Don Quijote (monólogo)
-¡Ay Sancho! Mi viejo y querido Sancho ¿Sabes qué? Estoy melancólico, triste como perro que ya no puede correr detrás de los conejos, ni siquiera de los gatos y achacoso y viejo ya, solo los sueña. Sí, me siento así y no se por qué...Quizás el saber que ya termina otro año me pone triste, me pregunto si en el que viene, las gentes seguirán sabiendo quienes somos o si olvidaran nuestras proezas, nuestras aventuras, si en algún momento dejarán de identificarse con nosotros y de ver en ti y en mí a cualquier español de ahora o de antes.
También las nuevas generaciones me preocupan, igual ya no leen nuestras aventuras. Ahora están demasiado ocupados con las tablets, los móviles y tanto cachivache que les entretiene y pienso ya, nunca les interesarán las hazañas de los caballeros andantes. Ellos ahora tienen héroes extraños, que cuanto más feos son y más barbaridades hacen más admiradores tienen... ¿Sabes? Estoy seguro que piensan que nosotros estamos trasnochados.
Y luego está eso de cambiar cada poco de formas de estudio, para mí, que cada vez van a peor...¡Fíjate que ahora solo estudian su historia y geografía local! No les interesa para nada lo que ocurre fuera de su provincia, que ahora la llaman Comunidad, sabe Dios por qué... ¿No es de locos? Tu piensa que ahora no quieren saber nada del río que no pasa por su pueblo y si pudieran, no dejarían que el suyo siguiera su curso hacia otra “comunidad”...¿No crees que están chiflados?
¡Con lo bueno que es compartir, conocer otros lugares, otras gentes y sentirlas como tuyas y salvar bellas damas de peligros sin fin y siempre dentro de esta querida tierra, que es toda nuestra España! Y recorrerla a lomos de este airoso jamelgo contigo, montando a ese pobre borrico. ¿A que lo hemos disfrutado?. En cambio ahora, los chicos solo piensan en estar conectados a su artilugio último modelo, no les interesa viajar ni frecuentar a nadie y lo más curioso es que creen tener cientos de amigos dentro de esas maléficas máquinas. Y los pobres no conocen a nadie...
No se a tí, pero a mí me gustaría que las gentes siguieran viniendo a visitarnos allá, a nuestra querida tierra de La Mancha y también aquí en Madrid, a estos jardines de la Plaza de España que nos acogen desde hace varios lustros. Que espero no nos la cambian el nombre por algo así como Plaza de la Comunidad Autónoma, de yo que se qué...Porque ¿Sabes? Ahora eso de España, molesta a algunos políticos mentecatos...
Sancho, Sancho, cuanta historia ha pasado ante nuestros ojos, de tantas cosas fuimos testigos desde estos pedestales. Tantos devenires, buenos y malos, que de todo hubo, pero que a fuer de ser sincero yo diría que las más de las veces fueron buenos, porque esta nuestra querida tierra Sancho, con esto que llaman el progreso ha mejorado en muchas cosas. Si amigo, a mi me gusta ser como ahora, estar como estamos, con nuestra diversidad que no es poca, pero sin ser mejores o peores por haber nacido en nuestra querida aldea, en aquel lugar que no consigo recordar el nombre... o en cualquier otro sitio.
Después de todo ¿qué más da? con este mundo que parece se nos ha encogido. Si Sancho, se ha quedado pequeñito...Fíjate, que vienen esas gentes de ojos como rajas de melón recién cortado, de China, que antes estaba lejísimos y ahora, salen de sus casas y en unas pocas horas ya están aquí. Es cosa de magia.
Y esto me hace pensar que somos insignificantes. Antes creía que nuestra tierra era la más grande del universo y yo el caballero más aguerrido de todos los tiempos. Sancho, solo soy un lugareño y nuestra tierra, un granito de arena comparado con el resto del mundo que aunque no lo creas es grande y pequeño a la vez.
Pero todavía hay necios que no lo han comprendido y sostienen que el lugar donde nacieron es mejor que el de al lado y su lengua más bonita y algunos hasta son capaces de matar por esas cosas...Esos me preocupan Sancho, tan trasnochados, tan pueblerinos.
Y a ti ¿Qué te parece todo esto querido amigo? ¿No contestas? Ya veo, los años te han regalado el don de la prudencia...
¡Ay! ¡Qué solo me encuentro a veces en medio de tantas gentes! Y que frío me entra en el corazón cuando olvido que solo soy un pobre chiflado.
¿Otra vez te has dormido? Pues cuando despiertes y veas como te han puesto las putas palomas...
M. Luisa Pino dic. 2013
14 dic 2013
6 dic 2013
“Luces y Sombras”
El telón cae y
los aplausos del público llenan el teatro. Sube y vuelve a bajar. Ella,
continúa tendida en el suelo. Su precioso vestido blanco poco a poco se tiñe de rojo y un hilillo de sangre resbala por su corpiño hasta
caer al suelo.
Desde algún lugar escondido entre bambalinas alguien
susurra “Se han pasado con la sangre
¿Cómo limpio yo el vestido para mañana?”
El telón
comienza a subir de nuevo, en ese momento es cuando vuelvo a la realidad. No sé como, el chico encargado del mismo
entiende lo que mis manos dicen y consigo que baje el cortinón. Me acerco a Yolanda y la tomo el pulso, es muy leve. En ese
momento el punto de luz que nos ilumina se apaga y solo las candilejas dejan
entrever lo que es el final de la obra y
el comienzo de una verdadera tragedia.
Los ensayos
habían comenzado tres semanas antes. Estrenábamos a las afueras de Madrid, en
uno de tantos teatros que los ayuntamientos patrocinan. Habíamos decidido que
haríamos una especie de pre-estreno al aire libre aprovechando un parque que
hay en la zona. Queríamos experimentar como el publico de la calle reacciona
ante una obra clásica, con una puesta en escena vanguardista.
Todo fue bien,
excepto el calor. En agosto el sol despedía fuego y nos achicharraba a todos
por igual. La pobre Yolanda era la que mas lo sufría, con aquel vestido largo,
lleno de puntillas y enaguas, tela sobre tela...Aunque se resguardaba debajo de
la sombrilla que llevaba, enseguida sus mejillas se convirtieron en dos
amapolas y estaba bonita, si, muy bonita a pesar del calor.
La gente
agradecida por la puesta en escena gratis, fue generosa en sus aplausos y esto
nos hizo olvidar cualquier contrariedad, que siempre las hay, y satisfechos nos
fuimos todos a celebrar lo que parecía iba a ser un éxito seguro. Todos no,
Yolanda rehusó venir una vez más...Se marchó con su nuevo novio, el cual no la
dejaba ni a sol ni a sombra desde que apareció en su existencia.
Entre los componentes de la obra, teníamos un pacto, cada cual
vivía su vida siempre y cuando no afectara a la marcha del trabajo y aunque el
carácter de Yolanda había cambiado bastante desde que conoció a aquel hombre,
ella, seguía siendo una buena profesional. Claro que había dejado de ser la
divertida compañera de antes, la chica estupenda que me enamoró en el taller de
teatro donde nos conocimos años atrás. No había nada que reprochar, si acaso,
como podía haberse enamorado de aquel tipo que parecía haber aterrizado de
Marte. Pero ese ya no era mi problema. A veces me hubiera gustado averiguar si
sabía lo nuestro, si era un hombre celoso. Si la quería tanto como yo la
quise...Nunca me atreví a preguntarle nada y el tiempo fue pasando.
Durante los
ensayos en Madrid, tuvimos momentos en los que nos acercamos bastante, casi
parecía que habíamos conectado de nuevo, juraría que la chispa había resurgido
entre ambos, pero cuando llegaba él, espiando cada movimiento que hacíamos, de
nuevo la conexión se cortaba y una especie de frío gélido se instalaba entre
nosotros.
Recuerdo como me sorprendió el día que ensayamos la muerte
teatral de Yolanda, el interés que aquel hombre tenía en saber como funcionaba
la pistola de fogueo. Entonces me pareció más locuaz que nunca, hasta se enfrascó
en una larga conversación con el chico de atrezo que preparaba el arma y le comentó que quería dedicarse a los efectos especiales en el
mundo audio visual...
¿Por qué pienso
en todo esto? ¿Por qué tengo en mi mente fotografiado aquel momento? Allí sigue el recuerdo congelado en
mi memoria y aún puedo ver su mano acariciando la pistola, probándola...
Ahora el
revólver está en el suelo, allí cae cada función, donde yo lo arrojo después de disparar a Yolanda.
Ella sigue en el
escenario, hace poco que dejó de
respirar.
Los murmullos
del público han ido desapareciendo. Nadie se ha dado cuenta de la tragedia. El
teatro debe estar vacío, solo quedamos los de dentro.
Alguno de
nosotros avisará al Samur y a la policía... Seguro que alguien recoge la
pistola después de colocarse unos guantes de látex. Es la rutina de la
científica. Se dirigirá hacia a
mí...¿Podríamos hablar con vd?- dirá.
Y de nuevo un
invisible telón caerá sobre todos
nosotros...
M. Pino 2013
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29 nov 2013
¿Vamos a llevarnos
bien?
-¿Pero que te
has creído? ¡Has tomado esta casa por un hotel! ¿Donde has estado la noche
pasada? ¿Y el día anterior?- Le dije un tanto enfadada. Y seguí...
-Carolina, tu y
yo tenemos que hablar seriamente. Esto no puede seguir así. Sé que tu libertad
es lo más importante para tí, pero ¿y yo? No puedo estar continuamente
preocupada por no saber donde andas y por qué en ocasiones no vienes a dormir.
La convivencia tiene unas mínimas reglas de conducta y hay que respetarlas.-
Ella me ignoraba por completo y yo
continué hablando sola...
-Escucha,
acepto que salgas los fines de semana y que hasta algún día de diario regreses
tarde ¡pero tanto!...Sabes la cantidad de accidentes de tráfico que de viernes
a domingo llenan de muertos nuestras
calles. La gente se emborracha casi por sistema esos días. Además están la cantidad de gamberros que salen a la
calle a fastidiar sin ton ni son y algunos
hacen barbaridades solo por gusto. No me cuentes que estás protegida con
tus amigos, para mi que esos van a lo suyo y a saber… Tú eres un bocado
delicioso para cualquiera y debes cuidarte.
Mientras yo
hablo Carolina me mira un poco distraída, indiferente, sus grandes ojos no
pestañean, no expresan ningún tipo de arrepentimiento, parece que ni me
escucha. El sonido de la radio está muy
alto y en el debate de turno están comenzando a subir el tono de lo que empieza
a ser una pelea verbal y tengo que
apagarla para seguir con mi rosario de palabras enojadas sin tener que elevar
la voz.
Naturalmente
entiendo que cuando se decide tener en acogida a alguien, ya adulto, con
un modo de vida y comportamiento
diferente, es muy difícil tratar de reeducar y menos que se acople a tu estilo
de vida. Tampoco hay que olvidar que
ella ya no es tan inocente, solo hace
un año que fue madre primeriza…No
obstante creo que va demasiado a su rollo, es terriblemente independiente y a
veces egoísta. No se que qué debo
hacer... ¿Devolverla?
Ella sigue
estática, ensimismada, mientras yo me harto de hablar, está mas interesada en
mirar fijamente las faldas de la camilla que atender a mi persona.
¿Qué hay ahí?.
Con cautela subo las susodichas faldas y en un instante un mar de plumas vuelan
por toda la cocina, cuando consigo rescatar de las garras de Carolina lo que
queda del tordo, este está muerto.
Ya entiendo,
esto es lo que la ha tenido en vela toda la noche despreciando el calor del
hogar.
Recuerdo que
no hace mucho tiempo, solo cazaba de día, ahora también practica este deporte
en la noche. Eso sí, siempre tiene el detalle de transportar a casa sus
víctimas. Dicen que esto lo hacen para traer un regalo a la dueña de la casa, quizás para mostrar sus habilidades…No sé, yo prefiero que no me traiga tantos pájaros, ratones y culebras, nunca quise tener un mini -zoo.
Estoy
empezando a pensar que el ver juntas
los documentales de naturaleza no es buena idea, está enseñándole muchas cosas que antes no sabía. Esto unido a
los otros programas llenos de violencia y sangre de la tele, están convirtiendo
a mi dulce gatita en un cruel depredador que mata no por hambre y si por deporte.
“Exactamente
como los seres humanos”- parece decirme en su mudo lenguaje,- “ Los animales
domésticos llegamos a ser tan domésticos que
imitamos al hombre en todos sus hábitos y a la hora de cazar, también
matamos solo por el placer de matar”.
Irritada
conmigo, por no dejar que siga
desplumando al pobre pájaro, majestuosa, sin siquiera dirigirme una sola
mirada, pausadamente se dirige a la
puerta de la cocina y se cuela por la gatera, dejándome con la palabra en la
boca.
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22 nov 2013
UNA FRASE BRILLANTE
La frase completa
era la siguiente : El día que murió se supo que había estado profanando las
tumbas de su familia, de su mujer y en la de ella , descansaba desde hacía treinta años”.
El maestro, impertérrito, dio por terminada la clase después de lo dicho. Los alumnos quedaron alucinados, sin poder de reacción, y pensando como resolver el problema que se les planteaba, se fueron despidiendo y salieron de la clase en silencio.
En general pensaban que la frase a utilizar sí o sí en su próximo relato o cuento, era cuando menos original, pero un poquito complicada.
El maestro, impertérrito, dio por terminada la clase después de lo dicho. Los alumnos quedaron alucinados, sin poder de reacción, y pensando como resolver el problema que se les planteaba, se fueron despidiendo y salieron de la clase en silencio.
En general pensaban que la frase a utilizar sí o sí en su próximo relato o cuento, era cuando menos original, pero un poquito complicada.
En la calle se despidieron del profesor. Ni siquiera fueron a
tomar la cerveza de turno, seguro que más de uno le maldijo en silencio. Ella,
obsesionada y no sabiendo muy bien que hacer con la tarea, se fue apesadumbrada
a su casa.
Aquella noche tuvo pesadillas, una tras otra. Vio como el
profesor entraba en un recinto lleno de tumbas. Iba vestido con ropajes
oscuros, se desnudaba y se metía en un enorme sepulcro. Por alguna razón el
sueño se interrumpía y cuando se reanudaba, el docente estaba intentando
tumbarse dentro de un nicho, ahora llevaba un extraño pijama de cuadros
claramente escoceses, y un gorrito navideño calado hasta las orejas,. Como no conseguía su propósito de acostarse,
enfurecido la emprendía a hachazos con el mármol. Y otra vez la pesadilla se cortaba y cuando de nuevo el sueño profundo volvía, la alucinación seguía a
lo suyo, disparate tras disparate. Ahora
el hombre está sentado en el suelo, rodeado de trozos de mármol y de un
montón de velas encendidas. Entonces saca algo de debajo de la capa y lo coloca en el
suelo. Es un envoltorio plateado, lo abre y de este emerge una enorme tortilla
de patatas rodeada de pimientos verdes fritos.
El olor de la tortilla
despierta a la durmiente. “¡Solo es una pesadilla!” Se dice a si misma. Ahora se
le ha abierto el apetito, recuerda que no ha cenado, la preocupación por no
saber que escribir, el miedo al casi seguro castigo corporal del profesor, le
quitaron las ganas de comer.
Se levanta de la cama y va a la cocina. Allí arrasa con todas
las sobras del frigorífico, pero no hay tortilla.
Está amaneciendo una luz tenue se cuela por la ventana,
suficiente para que se pueda ver el montón de patatas peladas y cortadas. Ella
bate los huevos, mezcla las patatas, la media cebolla cortadita y pone todo en la sartén. Unos minutos más
tarde, ya saborea la tortilla.
Ahora está mucho mejor, ve la vida de otro modo y toma una
decisión que repite como un mantra una vez y otra. “No me voy a acojo...con lo
del relato. ¡A la mier...! Este jueves no pienso leer ningún escrito”.
Y se va a la cama...
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15 nov 2013
KATHAKALI
Aquella no
era ahora su cara y tampoco su
cuerpo.
Dos horas antes
era un hombrecillo corriente, de esos en los que no se repara aunque te los cruces cada día en algún lugar. Solo
habían pasado unos minutos y ya no era
él.
Sus coloridos y extravagantes ropajes, los
zapatos, todo le daban otra dimensión, pero sobre todo su cara, antes anodina
vulgar, había adquirido una personalidad llena de fuerza que resultaba
inquietante, especialmente sus ojos, puñales negros, clavándose en los míos y
obligándome a desviar la mirada.
Blanco níveo en
su cara, líneas negras, enormes, alrededor de sus ojos, marcas triangulares
desde el comienzo de sus mejillas hasta
las sienes y unas cejas grandiosas pintadas sobre las propias perdiéndose en el
infinito. Marcaba su barbilla una especie de medio plato de cartón blanco
pegado a sus orejas, lentes de contacto, un enorme gorro en forma de estupa y
la trasformación estaba servida.
Cuando el guía
me habló de la representación de la danza mítica hindú con más de cuatrocientos
años de antigüedad llamada Kathakali y la posibilidad de asistir a la
metamorfosis de un mortal a demonio o divinidad, todo ello en directo, con
proceso de maquillaje a la vista del público, me apunté rápido y conmigo otras
tantas gentes del grupo.
El teatrito
estaba en un barrio apartado de la ciudad de Cochin. Los actores y los otros
componentes del grupo teatral, eran gentes que luchaban para no perder la
tradición de sus mitos milenarios. No había lujos y pocas ganancias. La puesta
en escena era sencilla, pero efectiva.
Habíamos seguido toda la preparación desde la primera
fila. Me interesaba sobre manera un maquillaje tan alejado del que conocemos en
nuestro mundo occidental y la
oportunidad de hacer alguna pregunta técnica. Realmente me fascinó. Me
sorprendió saber que el blanco estaba hecho con cáscaras de huevo según una
receta antiquísima.
Enseguida empecé a tomar fotos, mi cámara atraída por la
intensidad que en cada paso del maquillaje iba adquiriendo el actor principal,
parecía tener vida propia y se disparaba sola. El zoom, automático, no me
permitía hacer otra cosa que apretados primeros planos y empecé a sentirme
incómoda. El hombre, ahora demonio, parecía actuar solo para mí. Sus ojos miraban
directamente al objetivo y taladraban los míos. Clic, Clic, mi dedo no
se despegaba del botón, estaba hipnotizada.
Al fin haciendo un gran esfuerzo conseguí cerrar la cámara. No
podía soportar su mirada que se colaba directamente en mi cerebro a través del
objetivo e intenté concentrarme en la obra, cosa harto difícil con la
explicación que nos dieron antes de su comienzo en un inglés terrible e
imposible de entender. Para librarme de ÉL, dirigí mi vista al otro personaje y traté de ignorarle. Pero sabía que sus ojos seguían
clavados en mí, que por alguna razón me estaba dedicando aquello. ¿Por qué?
Quizás por el interés que mostré mientras se maquillaba.
Me maldije a mi misma, quien me mandaría hacerle preguntas de
profesional. ¡Idiota! Eso es lo que soy ¿Y ahora? ¿Como me quito esa mirada de
encima?. Cada vez más nerviosa acerqué mi silla de tijera a la del guía y le
deslicé al oído alguna tontería. Así sabrá que estoy con el grupo, que no
estoy sola.¡Dios que paranoia tan estúpida. Solo es un actor actuando!
Pero algo en él se salía del personaje, era como si el otro se
hubiera apoderado del hombre y sus ojos, carbunclos encendidos me devoraban sin
compasión. No se cuanto
duró la obra, cuarenta o cincuenta
minutos, lo que es seguro que fueron los más largos que recuerdo.
Por fin el teatrito se llenó de aplausos largos y sinceros. Nosotros, los guiris, escasas doce personas, poco a poco empezamos a desfilar hacia la calle.
Por fin el teatrito se llenó de aplausos largos y sinceros. Nosotros, los guiris, escasas doce personas, poco a poco empezamos a desfilar hacia la calle.
. Allí respiré hondo. Me había librado de la pesadilla de sus ojos.
Dos calles mas arriba el autocar nos esperaba. Comentarios para todos los
gustos. Para algunos una completa
estupidez, para otros interesante y los menos decían que había sido brillante
A mí no me había dejado indiferente en absoluto, es más, tenía
una sensación de angustia agarrada al estómago de la que no podía desprenderme.
Alguien pasó a nuestro lado, un hindú insignificante, uno de
tantos. Se inclinó hacia mí “I´ll
see you in the hotel” - “ La veré en el hotel”- ¡Esa voz,
esos ojos! Instintivamente me cogí del
brazo del guía.
Aquella noche, a pesar de tener pagada una habitación single en
un lujoso hotel de Cochin , me las arreglé para no dormir sola.
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5 nov 2013
FOBIA
Era una mujer
fuerte, grande y gorda, sobre todo gorda. Por alguna razón recordaba a las
gloriosas gorditas de Botero, aunque sin el encanto de las pinturas y
esculturas del artista...Esta era simple y llanamente una mujer exuberante. Su
pelo artísticamente recogido en una especie de moño muy historiado, caía en
profunda cascada sobre su redondeada espalda, parte de sus rizos delanteros
descansaban sobre sus voluminosos pechos y medio los escondían, medio los
realzaban. Sus vestidos de campesina adinerada, amplios y exagerados le
llegaban al suelo y esto por una razón u otra condicionaban sus movimientos por
lo que se limitaba a dar vueltas sobre si misma de tanto en cuanto. Tenía la
boca pintada de rojo pasión y de ella dejaba escapar increíbles gorgoritos, a
veces suaves, otras profundos y desgarrados, siempre acorde con el momento que
su delirio lo indicara.
Estaba subida en algo parecido a un escenario en la plaza de
un pueblo, con casas a ambos lados y al
fondo unas calles estrechas que llevaban a ninguna parte.
En medio del
gorgojeo, entraban por una de las calles un montón de campesinos que
contestaban a coro a la mujer a medida que el canto lo iba marcando, ella,
infaliblemente respondía con nuevos gorgoritos
gesticulando aparatosamente al
tiempo que giraba en su continuo movimiento. Más tarde los coros desaparecían
por el otro lado de la plaza cantando de nuevo antes de hacer el mutis. Yo
nunca asistí al final de esta actuación.
Doña Rosita era
la amiga más cursi de mi abuela, la recuerdo muy bien. Pequeña y delgada, con
pelo gris recogido en un moño bajo, vestida de negro y con unos lentes que se
abrían con un clic antes de ubicarlos sobre su prominente nariz, y que llevaba
colgando de un largo collar negro de azabache, que por cierto, me gustaba
bastante.
A mi siempre
me fastidió que me besaran, sobre todo la gente pesada, pero aquel día.
_ Para que vayas
haciendo amistad con la música clásica. Per antes tienes que darme un
recordatorio, ese del angelito con las ovejitas. Y también un beso.
Y yo, venciendo mi
animadversión y por el jodido interés, la besé, aun a sabiendas que me
pincharía su bigote, a sabiendas que me dejaría tufo a pachulí.
Ella me entregó
aquel paquete, envuelto en papel de manila color rojo, con olor a Doña
Rosita. Lo atrapé y salí corriendo.¿Qué por que lo
recuerdo? Pues porque mis futuros suegros, me han invitado a la primera opera
de este año en el Real y quieren saber si estoy interesada en que nos saquen un
abono (a su hijo y a mí) para la temporada. Ellos son grandes aficionados y se
desplazan por Europa para ver representaciones en las grandes capitales. Sé que
irán a Milán próximamente, ya le preguntaron a su hijo si nos gustaría ir...Y
claro, no puedo sacarme a Doña Rosita y su olor a pachulí de la cabeza.
El regalo
resultó ser una caja de música cursi y estúpida, con la cual yo jugaba de
tarde en tarde. No lo hacía para recrearme en la puesta en escena de la opera, ni para escuchar la
música, sí para poner a prueba mi rapidez en cortar la representación. Esto
ocurría justo en el momento que la soprano entonaba un canto a todas luces
triste y melancólico. En ese instante con un sincronismo digno de mejor empresa
y con un toque morboso difícil de explicar, de un golpe seco cerraba la
tapa y todos, campesinos gorda y
decorado quedaban encerrados en la estúpida caja que los albergaba. Por alguna
razón, esto me producía placer, era mi venganza contra Doña Rosita. Nunca les
permitía terminar su pobre actuación.
Contrariamente
al loable propósito que tuvo la amiga de mi abuela al intentar acercarme a la
opera en mi niñez, yo, que sin duda esperaba otro tipo de regalo, a día de hoy todavía no me he reconciliado
con las operas, es más, diría que las odio.
Esta noche
tendré que afrontar la situación de una vez por todas. Me juego mucho.
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23 oct 2013
El
“El hombre que viajaba en metro”
Me gusta viajar en el metro cuando la hora punta ha pasado. Me
complace observar a la gente en su
diario ir y venir, e inventarme su vida a partir de una cara, un comportamiento
o un modo de vestir. Soy escritor y el metro de Madrid es para mí una fuente
inagotable de personajes y de historias.
Antes de comenzar un nuevo relato dedico más de una mañana a
la caza de ideas en este lugar y es a partir de las once de la mañana cuando
empieza mi ir y venir por la línea de
metro que he elegido previamente. Hoy es uno de esos días. Estoy sentado en una
de las esquinas del vagón, muy cerca de la puerta, desde aquí domino perfectamente el espacio, ya ha pasado el
aluvión de gente y los que quedamos, personas sin prisas sin un trabajo
aparente que nos obligue a madrugar, parecemos a simple vista gentes relajadas.
En uno de los asientos dormita un vagabundo, de uno de los
bolsillos de su raído gabán sobresale el cuello de una botella de lo que seguro
es vino barato, obviamente utiliza el metro para resguardarse del frío.
No muy lejos de él, un chico con la cabeza rapada vestido de cuero negro no le
quita ojo. El chico me produce un profundo desasosiego y sin perder de vista al
posible skinhead dirijo la mirada hacia otros puntos del vagón. En un rincón
alejado hay una chica sentada de espaldas a mí, hace un rato que intento pensar
en una historia que le cuadre, pero no veo su cara y trato de inventármela.
Pelo rubio escapando de un gorro de lana tejido a mano sin mucha gracia, abrigo
gris con el cuello subido, es todo lo que alcanzo a ver. Lo que atrae mi
atención es su quietud, lleva sin moverse unas cuantas estaciones, al menos
desde que yo la observo. Se habrá quedado dormida... Me gustaría ver su cara,
solo tengo que levantarme e ir hacia ella, pero no, parte de mi juego es
adivinar, elucubrar.
Hay otros viajeros, pero no captan mi atención al menos de
momento, son una masa gris sin ningún rasgo peculiar que les saque del
anonimato en el que les he agrupado.
Enfrente de mí un chico vestido de modo informal, -anorak negro,
pantalón vaquero, pelo largo y zapatillas de deporte caras-, lee un pequeño
libro que conozco muy bien “Firmin”.Sonrío recordando la vida de este roedor
...¡Ojalá yo pudiera escribir un libro así!. Por un momento pienso que puedo
entrar en la mente de este lector, en sus gustos ¿Interesantes? ¿Parecidos a
los míos?. No sé, lleva unos calcetines un tanto peculiares, de un amarillo
rabioso con rayas intercaladas en azul celeste y salpicados de pequeñas
calaveras negras. Nada que ver con mi estilo clásico.
El rapado se ha puesto en movimiento, da unos pasos e
intencionadamente tropieza con el borracho pisándole un pie con sus horribles
botas puntiagudas. Mis músculos se tensan, pienso en la que se puede organizar,
pero por fortuna el vagabundo solo se revuelve en el asiento, cambia de
posición y sigue durmiendo la borrachera. Todo el vagón está pendiente de la
escena y la tensión se puede cortar, el provocador mira a su alrededor en plan
chulesco - ¡CERDO!- grita. Escupe en el
suelo y se dirige a la puerta mas
cercana justo cuando el tren acaba de pararse, se abren las puertas y abandona el vagón.
Todos respiramos aliviados, ¿Todos?. La chica “esfinge” no se
ha movido, claro que posiblemente no se ha enterado de la escena, está algo
alejada y de espaldas...Mejor para ella.
Acaba de entrar un tipo con una guitarra, de esos que nunca
acaban de tocar una pieza completa pues van cambiando de vagón en cada parada.
Este se pone a cantar una famosa pieza, hace como si cantara en inglés, pero ni
una sola palabra de las que pronuncia es inglés en absoluto, ni ningún otro
idioma, ni siquiera es espanglish, aunque le pone empeño. Mi mirada se cruza
con la del de los calcetines de calaveras, él también parece asombrado de la
puesta en escena, a duras penas contengo la risa, que me sube a borbotones y
por poco me asfixia al tratar de evitar la carcajada. El chico de enfrente se
da cuenta de mi problema y mete la nariz
en el libro para no reír también, al fin
consigo contenerme como puedo y cuando pasa por mi lado el virtuoso le
doy una buena propina, ¡Ha conseguido ponerme de excelente humor!
Otras gentes van y vienen, pasan al lado de la chica esfinge
sin verla, como autómatas resbalan sus miradas inexpresivas hacia el suelo.
Ella sigue dormida ¿Se habrá pasado de estación? ¿A dónde irá?. Acaba de entrar
un hombre por la puerta cercana a mi favorita, alto con un gabán muy amplio,
tal vez excesivamente grande para su tamaño
. Se inclina sobre la
chica y le dice algo al oído mientras abre su abrigo y saca algo grande,
reluciente...
En un instante el horror se
adueña del vagón, la cabeza seccionada cae rodando por el suelo y los
ojos azules de la esfinge por fin me miran cara a cara. Un reguero de sangre va
manchando el suelo poco a poco, el pelo de la chica, ahora sin el ridículo
gorro de lana, también está ensangrentado. Los pensamientos más absurdos,
atropellados, pasan por mi mente. Sin poder de reacción, estamos todos
congelados.
El primero en moverse es el del libro, se ha levantado, veo
sus ridículos calcetines, sus zapatillas de marca acercándose hacia mí.
-Señores - dice levantando la voz - Les hemos estado grabando,
llevamos horas haciéndolo. Lo que aquí ha ocurrido es mentira, la chica es solo
una buena replica de látex, el hombre de la catana, el mendigo, el skinhead y
el cantante, actores. Todo ha sido una puesta en escena que formará parte de un
estudio sociológico sobre el comportamiento humano ante grandes o pequeños
sucesos inesperados. Es un programa que
hacemos para una cadena de televisión. Sus reacciones, gestos, todo, nos
serán de gran utilidad.
Ahora solo les pido que nos den su aprobación para que podamos
utilizar sus caras en este programa. Les pido disculpas por el engaño y les
doy las gracias.
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18 oct 2013
El taller
“El taller”
La sala era
grande destartalada, un buen ejemplo de caos organizado. Atestada con una especie de muestrario de extraños
elementos y materiales esparcidos aquí
y allá.
Las estanterías
cubiertas de moldes de escayola apenas
se sostenían en pie. Cabezas, brazos y cuerpos olvidados, cubiertos de polvo,
aparentemente abandonados antes de su terminación y ahora, agrietados, mostraban parte de su estructura
interior entre el barro resquebrajado.
El techo
acristalado dejaba pasar la luz del incipiente día. Un rayo de sol se reflejó
en el metal que el hombre sostenía en su mano y le hizo volver a la realidad,
parpadeó y lentamente dejó caer el
punzón.
Cerró los ojos
tratando de visualizar aquel día ya tan lejano en el que todo comenzó. Se vio a
sí mismo conduciendo deprisa para atravesar la Casa de Campo en el menor tiempo
posible. Hacía tiempo que no le interesaba aquel parque tan deteriorado en los
últimos años, para nada le recordaba
al de su niñez, cuando las familias aún podían disfrutarlo sin peligro con
encuentros no deseados. Entonces los árboles parecían más majestuosos y bellos.
La carretera
que tomaba para llegar a Somosaguas se había convertido en una especie de ¨take
away¨ donde una fila interminable de coches compraba cualquier tipo de
mercancía; drogas, mujeres o chicos. El espectáculo era el habitual, pero aquel
atardecer algo le llamó la atención y le hizo frenar. La chica destacaba entre
todas, su cuerpo adolescente de
proporciones perfectas, estaba semi vestido con una falda que era más bien un
cinturón, piernas largas enfundadas en unas medias blancas que resaltaban sobre
su piel oscura, sujetas con un minúsculo liguero, zapatos rojos con tacones
inverosímiles y ojos todavía brillantes
y vivos...
No tardaron en
ponerse de acuerdo, él no quiso discutir el precio y ya dentro del coche trató
de hacerle entender que solo la necesitaba como modelo y que trabajaría para él
tres días por semana posando para una escultura, cosa que le reportaría un buen
sueldo que no debería rehusar. Y
Bhagani no rehusó y así comenzó la inesperada relación entre ambos.
Ella llegaba
puntualmente al estudio, se desnudaba y enseguida estaba lista para la sesión.
En el primer día que comenzó a trabajar
sobre la estructura que sería el cuerpo de la chica, aquello fue tomando forma,
el barro húmedo y viscoso se fue adhiriendo al alambre de gallina empujado con
fuerza y rapidez de mano experta y la figura enseguida adquirió vida,
sensualidad...
Entre el
escultor y su modelo se desarrolló una comunicación que iba más allá del
lenguaje. Ella apenas hablaba español pero se hacía entender lo suficiente para
sobrevivir en la calle y ahora, con un trabajo asegurado por algún tiempo, la
chica había iniciado el aprendizaje de palabras nuevas con un
librito que él le había regalado. También comenzó a preparar el té al estilo de
su país y él se acostumbró a tomarlo con montañas de azúcar y sin saber muy
bien como, se hizo goloso.
Las semanas
pasaban y ella aún se preguntaba por
qué posaba desnuda y con los
zapatos puestos tumbada en aquella
cheslón. Y por qué él la vestía antes de hacer el amor.
Un día el
escultor, comenzó a preocuparse por el futuro de Bhagani, no podía permitir que
volviera a su oscuro destino, no quería
aceptar que su obra de arte cayera en brazos de otros, pero era consciente de
los muchos años que les separaban y peor aún, del abismo cultural. Ninguno de
los dos encajaba en el puzzle de la vida del otro y empezó a obsesionarse
buscando una solución imposible.
Noche tras noche trataba de huir de sus pensamientos y no
pudiendo dormir, regresaba al taller.
Con rabia y desesperación añadía o quitaba trozos de arcilla de la escultura, sus dedos recorrían palmo a palmo las
incipientes caderas, los senos redondos,
deteniéndose en los pequeños pezones apenas terminados, y los rehacía de
nuevo mientras mentalmente le hacía el amor.
Cada día se iba angustiando más y más. Empezó a tomar medicamentos
para relajarse, y a pesar de estos, trabajando, creando, era del único modo que
podía olvidar su preocupación, y modelaba horas y horas, abstrayendo así su
mente. Solo cuando descansaba, volvía a tomar conciencia del problema y le daba
vueltas y vueltas, así, cuando llegó el momento de finalizar el contrato con la
chica, ya había encontrado la única salida.
Aquel viernes
ella había llegado como siempre feliz, despreocupada, cuando vio la figura casi
conclusa, palmoteó alegre ¨Bonito, mucho guapa” dijo, y comenzó a desnudarse...
Cinceles, palos
de modelar y herramientas varias se entremezclaban en la mesa de trabajo, entre ellas una raramente limpia y reluciente
con mango de madera torneado a mano y desgastado por el uso. La mano grande y fuerte del escultor, la agarró.
Bhagani de
espaldas no pudo ver como aquel rayo penetraba en sus costillas una y otra vez
y apenas pudo esbozar un grito de sorpresa. Un hilillo de sangre manchó sus
labios, ahora más rojos que nunca, hasta convertirse en vómito imparable.
El sonido del
metal cayendo al suelo le volvió a la realidad. En un instante habían desfilado
semanas por su cabeza, se miró la mano culpable aún crispada, se agachó, y
sentado en el suelo acunó con mimo el cuerpo sin vida de la chica.
Más tarde se
puso en movimiento. Lentamente esparció un saco de escayola sobre el suelo
manchado, una nube de polvo le hizo toser, en segundos el yeso absorbió el reguero de sangre quedando coloreado de
rojo. A su espalda, la escultura de
Bhagani le observaba desde la cuenca de sus ojos vacíos, su mirada le perseguía
más viva que nunca, y para neutralizar su presencia, tapó con un plástico su
obra.
En un anexo del taller ajustó la temperatura del inmenso horno
de fundición, lo dejó abierto y regresó. Recogió del suelo a la chica y con
ella en brazos volvió sobre sus pasos.
Cerró el horno y programó el tiempo de encendido en ocho horas. Con pasos vacilantes se dirigió
al servicio, del armario sacó la medicación a la que se había hecho adicto, ya
en el taller tomó un buen puñado de pastillas
y ayudado por una botella de coñac las tragó de una vez.
Luego se tumbó en la destartalada cheslón y apuró hasta la
ultima gota de licor.
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Grumpy-Relatos
8 oct 2013
"EL ALQUILER"
“El alquiler”
Mis tres huéspedes y mi único amigo se quedaron fuera en el vestíbulo, mientras yo inspeccionaba brevemente el apartamento.
Hacía unos meses que estaba vacío y aunque mi mujer y yo lo habíamos adecentado después de que se marcharan los últimos inquilinos, quería abrir las persianas para que la luz del sol otoñal inundara el salón y también el resto de la casa.
Mi amigo Antonio me había dicho que la gente a la que le interesaba el alquiler por un año eran de fiar, viejos conocidos de su pueblo. De otra manera yo no me hubiera decidido, es más, quería vender, después de aquel desastre que nos había dejado el ultimo vecino. Pero un año pasa pronto se podía intentar de nuevo, venderíamos más tarde.
Olía a cerrado, fui abriendo todas las ventanas del apartamento, inclusive las de la cocina, el dormitorio de servicio no tiene ventana a la calle, solo un pequeño tragaluz que da al patio de vecinos, encendí la luz, enseguida me di cuenta de que algo no estaba en su sitio. Yo tengo una gran memoria fotográfica. Era la silla, la ultima vez estaba justo al lado de la cama, ahora estaba debajo del ventanuco y este, abierto de par en par.
Y...¿esas manchas? Me puse las gafas. No, no podía ser, las limpié con la corbata y me las puse de nuevo... Un reguero de pisadas de color rojo intenso salían de debajo de la cama, seguían por el suelo de la habitación y escalando por la silla se perdían en la ventana.
Pasaron unos minutos, quizá segundos hasta que reaccioné. Me puse de rodillas y levanté con precaución la colcha que cubría la cama. Cuando vi la cabeza ensangrentada el terror me superó, y quise gritar ¡Antonio!. No lo conseguí, mi garganta no lograba emitir sonido alguno.
Esto es lo que conté a la policía. Han pasado seis días desde aquello y no se ha encontrado el resto del cuerpo, tampoco pistas ni huellas de ningún tipo. La policía me ha citado para declarar nuevamente, ya es la tercera vez y por alguna razón que no alcanzo a entender, sospechan de mí.
Antonio me ha aconsejado que lleve un abogado conmigo.
---------------------------------------------------------------
Han sido días, semanas, difíciles. Mi abogado ha conseguido sacarme de la prisión por falta de pruebas. Ahora toca empezar de nuevo. Sé que llevará un tiempo, pero conseguiré que mi mujer vuelva a mí con la lección aprendida.
Sí o sí tendrá que olvidar al que fue su amante. No le queda otra.
Octubre 2013 M. L. Pino
Mis tres huéspedes y mi único amigo se quedaron fuera en el vestíbulo, mientras yo inspeccionaba brevemente el apartamento.
Hacía unos meses que estaba vacío y aunque mi mujer y yo lo habíamos adecentado después de que se marcharan los últimos inquilinos, quería abrir las persianas para que la luz del sol otoñal inundara el salón y también el resto de la casa.
Mi amigo Antonio me había dicho que la gente a la que le interesaba el alquiler por un año eran de fiar, viejos conocidos de su pueblo. De otra manera yo no me hubiera decidido, es más, quería vender, después de aquel desastre que nos había dejado el ultimo vecino. Pero un año pasa pronto se podía intentar de nuevo, venderíamos más tarde.
Olía a cerrado, fui abriendo todas las ventanas del apartamento, inclusive las de la cocina, el dormitorio de servicio no tiene ventana a la calle, solo un pequeño tragaluz que da al patio de vecinos, encendí la luz, enseguida me di cuenta de que algo no estaba en su sitio. Yo tengo una gran memoria fotográfica. Era la silla, la ultima vez estaba justo al lado de la cama, ahora estaba debajo del ventanuco y este, abierto de par en par.
Y...¿esas manchas? Me puse las gafas. No, no podía ser, las limpié con la corbata y me las puse de nuevo... Un reguero de pisadas de color rojo intenso salían de debajo de la cama, seguían por el suelo de la habitación y escalando por la silla se perdían en la ventana.
Pasaron unos minutos, quizá segundos hasta que reaccioné. Me puse de rodillas y levanté con precaución la colcha que cubría la cama. Cuando vi la cabeza ensangrentada el terror me superó, y quise gritar ¡Antonio!. No lo conseguí, mi garganta no lograba emitir sonido alguno.
Esto es lo que conté a la policía. Han pasado seis días desde aquello y no se ha encontrado el resto del cuerpo, tampoco pistas ni huellas de ningún tipo. La policía me ha citado para declarar nuevamente, ya es la tercera vez y por alguna razón que no alcanzo a entender, sospechan de mí.
Antonio me ha aconsejado que lleve un abogado conmigo.
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Han sido días, semanas, difíciles. Mi abogado ha conseguido sacarme de la prisión por falta de pruebas. Ahora toca empezar de nuevo. Sé que llevará un tiempo, pero conseguiré que mi mujer vuelva a mí con la lección aprendida.
Sí o sí tendrá que olvidar al que fue su amante. No le queda otra.
Octubre 2013 M. L. Pino
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Grumpy-Relatos
25 jun 2013
"Last drink"
Después me preguntó si tenía sed. Yo me incliné sobre ella y suavemente recogí con mi dedo una ultima gota que le resbalaba por el cuello. Me la llevé a los labios, luego besé los dos pequeños orificios apenas visibles y le dije que no, que mi sed estaba saciada. Le prometí volver y salí volando.
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Grumpy-Microrrelatos
14 jun 2013
Dimitri
Después de tantos años suspendido en el tiempo, solo le mueve un deseo, finalizar con la rutina diaria que le llena de hastío... dormir, dormir, dormir, olvidar una existencia que ha dejado de ser fascinante, convertida ya en una mueca de lo que fue. Ahora nada le une a aquel lugar, al país donde sin freno ha sido testigo de lo bueno y lo malo de este mundo. Su ciclo esta cerrado.
Dimitri sacude el polvo de sus anticuados ropajes, suspira y después de colocar los pliegues de su capa se dirige hacia la salida con pasos vacilantes, se cuida de no resbalar en las desgastadas piedras, ya que la humedad hace casi imposible dar dos pasos en equilibrio.
La noche es oscura, entre las largas ramas de los árboles la luna agazapada se esconde. Los pequeños habitantes del bosque huyen de la sombra, su instinto les avisa del paso del depredador. Él se detiene frente a un inmenso árbol, el leve roce de algo que baja entre las ramas le alerta, la ardilla asoma su hocico tímidamente, mira a un lado y a otro. Dimitri mimetizado con el resto del bosque solo es una sombra más y para cuando el roedor presiente el peligro es demasiado tarde. Unas manos largas, huesudas, le están asfixiando y unos colmillos afilados se han clavado en su garganta. La sombra se limpia los labios con un ajado pañuelo de fino encaje, aquel que hace tiempo sustrajo....
¿Qué le indujo a quedarse con el pañuelo de aquella niña?. No tenía respuesta... Tantas jóvenes a las que había esclavizado y una, solo una, se había librado de su maldición ¿Por qué? No podría explicarlo, solo sabía que un sentimiento diferente y que iba mas allá de su instinto se había instalado en él aquella noche que la conoció. Y se hizo adicto a admirarla mientras dormía y sin darse cuenta, fue su custodio durante décadas, vigilando sus sueños, guardándola de los de su especie.
Cuando Dimitri se dio cuenta que ya nunca mas podría ser lo que siempre fue, dejo de buscar bellas gargantas y desistió de beber la sangre que ya no le producía placer alguno y empezó a alimentarse de roedores. Entretanto su amada se fue haciendo adulta, más tarde conoció como envejecía, mientras él, malditamente eterno continuaba congelado en el tiempo.
Una noche ella ya no estaba, la cama vacía, en el aire olor a cera de velas, a flores y a rezos y lloró o quiso llorar pero no pudo y se dio cuenta de que su existencia sin fin, era ya absolutamente imposible.
Antes de marcharse de la habitación para siempre, se enjugó los ojos vacíos de lagrimas con el pañuelo que le había robado sesenta años atrás...
--------------------------------------
Lentamente Dimitri regresa al castillo después de su ultima caza, tiene que preparar su final, nadie puede ayudarle, solo el podrá hacerlo.
Una estaca afilada será su segunda opción y la deja clavada en la puerta, a la altura de su corazón, por si fuera necesario. La luz del amanecer se filtra por las rendijas de la vieja madera, Dimitri sentado espera y espera. Ahora la claridad entra a borbotones llenando cada rincón de la sala, entonces el vampiro se levanta y abre el portón, el sol le ciega y en ese momento el pánico lo atrapa, siente miedo a la luz, a lo desconocido, al definitivo final, e instintivamente se echa hacía atrás y cierra de golpe. Su capa ha quedado enganchada, aturdido intenta deshacerse de ella, forcejea y resbala. En un instante la estaca ha atravesado su corazón.
Gotas de sangre van cayendo al suelo mezcladas con jirones de lamentos, de recuerdos de batallas y de amoríos sin fin... Sonríe incrédulo y haciendo un ultimo esfuerzo se seca una lágrima que le resbala por la mejilla con un curioso arrugado pañuelo de seda.
Después de tantos años suspendido en el tiempo, solo le mueve un deseo, finalizar con la rutina diaria que le llena de hastío... dormir, dormir, dormir, olvidar una existencia que ha dejado de ser fascinante, convertida ya en una mueca de lo que fue. Ahora nada le une a aquel lugar, al país donde sin freno ha sido testigo de lo bueno y lo malo de este mundo. Su ciclo esta cerrado.
Dimitri sacude el polvo de sus anticuados ropajes, suspira y después de colocar los pliegues de su capa se dirige hacia la salida con pasos vacilantes, se cuida de no resbalar en las desgastadas piedras, ya que la humedad hace casi imposible dar dos pasos en equilibrio.
La noche es oscura, entre las largas ramas de los árboles la luna agazapada se esconde. Los pequeños habitantes del bosque huyen de la sombra, su instinto les avisa del paso del depredador. Él se detiene frente a un inmenso árbol, el leve roce de algo que baja entre las ramas le alerta, la ardilla asoma su hocico tímidamente, mira a un lado y a otro. Dimitri mimetizado con el resto del bosque solo es una sombra más y para cuando el roedor presiente el peligro es demasiado tarde. Unas manos largas, huesudas, le están asfixiando y unos colmillos afilados se han clavado en su garganta. La sombra se limpia los labios con un ajado pañuelo de fino encaje, aquel que hace tiempo sustrajo....
¿Qué le indujo a quedarse con el pañuelo de aquella niña?. No tenía respuesta... Tantas jóvenes a las que había esclavizado y una, solo una, se había librado de su maldición ¿Por qué? No podría explicarlo, solo sabía que un sentimiento diferente y que iba mas allá de su instinto se había instalado en él aquella noche que la conoció. Y se hizo adicto a admirarla mientras dormía y sin darse cuenta, fue su custodio durante décadas, vigilando sus sueños, guardándola de los de su especie.
Cuando Dimitri se dio cuenta que ya nunca mas podría ser lo que siempre fue, dejo de buscar bellas gargantas y desistió de beber la sangre que ya no le producía placer alguno y empezó a alimentarse de roedores. Entretanto su amada se fue haciendo adulta, más tarde conoció como envejecía, mientras él, malditamente eterno continuaba congelado en el tiempo.
Una noche ella ya no estaba, la cama vacía, en el aire olor a cera de velas, a flores y a rezos y lloró o quiso llorar pero no pudo y se dio cuenta de que su existencia sin fin, era ya absolutamente imposible.
Antes de marcharse de la habitación para siempre, se enjugó los ojos vacíos de lagrimas con el pañuelo que le había robado sesenta años atrás...
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Lentamente Dimitri regresa al castillo después de su ultima caza, tiene que preparar su final, nadie puede ayudarle, solo el podrá hacerlo.
Una estaca afilada será su segunda opción y la deja clavada en la puerta, a la altura de su corazón, por si fuera necesario. La luz del amanecer se filtra por las rendijas de la vieja madera, Dimitri sentado espera y espera. Ahora la claridad entra a borbotones llenando cada rincón de la sala, entonces el vampiro se levanta y abre el portón, el sol le ciega y en ese momento el pánico lo atrapa, siente miedo a la luz, a lo desconocido, al definitivo final, e instintivamente se echa hacía atrás y cierra de golpe. Su capa ha quedado enganchada, aturdido intenta deshacerse de ella, forcejea y resbala. En un instante la estaca ha atravesado su corazón.
Gotas de sangre van cayendo al suelo mezcladas con jirones de lamentos, de recuerdos de batallas y de amoríos sin fin... Sonríe incrédulo y haciendo un ultimo esfuerzo se seca una lágrima que le resbala por la mejilla con un curioso arrugado pañuelo de seda.
7 jun 2013
“Una pizca de locura”
Estaba harto, la falta de comunicación en un mundo saturado de la misma, me tenían al borde de la apatía mas absoluta.
Abrí la ventana y aspiré el aire de la noche, lejos quedaba la ciudad, sus sonidos ambientales me llegaban intermitentemente. Allá, un tren rápido, más tarde una música lejana, en primer plano el piano del tercero A. La noche estrellada me hizo soñar...
Soñé en una tiempo sin ordenadores, sin m.p.3, sin teléfonos. Soñé que alguien me susurraba al oído, acariciaba mi mano y que ese alguien estaba aquí, a mi lado, no tenía que hablarle desde el móvil, ni verlo por el SKY ...Soñé que para comunicarme con NADIE, no tenía que twitear o entrar en el face book...Y lo decidí
No valoré en absoluto las consecuencias y arrojé por la ventana el ordenador, la tablet, el E-book, el escáner y el m.p.3.
Solo entonces pude respirar hondo. Fui a la cocina y me preparé una taza de té, encendí mi vieja pipa, esa que tenía semi - abandonada por la falta de lugares donde fumar y me senté en el salón. Cogí un libro desgastado por el uso, y me dispuse a releerlo.
Estaba harto, la falta de comunicación en un mundo saturado de la misma, me tenían al borde de la apatía mas absoluta.
Abrí la ventana y aspiré el aire de la noche, lejos quedaba la ciudad, sus sonidos ambientales me llegaban intermitentemente. Allá, un tren rápido, más tarde una música lejana, en primer plano el piano del tercero A. La noche estrellada me hizo soñar...
Soñé en una tiempo sin ordenadores, sin m.p.3, sin teléfonos. Soñé que alguien me susurraba al oído, acariciaba mi mano y que ese alguien estaba aquí, a mi lado, no tenía que hablarle desde el móvil, ni verlo por el SKY ...Soñé que para comunicarme con NADIE, no tenía que twitear o entrar en el face book...Y lo decidí
No valoré en absoluto las consecuencias y arrojé por la ventana el ordenador, la tablet, el E-book, el escáner y el m.p.3.
Solo entonces pude respirar hondo. Fui a la cocina y me preparé una taza de té, encendí mi vieja pipa, esa que tenía semi - abandonada por la falta de lugares donde fumar y me senté en el salón. Cogí un libro desgastado por el uso, y me dispuse a releerlo.
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14 may 2013
La buena suerte
“ La buena suerte”
De pie, sobre la playa, observé la lancha balanceándose sobre las olas. Al oeste un oscuro frente de tormenta se acercaba. La barca me pareció de fabricación casera, aunque la distancia me impedía aseverar este punto. Pensé que los ocupantes, por la razón que fuere, la habían abandonado. Seguí contemplando su vaivén durante un buen rato. Las olas eran cada vez más fuertes y el baile de la embarcación se hizo mas y mas violento. Empezó a llover, me coloqué el impermeable y me dispuse a disfrutar de la impactante belleza de una gran tormenta desde tierra. Busqué cobijo en el chiringuito cerrado desde el verano. Allí, en una silla olvidada, me senté dispuesta a dejarme aterrorizar por las luces de los relámpagos y el sonido tardío de los truenos.
Las olas empujaban la lancha hacia la playa, un momento parecía que iba a volcar, al siguiente, logrando un milagroso equilibrio se enderezaba y seguía su camino hacia la arena. No fue hasta que embarrancó, cuando me di cuenta.
Salí corriendo hacia la patera, el viento, y la lluvia cayendo a jarros, apenas me dejaba avanzar, cuando llegué, el bebé negro, ya no tenía casi fuerzas para llorar y la madre, había dejado de luchar por la vida de ambos. Aun así, me costo gran trabajo arrancarlo de sus brazos.
Han pasado doce meses. Atrás ha quedado todo el inmenso papeleo, la búsqueda absurda de familiares y todo un rosario de problemas burocráticos y de incomprensión hasta llegar al acogimiento. Oficialmente ya es mi hijo.
Hoy iremos a la playa, arrojaremos al agua unas flores silvestres y si el tiempo lo permite, jugaremos con la arena y nos ensuciaremos hasta el infinito. Celebramos su cumpleaños allí, donde nació por segunda vez.
Volveremos cada año, quiero que sepa que llegó del agua, y que el mar nos regaló uno a otro y cuando sea mayor, le contaré porque se llama Neptuno.
De pie, sobre la playa, observé la lancha balanceándose sobre las olas. Al oeste un oscuro frente de tormenta se acercaba. La barca me pareció de fabricación casera, aunque la distancia me impedía aseverar este punto. Pensé que los ocupantes, por la razón que fuere, la habían abandonado. Seguí contemplando su vaivén durante un buen rato. Las olas eran cada vez más fuertes y el baile de la embarcación se hizo mas y mas violento. Empezó a llover, me coloqué el impermeable y me dispuse a disfrutar de la impactante belleza de una gran tormenta desde tierra. Busqué cobijo en el chiringuito cerrado desde el verano. Allí, en una silla olvidada, me senté dispuesta a dejarme aterrorizar por las luces de los relámpagos y el sonido tardío de los truenos.
Las olas empujaban la lancha hacia la playa, un momento parecía que iba a volcar, al siguiente, logrando un milagroso equilibrio se enderezaba y seguía su camino hacia la arena. No fue hasta que embarrancó, cuando me di cuenta.
Salí corriendo hacia la patera, el viento, y la lluvia cayendo a jarros, apenas me dejaba avanzar, cuando llegué, el bebé negro, ya no tenía casi fuerzas para llorar y la madre, había dejado de luchar por la vida de ambos. Aun así, me costo gran trabajo arrancarlo de sus brazos.
Han pasado doce meses. Atrás ha quedado todo el inmenso papeleo, la búsqueda absurda de familiares y todo un rosario de problemas burocráticos y de incomprensión hasta llegar al acogimiento. Oficialmente ya es mi hijo.
Hoy iremos a la playa, arrojaremos al agua unas flores silvestres y si el tiempo lo permite, jugaremos con la arena y nos ensuciaremos hasta el infinito. Celebramos su cumpleaños allí, donde nació por segunda vez.
Volveremos cada año, quiero que sepa que llegó del agua, y que el mar nos regaló uno a otro y cuando sea mayor, le contaré porque se llama Neptuno.
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4 may 2013
Un sótano con vistas
“ Un sótano con vistas”
Puede que sea una obsesión. Hacia las ocho de la tarde corto el trabajo diariamente y subido en una banqueta alta, me dispongo a ver pasar la vida de mi calle desde el pequeño ventanuco que a ras de suelo, sirve de respiradero al taller. A esas horas mi ayudante ya se ha marchado, tiene que repartir los cuadros recién enmarcados a las tiendas con las que trabajamos. Me quedo solo, es mi primer descanso del día y como tal, me relajo elucubrando sobre la vida de las personas que pasan por delante de la ventana.
La calle a esas horas, se trasforma en un variopinto trasiego de gente yendo o viniendo, unos esperan y otras, las mas madrugadoras, se quedan en las esquinas o a la puerta de alguno de los viejos edificios que alquilan habitaciones por horas.
Yo desde mi observatorio solo alcanzo a ver parte de los cuerpos de estas gentes. Si pasan rozando mi ventana, veo los zapatos y un poco de pantalón o de las piernas de las mujeres. Pero según se alejan de ella, puedo llegar a divisar hasta la cintura según la talla de cada cual, sobre todo si están en la acera de enfrente. Nunca alcanzo a ver sus caras, quizás esto hace mas interesante el jugar a adivinar o inventar algo sobre sus vidas.
Normalmente, cuando me asomo, las botas de punta inverosímil rematadas en metal barato, ya están en su puesto de trabajo. A veces da pequeños paseos, pero nunca se aleja de la entrada al hotel económico. Lleva unos vaqueros acampanados y fuma mucho, continuamente veo caer las gastadas colillas al suelo, las aplasta con el tacón de las botas que imitan piel de serpiente. Nunca cambia de calzado, es su seña de identidad.
Hay más zapatos que se acercan a las botas, son de tacón alto, altísimo, suelen estar varios minutos unos con otros, a veces llegan a dar unos pasos juntos, entonces las colillas caen al suelo por partida doble. También esos zapatos de grandes tacones, seis o siete pares diferentes, son siempre de las mismas usuarias. Hay unos de color rojo intenso que suelen pasear con las botas baratas mas de lo usual, hasta en ocasiones se acercan tanto que se rozan punta con punta están quietos unos segundos y se separan. Solo ocurre con los zapatos rojos, luego estos acostumbran a ir a la taberna de la esquina (supongo, pues no lo veo) y regresan con dos botellines de bebida, uno en cada mano y lo comparten con las botas de serpiente, al poco suelen desaparecer en el interior del portal acompañados de otros zapatos desconocidos. Las botas de punta plateada siguen en su lugar, al lado de la entrada.
A veces las colillas son diferentes, especialmente cuando se hace de noche. Están aplastadas antes de caer al suelo y desde luego hechas a mano. Para entonces la calle ya es un continuo disparate. Hay gritos, peleas y la puerta de enfrente está continuamente abierta. Entonces queda poca gente paseando a sus perros, es mas, solo les dejan el tiempo justo para que hagan sus necesidades, algunos las recogen, otros nó, pero todos tienen prisa por regresar a casa.
Sobre las diez de la noche suelo dejar de mirar, ya tengo suficiente.
Hoy estuve mas tiempo en el taller observando. Esperé inútilmente la visita del gato del 1ª. No apareció y tuve que retirar la comida del alfeizar de la ventana, no quiero visitas de callejeros. Los viernes se suele asustar, es exagerado el ruido en la calle y hoy ha habido demasiado.
Dos coches de policía aparcaron enfrente de mi ventana, por debajo de sus ruedas he visto como las botas de serpiente subían a uno de los coches, cuando este arrancó, los zapatos altos de color rojo, estaban en la otra acera, en sentido horizontal, sobresaliendo de una manta dorada. El suelo estaba sucio, cubierto de residuos de todo tipo, la sangre que escapaba del cuerpo tendido era roja , tan roja como sus zapatos.
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Grumpy-Relatos
17 abr 2013
Final "El perseguido"
Final de “ El perseguido”
El bosque oscuro e impenetrable se le antojaba peligroso, pero no mas que aquello que le seguía incansable desde hacía horas. Tenía que seguir corriendo si quería salvar su vida y para esto solo contaba con sus piernas y con la noche que estaba cayendo poco a poco.
Se detuvo un momento para reponer fuerzas y escuchó. Todo estaba en silencio, parecía que la naturaleza entera dormía. Un poco mas relajado decidió descansar. Se sentó en lo que quedaba de un tronco carcomido por las larvas y trató de acompasar los alocados latidos de su corazón y ya mas tranquilo repasó los acontecimientos que le habían llevado a huir. La mañana que despertó con aquella sensación extraña de que era observado, aquel raro juguete que daba vueltas alrededor de la cabaña...
La televisión mas sensacionalista había dicho que aparecerían señales en algunos de los lugares mas alejados de las grandes urbes, donde aquellos seres podrían hacer sus experimentos sin ser detectados...Por el contrario, las cadenas mas serias y por supuesto el Pentágono, lo había desmentido. Las discusiones y debates se habían sucedido durante semanas, y aunque él no era especialmente crédulo, aquellos días que se prometió a sí mismo serían de descanso y relax a orillas del lago, se estaban tornando en inquietantes e incómodos desde que advirtió que lo vigilaban. Fué entonces cuando empezó a plantearse que quizás debería abandonar la idea de pescar en aquel lugar apartado y regresar a casa.
Un sonido lejano de ramas y hojas aplastadas se estaba acercando, pero el hombre extenuado hasta el infinito y absorto en sus pensamientos no podía apercibirse de esto y cuando tomó conciencia, quizás ya era demasiado tarde. El peso de algo cayó sobre uno de sus hombros, el terror se apoderó de él y no logró volver la cabeza, era el final, ¿pero que final?. No lo sabía.
Un sudor frío recorrió su cuerpo, quiso moverse pero no pudo, un dolor intenso en su brazo le avisó del nuevo amago de infarto y para cuando aquello lo trasportó como si de un fardo se tratara, el hombre ya había perdido la conciencia.
Cuando despertó el dolor había remitido, se tocó el pecho, algo parecido a un vendaje le cubría por completo, a su alrededor no podía ver nada, la luz era muy tenue una niebla lo cubría y parecía mantenerle en suspenso, como levitando...¿Qué le habían hecho? ¿Dónde estaba? Y gritó...
Alguien le sacudió enérgicamente y ese alguien le trasmitió una energía cordial. No podía verlo, pero por alguna razón esta vez no sentía miedo, y por alguna otra razón, comprendió lo que se le comunicaba sin mediar palabra o sonido alguno. Por ello, cuando le dejaron en el bosque, junto al tronco donde se detuvo en aquella huida a ninguna parte, sabía que su corazón había sido remplazado por algo y que nunca tendría mas infartos.
El bosque oscuro e impenetrable se le antojaba peligroso, pero no mas que aquello que le seguía incansable desde hacía horas. Tenía que seguir corriendo si quería salvar su vida y para esto solo contaba con sus piernas y con la noche que estaba cayendo poco a poco.
Se detuvo un momento para reponer fuerzas y escuchó. Todo estaba en silencio, parecía que la naturaleza entera dormía. Un poco mas relajado decidió descansar. Se sentó en lo que quedaba de un tronco carcomido por las larvas y trató de acompasar los alocados latidos de su corazón y ya mas tranquilo repasó los acontecimientos que le habían llevado a huir. La mañana que despertó con aquella sensación extraña de que era observado, aquel raro juguete que daba vueltas alrededor de la cabaña...
La televisión mas sensacionalista había dicho que aparecerían señales en algunos de los lugares mas alejados de las grandes urbes, donde aquellos seres podrían hacer sus experimentos sin ser detectados...Por el contrario, las cadenas mas serias y por supuesto el Pentágono, lo había desmentido. Las discusiones y debates se habían sucedido durante semanas, y aunque él no era especialmente crédulo, aquellos días que se prometió a sí mismo serían de descanso y relax a orillas del lago, se estaban tornando en inquietantes e incómodos desde que advirtió que lo vigilaban. Fué entonces cuando empezó a plantearse que quizás debería abandonar la idea de pescar en aquel lugar apartado y regresar a casa.
Un sonido lejano de ramas y hojas aplastadas se estaba acercando, pero el hombre extenuado hasta el infinito y absorto en sus pensamientos no podía apercibirse de esto y cuando tomó conciencia, quizás ya era demasiado tarde. El peso de algo cayó sobre uno de sus hombros, el terror se apoderó de él y no logró volver la cabeza, era el final, ¿pero que final?. No lo sabía.
Un sudor frío recorrió su cuerpo, quiso moverse pero no pudo, un dolor intenso en su brazo le avisó del nuevo amago de infarto y para cuando aquello lo trasportó como si de un fardo se tratara, el hombre ya había perdido la conciencia.
Cuando despertó el dolor había remitido, se tocó el pecho, algo parecido a un vendaje le cubría por completo, a su alrededor no podía ver nada, la luz era muy tenue una niebla lo cubría y parecía mantenerle en suspenso, como levitando...¿Qué le habían hecho? ¿Dónde estaba? Y gritó...
Alguien le sacudió enérgicamente y ese alguien le trasmitió una energía cordial. No podía verlo, pero por alguna razón esta vez no sentía miedo, y por alguna otra razón, comprendió lo que se le comunicaba sin mediar palabra o sonido alguno. Por ello, cuando le dejaron en el bosque, junto al tronco donde se detuvo en aquella huida a ninguna parte, sabía que su corazón había sido remplazado por algo y que nunca tendría mas infartos.
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Grumpy-Cuentos
1 abr 2013
El perseguido
“ El perseguido”
Tenía la certeza de que aquella situación la había vivido antes. No conseguía recordar donde ni como, pero en aquel momento poco importaba, tenía que seguir corriendo si quería salvar su vida y para esto solo contaba con sus piernas y con la noche que estaba cayendo poco a poco. El bosque oscuro e impenetrable se le antojaba peligroso, pero no mas que aquello que le seguía incansable desde hacía horas.
Se detuvo un momento para reponer fuerzas y escuchó. Todo estaba en silencio, parecía que la naturaleza entera dormía. Un poco mas relajado decidió descansar . Se sentó en lo que quedaba de un tronco carcomido por las larvas y ya mas tranquilo repasó los acontecimientos que le habían llevado a huir. La mañana que despertó con aquella sensación extraña de que era observado, aquel raro juguete que daba vueltas alrededor de la casa y ...Un sonido lejano de ramas y hojas aplastadas se estaba acercando, pero el hombre extenuado hasta el infinito y absorto en sus recuerdos no podía apercibirse de esto y cuando tomó conciencia, quizás ya era demasiado tarde.
Tenía la certeza de que aquella situación la había vivido antes. No conseguía recordar donde ni como, pero en aquel momento poco importaba, tenía que seguir corriendo si quería salvar su vida y para esto solo contaba con sus piernas y con la noche que estaba cayendo poco a poco. El bosque oscuro e impenetrable se le antojaba peligroso, pero no mas que aquello que le seguía incansable desde hacía horas.
Se detuvo un momento para reponer fuerzas y escuchó. Todo estaba en silencio, parecía que la naturaleza entera dormía. Un poco mas relajado decidió descansar . Se sentó en lo que quedaba de un tronco carcomido por las larvas y ya mas tranquilo repasó los acontecimientos que le habían llevado a huir. La mañana que despertó con aquella sensación extraña de que era observado, aquel raro juguete que daba vueltas alrededor de la casa y ...Un sonido lejano de ramas y hojas aplastadas se estaba acercando, pero el hombre extenuado hasta el infinito y absorto en sus recuerdos no podía apercibirse de esto y cuando tomó conciencia, quizás ya era demasiado tarde.
17 mar 2013
El jugador de póquer
Si una noche de invierno un viajero cualquiera hubiera cogido aquel tren, seguramente se habría perdido para siempre.
Pero él no era un viajero común y quería estar en aquel especifico tren, para el que había esperado pacientemente durante largo tiempo y cuando supo cual era el momento propicio para encontrarse con aquel al que buscaba y combatía, subió a encontrarse con su destino.
Deambuló por los largos y sombríos pasillos mientras el tren devoraba blancos campos cubiertos de nieve. La noche era lóbrega y heladora. El tren crujía por los cuatro costados, sus maderas desencajadas parecían ir a romperse en cualquier momento. El hombre embozado siguió la búsqueda y en un ultimo reservado lo encontró. No parecía ser mas que una sombra, pero era aquello que buscaba, estaba convencido.
La sombra con un movimiento de cabeza le indicó que podía sentarse. El hombre así lo hizo y se colocó enfrente del otro.
- Póquer - dijo la sombra.
- De acuerdo- dijo el hombre
- A una sola partida- dijo la sombra
- De acuerdo, pero si gano me las llevo todas.
- Ja-Ja-Ja.
La sombra repartió cartas. El hombre miró sus cinco cartas, descartó una de ellas y aguardó, mientras su mano izquierda agarraba fuertemente la cruz del rosario que llevaba en el bolsillo. La sombra, se había deshecho de tres cartas. Repartió de nuevo, una para el hombre, tres para él.
- No te servirá de nada eso que guardas en el pantalón. Yo soy mas fuerte.
- Ya lo veremos. Enseña tu jugada- dijo el hombre
- Trío de ases - dijo la sombra
- Full de ochos y reyes- dijo el hombre
Una risa extraña, sobrecogedora salió de la sombra.
-Da igual, no te las llevaras, recuerda que yo no soy de fiar, mi palabra vale poco. Tu te vienes con nosotros, tu alma también la quiero.
El hombre sacó el rosario del bolsillo y empuñando la cruz la acercó a la sombra, la luna arrancó un destello en el crucifijo de plata hiriendo con su reflejó aquella presencia sin facciones. Una especie de alarido apagó el sonido renqueante del tren solo un segundo antes de que aquello se desintegrara.
El hombre salió del reservado en busca de su recompensa. El tren se detuvo por unos instantes y cuando de nuevo se puso en marcha, lo hizo regresando hacia su punto de partida.
-
15 mar 2013
El Super
El super lo visito casi más que a mi madre y es que es entrar allí y noto como una cosilla..... No sé, es una emoción difícil de explicar. Busco una cesta, preferiblemente vacia, porque estos listos de marketing tienen la psicología estudiada y te lo llenan de hojas de lechuga para ver si te pasas por los productos frescos, no vaya a ser que se les caduquen. Pero yo lo vuelco todo en otra, conmigo ese truco no funciona.
Antes apuntaba todo en un papelito, pero como siempre se me olvidaba ahora lo llevo en el móvil, que es como mi segunda piel, si me despego de él me duele.
Pasillo arriba, pasillo arriba abajo, hasta que como conducida e impulsada por una fuerza extraña me planto delante de mi tentación _el chocolate_ indecisa, confusa, culpable....Uno, dos, tres alzo la mano, me mira, lo miro.... Lo pienso....mmmmm.....y en un 95% de los casos bajo la mano, con ella las orejas y salgo de allí despacio, pasito a pasito, sufriendo por mi gran juicio. Porque en realidad, cuando me pienso dar un atracón merecido y consentido, enfilo el corredor con decisión y nada se pone en mi camino, llego, alcanzo y cargo. Qué diantres, mañana estaré a dieta, hoy no!
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Raqui - Microrrelatos
6 mar 2013
Palabras que cuentan, más documentos gráficos y texto
2013 es un año de sorpresas nada más empezar. La presentación de los Zarigüeyos, y sus Palabras que cuentan siendo una compilación de cuentos, no sólo se ha escuchado en Barajas, sino en todo el mundo. De todas maneras, estoy buscando en Youtube el reportaje de Intereconomía y, de momento, nadie lo ha colgado. Pero tiempo al tiempo.
Tuvo lugar el viernes pasado, de la que ofrecí una noticia breve del evento. Por cierto, una velada agradable, y que transcurrió de la manera más interesante. Los Zarigüeyos son personas de bien, y nos presentaron sus cuentos, leyéndolos del propio libro (cada uno con su ejemplar); y nos invitaron a visitar la página de la editorial Punto Rojo: 10 euros cada ejemplar.
Componen los Zarigüeyos, pero hay más: Maribel Fagundez, Guadalupe Fernández, Antonio Martínez, Raquel Mimun, Asunción Pérez de la Ossa, María Luisa Pino, Ingrid Pistono y Juana Sánchez.
Antonio San Andrés, el Webmaster de este blog, tuvo unas palabras sobre el nacimiento de este blog, y las directrices por las que funciona. Me ahorro las directrices, porque luego vienen las Directivas, las Normas y un sinfín de Leyes y Estatutos que no caben en esta entrada. Presidió la mesa, Victoria, una de las Directoras de la Biblioteca Gloria Fuertes. Saludos a Victoria y a Mayte, y a todos los empleados y amigos de la Biblioteca, familia entrañable.
Y he aquí las fotos que quedan (he dejado dos sin publicar, que las presentaré más adelante...) y esperamos la segunda entrega de esas palabras que no dejan de contar...
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Taller de Escritura
5 mar 2013
"El guionista" (2ª versión de "El enigma")
¿Me estaré metiendo en un lío? Por un lado me apetece la idea pero son
tan pesados los de televisión...Claro que no tengo nada que perder, si aceptan
el piloto es un trabajo de 12 capítulos y puede ser una pasta. Entre Sergio,
Jorge y yo tocamos a cuatro guiones cada uno, no está mal. Lo que me fastidia
es la cantidad de tonterías que
tendremos que aguantar; que no se puede decir esto, hacer lo otro, el metraje
clavado y los mensajes subliminales, total una mierda, un maldito sucedáneo
descafeinado del cine. Pero estoy aburrida. Si, lo haré, es un modo de seguir
en contacto con este mundillo de locos, pero si fastidian mucho les mando al
cuerno. ¿Será esto afición o adicción?.Escribiré el borrador y se lo mando a
Sergio. “El Enigma” Sí, es buen título.
_______________________
Afueras de Madrid .Urbanización de chalets. Clase media acomodada.
Exterior día. Un coche de policía
esta aparcado frente a un chalet cerrado a cal y canto. Tres policías están en
la calle hablando con dos o tres vecinos.
Policía
jefe :¿Fue usted quien nos llamó?
Vecino
hablador: Sí, fui yo, el perro no hace mas que ladrar desde hace una semana, y no le llevan a correr, Agustín es
muy metódico, tres veces al día lo saca. Es extraño que no los haya visto estos
días.
Policía jefe : ¿Tiene familia este hombre?
Vecino
hablador: Vive solo, la verdad es que no es muy abierto que digamos, mucho
no sé de su vida...ingeniero informático. De los que inventan cosas.
Policia jefe (a todos los vecinos): Llaves
,¿Tienen llaves de la casa alguno de ustedes?
Vecino
hablador: Pues no que yo sepa y parece que no hay nadie. Hace dos días
llamé a la puerta, me preocupaban los ladridos del perro y nada, el pobre
animal está solo dentro de la casa...a lo peor sin comida.
Policía
jefe: Hizo bien en llamarnos. No se vaya.
Policía
jefe (a uno de sus ayudantes) : ¿Alguna ventana abierta? ¿Algún modo de
entrar en la casa sin violentar puertas?
Poli.
2 : He repasado toda la casa, solo hay una ventana en el segundo piso por
la que se puede entrar.
Policía
jefe: Bien, manos a la obra...(se dirige al vecino hablador) El perro, ¿le
conoce a usted.? Si le habla y le tranquiliza tendremos menos problemas.
Vecino
hablador: Si, claro que me conoce, francamente tengo más amistad con el
perro que con el dueño. Yo no sé si todos los genios son así, pero este es
especialmente raro y...
__________________________
Jolin, ahora que estoy inspirada el maldito teléfono. Que dejen el
mensaje, ¡Que pesadez! Andá, si es Sergio.
-Sergi, que pasa, ¿No me has dicho que corre prisa? Pues por
eso no cojo el teléfono. Estoy en ello. ¡Mierda, pareces mi jefe! Jolin en lo
que me he convertido. En un maldito negro o negra que te escribe los guiones
por la cara. Si ya sé, de aquí a la gloria en dos patadas. No te lo crees ni
tú. Ya, Hollywood, sabes que no me pone nada, si no me quedé cuando era joven,
a estas alturas ni de coña. Que sí, que va a ser baratito. Tres o cuatro
de figuración y dos principales, una localización por las afueras y una casa.
Eso es todo, mas barato imposible. Bueno que me dejes en paz si quieres
que termine el piloto.
__________________________
Policía
jefe:¿Dice que es un hombre raro?
Vecino
hablador: Si, cuando hablas con el parece que está ido, vive como en otra
galaxia. Un día me enseñó el taller donde trabaja, me contó que estaba en un
nuevo invento que iba a revolucionar los video juegos. ¿Usted. ha visto la
película “Regreso al futuro”? Pues igualito, el laboratorio como calcado y
hasta el tío que hace de sabio se parece a Agustín o Agustín a él y...
Policía
jefe: Un momento, venga con nosotros, calme al perro mientras mi ayudante
nos abre la puerta.
Todos se dirigen a la puerta principal, el vecino llama al perro, no se
oye nada, sigue llamándole. Nada . El policía que se coló en la casa abre la
puerta.
Poli
2 : Esta muerto, aquí junto a la puerta , no esta herido, posiblemente la
falta de comida o de agua.
Interior chalet en penumbra: Casa típica
de clase media, poco amueblada, casi desnuda.
Todos (menos los otros vecinos) entran. A un
lado está el perro lobo muerto en el suelo.
Policía
jefe a los otros polis: Retírenlo, ¿dónde esta el taller?
Vecino
hablador: Abajo en el sótano. Yo les indico.
Todos bajan las escaleras y se dirigen a una puerta cerrada. Esta tiene
un piloto encendido en rojo, avisando que no se puede pasar.
Policía
jefe a los otros polis: Abran la puerta.
Dentro hay una luz tenue, rojiza, como la de los estudios de grabación
de doblaje, suficiente para ver el
laboratorio. Pantallas de televisión, ordenadores y todo tipo de artilugios
extraños que la cámara va descubriendo
poco a poco en un largo travelling hasta llegar al centro de la habitación.
Allí, sobre una especie de mesa de mezclas de música, un hombre yace caído
sobre esta. Lleva un extraño traje, un casco puesto y guantes llenos de cables,
está caído sobre una multitud de botones y lucecitas parpadeantes.
Policía
jefe (inclinado sobre el cuerpo): Está muerto, mas de un disparo.
El policía
jefe se esta incorporando. Apoya distraído una mano sobre uno de los botones
y...
Una lluvia de disparos viniendo de todas partes se ha activado, en unos
segundos todo ha terminado.
La
cámara enfoca en un apretado primer plano la cabeza ensangrentada del policía
jefe cayendo a cámara lenta y empieza a abrir el plano cuando este ha terminado
de caer al suelo. Lentamente hace un recorrido ya en plano general, por el
resto de los muertos diseminados aquí y allá y termina en un fotograma congelado
sobre la pantalla principal, donde un letrero dice : GAME OVER.
_______________________________
-¡No, no y no! ¡Corten! ¿Es que no sabes caerte? ¡Hay que repetir!
¡Intenta caer donde te he dicho! ¡Maquillaje! ¡Mas sangre en la cabeza!
-¿Estáis listos?
-¡Claqueta! ¡Acción!.
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Grumpy-Relatos
3 mar 2013
Hace dos días tuvo lugar la presentación de Zarigüeyos: Palabras que cuentan
Y he aquí el reportaje fotográfico. He seleccionado algunas fotos, no todas; pero las iré colgando en sucesivas entradas.
Bueno, estas son unas pocas. Quedan algunas, pero ya las iré subiendo poco a poco. Aquí se puede ver al Taller de Escritura de la Biblioteca Gloria Fuertes, y a una reportera del Canal de Televisión Intereconomía. Mañana, más.
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Taller de Escritura
Como la vida misma
Ella empieza a tener hambre, pero sabe
que debe resistir. Ya ha visto merodear
al que le trae la comida. Hoy toca. Pero
no, no debe moverse. En todo caso levantar un poco la cabeza por encima de su
cuerpo. Así, suavemente, apoyada en su lomo enroscado, como si no le importase
nada. Cerrará los ojos hasta que oiga que la tapa se cierra y entonces… Empezará
su estrategia. Ahora tiene que permanecer así, como está, no debe malgastar
energías, las necesita para más tarde. La última vez la presa se le resistió,
era muy ágil y ella se había abalanzado demasiado pronto. Esta vez está más
preparada.
Él solo hace diez días que ha nacido y
cuándo ya estaba empezando a adaptarse a vivir por su cuenta, van y le agarran
por su rabito. Se ha retorcido como poseído por el diablo, pero no ha logrado
pegarle un bocado al tipo que le ha cogido. No, no lo tiene nada claro, no sabe
dónde le llevan, solo sabe que sus otros hermanos que salieron nunca han
regresado.
Ella no deja de observarlo. Vigila
todos y cada uno de sus movimientos. No, no tiene prisa, esperará a que se
agote, a que deje de trepar y de corretear y cuándo menos lo espere, saltará
sobre él, lo apresará con su cuerpo fuertemente, descargará una pequeña dosis de su veneno y
más tarde lo engullirá, entero, muy lentamente. Después volverá a su rincón, a
la esquina, detrás de ese tronco hueco y seco de color rojizo y allí esperará
una nueva presa que le sirva de alimento por otra temporada.
¡Allí Dieguete! Allí, mírala, está en
la esquina, detrás de ese tronco hueco y
seco. Allí. ¿No la ves? Y mira, mira al
otro lado. Mira como trepa él. Mira como intenta escapar ¿Lo ves? ¡Pobrecillo!
No puede, se escurre. Sabe que esto es el fin
y quiere salir como sea. ¡Qué
lástima, con lo pequeño y lo blanquito que es! Nada, lo intenta una y otra vez
pero nada. En fin, así es la vida ¡Venga! Vámonos que ella aún tardará un
ratito en pillarle. Y ahora… ¿Qué te parece si vamos a ver a los cocodrilos?
A solas
Una ventana de
aluminio blanco con hojas correderas que no terminan de encajar, es la
separación física con la calle, con esa calle que un día fue tranquila pero que
ahora es un tormento de coches y autobuses que pitan y aceleran por afanarse en llegar unos minutos
antes a su destino. Ya en el interior una inmensa tabla de pino natural hace
las funciones de mesa. Está llena, repleta de cosas, cosas que una y mil veces coloco
y recoloco. Y es que, aunque intento prescindir de las que no son estrictamente
necesarias, finalmente, todas vuelven a
quedarse por allí encima. Papeles, facturas, folletos, el pequeño ordenador con
el que escribo y con el que me conecto a la vida cibernética e interactiva,
varios vasos repletos de bolígrafos, muchos bolígrafos que no uso casi nunca y
que, cuándo necesito, siempre agarro el que no pinta. También está la maletita
de cuadros, esa en la que metemos todos los cables que vienen con los aparatos electrónicos y que siempre
nos sobran (yo por lo menos no se para que sirven la mayoría). Pero estos sí
que me niego a tirarlos, porque el día que lo haga, estoy segura que necesitaré
uno de ellos, estoy segura, siempre pasa,
así que, ahí se quedan, todos juntos, a la espera de… No sé el qué. Y la lámpara, no quiero dejar de hablar de la
lámpara de mesa que me ilumina. Me encanta, es de un diseño muy moderno, en tres colores y la altura se puede
regular. Yo la pongo casi vertical, con el chorro de luz dirigido hacia la
pared. No sé, me parece mucho más cálido
el ambiente cuándo no te da el fogonazo justo encima de los papeles o del
teclado. Me gusta así. También están las
fotos. La de mi madre, que se marchó hace algo más de dos años, pero ahí está,
mirándome, acompañándome silenciosa. La siento muy cerca, vigilante y orgullosa,
muy orgullosa. Y la de mi hija, que anda lejos pero también la noto a mi lado,
aunque en este caso creo que la que vigila y la que está orgullosa soy yo. Cuando
me canso de estar en la maldita silla de escritorio (incomodísima, art-decó) me siento o me tumbo en el sofá cama de color negro que está bajo la estantería de libros. El sofá hace juego con la alfombra de pelo alto que compramos en Ikea, tienen el mismo color. Las paredes malvas son muy acogedoras y los días que hace sol, el color
se realza y la habitación parece más grande.
Así es mi
pequeño reducto de soledad. Una soledad siempre buscada pero nunca deseada.
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Lupita-Relatos
25 feb 2013
Desde mi ventana
“Desde mi ventana”
Me quedo mirando la escena durante un largo rato. El hombre de pie, justo debajo del cocotero espera la caída de cada fruto. Es de mediana edad, digo esto porque no sabría definir si es mas joven de treinta o mas viejo de cincuenta. Color renegrido, cuerpo delgado y fibroso, piernas firmes, musculosas. No lleva calzado, pero sí tapa su cabeza con un pañuelo anudado, de esos largos que les sirven para tantas cosas...Les resguarda del sol, seca el sudor y también son útiles para trasportar frutos, o lo que sea y a veces anudados entre árbol y árbol se convierten en una sencilla hamaca. Alrededor de su cintura, la clásica pieza envolvente de tela con colores luminosos, atada con un nudo, uniendo el primer lado con el ultimo y los trozos sobrantes del lazo metidos por dentro de su cintura. Y también, dentro de esta, el machete corto, resplandeciente cuando el sol le acaricia, su tesoro mas preciado después de su ayudante. El mono.
Le veo todas las mañanas, a él y a su primate esclavo, llegan temprano, con tiempo para vender los cocos que recogen, a las personas que se ocupan de nuestras comidas. A veces, el hombre abre uno de los frutos con su machete y comprueba si está en condiciones. Casi siempre lo está, su mono nunca se equivoca, sabe muy bien distinguir los cocos maduros de los que aún están verdes. Invariablemente recoge alrededor de una docena. Cuando llega a ese numero, el hombre da un tirón a la cuerda que tiene su ayudante alrededor del cuello, es la señal, el trabajo ha terminado y el mono baja rápidamente. No conviene esquilmar a los cocoteros mas de la cuenta. Hay que dejar frutos para los próximos días, o tal vez para otros recolectores. Mi hombre solo coge lo necesario.
Contemplo como los dos se dirigen hacia la gran cabaña central, donde están las chicas de servicio preparando el desayuno. Saluda poniendo su mano derecha en el corazón, luego en la frente e inclina la cabeza, le corresponden del mismo modo y a partir de ahí, todos se enzarzan en una conversación en la que mas que palabras hay sonidos con diferentes tonos, lo mas parecido a una especie de melodía sin música.
El hombre se sienta en el suelo, alguien le ha dado medio coco lleno de sopa de pescado. Lo bebe con complacencia. Adivino su sabor, picante, ácida por la raíz de lima, con un delicado toque de cilantro y de jengibre. Me digo a mi misma que debo probar a desayunar al estilo Thai, a pesar de que me parezca mas apropiado para el almuerzo. El olor me pone, mucho mas que el de los huevos fritos, aun a sabiendas que estos huevos saben como los de mi niñez, a gallina de rural, de las que andan sueltas y se alimentan con lo que hay en el campo, lombrices, tubérculos, cualquier raíz, o grano que encuentren, sin olvidar los excrementos de cualquier clase...
Una suave brisa ondula el agua, que llega en pequeñas olas hasta la playa. Dos de las chicas de servicio están cogiendo tantos cangrejos como pueden y los depositan en una especie de bandeja honda hecha con ramas de palmera. Tendremos cangrejos para cenar.
El hombre ha terminado, recoge sus monedas y de nuevo, mano al pecho, y a la frente, inclinación y se dispone a irse. El mono sentado a un lado de un cocotero, está terminando su desayuno, una especie de nabos o zanahorias, o ambos. Un tirón de la cuerda le pone en pie. Es hora de irse a casa, o tal vez hay que ir a pescar o a cultivar arroz. Solo ellos lo saben. Yo ni siquiera se donde habitan, tampoco si hay un poblado cerca, o si viven aislados en medio de la selva. Tal vez sea su choza, aquella que vimos una tarde al regresar del rodaje, perdida entre los árboles. Quizás eran sus hijos aquellos a los que vi como su madre lavaba, aprovechando un charco de la ultima lluvia. Quizás..
Solo se que ellos, los unos y los otros, siempre estarán conmigo, en algún lugar del disco duro de mi cerebro, en una carpeta que llamo “Imágenes de Tailandia”.
Me quedo mirando la escena durante un largo rato. El hombre de pie, justo debajo del cocotero espera la caída de cada fruto. Es de mediana edad, digo esto porque no sabría definir si es mas joven de treinta o mas viejo de cincuenta. Color renegrido, cuerpo delgado y fibroso, piernas firmes, musculosas. No lleva calzado, pero sí tapa su cabeza con un pañuelo anudado, de esos largos que les sirven para tantas cosas...Les resguarda del sol, seca el sudor y también son útiles para trasportar frutos, o lo que sea y a veces anudados entre árbol y árbol se convierten en una sencilla hamaca. Alrededor de su cintura, la clásica pieza envolvente de tela con colores luminosos, atada con un nudo, uniendo el primer lado con el ultimo y los trozos sobrantes del lazo metidos por dentro de su cintura. Y también, dentro de esta, el machete corto, resplandeciente cuando el sol le acaricia, su tesoro mas preciado después de su ayudante. El mono.
Le veo todas las mañanas, a él y a su primate esclavo, llegan temprano, con tiempo para vender los cocos que recogen, a las personas que se ocupan de nuestras comidas. A veces, el hombre abre uno de los frutos con su machete y comprueba si está en condiciones. Casi siempre lo está, su mono nunca se equivoca, sabe muy bien distinguir los cocos maduros de los que aún están verdes. Invariablemente recoge alrededor de una docena. Cuando llega a ese numero, el hombre da un tirón a la cuerda que tiene su ayudante alrededor del cuello, es la señal, el trabajo ha terminado y el mono baja rápidamente. No conviene esquilmar a los cocoteros mas de la cuenta. Hay que dejar frutos para los próximos días, o tal vez para otros recolectores. Mi hombre solo coge lo necesario.
Contemplo como los dos se dirigen hacia la gran cabaña central, donde están las chicas de servicio preparando el desayuno. Saluda poniendo su mano derecha en el corazón, luego en la frente e inclina la cabeza, le corresponden del mismo modo y a partir de ahí, todos se enzarzan en una conversación en la que mas que palabras hay sonidos con diferentes tonos, lo mas parecido a una especie de melodía sin música.
El hombre se sienta en el suelo, alguien le ha dado medio coco lleno de sopa de pescado. Lo bebe con complacencia. Adivino su sabor, picante, ácida por la raíz de lima, con un delicado toque de cilantro y de jengibre. Me digo a mi misma que debo probar a desayunar al estilo Thai, a pesar de que me parezca mas apropiado para el almuerzo. El olor me pone, mucho mas que el de los huevos fritos, aun a sabiendas que estos huevos saben como los de mi niñez, a gallina de rural, de las que andan sueltas y se alimentan con lo que hay en el campo, lombrices, tubérculos, cualquier raíz, o grano que encuentren, sin olvidar los excrementos de cualquier clase...
Una suave brisa ondula el agua, que llega en pequeñas olas hasta la playa. Dos de las chicas de servicio están cogiendo tantos cangrejos como pueden y los depositan en una especie de bandeja honda hecha con ramas de palmera. Tendremos cangrejos para cenar.
El hombre ha terminado, recoge sus monedas y de nuevo, mano al pecho, y a la frente, inclinación y se dispone a irse. El mono sentado a un lado de un cocotero, está terminando su desayuno, una especie de nabos o zanahorias, o ambos. Un tirón de la cuerda le pone en pie. Es hora de irse a casa, o tal vez hay que ir a pescar o a cultivar arroz. Solo ellos lo saben. Yo ni siquiera se donde habitan, tampoco si hay un poblado cerca, o si viven aislados en medio de la selva. Tal vez sea su choza, aquella que vimos una tarde al regresar del rodaje, perdida entre los árboles. Quizás eran sus hijos aquellos a los que vi como su madre lavaba, aprovechando un charco de la ultima lluvia. Quizás..
Solo se que ellos, los unos y los otros, siempre estarán conmigo, en algún lugar del disco duro de mi cerebro, en una carpeta que llamo “Imágenes de Tailandia”.
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