18 mar 2010

RECICLAJE


Prisionero de su esfera, el tic tac dejó de sonar. Su sueño, ser carillón del reloj de la Torre.

Servir a Marta de despertador siempre le pareció poco. Ella, sin embargo, añoraba su odioso soniquete matutino.

Cuando el relojero dijo que se olvidase, lo depositó en el desván, junto al cuco que habían traído sus abuelos de Suiza.

Al cerrarse la puerta, en la oscuridad de la habitación, Don Cuco dijo a Don Despertador:

— ¡Echaba de menos la compañía de un colega! —

Don Despertador le miró de reojo y pensó…

—Bueno, no es el reloj de la torre, pero por algo se empieza—

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