Ella estaba sentada en su lugar favorito. El humo de su cigarrillo subía incansable hacia el infinito envolviendo su cara en otros tiempos atractiva. Desde lo alto de sus tacones interminables y del taburete donde se sentaba, me hizo una seña para que me acercara. “Johnny, tómate una copa conmigo, hoy invito yo”. Dijo al tiempo que pedía mi whisky favorito. “Sabes, esta noche no voy a trabajar, quiero pasarla con mis amigos...Tú eres mi amigo, ¿no?”. Me preguntó suplicante. “Por supuesto Marilyn, y siempre lo seré...” Ella medio me sonrió a través del humo compasivo que diluía su rostro ajado por los años, por los cigarros de unos y otros y por tantas otras cosas. “Sí, quizás tú eres el único que nunca intentó ponerme la mano encima y eso a veces es de agradecer, además te garantiza la amistad sin intereses a corto o largo plazo ¿no crees?”. Me quedé mirándola durante unos segundos antes de contestar. “Puede que tengas razón Marilyn, pero debes saber que si nunca intenté tener algo contigo fué porque siempre tenías la luz roja encendida, ni siquiera los domingos descansabas.” Me pareció ver una fugaz sonrisa en sus ojos. “Tómate otra copa, sigo invitando yo. ¿Sabes? los domingos por la mañana si me los he tomado siempre libres, mi madre era de Irlanda y me enseñó a ir a la iglesia. Pasara lo que pasara, yo siempre he estado en San Patricio el domingo, en misa de once. Hasta cuando mi primer marido me rompió el brazo, con la escayola recién puesta, desde el hospital me fui a misa, para agradecer que no me hubiera roto también la cabeza.” Volvió a pedir otra ronda de copas, añadiendo un tercer whisky para Susi, la camarera que hacía rato nos escuchaba en silencio desde el otro lado de la barra.
“No sabía...” Intenté retomar la conversación, pero Susi me interrumpió. “Los hombres nunca sabéis nada, sois ciegos mentales, siempre necesitaréis una mujer que os dirija para que no tropecéis con todas las farolas que la vida os pone delante, a veces será vuestra madre la que os guié otras vuestra mujer, o la amante de turno... Sois seres desvalidos y desorientados, pero no lo sabéis.” El local se había ido llenando de humo y de gente a partes iguales. Mi cabeza daba vueltas y más vueltas a las frases más serias que jamás había escuchado en un lugar como aquel y en unas mujeres fáciles de desnudar por fuera, que no por dentro. Por fin tuve el valor de preguntar: “ ¿A que viene todo esto?” Marilyn, con un gesto reflejo, pasó su mano por los largos y estrambóticos pendientes que solía llevar antes de contestar: “Johnny, posiblemente esta sea la última noche que nos veamos. ¿Recuerdas el hombre que suele venir a verme los quince de cada mes? Dice que quiere tener algo más serio conmigo. Que no es solo atracción sexual, que está dispuesto hasta, si es necesario, firmar los papeles de su divorcio...”
Entonces exploté..."¿Pero tú te lo has pensado bien? ¿Te gusta como hombre? ¿Serás capaz de atarte a alguien a estas alturas de tu vida?
Me miró melancólica y dijo:
“De eso se trata precisamente. ¡A estas alturas de mi vida! Para nada me lo he pensado. Yo no pienso las cosas serias, me dan miedo. Ya sabes que lo único que pienso es en cuando me compraré ese bolso que me gusta tanto y cosas así... Que quieres que te diga, tampoco sé si me gusta o no. Solo sé que no me disgusta. Solo sé que este local dejará de ser el mismo cuando a primeros de año se deje de fumar en él, que ya no habrá rincón de confidencias al calor de una copa en la mano y un cigarrillo en la otra. Nada será igual, quizás porque ya hace tiempo que somos otros. Y hasta el trompetista, Tonmy, ese que no alcanzamos a ver por el humo, al que escuchamos una y otra vez, desgranar su música dulzona, algún día terminará su balada y el silencio nos aplastará. Quizás para entonces, será bueno que no estemos aquí...
Hizo una pausa y extendió una mano cuajada de estrafalarias sortijas para acariciarme. Dejó un pequeño raspón en mi mejilla y prosiguió.
“¿Sabes Johonny lo que más me jode? Que tendré que aprender a ser otra y que me he dado cuenta de que mi trasero ya vale menos que mi cabeza...”
Entonces exploté..."¿Pero tú te lo has pensado bien? ¿Te gusta como hombre? ¿Serás capaz de atarte a alguien a estas alturas de tu vida?
Me miró melancólica y dijo:
“De eso se trata precisamente. ¡A estas alturas de mi vida! Para nada me lo he pensado. Yo no pienso las cosas serias, me dan miedo. Ya sabes que lo único que pienso es en cuando me compraré ese bolso que me gusta tanto y cosas así... Que quieres que te diga, tampoco sé si me gusta o no. Solo sé que no me disgusta. Solo sé que este local dejará de ser el mismo cuando a primeros de año se deje de fumar en él, que ya no habrá rincón de confidencias al calor de una copa en la mano y un cigarrillo en la otra. Nada será igual, quizás porque ya hace tiempo que somos otros. Y hasta el trompetista, Tonmy, ese que no alcanzamos a ver por el humo, al que escuchamos una y otra vez, desgranar su música dulzona, algún día terminará su balada y el silencio nos aplastará. Quizás para entonces, será bueno que no estemos aquí...
Hizo una pausa y extendió una mano cuajada de estrafalarias sortijas para acariciarme. Dejó un pequeño raspón en mi mejilla y prosiguió.
“¿Sabes Johonny lo que más me jode? Que tendré que aprender a ser otra y que me he dado cuenta de que mi trasero ya vale menos que mi cabeza...”
Una vuelta de tuerca a las historias de Lupe y Antonio. MARISA
ResponderEliminarJoder maestra, vaya lección. Literatura de la buena. Conservas tu frescura, pero sin tanta adiposidad frívola de otras veces. Te desnmarcas mejor que Messi y pones más distancia que Cristiano Ronaldo, al tiempo que recreas a un personaje cercano, irónico, confuso..., pero tan real, aunque nada sea verdad (o si, y a quién le importa), que tu cuento es la mejor explicación posible a lo que yo decía en el comentario que hice al cuento de Lupe.
ResponderEliminarSólo una cuestión, digamos crítica, pero que no pretende ser un reproche aunque si un toque de atención: el cuento mejoraría mucho formalmente si cuidaras la puntuación, la acentuación y algún otro ·ón·, querida. Aunque si así lo quieres, por mi no hay problemas, a mi me gusta el estrambote en los sonetos.
A ver si te gusta y te parece apropiada la música que me he tomado la libertad de añadir a tu cuento.
ResponderEliminarGracias por estar ahí, por compararme con dos "grandes" del balón...Cuando escribo voy tan deprisa que no tengo tiempo para los acentos y demás.Me gusta el detalle de la música, pero hoy, (quizás por la muerte de un gran director de cine Berlanga)he recordado que fuí, soy montadora de peliculas y que si mi escrito fuera un cortometraje , sin duda habria puesto como fondo un solo de trompeta. ¡Es que a veces me sale la vena romántica! MARISA
ResponderEliminarEspero haber solucionado el problemilla de la acentuación y de la puntuación.
ResponderEliminarTu relato es casi casi tan realista como el mío.
Quien lea el cuento de Antonio, el tuyo y el mío no se va a enterar de la relación que puede haber entre estos cuentos. Y desde luego, de lo que estoy completamente segura, es de que tenemos tres estilos de escritura diferentes pero... que bien poder compartirlos y poder criticarlos. Me gusta.
Mis respetos alteza.
A mi también me gusta tu cuento, quizá también el que más hasta ahora.
ResponderEliminarLo asemejo a un guión cinematográfico clásico (de casta le viene al galgo), como una escena en primer plano de un diálogo triste en la barra de un garito, con el humo flotando en el ambiente (algo impracticable ahora) e incluso olor a alcoholes varios. Ese ambiente "pastoso" está bien logrado. Incluso que los diálogos se pierdan en el bloque del texto, más que un posible defecto formal creo que ayuda en ese sentido.
Me llamó la atención el párrafo del medio, tan poco considerado con los hombres (el pobre Johnny ni reacciona). En una 2ª lectura veo que lo hace la camarera; mejor que si lo hiciera Marily, pero ¿quién y cómo es Susi?, sería bueno saberlo...
Que sea verdad, real o lo que sea, ya no entro, efectivamente, no importa.
Sobre la música tampoco opino. La banda sonora de la vida de cada uno es algo muy personal