LA ESPERA

Era una noche fría, húmeda y ventosa, cuando él, abotonándose bien el abrigo sobre su cuerpo consumido y alzándose el cuello por encima de las orejas vio que alguien le observaba. La noche lo cubre todo, también los pensamientos, pensó. Incorporándose empezó a caminar, sintió el ruido de unos pasos que no eran los suyos, se paraba, y dejaba de oírlos. ¿También me seguirá en lo que estoy pensando?, -se preguntaba. No, mi aspecto no dice la alegría que tengo. Dirigiéndose a su destino, recorría mentalmente los últimos meses, angustias, desesperación, discusiones, pero también la alegría cuando por fin ella accedió. Llegaba el final de esta espera, sabía que a partir de ahora su vida iba a cambiar, pero lo deseaba con todo su corazón. Miró el edificio. Se sentía vigoroso, su cuerpo ya no estaba consumido. Pulsó el timbre y la puerta se abrió, dentro del zaguán vio el torno, hizo sonar la campanilla, al otro lado una voz femenina le dijo “Ave María Purísima”, no sabía qué hacer y nervioso dijo: “Soy Manuel”. A los pocos minutos el torno giró y le mostró una canastilla donde un cuerpo pequeñito con ojos grandes le miraba, la voz anónima dijo: “Es una niña, se llama Esperanza”. Salió a la calle con la niña entre su pecho y el abrigo. Desde la acera de enfrente lo seguían observando.