19 may 2011

EL PUENTE VIEJO


Rodrigo había quedado a las 6 en el Puente Viejo. Estaba nervioso, era su primera cita y quería causar buena impresión, al fin había reunido el valor necesario para pedirle a María un encuentro lejos de los demás ojos de la oficina.

Mientras esperaba, lanzó una moneda al aire y al tiempo que se encontraba suspendida en la nada dando vueltas sin cesar, rezó para que el destino le acompañase una vez más y su suerte fuera la que creía que le correspondía.

María salió de la ducha y con la toalla retiró el vaho del espejo para poder observar su rostro. A ella le emocionaba lo inesperado, aquello que no costaba nada y lo valía todo. El tiempo, las palabras que a veces le acunaban, los abrazos (esos que envolvían), los besos y la disponibilidad de las personas (que daban su yo y nunca se agradecía bastante).

Cuando alguien envió aquel email por intranet, algo erizó su curiosidad y decidió mirar por el agujero de la mirilla para saber quién era el que le había escrito aquello, así que decidió acudir a la cita en espera de algún cambio sustancial en su horizonte.

Cada camino recorrido había sido una ilusión ganada para luego haber sido perdida, una parte del sendero con la que había construido vida. Había aprendido que las elecciones al llegar a la bifurcaciones, dependían de la seguridad que tuviese en sí misma y que por tanto jamás lo vería como un error si el resultado final no era el esperado.

Era la hora, veía un hombre a lo lejos. Seguro que era él. El tipo misterioso.

2 comentarios:

  1. Raquel,
    me encanta. Lo has mejorado, pero que caiga la moneda,¡por favor!

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  2. Gracias H, pero no lo he tocado está igual..... Eso sí, ahí ando... luchando contra la fuerza de la gravedad a ver que pasa con esa moneda.

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