Ayer, tras dos años de trasiegos por las calles adyacentes, por primera vez, te fijaste en los edificios de la Gran Vía. Nunca habías reparado en que formaban una interminable hilera desde la calle Alcalá hasta la Plaza de España. Subiste la mirada y te sorprendió ver un cielo tan azul coronando los tejados. La luz y la arquitectura permitieron que hicieras un paréntesis en tu trabajo. En tu entorno más próximo el paisaje es muy distinto. Callejuelas estrechas, portales antiguos y un suelo lleno de colillas y sucios zapatos que vienen y van. ¿Tu oficio? Perseguir con la mirada, incitar a los transeúntes con esos ojazos llenos de añoranzas.
Hoy has decidido no calzarte esas altas botas blancas que normalmente luces en tus piernas de ébano. Has recogido cuatro cosas de la pensión y con paso firme, has emprendido un nuevo camino.
Sola, la vista al frente… libre.
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