y cuando le regañaba por la falta de atención, llegó a cabrearse más de una vez ¡Incomprensible! ¿No? Y lo peor es que llegó a decirme que la casa era de los dos y que tanto tenía que hacer los trabajos domésticos él como yo. Y que ¡moviera el culo! (con perdón padre). Luego, por las noches, siempre llegaba tarde y cansado, con dolor de cabeza, (a saber) y no cumplía con el sagrado deber del matrimonio...Y esto es pecado. ¿No? Pues eso, que el hombre sumiso con el que usted me casó, de la noche a la mañana se torció hasta convertirse en otro completamente diferente, y el nuevo era un ser insoportable y déspota, un auténtico desconocido y ¿sabe que pienso? Creo que fue por lo del papelito, el hecho de tenerme segura con el certificado de matrimonio le cambió las ideas, estoy convencida de ello y por eso acabó convirtiéndose en un cerdo y no solo por el tamaño de su estómago cervecero, sino por sus actos, sus palabras, por sus insoportables ronquidos ¡que no me dejaban dormir! y aunque yo le daba patadas para que se despertara, lo peor es que me las llegó a devolver... Y hasta tuve que irme a la habitación de invitados. Sí, un desastre padre, el caso es que yo aguantaba pensando que todo esto podría ser algo pasajero. Pero un día encendió un puro, lo hizo a propósito, sabía lo que odio los cigarros y le recordé nuestro pacto de no fumar en casa. Nunca voy a olvidar su mirada cortante cuando a través de una enorme voluta de humo me dijo “¡cállate foca!” No pude contenerme y le insulté.El muy cabrón (con perdón padre) me levantó la mano. Entonces comprendí que aquello era el principio del fin. Pero no, la hija de mi madre no estaba dispuesta a salir en las noticias de la tele como otra mujer maltratada. Tenía que hacer algo. Si mi marido ya no me servía, había que deshacerse de él... _ ¡Pero hija! _ ¡Déjeme padre! Me estoy confesando ¿No? Pues eso, me acorde de un anuncio de electrodomésticos en el que una mujer hace una llamada y dos hombres recogen al marido y se lo llevan, porque no funciona. Ya quisiera yo que la vida real fuera también así, pero que va, esta es muy diferente más dura, más complicada. Y me puse a pensar que hacer. ¿Cambiar la cerradura? ¿Decirle que se vaya para siempre? No, no era inteligente, perdería su dinero ¿Darle un cafelito con algún extraño edulcorante? _ ¡Pero hija! _ ¡Que se calle padre! Soy yo la de la confesión ¿estamos? Pues eso, había que hacer algo sutil, pero definitivo, que no levantara sospechas... Una noche llegó tarde y algo bebido, le preparé un baño caliente como a él le gustaba e insistí en que se metiera en la bañera. Me miró algo confuso, no entendía estas atenciones, pero se dejó hacer y yo misma le bañé con mimo, como acostumbraba en otros tiempos cuando éramos amantes. Le di un masajito en la espalda, enchufé el secador y antes de que saliera del agua me dediqué a secarle los cuatro pelos que le quedaban, pero con tan mala suerte que ¡PUF! se cayó el secador dentro del baño... El resto ya lo sabe padre. _ ¡Pero hija! _ Pues que me he quitado un muerto de encima y nunca mejor dicho. Y de arrepentirme nada de nada. Otra cosa. Tenía la necesidad de contarle todo esto porque es el único con quien puedo hablar y porque le debía a usted una, padre. Después de todo usted fue quien se empeñó en casarnos con tanta murga de que vivíamos en pecado. Ahora seré una mujer respetada, como usted quería, pero viuda, y le doy las gracias, pues aparte de lo del respeto, me ha quedado un buen dinerito y su jubilación... A la semana que viene me voy de viaje a Cuba. Me han dicho que hay muchos mulatitos con ganas de venir a trabajar aquí. Yo necesito alguien que me ayude en la casa y ¡en tantas cosas!... Por cierto ¿Quiere que le traiga algo de allí? _ ¡Pero hija!
Subes al tren, tu rostro expresa el deseo de encontrar una cara conocida, nuestras miradas coinciden, sigues por el pasillo buscando tu butaca, los tacones de aguja y la falda estrecha, hacen que tus caderas se balanceen cadenciosamente. Son un imán para mis ojos.
Sentada, tu pierna izquierda, perfecta, se asoma al pasillo que nos separa, intentas girar la cabeza para descubrir quién te observa, soy yo, no puedo dejar de mirarte.
Con la cabeza en el respaldo del asiento, cierras los ojos, intentando guardar en tu memoria todas las experiencias positivas de los últimos días.
Acaricias con sensualidad la cadenita de oro que realza tus pechos. Sin darte cuenta, tomas en tus dedos la perla que se balancea en tu garganta.
Sacas un cuaderno, escribes algo, son tus recuerdos de la infancia, que en estos días han vuelto a florecer. Nostálgica, respiras profundamente.
Te miro, te hablo mentalmente, y tú, pareces no oirme. Te cuento que he estado en unas jornadas de Psicología relacionadas con C.G. Jung. Hemos trabajado con los arquetipos en los cuentos de hadas; con el proceso de individuación: el yo, la persona, la sombra, el animus, el ánima, la plenitud, para llegar al si-mismo.
Sabes que es complejo llegar a la verdad de uno mismo.
Tu nombre, Olvido, escrito en el cuaderno, te define. No quieres recordar lo que te hace daño. Intentas que el pasado no enturbie tu presente.
Estás incómoda y cambias de postura. Llegas a sentir miedo, te observa alguien a quien no conoces y no sabes sus intenciones. Quieres volverte, desafiante, pero no te atreves. “No temas, sólo te admiro, eres muy atractiva”.
Parece que te has puesto más nerviosa. “Tranquila”.
Te levantas para dirgirte a la puerta del vagón, y ves que estoy leyendo “Érase una vez …” de Marie-Louise von Franz.
Te da miedo lo desconocido, y no puedes escapar de mí. Te sientes prisionera.
El tren avanza y tú, no consigues progresar en tus miedos.
Tu verdadero problema, los miedos, todavía no sabes que todo está en ti, que eres tú la única persona que puede cambiar tu vida, tienes miedo de lo que te rodea, cuando descubras que es a ti, a quien temes, todo será diferente. Tienes la fuerza necesaria para vencerte. Y cuando pienso ésto, recuerdo lo que acostumbraba a decir Jung: “Hallarse prisionero de una situación de la que no se puede salir, o de un conflicto sin solución, es el punto de partida clásico de un proceso de individuación”.
Vuelves andando encogida, como si algo te hubiera asustado.
Con la mirada te digo: “Todo está bien, no te preocupes”.
Te sientas, pero ya no estás como cuando subiste al tren. No veo tu hermosa pierna. Intentas no estar ahí, quieres esconderte, y tu cuerpo ha disminuido, no está esplendoroso, desbordante. Deseas llegar a tu destino.
Piensas “¿Qué debo hacer?” “¿Para qué?” te respondo mentalmente.
Intento que mi fuerza te llegue, que todo esté bien.
Siempre te ha gustado la vida, quieres conocer y disfrutar todo lo que te ofrece, no siempre lo consigues, pero sólo eres tu quien lo impide.
Buscas mi mirada para tranquilizarte y saber que estás a salvo, pero deseas que el tren aumente la velocidad para llegar pronto a tu destino.
Quieres alejarte de lo que te inquieta, mueves las manos, ya no escribes, no puedes hacer nada.
Por fin, una voz anuncia la próxima parada, piensas, “En breve, estaré libre”.
Te bajas, sientes mi mirada, te alegras de dejarme, sólo, en el tren que te ha tenido prisionera.
Sabes que te sigo mirando desde la ventanilla, te vuelves y me dices: -No soy yo. Eres tú
Antonio había muerto de un infarto. Cayó fulminado sobre la mesa de la cocina sin poder probar las exquisitas setas de cardo que había recolectado el día anterior y que finalmente se carbonizaron . Cuando su mujer alertada por el olor a quemado se presentó en la cocina, un humo espeso salía del horno y las setas, negras como la brea estaban prácticamente desintegradas. _ Pero Antonio, ¿Otra vez te has dormido? ¡Que se quema la cena! Antonio no respondió, ni siquiera tosió a pesar del humo, ya nada le afectaba. Había cogido el sueño para siempre. Loreto, su mujer, hizo lo que se esperaba de ella, todo menos ponerse de luto. Antonio fue incinerado, igual que sus famosas setas y con los restos llenaron una especie de ánfora, cursi como pocas, escogida por su mujer como a mala idea. Antonio (lo que de él quedaba ) llevaba tres días presidiendo, junto al televisor y a su teléfono móvil, el mejor lugar de la cocina. Su viuda se había hecho rápidamente a la idea de ser viuda, es más, se había quedado como “a gustito” después del deceso. Para ella quedaban lejos los años de aguantar un marido que se la pegaba con cualquiera, años de mentiras, de soledad en compañía, años que la habían convertido en un ser insensible a casi todo.... Aquel día era el primero que estaba sin gente alrededor. Por fin familia y amigos la dejaban en paz y para celebrarlo sacó unos langostinos del frigorífico y un buen trozo de carne para la plancha, se puso una copa de vino y la levantó hacía el ánfora. _ ¡Va por ti Antonio! Ya era hora. Y la vacío de un trago. Entonces reparo en el móvil que descansaba al lado de su dueño, puso un poco de sal en los langostinos, les dio la vuelta y cogió el teléfono de su marido. Había multitud de llamadas perdidas, pasó a los mensajes de voz, había varios de los últimos días, siempre la misma voz femenina... “Cariño ,¿qué pasa que no me llamas...churri ,sigues enfurruñado conmigo?” “Cari, si no me contestas pronto, soy capaz de llamar a la bruja de tu mujer...” En este punto Loreto ya estaba bastante cabreada. Cerró el teléfono de golpe, respiro hondo como le habían enseñado a hacer en relajación y se sirvió otra copa, saboreo lentamente el vino, tan lentamente como empezó a elaborar su plan, y con la copa en alto la dirigió de nuevo a las cenizas de Antonio . _ Se va ha enterar la puta esa –le gritó Y se puso en marcha No fue difícil encontrar las llaves del pisito “secreto” de su marido, regresó a la cocina, el móvil de Antonio parpadeaba encima de la mesa, lo abrió y en unos segundos escribió un mensaje... “Amor, llevé a mi mujer a Alicante, estoy de camino a casa, mañana te veo en nuestro nidito. Cocino yo, hay sorpresa, así que no vengas antes de las nueve ¡Te comeré!” Loreto se puso las botas de goma cogió una cesta de mimbre y salió de la casa Al día siguiente, pasadas las nueve de la noche "la otra” entraba en el apartamento. _ Antonio, amorcito, ya estoy aquí. Nadie contestó, la luz de la cocina se colaba por debajo de la puerta cerrada y la radio estaba terminando de dar las noticias. Ella se fue quitando ropa mientras se dirigía hacia la puerta _ ¿Antonio? En la cocina todo estaba preparado para una cena intima, en la mesa un par de velas rojas, platos y cubiertos para dos y en el centro una colorida ensalada de salmón con arándanos y setas. Del horno salía un apetitoso olor a asado... Ella siguió quitándose ropa hasta quedarse con un minúsculo tanga y un escaso sujetador a juego, entonces su móvil le avisó que tenía un mensaje... “Cariño, estoy comprando el cava, no picotees mi ensalada, vale, puedes probarla. Solo un poquito” Unos días mas tarde Loreto estaba leyendo el periódico. Buscó ansiosa en la sección de sucesos “Niño chino operado de urgencias por intoxicación al comer setas, se le hizo un trasplante de higado.” “Mujer muerta por ingerir setas venenosas. Una vecina llamó al 112 cuando encontró a la mujer medio desnuda en el descansillo de la escalera en muy mal estado. “Las autoridades advierten de nuevo del peligro de comer setas que no hayan sido identificadas previamente por expertos” Loreto dobló el periódico, se levantó, cogió el móvil de Antonio de la repisa, cogió las cenizas y sin más, puso a ambos en el cubo de la basura.
45 permanecía consultado casos atrasados en el ordenador de su despacho. El viento silbaba una balada por la ventana, un silbido a lo Ennio Morricone, un silbido español. Su concentración estaba tan bien compactada, que el silbido no le tosía. El detective siguió a lo suyo, aporreando las teclas del portátil, hasta que la puerta se abrió de golpe, y una piedra atravesó la ventana, con un ruido seco, estropajoso, como de lija. La puerta dejó entrar a una figura a contraluz y a prosombra, hasta que la figura se acercó a 45:
-Buenaaaas Taaaaaardes.
45, demasiado acostumbrado a este tipo de visitas, pero que esta se presentaba como nueva, apoyó su palma en el pelxo solar, mientras respiraba con dificultad.
-Pero, bueno-replicó el detective- Llame primero.
-Quería darle un susto catatónico-dijo la figura-No se olvide de las Tres Visitas.
Fue entonces cuando tomé la decisión más importante de mi vida. Marius me había traicionado y lo iba a pagar. Tenía mis dudas de que la policía y más tarde un juez, pudiera demostrar su culpabilidad y aunque así fuera le acusarían de robo y poco más. Por eso me propuse dar la vuelta al problema. Contraté a un prestigioso abogado para que mi “querido marido” saliera cuanto antes del atolladero. Esto nos llevó unos cuantos meses y por supuesto fingir por ambas partes nuestro amor. Al principio me costó trabajo, pero pronto mi lado práctico me dijo que era mejor aparcar mi odio hasta que llegara el momento y mientras tanto, como yo me podía permitir todo tipo de caprichos y Marius era uno de ellos ¡Y lo tenía más que pagado! me convencí a mi misma que debía disfrutar de él. En el mismo día en que supimos que quedaba fuera del circulo de sospechosos y por tanto podíamos viajar, le propuse ir a Méjico a relajarnos de las tensiones vividas. -Cariño-le dije- Quiero que conozcas ese maravilloso país. Te gustará. Yo guardo un recuerdo muy positivo de cuando pasé varios meses allí, rodando la película “Cattle Anne y little Briches”, con mi primer marido. Te llevaré a Durango y a los peculiares lugares donde rodábamos. Luego si quieres daremos un salto a Los Estados Unidos ¿Qué te parece?. Ni que decir tiene que accedió. A la semana siguiente aterrizábamos en Méjico distrito federal y una vez pasados diez días visitando la capital y alrededores nos fuimos a Durango, en el Norte del país. Gratos recuerdos vinieron a mi memoria cuando pisamos tierra en el aeropuerto. Habían pasado muchos años desde que estuve allí, entonces recién casada. Donde conocí y trabaje con Burt Lancaster, tan serio, tan señor, siempre el primero en maquillaje, siempre con una palabra amable en la boca y las chicas, entonces principiantes, Amanda Plunmer y Diane Lane, ahora grandes estrellas...Y tantos y tantos otros... Durango había crecido, había cambiado de aspecto, pero seguía siendo un pueblo en muchas cosas. Dejé a Marius en la piscina del hotel descansando y le dije que me perdonara por unas horas. Tenía que reencontrarme con mi pasado. No fue difícil localizar a Cañoncito. En Durango todo el mundo lo conoce, cuando menos de oídas. Todos recuerdan la anécdota que le encumbró a la fama. Entonces era un chaval y en una de las primeras películas norte americanas que rodaron allí, tenía la misión de guardar y proteger un cañón que se había construido para aquel rodaje. El lugar donde lo guardaban estaba en las montañas y cuando lo requerían lo llevaban a la localización que fuere y más tarde se lo devolvían a Cañoncito. Un día se terminó de rodar la película y todo el mundo regresó a casa . Todos menos Cañoncito. Se olvidaron de él. Pero Cañoncito tenía una misión: Guardar el Cañon (de aquí su alias) y siguió al pie del mismo durante meses y meses. Al final corrió el rumor de lo que pasaba y tuvo que venir en persona el productor que en su momento lo contrató para comunicarle que ya había terminado su misión. Fue solo entonces cuando Cañoncito dejó las montañas y regresó al pueblo. Y ya nunca le faltó trabajo en las películas que se rodaban en Durango. Me alegró mucho verle de nuevo. El apenas me recordaba, pero le encantó que le buscara. Y juntos hablamos horas y horas de los viejos tiempos. Más tarde le pregunté si sabía donde encontrar algo de hierba. -No, no es difícil, conseguir marihuana aquí - Dijo Cañoncito - Nunca lo ha sido, ya lo sabes. ¿Tú fumas? -No, es para mi marido. Y ¿algo de cocaína? -Eso es más fuerte, pero también es fácil. Te daré una dirección. Cañoncito me puso en contacto con “Ellos”. Un taxi me llevó a la dirección en los suburbios de Durango. No tuve que dar explicaciones. Puse un montón de dólares encima de la desvencijada mesa y quedamos de acuerdo en un lugar de las afueras y a una hora determinada. Cuando llegué al hotel Marius seguía tumbado al sol y ya andaba por su tercera o cuarta margarita. Le conté lo agradable que había sido volver a ver a Cañoncito. -¿Sabes Marius?. Me ha dado una dirección para conseguir cocaína buena y barata. Mañana nos la pueden conseguir. ¿Qué te parece? -Bieeen - contestó Marius- Eres un sol. Nos daremos una fiesta tu y yo solitos en nuestra suite. ¿Dónde hay que ir?. Y Marius fué a la dirección indicada a la hora indicada. Yo tenía una gran jaqueca y no pude acompañarle por suerte para mí. El pobre Marius se vió envuelto en un tiroteo entre traficantes y nunca regresó al hotel. Ahora estoy en Punta Cana y trato de reconducir mi vida. A fin de cuentas no es tan malo quedarse viuda.
¡Que horror de día!. Mi crisis nerviosa por el susto, aquel antipático policía haciendo preguntas, y yo como una autómata contestando... _ No, no me enteré de nada, estaba durmiendo, no recuerdo haber dormido tan profundamente en años... _ Y su familia ¿Dónde está? _ Mi marido en la sierra, los sábados tiene partida de póquer con los amigos en Cercedilla, en un chalet que tengo allí. Mi hijo tampoco está... _ ¿Dónde esta su hijo? _ Pues... la verdad es que hace unos meses que no vive en casa. _ ¿Por algún motivo digno de mención? _ No... y sí . No se lleva muy allá con mi marido... Le molestó que me casara con su amigo del alma, ya sabe, los chicos son así, posesivos. ¡Dios que dolor de cabeza con tanta pregunta! El policía me miraba de arriba abajo y me espetó... _ Señora, a usted la han dormido... de ahí su dolor de cabeza ¿Estamos?. Y dé gracias a Dios que no la han matado, hoy día no se andan con remilgos. Dígame, la caja fuerte la abrieron con mucha facilidad, no está manipulada en absoluto, algo sorprendente...¿Que tenían en ella ? _ Pues dinero... unos 200000 euros en efectivo. Una pequeña herencia de mi tía. Mi marido se empeñó en no ponerlo en el banco... hacienda... ya sabe. Lo usamos para el día a día. Nunca cerramos la caja... es muy sofisticada y abrirla un lío y como está camuflada detrás de un cuadro, la verdad nunca pasó nada. _ Hasta que pasa señora, francamente no sé para que se molestan en tener cajas fuertes y todas detrás de algún cuadro. Patético. Bueno, a lo que vamos ¿Sospecha de alguien?. ¿Sabe mucha gente que los sábados se queda sola? _ No, ni idea... He cambiado de servicio dos veces últimamente... pero no creo. Rumanas las dos... la última tenía un novio, nos hizo alguna chapuza en casa, buena gente, se fueron a Barcelona... _ Pues señora, sepa que los ladrones fueron a tiro hecho, solo han tenido que romper un cristal, mover dos o tres cuadros de sitio y tan ricamente se han ido con el botín. Vamos más fácil imposible. Su marido, ¿por qué no vino a dormir anoche, le ha avisado de lo que pasó? _ Si, estará al llegar....Hoy tenía que probar el horno que nos acaban de hacer, les tenía prometidas unas pizzas a los de la partida, no pensaba venir a dormir. Es buen cocinero cuando quiere. Oiga, tanta pregunta me está poniendo nerviosa. _ Intente relajarse y tómese algún calmante mientras llega su marido. _ Ramírez, vea si hay alguna huella, aunque seguro que llevaban guantes... _ Señor aquí parece que solo hay pisadas de una persona, eso sí, con un montón de barro... _ ¿Qué? ¿Solo fue una persona? Huellas de barro de solo un par de zapatos... Bien Ramírez, hay que averiguar que número calzaba y esas cosas. Tome fotos y muestras. Es curioso, en Madrid no ha llovido en meses. Entérese si en los alrededores o donde, ha hecho mal tiempo. Yo seguía un poco ida, los escuchaba lejanos mientras los veía moverse de un lado a otro... en algún momento el tal Ramírez volvió al salón y me dijo. _ Señora, ha llegado su hijo.Marius entró como una tromba en el salón. Nos abrazamos, luego me cogió de la mano y me llevó al sofá. Su sola presencia y desapareció por completo de mi mente la pesadilla de la noche anterior. Marius... tan fuerte, tan guapo. _ Si, si, estoy bien amor mío, no, no te preocupes, ya ha pasado el susto. Inspector, mi marido Marius Tortora. _ Inspector. _ ¿Me permite unas preguntas Sr. Tórtora? Siéntese por favor. Dígame ¿A que hora se marchó usted anoche? _ Pues serían las nueve, más o menos, siempre que tengo partida me voy tarde para evitar el tráfico de fin de semana ¿Verdad cariño? _ Y... dígame ¿Estuvo toda la noche en Cercedilla? _ Si, claro, después de la partida nos acostamos, algo tarde... aunque yo tenía que madrugar para hacer la comida, preparar la masa de la pizza y recoger sarmientos y raíces para el fuego, todo lleva un tiempo y mientras los otros duermen, yo voy preparando las cosas. Ya estaba todo a medio hacer cuando recibí el mensaje de mi esposa y... _ Una curiosidad Sr. Tortora. ¿Qué tiempo hacía en el pueblo? _ Pues serían las nueve de la mañana... _ No, no me entiende. Le pregunto por el tiempo atmosférico... _ ¡Oh! perdón, mi mal español. De canes, de perros... quiero decir. Lloviendo toda la noche... _ Ya , ya veo. Bonitos zapatos... _ Italianos, los compro siempre en Milán. _ Pues los lleva hechos una pena, parece que se hubiera metido en un lodazal... _ ¿En un qué? _ Nada, olvídelo... En aquel momento y solo entonces, me fijé en sus zapatos...
El pasado viernes 11 de Junio de 2010, tuvimos un encuentro cultural en la Feria del Libro de Madrid con otros compañeros y compañeras de los talleres de poesía, que también dirige Óscar Curieses, en otras bibliotecas públicas.
Se lo ha currado un montón y cuando nos recibió a la entrada del pabellón, noté que estaba muy nervioso.
¿Por qué?_ le pregunté.
Me contestó que le producía más tensión la presentación de escritos de sus alumnos que la de sus propios temas. Necesitaba saber que todo saldría bien y que la gente respondería al esfuerzo realizado, tanto por la organización como por los autores.
Y así fue.
Todo resultó perfecto. El escenario era ideal, el ambiente íntimo, recogido y los lectores, estupendos.
Primero hizo Óscar una pequeña introducción y expuso que se trataba de escritos realizados por alumnos de tres talleres diferentes, dos de poesía y un tercer taller de creación literaria que se había centrado en el relato corto. Dijo que los talleres de poesía llevaban funcionando varios años y que el de relatos, este había sido el primero (esos éramos nosotros, biblioteca Gloria Fuertes)
Pidió que sobre todo centrásemos nuestra atención en la poesía, no porque fuese más importante, sino porque necesita otra concentración para apreciarla.
Primero leyeron sus poemas dos compañeras de la biblioteca de Valdebernardo, a continuación, nuestro querido Jaime, leyó nuestros microrrelatos y por último otras dos compañeras de otra biblioteca (que no recuerdo cual era) también leyeron sus poesias
A mí, particularmente, me hizo muchísima ilusión oír nuestros cuentos en boca de Jaime y en ese ambiente. Además, creo que gustaron bastante. ¡Eran muy buenos…!
Ojalá tengamos más oportunidades de este tipo y sobre todo, ojalá que no perdamos la ilusión de compartir, con todo el mundo, nuestras fantasías.
Gracias y que las musas nos acompañen.
Vuelta y vuelta
Juan fijó la vista al frente, el ritmo del gentío hacía imposible caminar con parsimonia. Cada tarde recorría la Gran Vía de vuelta a su casa con la esperanza de toparse de nuevo con los ojos de Magdalena, esos que se despidieron sin lágrimas ni rencor.
Cada tarde se arrepentía de haberlos dejado marchar y los buscaba entre los transeúntes con los que se cruzaba, en la misma calle que la abandonó.
Cada tarde pensaba que mañana la encontraría.
Llevaba treinta años buscándola.
Huida
Estás angustiado, tu cara te delata.
Te sudan las manos, te agitas en tu asiento, solo la vista a toda velocidad desde el tren te relaja.
En la fila delantera aquellas chicas escandalosas llaman al revisor:
_ ¿Nos hace una foto, por favor?
Miras hacia allí y el flash te hiere. Fastidiado, observas como se apean corriendo.
Cuando el tren recupera toda su velocidad, te quedas petrificado. ¡Dios mío, has salido en la foto!
Te pillarán, seguro.
Te levantas, absorto recorres el pasillo, abres la puerta, miras ciego el veloz paisaje y saltas.
Lunático
No me creo esa historia de “la chica que una mañana cogió la luna y la guardó en su bolso”, porque yo, ya la tenía antes para mí.
La tenía para mí, para mí y para mis amigos.
La agarraba a patadas calle abajo y ella siempre ahí, en silencio, condescendiente, tan tonta, siempre asistiendo cumplida a mis citas todas las noches.
La odio porque es la manera de no sentirme, en mis noches, tan insignificante al lado de ella y temo me domine; y se quiera ir con otro.
Siento, estoy seguro, que en las noches alguien más, como yo, se pone a pensar en ella.
Deseo asesinarla y que sea yo, el último que la pueda ver.
La noche inevitablemente pasó y ella se había marchado a las antípodas, con otro.
Fidelidad
Cada día seguía yendo a buscarle a la estación del pueblo. Los trenes se sucedían unos a otros, pero él no llegaba. Pasaron meses, años y continuaba acudiendo incansable a su cita diaria. Hubo cambio de siglo, pero el tiempo de ella seguía congelado.
Un día no pudo encontrar la estación, buscó la puerta que llevaba al andén, el banco donde se sentaba… solo halló un montón de ruinas. Entonces supo que estaba atrapada en un mundo que ya no le correspondía, que él nunca volvería allí.
Decidió buscarle en otro nivel.
Y se diluyó…
Reencuentro
Amanece, la calle está desierta, están regando la calzada y las aceras; suenan los cierres de los bares más madrugadores, hacia donde algunos borrachos intentan acercarse.
Juan y Magdalena, lloran abrazados, sentados en un banco, frente al cine Capitol.
No saben cómo han llegado a la Gran Vía. Se encontraron, la noche anterior en el tren que los traía a Madrid, pero no recuerdan dónde está su equipaje y porqué están sentados allí.
Desde el cine, Alguien con ojos compasivos, les observa.
El fumador
El Cielo y el Infierno conversaban mientras tomaban una cerveza en un chiringuito de la playa.
_ Mírame – dijo el cielo- soy todo luz y bienaventuranza, un estado que no anhela nada más. Los que viven en mi reino gozan de una paz libre de comparaciones.
El infierno respondió:
_ Mi reino está en todas partes, soy el rey del fuego y de las aguas turbulentas, El miedo, la angustia y el dolor son mis venenos.
Un hombre fumaba tranquilamente en la mesa contigua, después de escucharlos pensó:
“Ambos son este humo que aspiro y exhalo. Cuando penetra en mí, quema mis entrañas, me llena los pulmones de nicotina, me hace toser violentamente y temo morir. Pero este mismo humo tranquiliza mi espíritu, sosiega mi mente y en estos momentos no aspiro a nada más”.
La decisión
Elena acaba de ducharse y mientras se seca, se mira al espejo. Sus ojos se detienen en su pecho mutilado y no puede evitar las lágrimas. Un pensamiento terrible cruza por su mente.
Suena el teléfono. Piensa que es mejor no cogerlo. Sabe que es la llamada que Carlos le hace cada mañana para intentar animarla.
Sale de casa y se dirige a la playa. El día está nublado y el mar huele a algas y a sal.
Se va adentrando en el agua, poco a poco. Mientras piensa: “¡Pobre Carlos!”… “Pronto aprenderá a olvidarme”
Deja que su vestido flote, que su cuerpo flote también.
Siente que una enorme paz la va invadiendo…
Reciclaje
Prisionero de su esfera, el tic tac dejó de sonar. Su sueño: ser carillón del reloj de la Torre,
Servir a Marta de despertador siempre le pareció poco. Ella, sin embargo, añoraba su odioso soniquete matutino.
Cuando el relojero dijo que se olvidase, lo depositó en el desván, junto al cuco que habían traído sus abuelos de Suiza.
Al cerrarse la puerta, en la oscuridad de la habitación, Don Cuco dijo a Don Despertador:
_ ¡Echaba de menos la compañía de un colega!
Don Despertador le miró de reojo y pensó: “Bueno, no es el reloj de la Torre, pero por algo se empieza.”
Las Cucarachas de la T4
¡Imbéciles! Pretenden escapar. No se dan cuenta que tú manejas sus vidas. Si no te fueran útiles prescindirías de ellas.
De nuevo tienes esa sensación de control, como cuando reinabas en el laboratorio de biología, o al volver a casa, cuando tu pequeño esperaba despierto para escuchar tus fantásticos cuentos. ¡Como adorabas el brillo de sus ojos embelesados!
Un nuevo trago de vino, Marta, y te sentirás dispuesta a recuperar tu vida.
Pero ya casi son las seis y el personal de limpieza del aeropuerto comienza sus funciones; debes recoger con rapidez y encerrar las cucarachas en el tarro de mermelada.