45 recogió unas hojas impresas de sus últimos informes. Ojeó los documentos, hasta que un viento frío, demasiado semejante a una ventosidad desagradable, le arrebató los papeles. Una voz prepotente se escuchó en el despacho. Etérea, nada espiritual, y con muy mal humor. 45 formuló la pregunta:
-¿Qué se le ofrece?
-En primer lugar, señor carpetovetónico, una silla donde reposar mis posaderas, para que el viajero fatigado descanse. Y luego, a esa moza pedorra, meona y cagona que tiene como secretaria, para llevar a cabo trabajos manuales de índole íntima. Ya comprende.
-Eso es imposible, señor...
-Don Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura, adalid del Gobierno, y figura de la Literatura, en profunda crisis, claro está. ¿Me ofrece a la moza?
La figura de Don Camilo de una nitidez que se iba materializando, le mostró con su oronda panza de Sancho, y una mirada más verde de lo habitual.
-Ah, Don Camilo. No le había reconocido.
-Y la moza. Menuda jaca. Será un placer montarla.
-Pues va a ser que no-replicó 45, por cierto, bastante molesto por la insistencia de Don Camilo en montarla como una yegua, sin educación, ni objeto de respetarla. No lo pensaba permitir.
-Si quiere le hago el número de absorber diez litros de agua por el ano. Tengo los intestinos muy flexibles. ¿Lo quiere ver, señor 45? 45, que nombre más ridículo. Seguro que se lo inventado algun escritor mediocre y deficiente mental.
-¡Basta, no le permito ningún insulto ni desprecio hacia mi nombre u origen! No se lo permito. Venga su caso, o larguese, que no estoy para tontadas ni idioteces.
-Un respeto, joven, que soy Don Camilo (José Cela), Premio Nobel...
-¿Cómo que un respeto..., ¿ a que le sacó a patadas del despacho, cenutrio, zafio, guarro, marrano?
-Eso son palabras mayores y defecaciones menores. Soy un fantasma y merezco respeto.
-Claro, como no debe nada a nadie...
-Pues Madera de Boj fue mi mejor y más compleja novela. Puse en ella todo mi talento y mi cultura.
-En realidad fue una cagada-volvió a llevarle la contraria a Don Camilo.
-No es cierto.
-Lo es, Don Camilo. Ese mamotreto inútil demostró que lo perdió cuando gano los cincuenta millones del Premio. Ah, y a mi secretaria ni tocarla.
-Pero si es una meona, está sucia...
-¡Chist! Exponga su caso.
-Bueno, sí-se tranquilizó el escritor-es que plagié. Pero que no lo sepa nadie. Lo hice por una crisis creativa (pero no lo diga); creo que, incluso, mejoré la obra plagiada. Fue un renacimiento; pero, olvídelo...
-¿Y en qué lo puedo ayudar?
Don Camilo se lo pensó.
-¿La secretaria?
-¡Y dale! Que no. No insista.
-Pero es que en donde estoy hace frío, y no hay distracciones. No me dejan escribir esos pajilleros demonios..., es imposible. Un poquito. Además, ya ha escuchado mi confesión, un poco.
-¡Fuera de aquí, Don Camilo, fuera!
-¡Hay que joderse, qué mal folla la juventud de ahora!
Y el fantasma de Don Camilo (José Cela) se desvaneció con el viento que había venido, con el desagradable ruido de la ventosidad más irreverente. 45 abrió el ventano, y tomó aire. Casi no podía respirar. ¡Qué experiencia más horrible!, pensó. Un viento más fuerte volteó en el espacio, los documentos impresos de 45.
-Hasta los muertos se vengan-comentó-,y no somos nada.
Todo muy propio de Don Camilo¡Jolin ,que tío tan petardo! Me gustó. Grumpy
ResponderEliminarEstupendo, recreas muy bien el personaje de DON CAMILO. Y otra cosa, el papá de 45 ¿también tiene ese sentido del humor?.
ResponderEliminarPor cierto, siguiendo tu estela, he escrito un cuento titulado Irma la Dulce, que puedes leer en mi blog (cuéntame que te parece).