31 may 2010
Desde Berlin
24 may 2010
Quedaba... Paris
Rick cogía el cigarrillo con chulería. Lo agarraba con el índice y el pulgar, aunque su especialidad era hablar con él entre los labios. La exhalación del humo creaba a su alrededor una cortina que difuminaba su imagen. Parecía un tipo duro.
Esa noche, como era su costumbre, Rick fumaba y bebía apoyado en la barra del bar donde tocaba Sam. Una vez más sonaba “As Time Goes By “ La penumbra del local y el halo del ambiente se difuminaron cuando ella apareció. Tan bella y elegante como la recordaba. Ilsa se acercó a la barra y le quitó el cigarrillo de los labios. Dio una calada y echando el humo a la cara de Rick, con infinita sensualidad, le dijo:
“Nos vamos a París”
La Reina de la Gran Vía
Ayer, tras dos años de trasiegos por las calles adyacentes, por primera vez, te fijaste en los edificios de la Gran Vía. Nunca habías reparado en que formaban una interminable hilera desde la calle Alcalá hasta la Plaza de España. Subiste la mirada y te sorprendió ver un cielo tan azul coronando los tejados. La luz y la arquitectura permitieron que hicieras un paréntesis en tu trabajo. En tu entorno más próximo el paisaje es muy distinto. Callejuelas estrechas, portales antiguos y un suelo lleno de colillas y sucios zapatos que vienen y van. ¿Tu oficio? Perseguir con la mirada, incitar a los transeúntes con esos ojazos llenos de añoranzas.
Hoy has decidido no calzarte esas altas botas blancas que normalmente luces en tus piernas de ébano. Has recogido cuatro cosas de la pensión y con paso firme, has emprendido un nuevo camino.
Sola, la vista al frente… libre.
Otro Nobel para este señor ¡Por favor!
"En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en
medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que
en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de
tetas grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos se
acordará para que sirven".
23 may 2010
Rubia inspiración
La mujer de la foto sonreía y me miraba, desde cualquier ángulo, me miraba. Parecía un retrato más, pero al entrar en la exposición, me sentí atraído.
- ¿Cuánto cuesta? Pregunté.
- Cien dólares. Me respondió el galerista.
No lo dudé, me lo llevé.
Cuando llegué a Madrid coloqué la foto sobre mi mesa, junto al ordenador. El viaje a Nueva York había resultado muy productivo, Encontré mi inspiración.
Hoy han llamado a la puerta y al abrir… ¡Allí estaba! ¡Era ella! Tan rubia y con ese pícaro lunar tan sexy…
- ¿Estoy soñando?
- ¡No querido! Estás muerto.
Volver a empezar
No dije que lo sabía, pero al oírle, todo encajó en mi cabeza.
Hacía unos meses que había notado un cambio en él. Últimamente sonreía, escuchaba y sobre todo, cuidaba de su aspecto como nunca. Estaba como rejuvenecido.
Ese día nos reunió a comer en un restaurante y a los postres, lanzó la noticia.
Mis hermanos le miraban con estupor y no entendían nada de lo que nos estaba contando.
Yo, sin embargo, estaba emocionada, era la primera vez que le veía feliz desde que murió mamá.
“Hijos, tengo novia y nos vamos a vivir juntos”
Fruta prohibida
¡Imbéciles! ¡Se creen que no me he dado cuenta!
Andrés ha cogido una manzana que ha guardado en su bolsillo y Gloria una naranja.
¡Algo traman! Se han pasado el día cuchicheando.
Desde mi ventana les he visto dirigirse al jardín.
Les he seguido y les he espiado.
En el banco de piedra, cobijados por la luna llena, compartían sus frutas.
¡Esto no puede ser!
En la residencia hay normas y con ochenta años uno debe saber comportarse.
¡Además! Yo ya estaba cuando él llegó. ¿Por qué no se fijó en mí?
Mañana voy a contárselo al director.
En la Habana
Seguimos sin hablarnos hasta el malecón. Al llegar, el sol apuntaba por el horizonte, grandioso, muy naranja. La brisa refrescaba nuestros rostros acalorados por las copas, los canutos y las jineteras de la noche anterior. De repente, mi compañero se tiró al suelo y pensé: ¡Está de cachondeo!
Le dije:
_ ¿Qué pasa? ¿No aguantas tanta belleza?
No me contestó. Al ver su rostro me asusté y salí corriendo en busca de ayuda. Cuando llegamos, ya no había nada que hacer.
Lejos de maldecir la decisión de haber pasado una noche loca, pensé:
_ ¡Qué pasada! Yo quiero morirme así.