------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
La noticia venía en la portada del New York Times. En un recuadro a la derecha y en la última posición, como si quisiera escaparse del lugar asignado y pasar de largo a la segunda página. Me llamó la atención por lo escueta y sobre todo por lo inusual. “Auggie Wren contra Paul Auster”. Así sin mas ,ese era el titular. Mas abajo decía que ambos se verían las caras en la Corte de New York el próximo viernes. La querella estaba motivada por lo que según Mr. Wren había sido un apropiamiento indebido de “su historia” sobre un cuento de navidad.
Yo recordaba el cuento. En su momento tuvo gran resonancia y de un modo u otro había encumbrado a Paul Auster como escritor por lo que aquella noticia me dejó perplejo. ¿Existía Auggie? Y si en verdad era así ¿No le regalo aquella historia a Auster?.
No lo dudé ni un momento y decidí que no podía perderme aquello. El viernes yo estaría en el lugar donde se juzgaba el caso, sí o sí.
Eran las nueve a.m. cuando el juez se sentaba en su sillón y enseguida pidió al abogado de Mr. Wren que expusiera los motivos de la demanda. El letrado resumió en pocas palabras que su cliente nunca había autorizado a Mr. Auster a utilizar y menos a divulgar en un periódico una historia escrita por él ,la cual había leído a Mr. Auster con el único deseo de oír su opinión sobre el cuento.
El juez escuchó atentamente y pidió que subiera a declarar Auggie Wren.
En este momento el abogado se acercó al juez y le dijo algo que nadie pudimos escuchar. El juez asentía con la cabeza y pidió al abogado de Paul Auster que se acercara, habló con el y acto seguido dijo que suspendía el juicio durante quince minutos luego salió seguido de los dos abogados.
La sala se llenó de murmullos, todos nos preguntábamos que pasaba. Yo no alcanzaba a ver bien a Paul Auster, estaba como cuatro filas por detrás de él, pero por como movía las manos al hablar con alguien que tenía a su espalda, me parecía que estaba bastante tranquilo.
-Yo estaría mas nervioso si fuera él -murmuré para mis adentros- No es agradable que alguien te acuse de plagio y te lleve a los tribunales .
Apenas había pasado el tiempo previsto cuando ya estaba de vuelta el juez. Entonces volvió a pedir que subiera a declarar el demandante. De nuevo el abogado se acercó a hablar con el juez.. Este le escuchó y cuando terminó le hizo una seña para que se sentara . Acto seguido y ante la sorpresa general sentenció:
-La Corte de New York declara inocente a Paul Auster de la demanda de plagio que contra él, un desaparecido o inexistente Auggie Wren ha presentado por medio de su abogado. Se cierra el caso por falta de pruebas y de testigos.
Me quedé atónito, ¿cómo era posible que alguien organice un lío así para luego ni siquiera presentarse en el juicio? Todo me parecía muy raro. El abogado del demandante había desaparecido, mientras una nube de periodistas asediaban a Paul Auster con preguntas. Yo en aquel entonces acababa de terminar la carrera y decidí presentarme ante Paul como periodista independiente. Ya en la calle conseguí acercarme a él y con la desvergüenza que dan los pocos años le pregunté.
-Mr Auster, ¿Existe o no existe Auggie Wren? .Todo este lío ¿Cuánto le ha costado organizarlo? ¿Necesita publicidad para la película que según dicen va a rodarse en breve?
Él me miró fijamente y arrastrando las palabras me dijo.
-Mi querido deslenguado ¿De verdad cree que voy a contestar esas preguntas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario