31 mar 2010

Aquí no hay quien duerma


La última luz del caserón se apaga justo cuando están dando las doce de la noche y el silencio lo llena todo. O casi todo, pues en el sótano los habitantes ocultos se despiertan.

El cuarto no es muy grande, no es muy acogedor, rezuma humedad, y tiene las paredes desconchadas y el suelo lleno de costurones, que sólo yo, el narrador, puede llegar a ver. Estamos a oscuras, ellos y yo.

Ellos son cuatro: Mamá, Papá y los dos pequeños. Mamá se acaba de colocar un pingajo de tela, que todavía conserva el glamour de lo que fue, sin duda, una gran sábana de hilo, bordada con delicados ornamentos florales. Prepara las sábanas de los niños y la del padre —todas deterioradas por los años, todas restos de tiempos mejores—, y enciende un candelabro.

— ¡Ale, ale! dormilones, ya es hora de levantarse; venga niños poneros las ropas —

— Vale Má. ¿A qué jugaremos esta noche?—dicen a coro los dos pequeños.

— A lo de siempre. A asustar a los nuevos inquilinos, no pararemos hasta que se vayan. Iréis a los columpios y pasaréis el tiempo moviéndolos. Como no os pueden ver, les dará mucho yu-yu. ¡Ah! Y no paréis de hacer ruido con las cadenas —

— De acuerdo Má —vuelven a decir al tiempo.

— Pues iros al jardín, llevad un par de velas y las encendéis y apagáis de vez en cuando —

Los fantasmitas recorren un largo pasillo, al final de éste penetran en el muro y salen al otro lado del jardín. Van directamente a los columpios. Cada uno escoge el suyo y empiezan a mecerse. La noche es oscura y hasta algo tenebrosa.

Una luz se enciende en el segundo piso de la mansión.

— ¡Ya los hemos despertado! —dicen al unísono, mientras ríen alborozados.

Dentro de la habitación alguien está gritando.

— ¡Que te digo que los columpios se mueven solos! ¡Deja de roncar! —

— No digas tonterías mujer, seguro que soñabas. Déjame dormir —

— ¡Te digo que no! Llevo más de tres noches escuchando los malditos columpios y también hay ruidos de cadenas arrastrándose por la gravilla del jardín ¡Y tú durmiendo a pierna suelta! ¿Sabes que te digo? ¡Que mañana cojo a los niños y me voy a casa! Si tu quieres te quedas solito a pasar las vacaciones en este estúpido lugar. Con razón el alquiler era barato. ¡Si aquí no hay quien duerma! Menos tú, claro; que... ¡Maldita sea! ¡Ya está roncando! ¡Una luz, hay una luz en los columpios! ¡Martíiiiin! —

— ¿Dónde, dónde está la luz esa? Yo no veo nada —

— Porque ya no está...pero estaba —

— Bien. Suelta a los perros para que se coman a tus fantasmas y luego te duermes ¿Vale? —

— ¡Mierda! —

Mientras, en el lugar secreto del sótano...

— ¡Despierta! Que han pasado las doce de la noche. Los niños ya están en el jardín hace un rato y tú roncando. Venga, que tenemos que asustar. Los inquilinos tienen que irse como sea. Aquí no hay lugar para dos familias —

— Mujer, es que no he dormido nada durante el día. Los niños humanos, no han parado de gritar, de pelearse. Y luego les ha dado por recorrer todo el lugar y casi me pillan echando una siesta en las antiguas caballerizas —

— Pues lo siento, pero hay que aterrorizar —

— Pero si yo no... Además, la culpa de lo que pasa es tuya. Nunca debimos movernos del viejo castillo. “Que quiero estar cerca de mamá”. ¡Pues yo no! ¡Yo no quiero estar cerca de tu madre! ¡Estamos! —

— Anda, calla. Ponte la sábana y lleva la cabeza en la mano. Date una pasada por los dormitorios y haz que te vean y no te vean. ¿Entiendes? —

El fantasma asiente, se coloca sus vestidos y sale. Sube escaleras, pasa corredores, y deja atrás la zona oculta de la casa. Cabizbajo (nunca mejor dicho pues hay que recordar donde lleva la cabeza) se dirige al gran salón. La puerta esta cerrada. El la traspasa sin necesidad de abrirla y ya dentro...

— ¡AHHHHH! —grita la mujer

— ¡Uhhhhhhh! —aúlla el fantasma

— ¡Guuuuuuau! —ladran los doberman

Y todos salen corriendo en varias direcciones.

El reloj da las dos. En el piso de arriba la mujer hace las maletas.

— Martín, mañana a primera hora nos vamos.Nos llevas en el coche a los niños y a mí. Tú si quieres volver…es tu problema. Pero, te advierto, que puede tener consecuencias —

— Si mujer, nos vamos, lo que tu digas —

En el sótano el fantasma hace las maletas.

— Nos vamos a nuestro castillo del que nunca debimos salir. Me llevo a los niños ahora mismo, antes de que amanezca. Tú si quieres, te puedes quedar aquí cerquita de tu madre. Pero, te advierto, que puede tener consecuencias —

— Si cariño, nos vamos, lo que tú digas. Nunca te dejaré solo y menos ahora que has perdido la cabeza —

— ¡Malditos perros! Nunca debí llevar la cabeza a mano...—

26 mar 2010

DENTRO

El pasado lunes 22 de marzo, un grupo de compañeras del Taller y yo, asistimos a la presentación del libro de poesía titulado Dentro, cuyo autor es Óscar Curieses.

La librería La Central fue el apropiado escenario en el que el autor, acompañado por Jordi Doce y Javier Moreno, dio a la luz una obra poética en la que, utilizando las palabras de uno de sus acompañantes, "nada es lo que parece ni puede ser otra cosa".

Los acompañantes ensalzaron la obra con brillantez y cariño, y el autor puso el broche final al acto, leyendo varios de los poemas de su libro. Las cervezas, vinos y tapas que nos tomamos después, la gente del Taller, tampoco estuvieron nada mal, pero ... esa es otra historia.

A continuación os transcribo el poema que más me gustó de los leídos por Óscar:

        Tu nieve cuaja la almohada donde me sueño. Sé  que
el final está muy próximo, de ahí su insistencia en mi re-
cuerdo:


       Aunque me pienses inútil ahora, en la vejez tomo
conciencia de que el ser es únicamente lo que recuerda de
si mismo, y así, cuanto más recuerda más vive. Siempre
vivimos de memoria, lo importante es sólo el predomi-
nio de la misma, la clase de recuerdo que nos vive:


      Mi nieve cuaja la almohada donde te sueño. Sé que
el final está muy próximo, de ahí mi insistencia en tu re-
cuerdo

25 mar 2010

URUEÑA

Para estas vacaciones os recomiendo visitar un pueblo de Valladolid, Urueña, pequeño, y sorprendente, " Villa del Libro", te sorprende que en este pueblo castellano haya librerías, actividades relacionadas con el libro, una casa de regalos con objetos antiguos, trenes, coches, cometas, etc, y museos, como la Fundación Joaquín Díaz, y el de instrumentos musicales de todo el mundo de Luis Delgado, así como el de campanas.




Que disfruteis.

TORRIJAS AL ALMIBAR DE NARANJA

Esta receta es de mi cosecha propia y la puse en práctica en una ocasión que me vi obligada a gastar naranjas de forma rápida. Os cuento. Encargué a mi hijo que trajera zumo de naranja y se presentó en casa con dos bolsitas de 10 kilos, cada una, de naranjas de zumo.

Imaginación al poder.

Lomo con naranja, bizcocho de naranja y torrijas al almíbar de naranja.

Mucha vitamina C, ¡Buenísima!

Ingredientes:

_Pan de torrijas o pan de barra del día anterior, pero que hemos guardado en una bolsa de plástico para que adquiera una consistencia blandita, como correosa.

_Un litro de leche entera

_Una taza grande de azúcar

_La cáscara de una naranja

_La cáscara de un limón

_Un palo de canela.

_4 huevos

_Aceite para freir.

_Canela en polvo mezclada con azúcar

_Zumo de 6-8 naranjas

_Miel de flores suave.

Elaboración:

Se hace un cocimiento con la leche, las cáscaras de los cítricos, el azúcar y el palo de canela. Tiene que cocer un buen rato, 15 minutos por ejemplo, para que se mezclen todos los sabores y todos los olores. Tened cuidado de que no suba la leche y se salga, manchándolo todo.

Se deja enfriar el cocimiento y cuando está tibio se van bañando las rebanadas de pan hasta que queden bien empapadas. A continuación se pasan por el huevo batido y se fríen en una sartén espaciosa con bastante aceite calentito. Cuando están fritas por ambos lados, se sacan a una fuente con papel absorbente y se espolvorean con la mezcla de canela y azúcar.

El almíbar se hace mezclando la miel con el zumo de naranja y cuando ha hervido un ratito se cubren las torrijas, previamente colocadas en el recipiente en que vayamos a conservarlas.

Para la presentación, cortaremos un par de naranjas, peladas, en rodajas finas y serviremos cada torrija con un aro de naranja y unas cucharaditas de almíbar.

24 mar 2010

Sepia en salsa romescu

Se llamaba Jeanette y quizás tuviera catorce años, uno más que yo. Nunca había conocido a una chavala tan guapa, en bikini y además francesa. Veraneaba con mis padres en Salou, ajeno a la tragedia de los juegos olímpicos de Múnich y a cualquier otro acontecer mundial o patrio; descubrí, eso sí, los besos furtivos con sabor mediterráneo y el amor a la sepía con salsa romescu, aperitivo que tomábamos mis padres, mis hermanas y yo casi todos los días. Se trata del aperitivo más delicioso que he tomado nunca y en cuanto al plato francés... tendréis que poner en marcha vuestra imaginación.
Voy a compartir con vosotros la receta más aproximada a aquella delicatessen:



INGREDIENTES:

4 sepias pequeñas ( 500 gr aproximadamente).
La pulpa de 2 ñoras.
½ vasito de vino blanco.
20 ó 30 almendras tostadas y peladas.
10 ó 15 avellanas tostadas y peladas.
1 cebolla mediana.
4 ó 5 dientes de ajo.
200 ó 300 gr judías blancas.
Aceite de oliva.
Sal
Agua

ELABORACIÓN:

1. Coger una cazuela de fondo grueso y dorar los dientes de ajo.
2. Retirarlos y añadirlos al mortero donde tenemos, las almendras y las avellanas y la pulpa de las ñoras.
3. Triturarlo todo hasta obtener una pasta fina.
4. En la misma cazuela añadimos la cebolla finamente picada y esperamos a que se caramelice.
5. Echar en el mortero el ½ vasito de vino blanco y disolver muy bien la picada y añadir a la cazuela.
6. Dejamos hervir durante 2 ó 3 minutos, le añadimos un poco de agua y la sepia previamente salada.
7. Tapar y dejar cocer a fuego lento hasta que la sepia este blanda.
8. Añadimos las judías dejar hervir un ratito y rectificar de sal.

EL BOLERO DE LOS NARRADORES ENLAZADOS

REACCIONA O SUEÑA


Adoro la calle en que nos conocimos aunque sólo fuera fugazmente. Flanqueada por cerezos siempre nevados era transitada diariamente por miles de seres vivos procedentes de toda la Galaxia, ávidos unos de ser engullidos por comercios y servicios interactivos y otros expectantes por montar en alguno de esos grandes carruajes de acero y molibdeno tirados por Dragones verde violeta, que se alquilan al final del paseo.
Te vi cuando montabas en uno de ellos. Vestías unos vaqueros de papaya y nubes de azucenas cubriendo ligeramente tus ingrávidos pechos. Nuestras miradas se cruzaron y caí bajo tu diabólica órbita sensual. Estrangulé a mi novia y corrí a tu encuentro.
Desde entonces, tu ausencia incrementa mi pasión y provoca una recurrente perversión onírica: sueño que cuando me despierto veo mi cama llena de jeringuillas y Carla yace a mi lado, bueno… su cadáver en descomposición.

SOPHIE


Su cadáver en descomposición tortura sin descanso mi memoria. Han pasado ya siete años desde que estuve en aquel hotel de La Habana. Era inminente el fin de la dictadura y había que poner a salvo a Sophie, nuestra confidente. Se la relacionaba, en el informe, con Batista y con Castro, dentro de una larga lista de amantes, todos personajes influyentes en la Isla.
Desarmado por una belleza desnuda de artificio,  hipnotizado por sus piernas de seda y embriagado por su voz de caramelo, el bar de aquel hotel fue edén y tumba, la noche cuando nos conocimos. Ella cayó víctima de un revolucionario colt del 45 y  mi alma quedó postrada en una perenne convalecencia de amor reprimido.
Los violines del nuevo amanecer ensangrentaron la libertad a la que decían representar. Mi trabajo había terminado, para mis jefes, con un relativo éxito. Mi negligencia se reparaba con la repatriación del cadáver de Sophie. Antes tuve que ver lo que de ella quedaba, manoseada por sus verdugos, y vituperada por una chusma desconocedora de que ahora empezaba su calvario. ¡Imbéciles!

LAS CUCARACHAS DE LA T4


¡Imbéciles! Pretenden escapar. No se dan cuenta que tú manejas sus vidas. Si no te fueran útiles prescindirías de ellas.
De nuevo tienes esa sensación de control, como cuando reinabas en el laboratorio de biología, o al volver a casa, tu pequeño, esperaba despierto para escuchar tus fantásticos cuentos. ¡Cómo adorabas el brillo de sus ojos embelesados!
Un nuevo trago de vino, Marta, y te sentirás dispuesta a recuperar tu vida. Pero ya casi son las seis y el personal de limpieza del aeropuerto comienza sus funciones; debes recoger con rapidez y encerrar las cucarachas en el tarro de mermelada.

RIO ESCONDIDO


En el tarro de mermelada de frambuesas guardó la nota. La había escrito con caligrafía amanuense y había utilizado la estilográfica de oro que le regalaron en el banco cuando cumplió veinticinco años de servicio. No mucho tiempo después vino la patada remunerada y el trasiego ininterrumpido de atender a sus hijos a cuidar de sus padres.
Se chupó los dedos con delectación morosa, cerró el frigorífico y vertió un torrente de lágrimas inconformistas sobre su mioma.
—Ninguna operación llega en buen momento pero, joder, puedo irme mañana de este mundo, ahora que estoy aprendiendo a vivir para mí —pensó entristecida.
Un año después de su operación, el éxito le sonrió de nuevo, esta vez con la publicación de su primera novela: “¡Todavía, no!”.




IGUALDAD DE SEXOS

— ¡Todavía, no! —gritó la Reina cuando ya le resbalaba la nieve cálida por el túnel de sus piernas.
— ¡Que le corten la cabeza! —ordenó a la guardia, con su enloquecida indiferencia.
Estirando su larguísimo cuello se puso la piel de leopardo y salió al balcón. Una muchedumbre enfervorizada de hembras aclamó su presencia.
Y lanzó su enésimo discurso, correlativo al número de machos ajusticiados:
“Seguiré sacrificándome por vosotras hasta conseguir la verdadera igualdad; recordad, no debéis permitir halagos, ni hacer caso a frases engatusadoras —“…la forma en que me miras”—, porque primero os mienten y después os montan. Hay que acabar con esa reproductora prepotencia y conseguir que el macho deje de ser prisionero de su esfera de influencia”.

 

EL PEOR ESCENARIO


Prisionero de su esfera de influencia, Estados Unidos estaba al borde del colapso. O al menos, eso es lo que pensaba el general de División Malkovitz. A su juicio, tras la primavera sangrienta de Kabul, las iniciativas armadas eran imposibles de tomar, o no con la contundencia requerida; sin embargo, los frentes se multiplicaban.
La forma en que sonríes, me estremece —dijo la primera dama.
—No te preocupes, querida, he sopesado todas las posibilidades. Voy a ordenar que me preparen el helicóptero — contestó el Presidente.
Malkovitz llevaba cuarenta días encerrado en el calabozo de la Prisión Militar de Alta Seguridad y sus tesis más pesimistas se confirmaban. Se despertó bruscamente cuando se abrió la puerta de su celda.
—Levántese—ordenó el soldado, apartándose para dejar paso al Presidente.


23 mar 2010

Dos de cine

Os recomiendo dos películas que he visto últimamente.

"La Cinta Blanca"

La educación a debate. La disciplina, la violencia, la convivencia...


Y otra muy diferente, pero no por ello menos interesante.

"Flor del desierto"

El tema: La mutilación genital femenina.
La ablación es un problema que afecta a miles de mujeres en el mundo y todos debemos sensibilizarnos con este asunto.
Espero que os gusten. Hasta pronto.

22 mar 2010

NO QUIERO IR A ÍTACA

No quiero ir a Ítaca si puedo soñarla.
¿Para qué pasar penurias?
No quiero pasar frío, ni tampoco calor
¿Por qué emprender el camino?

No quiero comer alimentos extraños
¿Por qué arriesgarme a enfermar?
No quiero pasar miedo
¿Para qué enfrentarme con extraños?

No quiero cansarme sin necesidad
¿Por qué esforzarme?
No quiero aventuras
¿Para qué nuevas experiencias?

Prefiero que viajes tú a Ítaca
Y a la vuelta, me cuentes tu experiencia.
Así no viviré tus avatares
Pero disfrutaré de tus anécdotas

Yo quiero estar en mi casa
Seguir con mi rutina
Que nada me acongoje
Que nada me emocione.

Si Ítaca merece la pena
Lo sabré de tu boca
Y si Ítaca te ha engañado
Mejor ahorrarme el camino.

18 mar 2010

RECICLAJE


Prisionero de su esfera, el tic tac dejó de sonar. Su sueño, ser carillón del reloj de la Torre.

Servir a Marta de despertador siempre le pareció poco. Ella, sin embargo, añoraba su odioso soniquete matutino.

Cuando el relojero dijo que se olvidase, lo depositó en el desván, junto al cuco que habían traído sus abuelos de Suiza.

Al cerrarse la puerta, en la oscuridad de la habitación, Don Cuco dijo a Don Despertador:

— ¡Echaba de menos la compañía de un colega! —

Don Despertador le miró de reojo y pensó…

—Bueno, no es el reloj de la torre, pero por algo se empieza—

POR ACTIVA O POR PASIVA

La luz era tenue, pero suficiente como para distinguir todo su cuerpo dirigiéndose brioso hacia mí.
Estaba paralizada en el quicio de la puerta. Me cogió la cara con sus grandes manos y me besó. Su lengua traspasó mis labios con delicadeza y cerré los ojos para recoger en mi cabeza cada momento de lo que me iba a pasar. Era mi primera vez.
Me empujó con ímpetu hacia el centro de la habitación y empezó a desnudarme, a desgarrarme la ropa. Yo seguía prácticamente paralizada, pasiva, pero me dije: —Jane, tienes que disfrutar del momento, participa activamente— Y comencé a tocar su pelo, a pasar mis manos por su cara y mi lengua por sus pezones. Él había descubierto que mis pechos eran firmes, grandes, sin siliconas, y los acariciaba con fuerza.
Al momento me cogió en sus brazos y me subió a la mesa que estaba en el centro de la sala. Allí, sentada, desnuda, me sentí Jessica Lange en “El cartero siempre llama dos veces”. Me recosté hacia atrás y sus manos recorrieron mi cuerpo, desde mi garganta hasta mis muslos, parándose puntualmente en mi ombligo y siguiendo el curso con un solo dedo hasta mi pubis. Cuando ya me tenía bajo su control total, me levantó de la mesa y me llevó hasta la cama. Allí me lanzó sobre las sábanas de satén salmón y me fulminó con su mirada. ¡No! me dije, tienes que empezar a actuar.
Entonces agarré su escroto con fuerza.
—El que paga manda, túmbate y déjame que cabalgue sobre ti —le dije.
Me costó una pasta, pero el polvo lo mereció.

Cajón de buenas sensaciones

Este podría ser un buen sitio para comunicarnos aquellos libros, películas, canciones, obras de arte, exposiciones, etc.  que nos han causado una especial impresión.

PRESENTACIÓN LIBRO

El lunes 22/03/10 presenta su último libro Óscar Curieses. Lugar: Librería La Central ubicada en la última planta del Museo de Arte Moderno Reina Sofía. Hora: 19,00. Estáis todos invitados.

EL OMBLIGO DEL MUNDO

No se preocupó de cerrar la puerta del cuarto de baño. Tan sólo iba a refrescarse. El agua fría en la cara le alivió momentáneamente del sofoco interior que la consumía desde hacía algo más de dos horas. Se miró en el espejo y éste le devolvió la imagen de un rostro encendido: las mejillas, la boca, los ojos, todo irradiaba un brillo casi impúdico.
Se apartó unos pasos del lavabo, se sujetó el pelo en alto y se contempló a su antojo, con un descaro pueril, inocente. Todavía, a tus 43 años, eres una mujer bastante apetecible –pensó-. Y comenzó a posar delante del espejo. Las posturas de lánguido abandono resaltaban provocativamente sus curvas y los pechos bailaban con sus movimientos.
Laura no lograba entender lo que le estaba sucediendo. Su conciencia de católica practicante parecía haber enmudecido. Se estaba dejando llevar por unos instintos, hasta ese momento, en hibernación,  y, lo que más le avergonzaba y asustaba, despertados por su sobrinos, Jorge, que todavía no había cumplido 15 años, y David de 16.
Torturada por la complejidad de sus sentimientos, sin embargo, no pudo frenar ni sus fantasías eróticas ni su apremiante excitación. Despacio, muy despacio, con premiosidad, su mano derecha de deslizó vientre abajo buscando la humedad que le quemaba. Las yemas de sus dedos tanteaban su clítoris, cuando notó una mano sobre su espalda.
Laura, sin aliento, se quedó inmóvil y se paralizaron sus sensaciones. Sus sobrinos, embelesados, estaban a su lado, pidiéndole, con candor maléfico, que les volviera a contar, como esta tarde, la historia de Delfos. Ella, ni sorprendida ni verdaderamente avergonzada, dejó que Jorge le levantara el camisón y le besara el ombligo. El tacto de los labios con su piel desnuda le produjo un ligero sobresalto y trató de escapar del marasmo en el que se encontraba. Pero, ya era tarde. David le acariciaba los pechos y sus pezones se endurecían; el amago de resistencia de su tía se desvanecía con las caricias que con las manos entre las piernas le realizaba Jorge. Y entonces, Laura se derritió. Sólo quería gozar, ni Literatura ni Grecia Clásica, gozar…
Siete meses después, Laura Gómez, profesora de Literatura en el Instituto Luis Cernuda era expulsada del centro con la manifiesta oposición de sus alumnos.

A ÍTACA EN SUEÑOS


Yo, soñador, penitente del sueño,
movido por los vientos de Morfeo
pongo rumbo a Ítaca
a barlovento mis ilusiones y esperanzas,
mis temores y miedos a sotavento.

Yo, soñador, catapultado
por mis fantasías y anhelos: me confieso
en este onírico viaje
amé y disfruté de las más bellas mujeres,
combatí y vencí a hidras y dragones,
exprimí y me embriagué de néctares y perfumes
conocí todos los secretos del Universo.
Soñé que vivía. No me arrepiento.

El sueño es mi sitio. Mi terreno. Planeta
sin ataduras ni dueños. La Libertad
es su atmósfera y la Justicia su suelo.
En él cuando emprendo un viaje,
la felicidad me sale al camino,
voy a Ítaca en Metro
y en bici a mis excursiones sin destino.
No hay fronteras, aduanas ni peajes
Llego y vuelvo, cómo y cuando quiero.

Pero no todo es perfecto.
A veces sueño que estoy soñando
con mi nave adentrándose
en las oscuras aguas del sueño eterno,
mi Odisea parece finalizar…

Más si nací para soñar,
¿es mi vida sólo un sueño?,
¿la muerte una contradicción?
¿o los sueños Vida y Muerte son?

TALLER DE ESCRITURA CREATIVA DE LA BIBLIOTECA GLORIA FUERTES.


La creación de este blog tiene como objetivo principal publicar los cuentos, poesía, microrrelatos, etc. que, a lo largo del curso, nuestro profesor —Óscar Curieses— nos encargue. En mi opinión, el blog nos abre numerosas e interesantes oportunidades de comunicación, relación, intercambio, etc. que si estáis dispuestos no vamos a desperdiciar. En esta propuesta inicial os sugiero varias posibilidades, que espero, se vean enriquecidas con vuestras aportaciones y con las que puedan venir del exterior —actividades relacionadas con la biblioteca— si decidimos abrir nuestro espacio.

FLOTANDO

El lugar preferido de toda la casa es su habitación. Es su refugio, su cueva, el único espacio donde apenas le molestan.
Cecilia es la mayor de tres hermanos. Ya no es una niña, tampoco un adulto, no sabe cómo definirse. Está harta de aguantar a sus hermanos, de que sus padres la traten como un niño más. Por suerte, todos respetan bastante su pequeño refugio.
Todo lo hace sentada en su cama: los deberes, leer, pintarse las uñas, comer golosinas y distintas aficiones que aparecen tan de repente como se van. Ahora está haciendo pulseras de cuentas. Lleva el brazo repleto de ellas, es que “está de moda”, como dice ella respecto a cada nueva afición.
Lo que más le gusta es tumbarse, no hacer nada, dormitar. No entiende la necesidad de su familia de estar siempre ocupada. Se tumba, se relaja, es feliz.
Cecilia nota como el colchón empieza a elevarse muy lentamente. Continúa tumbada, cierra los ojos y permanece atenta. Percibe que sube, se mueve hacia un lado y hacia delante. Siente como sale de su habitación, ha traspasado la pared y la puerta. Huele al perfume de mamá, debe ser que acaba de pasar por el pasillo.
Sigue de frente, nota como el colchón desciende poco a poco, parece que apoyado en la barandilla de la escalera. El movimiento sigue siendo muy lento, pero Cecilia escucha como alguna de las cuentas de las pulseras desparramadas sobre la cama, se mueven. Alguna cae al suelo: clin, clin, clin…se oye como saltan por los peldaños. Nadie acude. Continúa con los ojos cerrados, oye a sus hermanos y a su madre en la cocina, estarán merendando. La puerta debe estar cerrada, no le han visto.
Cecilia ha traspasado la fachada de la casa. Siente el aire de la calle. La temperatura es buena, debe estar nublado, no nota el sol sobre su piel. Oye a lo lejos la máquina cortacésped de su padre, debe estar en el jardín de atrás, tampoco le ha visto salir.
Se eleva, no tan suavemente como antes, se agarra a las sábanas, siente algo de vértigo en la ascensión. Decide no abrir los ojos y seguir disfutando de esa sensación. Oye el ruido de tráfico, ahora claramente debajo de ella, también algún ladrido de perro. Cada vez lo escucha todo más lejano. Qué sensación tan agradable, flotar.
Cecilia está cómoda, le encanta su cama, estar en ella tumbada, sin hacer nada. Se queda adormecida. Pasa el tiempo, empieza a ser aburrido. Mejor abre los ojos.

Todo es blanco a su alrededor, como algodón, mullido y cálido. De algún lugar llega una luz, no mucha, pero suficiente para ver su colchón, sus sábanas y todas las cuentas de pulseras desparramadas. Se sienta y coloca las cuentas, según colores y tamaños en los distintos cajones de una caja especialmente diseñada para ello. Saca hilo de pescar y alinea cuentas en dos colores, no así no, mejor con esta otra….

EL COLUMPIO

Los niños están entretenidos jugando. Los padres están charlando entre ellos, sentados en el césped.
Al fondo de la pradera hay unos columpios. Marta se está columpiando. Parece ensimismada en sus cosas.
Juan se acerca, parece que de forma casual, por el rabillo del ojo no pierde de vista a su mujer.
Se sienta en el columpio de al lado, sonríe a Marta.
Marta también esboza una sonrisa y le comenta la suerte que han tenido con el tiempo, hace un día fabuloso.
Juan asiente,
sonriéndola.
Mientras continúa
columpiándose, Marta comenta que los niños se lo están pasando de maravilla.
“Yo también, sobre todo aquí, contigo”, le dice Juan
Marta mira hacia abajo y le dice que no debería seguir con los correos. Su cara no refleja ningún sentimiento, es imposible saber lo que está pensando.
Juan dirige la vista hacia su mujer y los niños y le pregunta: ¿Por qué?
Marta le contesta sin mirarle, que eso no les lleva a ningún sitio.
“Nunca se sabe”, dice Juan.
Marta estira un pie hasta tocar el suelo y frena el columpio: “Insisto Juan, no tiene ningún sentido”, sigue sin mirarle.
“O quizás sí”. Juan ahora la mira
directamente a los ojos.
Marta mira hacia otro lado, quizás busca a su marido a lo lejos. Le ve al fondo, lejos del grupo, hablando por teléfono como siempre.
“Se que te gusta que te escriba y no hacemos nada malo”, dice Juan después de seguir la vista de ella. “Él no te merece, sólo piensa en su trabajo”.
Marta se mira las manos y mira a los niños, su hija le sonríe desde lejos. Le pide a Juan que no hable así, que no diga esas cosas. El columpio va más lento ahora, parece a punto de pararse.
Juan mira también a la niña: “Tan guapa como su madre. ¿Por qué eres tan tozuda?”
Marta vuelve a
columpiarse. Juan, hasta entonces sentado en el columpio pero sin moverse, le mira y le imita. Se columpian cada vez más alto. Se miran, se sonríen.
“Podríamos quedar a cenar. ¿Cuándo estará fuera tu marido la próxima semana?”, le pregunta Juan.
Marta contesta perezosa, como si no quisiese dar esa información: “Martes y miércoles”. Se calla, le mira y le dice que no con la cabeza. Y Continúa: “Además, ¿Tu mujer?”
“Eso
déjamelo a mí, preciosa. Le diré que tengo una cena de trabajo. ¿Dónde te apetece que te lleve?”.Juan continúa sonriendo y parece no darse cuenta de que cualquiera que esté cerca puede oírles.
Marta le dice que no diga bobadas.
Paran los dos el columpio. Continúan sentados,
balanceándose. “No son bobadas, te escribo mañana y te digo a qué hora te paso a buscar. Encontraré un lugar bonito para ti”
Marta no contesta. Mira a su hija, la llama. La niña se acerca.
Juan se baja del columpio, coge la mano de la niña y se va con ella en busca de otros niños.