La última luz del caserón se apaga justo cuando están dando las doce de la noche y el silencio lo llena todo. O casi todo, pues en el sótano los habitantes ocultos se despiertan.
31 mar 2010
Aquí no hay quien duerma
26 mar 2010
DENTRO
Tu nieve cuaja la almohada donde me sueño. Sé que
el final está muy próximo, de ahí su insistencia en mi re-
cuerdo:
Aunque me pienses inútil ahora, en la vejez tomo
conciencia de que el ser es únicamente lo que recuerda de
si mismo, y así, cuanto más recuerda más vive. Siempre
vivimos de memoria, lo importante es sólo el predomi-
nio de la misma, la clase de recuerdo que nos vive:
Mi nieve cuaja la almohada donde te sueño. Sé que
el final está muy próximo, de ahí mi insistencia en tu re-
cuerdo
25 mar 2010
URUEÑA
TORRIJAS AL ALMIBAR DE NARANJA
Esta receta es de mi cosecha propia y la puse en práctica en una ocasión que me vi obligada a gastar naranjas de forma rápida. Os cuento. Encargué a mi hijo que trajera zumo de naranja y se presentó en casa con dos bolsitas de 10 kilos, cada una, de naranjas de zumo.
Imaginación al poder.
Lomo con naranja, bizcocho de naranja y torrijas al almíbar de naranja.
Mucha vitamina C, ¡Buenísima!
Ingredientes:
_Pan de torrijas o pan de barra del día anterior, pero que hemos guardado en una bolsa de plástico para que adquiera una consistencia blandita, como correosa.
_Un litro de leche entera
_Una taza grande de azúcar
_La cáscara de una naranja
_La cáscara de un limón
_Un palo de canela.
_4 huevos
_Aceite para freir.
_Canela en polvo mezclada con azúcar
_Zumo de 6-8 naranjas
_Miel de flores suave.
Elaboración:
Se hace un cocimiento con la leche, las cáscaras de los cítricos, el azúcar y el palo de canela. Tiene que cocer un buen rato, 15 minutos por ejemplo, para que se mezclen todos los sabores y todos los olores. Tened cuidado de que no suba la leche y se salga, manchándolo todo.
Se deja enfriar el cocimiento y cuando está tibio se van bañando las rebanadas de pan hasta que queden bien empapadas. A continuación se pasan por el huevo batido y se fríen en una sartén espaciosa con bastante aceite calentito. Cuando están fritas por ambos lados, se sacan a una fuente con papel absorbente y se espolvorean con la mezcla de canela y azúcar.
El almíbar se hace mezclando la miel con el zumo de naranja y cuando ha hervido un ratito se cubren las torrijas, previamente colocadas en el recipiente en que vayamos a conservarlas.
Para la presentación, cortaremos un par de naranjas, peladas, en rodajas finas y serviremos cada torrija con un aro de naranja y unas cucharaditas de almíbar.
24 mar 2010
Sepia en salsa romescu
Voy a compartir con vosotros la receta más aproximada a aquella delicatessen:
EL BOLERO DE LOS NARRADORES ENLAZADOS
REACCIONA O SUEÑA
SOPHIE
LAS CUCARACHAS DE LA T4
RIO ESCONDIDO
EL PEOR ESCENARIO
23 mar 2010
Dos de cine
"La Cinta Blanca"
La educación a debate. La disciplina, la violencia, la convivencia...
Y otra muy diferente, pero no por ello menos interesante.
"Flor del desierto"
El tema: La mutilación genital femenina.
La ablación es un problema que afecta a miles de mujeres en el mundo y todos debemos sensibilizarnos con este asunto. Espero que os gusten. Hasta pronto.
22 mar 2010
NO QUIERO IR A ÍTACA
¿Para qué pasar penurias?
No quiero pasar frío, ni tampoco calor
¿Por qué emprender el camino?
No quiero comer alimentos extraños
¿Por qué arriesgarme a enfermar?
No quiero pasar miedo
¿Para qué enfrentarme con extraños?
No quiero cansarme sin necesidad
¿Por qué esforzarme?
No quiero aventuras
¿Para qué nuevas experiencias?
Prefiero que viajes tú a Ítaca
Y a la vuelta, me cuentes tu experiencia.
Así no viviré tus avatares
Pero disfrutaré de tus anécdotas
Yo quiero estar en mi casa
Seguir con mi rutina
Que nada me acongoje
Que nada me emocione.
Si Ítaca merece la pena
Lo sabré de tu boca
Y si Ítaca te ha engañado
Mejor ahorrarme el camino.
18 mar 2010
RECICLAJE
Prisionero de su esfera, el tic tac dejó de sonar. Su sueño, ser carillón del reloj de la Torre.
Servir a Marta de despertador siempre le pareció poco. Ella, sin embargo, añoraba su odioso soniquete matutino.
Cuando el relojero dijo que se olvidase, lo depositó en el desván, junto al cuco que habían traído sus abuelos de Suiza.
Al cerrarse la puerta, en la oscuridad de la habitación, Don Cuco dijo a Don Despertador:
— ¡Echaba de menos la compañía de un colega! —
Don Despertador le miró de reojo y pensó…
—Bueno, no es el reloj de la torre, pero por algo se empieza—
POR ACTIVA O POR PASIVA
Cajón de buenas sensaciones
PRESENTACIÓN LIBRO
EL OMBLIGO DEL MUNDO
A ÍTACA EN SUEÑOS
TALLER DE ESCRITURA CREATIVA DE LA BIBLIOTECA GLORIA FUERTES.
FLOTANDO
Cecilia es la mayor de tres hermanos. Ya no es una niña, tampoco un adulto, no sabe cómo definirse. Está harta de aguantar a sus hermanos, de que sus padres la traten como un niño más. Por suerte, todos respetan bastante su pequeño refugio.
Todo lo hace sentada en su cama: los deberes, leer, pintarse las uñas, comer golosinas y distintas aficiones que aparecen tan de repente como se van. Ahora está haciendo pulseras de cuentas. Lleva el brazo repleto de ellas, es que “está de moda”, como dice ella respecto a cada nueva afición.
Lo que más le gusta es tumbarse, no hacer nada, dormitar. No entiende la necesidad de su familia de estar siempre ocupada. Se tumba, se relaja, es feliz.
Cecilia nota como el colchón empieza a elevarse muy lentamente. Continúa tumbada, cierra los ojos y permanece atenta. Percibe que sube, se mueve hacia un lado y hacia delante. Siente como sale de su habitación, ha traspasado la pared y la puerta. Huele al perfume de mamá, debe ser que acaba de pasar por el pasillo.
Sigue de frente, nota como el colchón desciende poco a poco, parece que apoyado en la barandilla de la escalera. El movimiento sigue siendo muy lento, pero Cecilia escucha como alguna de las cuentas de las pulseras desparramadas sobre la cama, se mueven. Alguna cae al suelo: clin, clin, clin…se oye como saltan por los peldaños. Nadie acude. Continúa con los ojos cerrados, oye a sus hermanos y a su madre en la cocina, estarán merendando. La puerta debe estar cerrada, no le han visto.
Cecilia ha traspasado la fachada de la casa. Siente el aire de la calle. La temperatura es buena, debe estar nublado, no nota el sol sobre su piel. Oye a lo lejos la máquina cortacésped de su padre, debe estar en el jardín de atrás, tampoco le ha visto salir.
Se eleva, no tan suavemente como antes, se agarra a las sábanas, siente algo de vértigo en la ascensión. Decide no abrir los ojos y seguir disfutando de esa sensación. Oye el ruido de tráfico, ahora claramente debajo de ella, también algún ladrido de perro. Cada vez lo escucha todo más lejano. Qué sensación tan agradable, flotar.
Cecilia está cómoda, le encanta su cama, estar en ella tumbada, sin hacer nada. Se queda adormecida. Pasa el tiempo, empieza a ser aburrido. Mejor abre los ojos.
Todo es blanco a su alrededor, como algodón, mullido y cálido. De algún lugar llega una luz, no mucha, pero suficiente para ver su colchón, sus sábanas y todas las cuentas de pulseras desparramadas. Se sienta y coloca las cuentas, según colores y tamaños en los distintos cajones de una caja especialmente diseñada para ello. Saca hilo de pescar y alinea cuentas en dos colores, no así no, mejor con esta otra….
EL COLUMPIO
Al fondo de la pradera hay unos columpios. Marta se está columpiando. Parece ensimismada en sus cosas.
Juan se acerca, parece que de forma casual, por el rabillo del ojo no pierde de vista a su mujer.
Se sienta en el columpio de al lado, sonríe a Marta.
Marta también esboza una sonrisa y le comenta la suerte que han tenido con el tiempo, hace un día fabuloso.
Juan asiente, sonriéndola.
Mientras continúa columpiándose, Marta comenta que los niños se lo están pasando de maravilla.
“Yo también, sobre todo aquí, contigo”, le dice Juan
Marta mira hacia abajo y le dice que no debería seguir con los correos. Su cara no refleja ningún sentimiento, es imposible saber lo que está pensando.
Juan dirige la vista hacia su mujer y los niños y le pregunta: ¿Por qué?
Marta le contesta sin mirarle, que eso no les lleva a ningún sitio.
“Nunca se sabe”, dice Juan.
Marta estira un pie hasta tocar el suelo y frena el columpio: “Insisto Juan, no tiene ningún sentido”, sigue sin mirarle.
“O quizás sí”. Juan ahora la mira directamente a los ojos.
Marta mira hacia otro lado, quizás busca a su marido a lo lejos. Le ve al fondo, lejos del grupo, hablando por teléfono como siempre.
“Se que te gusta que te escriba y no hacemos nada malo”, dice Juan después de seguir la vista de ella. “Él no te merece, sólo piensa en su trabajo”.
Marta se mira las manos y mira a los niños, su hija le sonríe desde lejos. Le pide a Juan que no hable así, que no diga esas cosas. El columpio va más lento ahora, parece a punto de pararse.
Juan mira también a la niña: “Tan guapa como su madre. ¿Por qué eres tan tozuda?”
Marta vuelve a columpiarse. Juan, hasta entonces sentado en el columpio pero sin moverse, le mira y le imita. Se columpian cada vez más alto. Se miran, se sonríen.
“Podríamos quedar a cenar. ¿Cuándo estará fuera tu marido la próxima semana?”, le pregunta Juan.
Marta contesta perezosa, como si no quisiese dar esa información: “Martes y miércoles”. Se calla, le mira y le dice que no con la cabeza. Y Continúa: “Además, ¿Tu mujer?”
“Eso déjamelo a mí, preciosa. Le diré que tengo una cena de trabajo. ¿Dónde te apetece que te lleve?”.Juan continúa sonriendo y parece no darse cuenta de que cualquiera que esté cerca puede oírles.
Marta le dice que no diga bobadas.
Paran los dos el columpio. Continúan sentados, balanceándose. “No son bobadas, te escribo mañana y te digo a qué hora te paso a buscar. Encontraré un lugar bonito para ti”
Marta no contesta. Mira a su hija, la llama. La niña se acerca.
Juan se baja del columpio, coge la mano de la niña y se va con ella en busca de otros niños.