12 nov 2010

Segunda Visita Fantasmal: Vicente Blasco Ibáñez y el cuento sin escribir

45 se dedicó a dar paseos por el despacho. Sin esperarlo ecuchó unos golpes en la puerta, con un ritmo lento, pero continuado. Un toc, toc, toc insistente. En un principio creyó 45 que se trataba de un vampiro o algo parecido. Escuchó otra vez el toc, toc, toc de nuevo. De manera que se dispuso a abrir.
Se encontró con un tipo que gastaba bigote decimonónico, y moreno de escaso cabello y alopecia incipiente. Vestía traje de buen corte, y se caracterizaba por su modo de hablar, con un ¡sis plau! levantino.
-¡Sis plau, detective! Soy Visente Blasco Ibáñes. Venía a fablar con usted. Verá, es que tengo un pequeño problema que no he resuelto desde que morí. Escribir un cuento, por lo menos.
45 escuchó, pero se temía que un lío se acercaba.
-A la Biblioteca Nacional no voy. Su colega Quevedo me gastó una broma que no he olvidado.
-Vamos, que se ha picardeado. ¡Este Quevedo, cómo es!-comentó Blasco Ibáñez.
-Está bien, acepto su caso. Pero a la Biblioteca Nacional, no voy. ¿Qué desea escribir?
-¿Tiene una Woods?
-¿Una qué?
-Una máquina de escribir, cap de faba.
-Ordenador, sí. Esas antiguallas están pasadas de moda.
-Me servirá, sis plau, qué remedio.
-Todo suyo-lo invitó 45.
Y 45 se puso a observar como evolucionaba el fantasma de Blasco Ibáñez. Es decir, la forma espectral y casi sólida del escritor valenciano, que era un fantasma de forma, de hecho, pero no para faltarle el respeto, y llamarlo "fantasma", con eso de ser, en todo caso, un fantasma auténtico o alguna proyección de su persona en el plano etérico.
Don Vicente se dedicó a escribir sin pausa, mientras se quejaba de la lentitud del programa de Word que, en todo caso, y dependiendo del PC, modificaba su velocidad según su memoria.
-¿Cómo va todo, Don Vicente?-preguntó 45.
-No me desconcentre, pardal, que la escritura necesita tiempo. Recuerde que cuando yo vivía llegué a ser el primer español levantino que vendía obras como bestsellers. Dejaba a Don Benito fuera de onda.
-¿Y qué piensa de Vázquez-Figueroa?
-No me hable, por favor. Este, mi sucesor canario, es un principiante. Escribir escribe, pero no alcanza el Parnaso de las Letras. Demasiado comercial.
-¡Pero, Don Vicente!-replicó 45- Soy seguidor de Vázquez-Figueroa.
-Perdón, pardal. No lo sabía.-se disculpó Blasco Ibáñez.
-Bueno, no le moslesto más. Necesitará estar solo. El Arte es el Arte.
-No, pardal, ya he finalizado. Mi primer relato de realidad-ficción, de tema casi periodístico, pero pura literatura...
En esto, 45 se preguntó sin Don Vicente no estaría lanzándose flores, porque había caído en que el autor valenciano era demasiado fatuo, o demasiado pagado de sí mismo.
-¿Puedo imprimirlo?
-Adelante-invitó el detective.
Tras un bisbiseo de la impresora, un folio y medio salió de la máquina. Blasco Ibáñez recogió los dos folios, los examinó, y dijo:
-Para usted, pardal. Se llevará una sorpresa.
Y, en cuanto Blasco Ibáñez se esfumó, literalmente, como hacen los fantasmas, que se diluyen como el humo, demostrando así, que transgreden las leyes de la física, incluso lo estipulado por la física cuántica y las matemáticas que, como tales, no creen en supersticiosas fantasmagorías. ¡Cómo está el mundo! Y sí se llevó una sorpresa, porque el cuento, empezaba así:
"45 se dedicó a dar paseos por su despacho..."

1 comentario:

  1. Estupendo, posiblemente el mejor de la serie. Un orgasmo tenerte de nuevo en las páginas de Zarigüeya.
    Como hasta ahora eres el único que está escribiendo una serie, te voy a colocar todos los relatos de ésta bajo la etiqueta 45Relatos (si no te gusta y tienes otra idea, comentámelo). Y como lo prometido es deuda, aunque tarde, te voy a colocar la marca/imagen de 45 que en su momento te creé.

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